28.11.08

Premio a la sección 'Nuevos Vascos'


La periodista Laura Caorsi (Uruguay, 1978) recibió anoche en el Hotel Barceló Nervión un premio de la Asociación Hispano Latinoamericana Ahislama y la revista Euskadinews por la sección 'Nuevos Vascos', dedicada a los inmigrantes, que publica semanalmente EL CORREO. 'Nuevos Vascos' arrancó en abril de 2007 y ya recibió el año pasado el Premio Dolores Ibárruri de servicios sociales en la categoría de información.

"Mi país puede aprender mucho de la experiencia de Euskadi"

Los enfrentamientos en la República Democrática del Congo no sólo tienen en vilo a quienes residen en el país, también siembran la angustia entre quienes son de allí y están lejos. «Ver el caos a distancia provoca impotencia y miedo», dice Kosi Kuebo, portavoz de la asociación Euskadi Congo y delegado en el País Vasco del Partido Popular por la Reconstrucción y la Democracia (PPRD).



La entrevista tiene lugar en un pequeño locutorio de Zabalburu donde Kosi está leyendo noticias. Intenta seguir de cerca la actualidad de su país, la República Democrática del Congo, aunque entre su silla y la violencia desatada haya más de cinco mil kilómetros de agua y tierra. «Discúlpame, es que no puedo evitarlo», dice mientras apaga el ordenador. Casi toda su familia está en Kinshasa. Sin embargo, además de la preocupación y la tristeza naturales, este congoleño se siente frustrado por la «parcialidad» con que se cuentan las noticias en los periódicos y los telediarios de Europa.

«La República Democrática del Congo es un país escandalosamente rico desde el punto de vista geológico. Tiene cobre, cobalto, fosfato y uranio. Es el segundo productor mundial de diamantes y posee casi el 70% del coltán (un material imprescindible para fabricar componentes electrónicos avanzados)».

Pero la riqueza del suelo, combinada con los intereses particulares y la corrupción, han provocado golpes de Estado, dictaduras, guerras civiles y revueltas. En definitiva, inestabilidad, muerte, hambre y pobreza. Kosi explica que las últimas elecciones (que se celebraron en 2006 y dieron como vencedor a Joseph Kabila) supusieron un enorme avance político. «Estuve allí hace poco y la Asamblea Nacional está funcionando bien, hay parlamentos provinciales, se reformó la Constitución para evitar que nadie se perpetúe en el poder... Es el único país africano que tiene un sistema así», relata.

Pero la transparencia electoral no lo es todo. «La UE ayudó mucho a que los comicios fueran normales, pero también prometió ayudas que tardaron en llegar y fueron insuficientes. El Congo firmó un contrato con China que permite a ese país explotar las riquezas del suelo a cambio de reconstruir las infraestructuras y financiar la reforma sanitaria, educativa y de vivienda. Y eso a la UE no le gusta».

Políticas de creatividad
En esa línea, Kosi Kuebo, que representa en Euskadi al Partido Popular por la Reconstrucción y la Democracia (PPRD), opina que «la guerra actual está apoyada por los países de occidente. Todavía funciona aquello de 'divide y reinarás'», afirma.

Kosi reconoce muchas virtudes a la población vasca, con la que convive desde hace casi dos décadas. «Los vascos son muy solidarios y cuentan con una riqueza humana increíble. Yo siempre le digo a mis paisanos que es muy importante prestar atención a las cosas que se hacen aquí. Mi país puede aprender mucho de la experiencia de Euskadi, ya que la abundancia mineral, por sí sola, no es nada. El País Vasco es muy fuerte en recursos humanos y políticas de creatividad, dos cosas fundamentales para que una sociedad funcione».

Para él, que tiene vocación política y social, hay tres clases de inmigrantes. «Está el que viene a buscarse la vida, el que lo hace y ayuda a su familia y el que, además de todo eso, piensa en cómo sacar adelante el país que dejó atrás». Kosi pertenece a la última. «Nuestra asociación ha logrado reunir mucha ropa para enviar allí y estamos instalando contenedores para que sea más fácil recogerla. La idea es enviarla y colaborar en lo que podamos. Si alguien quiere sumarse a la causa, puede escribirnos a nkewakulu@yahoo.es», dice. Y añade: «Quizá parezca poco, pero la situación es muy dura. En los últimos años han muerto más de cinco millones de personas asesinadas como animales. Y eso duele, aunque estés lejos».

