25.9.08

Soluciones para afrontar la cuesta de septiembre en plena crisis

Los gastos se acumulan a la vuelta de las vacaciones y algunas fórmulas para hacerles frente agravan el endeudamiento de las familias

Junto con el mes de enero y su temida "cuesta", el regreso a la actividad en septiembre es el momento más duro del ejercicio, y más este año, cuando quién más, quién menos sufre los efectos de la crisis financiera. Tanto en un periodo como en el otro, los españoles se enfrentan de nuevo a sus rutinas habituales pero, además, sienten las consecuencias económicas de los gastos excepcionales que han realizado. En este mes, en concreto, no sólo hay que cumplir con las obligaciones básicas, como el pago de la vivienda y los servicios mínimos; también hay que asumir la disminución de los ahorros o las deudas derivadas de las vacaciones y, para el caso de las familias con hijos, el inicio de un nuevo año escolar, con todo el gasto que ello supone. En suma, septiembre es el mes en el que se acumulan desembolsos sustanciales de dinero; una coyuntura que coloca a muchas familias en un callejón sin salida o las empuja al endeudamiento.

Los datos oficiales recientemente publicados, así como los estudios de mercado acometidos por empresas privadas y asociaciones profesionales, sirven para ilustrar con precisión el agobio económico al que se enfrenta el español medio. A grandes rasgos -y atendiendo siempre a los valores promedio-, una familia tipo de España, con dos adultos y un niño, puede gastar este mes unos 3.125 euros para cubrir las vacaciones de verano, la hipoteca y la vuelta al colegio. Una cifra a la que, por supuesto, hay que añadir el pago de diversas facturas y el coste de la vida diaria en aspectos irrenunciables. Para desglosar el número: los planes de vacaciones, que suelen durar doce días, implican un coste medio de 840 euros por persona, o 2.400 por núcleo familiar, según un estudio de Bancotel y la consultora Ipsos. Los gastos del comienzo de curso -que varían según la comunidad autónoma y el tipo de centro- se traducen en 825 euros por estudiante en promedio. Y en cuanto a las hipotecas, si bien en agosto ha bajado el Euribor, la cuota mensual ronda ya los 900 euros, como registran el Instituto Nacional de Estadística (INE) y la Asociación Hipotecaria Española (AHE).
Todo esto se produce, además, en un marco económico hostil en el que la tasa de paro roza ya el 10%, la morosidad se ubica en el 2,15% (el valor más elevado de la última década, como registra el Banco de España) y la recesión financiera está a la vuelta de la esquina. Para gran parte de los ciudadanos la pregunta clave es qué hacer, cómo afrontar las exigencias sin quedar con el agua al cuello. Está claro que las soluciones mágicas no existen y que, a tenor de las previsiones, la crisis económica no va a desaparecer de inmediato, por ello es muy importante reflexionar seriamente y con calma acerca de las posibles soluciones. Una decisión apresurada -como las que suelen tomarse en estos casos- más que resolver el problema, lo único que hará es aplazarlo, y es posible que, al cabo de unos cuantos meses, la situación sea más grave y resulte más difícil resolverla.
El préstamo personal y la ayuda de la familia
Solicitar un préstamo personal es la primera elección de las familias que no cuentan con ahorros. El asunto es que, ahora mismo, los intereses se han disparado, llegando a cotas de hasta un 7%, o superiores. Por esa razón, antes de lanzarse de lleno a esta vía, es fundamental calcular los plazos de pago, la cuantía de las cuotas y el importe final haciendo cuentas realistas en las que, necesariamente, debe dejarse un margen para los gastos inesperados. Las previsiones macroeconómicas señalan una tendencia negativa para este trimestre y el año entrante, de modo que quienes tengan empleos temporales o trabajen en sectores especialmente vulnerables a la crisis son quienes más deben cuidarse a la hora de contraer obligaciones financieras.
En caso de elegir este camino es fundamental comparar ofertas, ya que las hay y son muchas. De un tiempo a esta parte -y sobre todo este mes-, la demanda ha aumentado y, con ella, las entidades que proponen soluciones milagrosas. Basta con revisar el buzón de casa o pasear un poco en la calle para toparse con folletos de este tipo. Sin ánimo de desprestigiar a las instituciones crediticias, es conveniente que el consumidor se comporte con cautela, pues las entidades financieras no trabajan por caridad. Preguntar por las condiciones, por las cuestiones que puedan parecer más obvias y simples y leer con atención la letra pequeña, lejos de ser motivo de vergüenza, es básico para evitar fraudes, disgustos y sorpresas. Lo mismo vale decir para el momento de la elección: da más seguridad decantarse por aquellas que estén reguladas por el Banco de España y la Asociación Nacional de Establecimientos Financieros de Crédito (ASNEF), una organización que se dedica a velar por las buenas prácticas del sector.
Dejando a un lado a las empresas, el riesgo de solicitar un préstamo personal aumenta o disminuye en función de la cantidad solicitada y los ingresos familiares. No es lo mismo pedir 2.000 euros que 10.000, ni es lo mismo que en el hogar se cuente con un único sueldo a que sean dos. Por otra parte, el monto requerido y su destino también pueden ofrecer alternativas para evitar pedir un préstamo. Dicho de otro modo, si el dinero que se necesita no es excesivo y su finalidad pasa por "cubrir un bache" o encarar un gasto puntual, es preferible pedir ayuda a la familia o los amigos a firmar contratos imposibles, incluso a negociar con el banco de siempre. Evidentemente, a ninguna persona adulta le gusta acudir a sus padres o hermanos para que le presten dinero. De hecho, una de las cuestiones que más valoran los consumidores de las entidades de crédito es que, precisamente, no hacen preguntas incómodas ni juicios de valor sobre su economía doméstica y su vida. Sin embargo, el orgullo o el mantenimiento de las apariencias pueden costar muy caros y, al pensar en las posibles soluciones, no está de más considerar a los allegados y evaluar qué es mejor, si pasar por el mal trago de pedir ayuda o acabar ahogados en un mar de obligaciones que conduzcan a la ruina.