Sótanos: Vivir bajo tierra

Los sótanos son baratos y accesibles, pero vivir en ellos requiere hacer frente a costosas obras y a problemas legales, sanitarios y de convivencia vecinal

Oscuros, húmedos y escondidos. La mayoría de los sótanos reúnen estos tres requisitos y, seguramente por ello, se han convertido en un escenario habitual de películas y novelas de misterio. Ahora bien, novelas aparte, lo cierto es que hay muchas personas que residen bajo tierra, aunque no están contabilizadas, no forman parte de un padrón oficial ni comparten su situación con el resto. Su existencia suele cobrar protagonismo en las noticias de sucesos, cuando un derrumbe o un incendio ponen al descubierto unas condiciones de vida infrahumanas.

¿Quiénes viven en los sótanos de España? En principio, personas de pocos recursos; gente mayor con pensiones muy bajas, indigentes o inmigrantes. Es decir, personas que forman parte de los grupos más vulnerables o que se encuentran en situación de exclusión social. Dicho esto, hay un matiz a concretar. Aunque esto es lo habitual, también hay quienes eligen montar una vivienda decorosa (o parte de ella) bajo el suelo. Algunos propietarios restauran los sótanos de sus casas para convertirlos, por ejemplo, en una sala de ocio, un gimnasio, una habitación de huéspedes o un lugar estratégico para reunirse con los amigos sin afectar demasiado las rutinas del hogar. Todo ello significa que, desde el punto de vista socioeconómico, los sótanos son utilizados como lugar habitable por los dos extremos de la población.

Las tendencias, no obstante, se amoldan a las circunstancias y cambian. La carestía de la vivienda y el endurecimiento de las condiciones de los préstamos, sumados a la crisis actual, han provocado que más de uno reconsidere cómo y dónde establecer su hogar. Ante la imposibilidad de comprar un piso normal, empiezan a surgir alternativas personales y municipales. En el último lustro, por ejemplo, varios ayuntamientos han modificado las normativas de urbanismo para que determinados tipos de locales pudieran ser reacondicionados y funcionar como viviendas. Este cambio, que hace unos años se antojaba novedoso, un poco raro y, para muchos, disparatado, es hoy una posibilidad asentada que cobra fuerza en los escaparates inmobiliarios y en los cálculos de los compradores, especialmente de los más jóvenes.

Las casas habilitadas en bajos comerciales son ya una realidad normalizada y vivir al ras del suelo ha dejado de ser una rareza, pero... ¿ocurre lo mismo debajo? ¿Se puede vivir en un sótano? ¿Hay oferta de viviendas en el subsuelo? ¿Qué ventajas e inconvenientes conlleva?

Las condiciones de habitabilidad
Por salud y seguridad, y también por ley, lo primero que hay que tener en cuenta al comprar una vivienda es que reúna las condiciones mínimas de habitabilidad, como asegura Óscar Martínez Solozabal, presidente de la Asociación de Expertos Inmobiliarios. Las normativas de habitabilidad, al igual que las cédulas que la acreditan, son de competencia municipal, de modo que en España no hay un único criterio para establecer qué inmuebles son susceptibles de ser utilizados como viviendas y cuáles no.

Los decretos y las normas vigentes son variadas y extensas. Asimismo, presentan un lenguaje técnico que, si bien resulta necesario para evitar malentendidos, puede confundir al ciudadano común que es, en definitiva, la persona que habita, compra, vende o alquila un inmueble para vivir en él. Más allá de los tecnicismos y las particularidades de cada municipio, hay algo bien claro: todas las normativas se basan en el sentido común y comparten criterios de seguridad, higiene y salubridad. Lo importante es que las personas vivan en un lugar adecuado y, en esta línea, hay factores decisivos. Cuestiones como la iluminación natural, la ventilación del inmueble, el tamaño de la superficie, la altura del techo, las instalaciones de los desagües y los suministros de energía, así como la solidez de la estructura, el aislamiento de humedades y la prevención de inundaciones pueden determinar que un ayuntamiento otorgue o deniegue una cédula de habitabilidad; un documento que certifica que esas condiciones se cumplen y que es imprescindible para realizar una compraventa, solicitar un préstamo vivienda y contratar los servicios de agua, luz y gas.

Las normativas de habitabilidad (y la expedición de estas cédulas) han variado con el paso de los años. Conforme avanzan las técnicas de construcción, la investigación en I+D y aparecen nuevos materiales, las exigencias han ido aumentando. Eso explica que algunos lugares que hoy día no pasarían una inspección, sí tengan cédulas de habitabilidad vigentes porque fueron expedidas hace años. Muchos sótanos de España se ajustan a este supuesto. Incluso, puede haber casos de viviendas legales en sótanos cuya cédula de habitabilidad sea antigua, cuando sí estaba permitido, pero en la actualidad es casi imposible que un ayuntamiento dé el visto bueno. Ante este panorama, quien desee vivir bajo tierra tiene dos vías: o lo hace de un modo clandestino o lleva a cabo una reforma de acuerdo a la ley.

Obras difíciles y costosas
Conseguir que un sótano se convierta en un hogar implica mucho más que montar un conjunto de muebles. Desde el punto de vista estructural, hay una serie de inconvenientes que no siempre tienen solución. Entre ellos, la entrada de luz natural, la ventilación y el aislamiento de humedades. Por norma general se prohíbe vivir bajo rasante de calle porque es difícil lograr unas condiciones higiénicas iguales a las de una vivienda normal, según explica Pedro Montalvo, miembro del Colegio de Arquitectos de Madrid. Cualquier fuga de agua o saneamiento afecta al lugar; el contacto directo de las paredes con el terreno es complicado para aislar la vivienda de humedades y, desde el punto de vista de la seguridad, una fuga de gas, por ejemplo, o un incendio, perjudicarían la estructura del edificio.

Las obras necesarias para solucionar y prevenir estos inconvenientes son difíciles. Y también caras. Quizá el ejemplo más claro es la humedad, un problema que puede afectar a cualquier vivienda pero que se concentra sobre todo en los subsuelos. A modo de esquema, las humedades se producen por tres causas: filtraciones de agua, condensación y capilaridad. Y los sótanos tienen todas las condiciones para sufrir cualquiera de las tres, incluso a la vez.
  • Las filtraciones degradan la estructura, oxidan los elementos de hierro, hacen saltar el revoque y generan un ambiente malsano para los inquilinos. Una situación que se puede solucionar mediante el sellado de las vías de agua, el seguro de las juntas, impermeabilización las paredes y el suelo y, en ocasiones, restauración del hormigón.
  • La condensación se produce por una ventilación inadecuada o un aislamiento térmico defectuoso (dos rasgos frecuentes en la mayoría de los sótanos). Genera moho y aire insalubre, lo que puede provocar alergias y asma, problemas respiratorios y malos olores. Para resolverlo hay que instalar unas ventanas de doble cristal o un sistema de ventilación artificial.
  • La capilaridad se ve en paredes que no están aisladas y que, por tanto, absorben el agua del suelo y sus sales. Éstas se cristalizan, dañando el revoque y la pintura. Si este problema no se trata de la manera adecuada, la humedad continúará trepando por las paredes del edificio.

En España hay muchas empresas que se dedican de manera exclusiva a la eliminación de humedades, lo que demuestra su complejidad, y éste es sólo un aspecto de los varios que hay que considerar a la hora de mudarse bajo tierra. Por un lado, la ventilación y la iluminación es peor, y la combinación de ambas afecta a la salud de los moradores. Por otro, y desde el punto de vista psicológico, la sensación de mirar hacia arriba es denigrante y claustrofóbica. En este sentido, los expertos coinciden en que es preferible vivir en una pensión, compartir piso o alquilar un sitio pequeño en el extrarradio de la ciudad a fijar la residencia en un sótano.

El dinero y el precio
Aunque dinero y precio son dos palabras que habitualmente funcionan bien como sinónimos, cuando se trata de viviendas bajo tierra adquieren significados distintos. ¿Por qué? Porque el precio de vivir en un sótano es inversamente proporcional al dinero que se esté dispuesto a gastar. A primera vista, comprar un inmueble en el subsuelo es más barato que adquirir un piso y los números son claros. El coste de un sótano ronda entre 400 y 600 euros por metro cuadrado si tiene acceso difícil, y 1.800 euros (un valor casi de oficina) si reúne mejores condiciones. Sin embargo, hay semisótanos en Madrid con una entrada preciosa y buena iluminación natural que son más caros que un piso. Al respecto, el arquitecto Pedro Montalvo añade que son precisamente estos los que podrían restaurarse como viviendas, porque los que están enterrados del todo "ni se consideran".

Otros inconvenientes

En el supuesto de que hubiera un sótano económico, con una estructura que ofreciera posibilidades y que las reformas no se salieran del presupuesto, hay que considerar otros aspectos:
  • Sin cédula de habitabilidad no se puede acceder a los suministros mínimos.
  • Si el inmueble no está declarado como vivienda, no se puede obtener un préstamo inmobiliario de ese tipo y, por supuesto, tampoco beneficiarse de la desgravación fiscal.
  • Si un propietario tiene un sótano rehabilitado y quiere venderlo, deberá hacerlo como sótano, no como vivienda, por mucha inversión que haya hecho en el mismo.
  • La relación con los vecinos puede implicar un verdadero quebradero de cabeza, pues es lógico que se inquieten ante la posibilidad de un siniestro en la base del edificio.