Resignarse a la pérdida de status
En ocasiones es posible apretarse el cinturón con disimulo (nadie controla si en el hogar se toma un café de menos o se ha dejado de fumar), pero en otras ocasiones, cuando las deudas son más acuciantes, es necesario suprimir los gastos en ocio, moda y confort y, con ello, renunciar a un estilo de vida. Eso sí que resulta difícil. En opinión del vicepresidente de la AEAFyT, "los españoles nos hemos comportado como 'nuevos ricos' y el gran problema es que, ahora, no estamos dispuestos a resignarnos y perder el estatus social". La dinámica de comprar cualquier cosa -incluso si es innecesaria- y pensar que ya luego se pagará es, como indica Gómez, el modelo de consumo más habitual y, por supuesto, el más pernicioso, pues no se puede sostener para siempre.

El consejo más básico de este asesor pasa por planificar los gastos, ahorrar, invertir el capital (si se tiene) y restringir el consumo innecesario, aunque en la esfera macroeconómica sea pernicioso y genere recesión. "La economía es una pescadilla que se muerde la cola", compara. Si las familias gastan menos, el crecimiento económico será menor. Sin embargo, Juan Gómez señala que "las crisis también suponen un saneamiento de la economía".
La reunificación de deudas
Otro de los "salvavidas" posibles consiste en la reunificación de deudas; una opción que ha ganado terreno en estos últimos meses y que, a primera vista, resulta muy tentadora. Si una persona se encuentra agobiada por el pago de sus deudas, es comprensible que se sienta atraída por esta fórmula que, a corto plazo, alivia el gasto mensual. ¿A quién no le gustaría pagar 800 euros en lugar de 1.200? Una propuesta de ese calibre sin duda llama la atención y el primer impulso es, cuando menos, interesarse por ella. Aun así, reunificar las deudas contraídas entraña numerosos inconvenientes. El más conocido es el aumento de la cantidad de cuotas y que los pagos se prolongan varios años, de modo que, por un lado, se acaba pagando más dinero y, por otro, la capacidad de ahorro familiar se ve recortada durante más tiempo.