En su larga trayectoria profesional, Martínez Solozábal nunca ha visto un sótano completo funcionando como vivienda. Sí ha conocido, en cambio, pisos montados en un local o planta baja, y casas que utilizan el subsuelo como una habitación más, aunque la zona, en los papeles, sigue figurando como sótano. Distinto es el caso de locales comerciales, de exposición, cafeterías o restaurantes que funcionan bajo tierra. Estos sí son comunes y legales porque están pensados para momentos puntuales y porque, al albergar una actividad comercial, la inversión de las reformas es rentable. En algunas ciudades hay restaurantes subterráneos que funcionan en las bóvedas de las antiguas bodegas. Sin embargo, una cosa es estar allí dos horas y otra distinta es residir. La misma sensación de fresco y humedad que puede agradecerse durante una comida en verano, o el exotismo de cenar bajo unos arcos antiguos de piedra pueden transformarse en claustrofobia y graves problemas de salud si la estancia se prolonga en el tiempo.

24.11.08

El techo de cristal

Cuando España aprobó su Ley de Igualdad en marzo de 2006, hubo reacciones de todo tipo, desde aplausos y abucheos hasta comentarios que la tildaron de insuficiente, necesaria o excesiva. Con el objetivo de paliar la discriminación femenina que existía (y aún existe) en el país, el texto planteaba profundas modificaciones laborales, sociales y políticas, aunque su arista más visible fue, quizá, esta última. Todos recuerdan aquí la imagen de Carme Chacón (la actual ministra de Defensa) asumiendo la responsabilidad de las Fuerzas Armadas y pasando revista a las tropas con su embarazo de siete meses. Como si se tratara de un iceberg, esa escena se transformó en postal y símbolo del cambio legislativo que subyacía.

Nueve hombres y nueve mujeres conforman actualmente el Poder Ejecutivo español, pero las diferencias todavía persisten. En el ámbito empresarial hay diferencias en los sueldos (que, a igual puesto y preparación académica, aumentan o disminuyen en función del género), diferencias en las preferencias de contratación (sigue habiendo menos hombres que mujeres sin trabajo) y diferencias abismales en los puestos directivos, donde la presencia femenina es aún minoritaria. Por mucha ley que se firme y se promulgue, hay otro grupo de normas tácitas que perpetúan la existencia de los 'techos de cristal', esa barrera invisible (aunque sólida) que en un determinado punto frena el ascenso profesional de las mujeres, impidiéndoles acceder a las esferas de poder, donde se toman las decisiones.

Al igual que España y el resto del mundo, Uruguay tiene su propio techo de cristal. Será más alto que el de unos países y más bajo que el de otros, pero lo tiene y existe. En esa línea, la propuesta de equilibrar la participación de ambos sexos en los órganos de dirección partidarios, impulsada por la senadora Mónica Xavier, no hace más que confirmarlo. Quiero decir, si no hubiera techo, veda o barrera, tampoco habría razón para plantear una ruptura, pues no se puede romper lo que no existe. Dicho esto, y reconociendo la importancia que tiene fomentar políticas de igualdad, debo agregar que las mismas son un arma de doble filo. Por un lado (y por desgracia) son necesarias, ya que de algún modo hay que empezar a cambiar esa costumbre rancia de que los genitales sean más determinantes que la cabeza a la hora de asignar un puesto de trabajo. Por otro, la legislación de oportunidades entraña varios peligros, desde la discriminación positiva y la demagogia hasta la propia paradoja de seguir asignando cargos en función de los cromosomas.

Colocar a una mujer en un puesto directivo por el sólo hecho de ser mujer es tan denigrante como vedárselo. Más que igualdad, lo importante es que exista justicia, algo que, en este caso, pasa menos por la balanza que por la venda. Digo, si bien la baja participación femenina en determinados ámbitos no es casual ni socialmente favorable, la distribución matemática del poder tampoco es garantía de nada. Cuando la cantidad se impone a la calidad, se desdibuja la pertinencia de los criterios de selectividad y se pierde de vista el objetivo primordial, que es el beneficio colectivo. Entonces empiezan a pasar cosas raras, como la pérdida de credibilidad de las mujeres profesionales y las discusiones superficiales que alcanzan al propio lenguaje. Porque, lectores y lectoras, uruguayos y uruguayas, jubilados y jubiladas, supongo que habrán notado que, de un tiempo a esta parte, las palabras también tienen sexo. Ahora todos los políticos disciernen entre 'ellos' y 'ellas' en cada discurso que dan. Ponen tanto empeño en ello que, al final, se equivocan. ¿Quieren un ejemplo? En su primera comparecencia ante el Congreso, la ministra de Igualdad en España se refirió a los miembros y 'miembras' de la comisión que la escuchaba. Pasó vergüenza, claro. ¿De verdad alguien puede pensar que el mundo será más equitativo porque digamos 'periodisto', 'anestesisto' y 'policío'?

El Correo recibe otro premio por su serie 'Nuevos Vascos'

Premio para las historias de inmigrantes que viven y trabajan entre nosotros. Laura Caorsi (Uruguay, 1978), redactora de la sección 'Nuevos Vascos', que publica semanalmente EL CORREO, ha sido distinguida por la Asociación Hispano Latinoamericana Ahislama y la revista Euskadinews «por su labor profesional» escribiendo estas semblanzas «que contribuyen a la formación de una mejor sociedad para el siglo XXI».

Nuevos Vascos lleva publicándose desde el mes de abril de 2007 y ya recibió el año pasado el Premio Dolores Ibarruri de servicios sociales en la categoría de información. La sección, en palabras de la periodista Laura Caorsi, «nació con la vocación de dar voz a quien no la tiene y de mostrar una realidad mucho más rica y diversa».

Estereotipos
Sus escritos donde son noticia las pequeñas historias de personas que llegaron a Euskadi huyendo de la pobreza, de su persecución por razones políticas o también respondiendo a la llamada del amor muestran la otra cara del 'extranjero', «porque a veces nuestros estereotipos no nos dejan ver al otro», manifiesta la periodista.

El premio se entregará a la periodista galardonada el próximo jueves día 27 en una ceremonia que tendrá lugar en Hotel Barceló Nervión de Bilbao.

22.11.08

"Me parece importante que mis hijas hablen euskera"

Desde que llegó el año pasado, Silvia Rugamas tuvo muy claro que la integración cultural era importante para desarrollar una vida plena en Euskadi. Para ello, empezó desde la base. Lo primero que hizo al llegar a Santurtzi, donde vive con su marido, su cuñada y sus hijas, fue buscar un colegio para las niñas y apuntarlas en el modelo D. «Ha sido duro para ellas, pero algún día me lo agradecerán».



Emigrar no es un proceso sencillo. Implica «medir tus capacidades, ponerte retos a ti mismo» y, si bien «traes la ilusión de conocer algo distinto, no sabes realmente a lo que te vas a enfrentar». Así lo explica Silvia Rugamas, una salvadoreña que llegó a Euskadi en abril de 2007 junto a su marido y sus hijas. Dejar atrás todo aquello que le resultaba conocido y empezar de nuevo ha supuesto un cambio importante para toda la familia, aunque para ella no fuera el primero.

«Yo he tenido dos migraciones en mi vida», dice a modo de resumen. La primera fue en su país, cuando tenía doce años. «Vivía en El Salvador con mis padres, que son gente de tierra y de campo. Para ellos, la vida empezaba y terminaba allí; la felicidad era quedarse en casa con sus ocho hijos, con los cultivos y el ganado». Pero Silvia, al igual que sus otros hermanos, tenía una idea distinta. «Quería ir a la ciudad, conocer mundo, aprender. Mis hermanas mayores se habían ido y yo decidí irme con ellas. Fuimos rebeldes, quisimos estudiar».

La reflexión suena casi a paradoja, pero lo cierto es que su emancipación temprana le permitió ir al instituto y completar el bachillerato. No sólo eso. En la ciudad también conoció a su actual marido. «Yo tenía diecisiete años y él, veintitrés. Éramos dos chavales, pero nos enamoramos y el sentimiento fue tan fuerte que, al año y medio de empezar a salir, nos casamos. Cuando cumplí veinte años, nació mi primera hija, que ahora ya tiene diez».

¿Demasiado rápido? «Puede ser... A veces la miro y me pregunto si de verdad es mía, otras veces la gente no se cree que yo sea su mamá. Quizá no haya tenido una juventud típica pero, la verdad, no me arrepiento. Creo que la vida te va diciendo en cada momento dónde debes estar y, además, hay que ver el lado positivo: cuando tenga cuarenta años, mis hijas estarán en la universidad».

Silvia entiende que la función primordial de los padres es dotar a sus hijos de herramientas para que puedan desenvolverse en la vida. «Una persona de 30 años tiene que ser perfectamente capaz de encarar su independencia. No digo que haya que llegar al extremo de irse de casa a los doce, pero sí quiero que mis hijas se preparen y vean hasta dónde son capaces de llegar. Ahora mismo, me parece muy importante que aprendan y hablen euskera».
Apoyo comunitario
Silvia recuerda que, cuando llegó a Santurtzi, «el primer lío» fue encontrar una escuela. «Vinimos en Semana Santa y enseguida me puse a buscar colegios. Descubrí que había varios modelos educativos, que tenía que elegir... Al final, opté por el modelo D. Sabía que sería difícil, pero los niños aprenden rápido y manejar otro idioma aparte del materno es fundamental en el mundo de hoy».