El otro problema que supone este método -y que no siempre se explica con claridad al consumidor- es que hay una serie de gastos derivados del proceso. Además de una comisión por el servicio que presta la entidad, el cliente debe pagar por la cancelación de los préstamos iniciales, el registro de las nuevas condiciones, las tasas de la gestoría, los aranceles notariales y los seguros. La suma de estos gastos oscila entre los 12.000 y los 19.000 euros, una cifra que varía en función de las comisiones y que, además, genera intereses. De ahí que diferentes asociaciones de consumidores hayan alertado recientemente sobre el aumento de solicitudes y empresas dedicadas a la reunificación, así como de la falta de transparencia en muchas gestiones y la inexistencia de un marco legal que las regule. Para estos productos, como ocurre con los préstamos personales, antes de firmar ningún compromiso es imprescindible asesorase bien, evaluar beneficios y costes y tomar una decisión meditada que se ajuste las posibilidades reales y tratar de llegar a un acuerdo con el banco de confianza.
Economizar en cosas pequeñas
La solicitud de un préstamo y la reunificación de deudas son dos alternativas financieras que implican un gasto de dinero. Sus rasgos más atractivos pasan por la inmediatez y la confidencialidad. Sin embargo, no sólo mantienen las deudas sino que, además, las incrementan. Para los casos en que la situación económica no es tan apremiante y todavía es posible evitarlas o, por el contrario, para aquellos que ya han agotado este tipo de ofertas, hay alternativas más "sanas". El problema es que requieren sacrificio y constancia. En cierto modo -y salvando las distancias-, la solución a los aprietos financieros se asemeja bastante a las alternativas para combatir la obesidad: las "dietas milagro" acaban siendo perniciosas y los "tratamientos estrella" cuestan demasiado para las pocas garantías que ofrecen, mientras que la práctica de deporte y una alimentación equilibrada resuelven el problema y, además, previenen las recaídas.

Con los préstamos y el ahorro pasa exactamente lo mismo. Parecerá una obviedad decir que evitar los excesos y no gastar más de lo que se tiene es la mejor solución financiera, pero así resulta: la alternativa más doméstica y sencilla se muestra, también, como la más efectiva. Da igual si aún no se ha llegado al extremo de pedir un préstamo o si ya se tienen unos cuantos además de la hipoteca, nunca es tarde para corregir los hábitos que agujerean la economía familiar. Algo tan simple como suprimir el café de la mañana en un bar se traduce en un ahorro de 25 euros al mes. Alternar el "menú del día" con el "tupper" -comiendo un día fuera y el siguiente en la oficina- evitará gastar unos 100 euros mensuales. Con estos dos simples gestos (a los que pueden añadirse muchos más), una persona ahorrará 1.500 euros al año; un monto más que suficiente para cubrir los gastos de la vuelta al colegio en septiembre o parte de las vacaciones de verano.

En esta línea, los fumadores encontrarán en la crisis una excelente razón para dejar el tabaco o, por lo menos, reducir su consumo. Quienes fuman una cajetilla al día gastan al año unos 900 euros de media. Rebajar el hábito a la mitad, además de favorecer la salud, sumará otros 450 euros al ahorro. Los ejemplos son infinitos y la elección de un recorte u otro dependerá de las costumbres y necesidades de cada uno. Lo sustancial de este método, además intentar de cumplirlo a rajatabla, pasa por diferenciar qué gastos son imprescindibles y a cuáles se puede renunciar. Como señala Gómez Hernández, "no todos reaccionamos igual ante la crisis o ante la vuelta de las vacaciones". Según indica el asesor, es difícil describir una generalidad pues, dependiendo de la formación y los hábitos de consumo, habrá personas más previsoras y otras que se encuentren de golpe en aprietos económicos muy serios.

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