No obstante, para su hija mayor -que tenía ocho años entonces- no resultó rápido ni sencillo. Más bien, fue un trabajo en equipo. «Digamos que todo el proceso ha sido una corresponsabilidad entre ella misma, la maestra, una chica que la ayudaba con la tarea y hasta los propios vecinos. La verdad es que todos han contribuido para superar los obstáculos y estoy muy agradecida por ese apoyo comunitario».

Para esta salvadoreña, que se dedica a cuidar a un matrimonio mayor, el esfuerzo por superarse lo es todo. «Mucha gente me ha preguntado por qué elegí ese camino y yo siempre digo que lo fácil hubiera sido escoger otro. Da igual que el euskera sólo se hable aquí; además de ser un idioma es una vía de integración. Quiero lo mejor para mis hijas, que aprendan cosas, que viajen y puedan adaptarse a cualquier sitio. El conocimiento no hace daño, aunque cueste».

17.11.08

Con H de hacer

La semana pasada mencioné muy por arriba la existencia de un sitio especial llamado 'El Club de los Sentidos'. Comenté que era un programa de radio creativo, distinto, que se graba los viernes de noche en una sala cultural alternativa, "con el público rodeando al locutor y participando de manera espontánea". Alguien sintió curiosidad y quiso saber más de ese lugar donde reina la magia y todo parece posible, así que voy a contar una parte de sus secretos. Sólo una parte; lo justo para mantener el encanto y amenizar la mañana del lunes.

La sala donde se reúne este club es un antiguo galpón portuario. Está en Bilbao, frente al río, en una zona a la que todavía no ha llegado la renovación del siglo XXI y que por tanto conserva la esencia plomiza de la ciudad; una villa que se forjó bajo la lluvia a golpe de astilleros, fundiciones y acerías. Precisamente, de aquel pasado de hierro surgió el nombre de la sala porque, en una guiñada a esa atmósfera, el dueño del local bautizó al lugar como 'Hacería', con h de hacer. En esta fábrica de cultura se hace música, danza, teatro y, desde octubre, también radio.

Conocí esta iniciativa gracias a un amigo argentino, también periodista, que se vino a España a bordo de un barco ruso que salió del puerto de Montevideo en 1979. Historias aparte, él me contó que Jokin, un colega suyo de la emisora, había empezado con este programa los viernes y me invitó a ir. Para acabar de tentarme, dijo que era una propuesta radiofónica al estilo de los años cincuenta, con música en vivo y con el público presente; aunque tenía la particularidad de que la gente podía participar. Cualquiera que tuviera algo que decir, que quisiera leer, cantar o interpretar algo, podía sentirse libre de hacerlo. Y doy fe de que así es.

La noche que fui (el 7 de noviembre) hacía frío y llovía. En la sala, sin embargo, había un clima de calidez que se notaba al instante de entrar. Luz tenue de focos rojos, algunas velas aquí y allá, un escenario a ras del suelo y varias mesas rodeándolo. A las diez empezó la grabación del quinto programa, que se emitiría el sábado de la semana siguiente; es decir, antes de ayer. Como hilo conductor, Jokin leyó un cuento de Borges que se fue alternando con la participación de otras personas. La música, que muchas veces fue protagonista y otras tantas se coló como telón de fondo, llegó de la mano y la voz de un grupo de Bergara (en Guipúzcoa) llamado Mahaster River.

Sentada en unas gradas con almohadones rojos, echada hacia atrás, como si estuviera en el sofá de mi casa, me dejé llevar por la sensibilidad de los otros. De alguna manera, con el compás de unas notas de jazz y la voz amena del presentador, la frontera entre el escenario y el público se había desvanecido; tanto que era imposible no sentirse parte de aquello, por muy callados o quietos que estuviéramos. Mientras el sitio se iba cargando de música, copas y humo (el tabaco y otras hierbas se enredaban en los focos y en el aire), apareció Voltaire con su tratado de la belleza y José Hierro en la garganta de un hombre. Resucitaron las palabras de un poeta loco, que murió olvidado en un psiquiátrico de Bilbao, y hubo espacio para el humor y el erotismo. Txemi del Olmo, un actor profesional de doblaje, se encargó de perfilar las sonrisas; Mónica Nude hizo que todos pensáramos en sexo.

Hubo más, mucho más. Hubo una 'oda a la chaqueta' que se escuchó en forma de ópera, hubo un artista que leyó un poema y nos enseñó sus esculturas desmontables de bolsillo (son miniaturas de las 'de verdad', que miden cuatro metros de altura) y hubo también una camilla de masajes que, ahí mismo, en el escenario, ayudó a quitar las pocas contracturas que podían quedar entre la gente. Uno de los voluntarios se perdió la reflexión de Antonio Molina porque se quedó dormido. Yo escuché algunas cosas de lejos porque, en un momento, fui al baño. Pensaba tardar menos de cinco minutos pero la verdad es que demoré un poco más. Cuando entré, descubrí que del techo colgaban lápices y rotuladores para escribir en los azulejos. Demoré porque me quedé leyendo. Al salir, Jokin me contó que en el programa anterior habían mandado a un corresponsal para dar noticias desde el inodoro. Y le creí. A esas alturas de la noche, todo me parecía lógico y posible. Seguro que a nadie le causará sorpresa ir a ese baño y leer en letras desparejas un 'Montevideo, qué lindo te veo' escrito en azul cielo junto a la pileta.

15.11.08

"Nos acusan de causar la crisis y desconocen lo que aportamos"

Jaime Núñez es ingeniero y viajó de Bolivia a Euskadi para hacer un doctorado. Once años y cinco másters después, preside la primera asociación de bolivianos y apuesta por la integración real entre los colectivos locales y extranjeros. Para él, su preparación y su historia son anecdóticas. «No soy un ingeniero tipo ni me siento un 'nuevo vasco' -dice-. Sólo quiero ser parte de esta sociedad».

Llegó en 1997, casi a finales de año, y recuerda aquel invierno como el más duro de su vida. «Venía del verano de Bolivia, del calor del altiplano, y me encontré de pronto en una ciudad gris y lluviosa donde la gente hablaba poco y tenía la piel muy clara. Me daba la sensación de que todo el mundo estaba enfermo», relata. La escasez de información no ayudaba. «Pese a que había leído sobre Euskadi antes de emprender el viaje, no tenía muchos datos. De Bilbao sólo se conocía ETA».

Tras acabar el doctorado, Jaime tuvo que elegir entre volver a Bolivia o quedarse a vivir aquí. «Soy experto en plásticos, polímeros y nuevos materiales; una rama de actividad que allí no existe, porque los plásticos y el pvc se importan de Brasil. Quizá si hubiera hecho un posgrado en tractores, mis conocimientos tendrían una aplicación práctica... Me ofrecían un puesto en la universidad con un sueldo de 250 euros al mes. Aquí, en cambio, tenía la oportunidad de trabajar como investigador, con incorporación inmediata y un sueldo ostensiblemente mayor». Por ello, y porque quería que sus hijas «vieran mundo», finalmente se quedó.

Su trabajo de investigación le dejó tiempo suficiente para hacer cinco masters más; algo que cualquiera pondría en letras grandes al comienzo de un currículo, pero que él menciona casi al pasar. «Es anecdótico -opina-. Todavía cuesta creer que un latinoamericano pueda estar tan preparado y, a la hora de la verdad, la mayoría de los empresarios vascos se siguen mirando el ombligo. Para los trabajos cualificados, pesa mucho ser de aquí o de fuera», observa.

El tiempo y el trabajo despertaron en Jaime la veta social. Y es este aspecto, más que su historia como inmigrante, el que verdaderamente le importa. «No me siento un nuevo vasco. Hace tiempo que tengo ciudadanía española y aspiro a ser parte de esta sociedad, a votar y decidir cuestiones que me afectan como a todos: desde quién es el presidente hasta qué bancos se colocan en las plazas. Me gustaría que existiera una integración real, que mis hijas no sean 'hijas de inmigrantes', que mis nietos no sean 'nietos de inmigrantes'. Es importante romper esa cadena por algún lado y cambiar el modo de pensar. Se dicen muchas cosas sobre los extranjeros que no son ciertas», lamenta.

«Hasta en la sopa»
Desde su punto de vista, la crisis económica encabeza el listado de falacias. «Nos acusan de causarla y desconocen lo que aportamos. El origen de esta crisis no es la inmigración, sino los bancos que han jugado con el dinero de la gente. Nuestro trabajo, en cambio, ha permitido extender la sostenibilidad del sistema de seguridad social. Hay muchos extranjeros interesados en darse de alta como autónomos, en crear comercios y nuevos puestos de trabajo, pero de eso nadie habla. Sólo se mencionan las ayudas sociales y la delincuencia», subraya.

Como extranjero y empresario, a Jaime le interesa que cambie esa percepción. «Cuando oímos que un boliviano, un rumano o un marroquí cometió un delito, lo único que se genera es rechazo a todo el colectivo. Lo cierto es que las nacionalidades no matan ni roban. Son los individuos quienes delinquen», expone. Por eso, para él es importante que los extranjeros dejen de estar en la periferia de la ciudad y compartan con los bilbaínos otro tipo de lugares. «Lo siento por aquellos que no ven bien nuestra presencia, pero nos verán hasta en la sopa. Convivir es la única forma de entender que no todos somos delincuentes, que no somos 'cuchilleros' y no vamos por la calle en busca de problemas».

10.11.08

Miembro del club

El próximo sábado, en Washington, tendrá lugar la Cumbre del G-20, una reunión que congrega a los países más industrializados y emergentes del planeta para discutir, en este caso, las nuevas bases de la economía mundial. Casi nada. Tras la caída estrepitosa del sistema financiero vigente y a la sombra de una crisis generalizada, veinte representantes del sector más rico y pujante de la Tierra intentarán establecer las líneas a seguir para que el mundo no se salga de su eje. Menos mal que unos velan por el resto. El contexto, jorobado a más no poder, obliga a repensar las cosas y le da a esta reunión un protagonismo renovado porque, aunque el foro existe desde 1999 y se ha citado puntualmente cada año, nunca recibió tanta importancia como ahora, cuando la arquitectura del dinero se agrieta y filtra aguas por todas partes. Algo hay que hacer, está claro; y lo otro que está claro es que hay que estar. Como sea. Hay que ser un miembro del club.

Hasta hace dos días, España no estaba en la lista de invitados. Pese a ser la octava potencia económica y tener un modelo bancario fortísimo, los organizadores de la fiesta miraban para otro lado. En concreto, George W. Bush, que no le perdona a Zapatero haber sacado en 2004 a sus tropas de Irak. La situación, que por aquí se interpretó como un desprecio, un sinsentido, un desacierto, hizo que el tema se volviera relevante y que ocupara más y más tinta en los diarios. Cuando no se hablaba de Obama, se hablaba del revanchismo de Bush y del dichoso G-20; un encuentro al que la prensa española acabó revistiendo de cierto halo de misticismo, de cosa mágica y trascendental. La grandilocuencia de los objetivos, "crear un nuevo orden financiero mundial", transmitía una imagen extraña, como si los presidentes fueran a encerrarse a un cuartito para salir luego de él con una fórmula inédita, insuperable y eficaz.

La cuestión es que, en las últimas semanas, el presidente español realizó una intensa gestión diplomática para ocupar una silla en la mesa. Zapatero recorrió medio mundo en busca de apoyos y consiguió el respaldo de algunos países miembros, como México, Argentina, Brasil y Gran Bretaña. Sin embargo fue Sarkozy quien hizo posible su entrada. Como Francia es miembro del G-20 y, a la vez, preside la Unión Europea, tiene derecho a dos plazas en la cumbre y le ha cedido una de ellas a España.

Desde que se conoció la noticia el sábado, el gobierno, los sindicatos y los partidos políticos no ocultan su entusiasmo por la presencia ibérica. En la calle, en cambio, predomina un sentimiento ambiguo. Algo así como "qué suerte que vamos al casamiento de fulanita, pero qué feo es mendigar la invitación". La sensación es un poco esa. Primero, el asombro de "¿cómo no nos iba a invitar, si somos vecinos de toda la vida?". Y después, los intentos desmedidos por ser parte de la fiesta. Sin llegar al extremo de insistirle al gorila de la puerta, falsificar una cédula o mandar un regalito de soborno, había que mover cielo y tierra para ir; algo que al final se consiguió con una tarjeta que versa 'Sarkozy y acompañante'. No está tan mal, dicen algunos.

Siento cierto escepticismo hacia la cumbre del G-20 y, en la misma proporción, espero estar equivocada. Ojalá sirva de algo y cumpla con su objetivo. Entre tanto, hay otros clubes menos 'chic' que no se reservan el derecho de admisión, que no te exigen ser un vip y que hacen cosas efectivas. El viernes estuve en uno. Se llama 'El Club de los Sentidos' y es un programa de radio que se hace en una sala cultural, con el público rodeando al locutor y participando de manera espontánea. Hubo quien cantó una ópera a su chaqueta, quien leyó un poema de José Hierro y quien dio masajes ahí, mientras tocaba una banda de jazz. Hubo quien citó a Voltaire en su reflexión sobre la belleza. Era gente de todas partes, de distinta condición, de edades diversas. Jubilados y estudiantes, artistas, curiosos, cantantes. Eso sí me hizo pensar 'yes, we can'; eso sí.

8.11.08

"Todo el mundo está en Bilbao y queremos que se vea lo mejor"

La Asociación de Peruanos en Vizcaya (APERVIZ) ha organizado un Festival Internacional con música, danza, teatro y literatura. Los eventos se desarrollarán mañana y el próximo domingo, en el Teatro de La Salle y en el BEC. Como dice Luis Quijano, el presidente de la asociación, «será un festín para los sentidos y una gran oportunidad para que todos nos conozcamos mejor».

A un paso de que comience el primer 'Fest-in' de Bilbao, Luis Quijano se encuentra emocionado y expectante. Como presidente de APERVIZ, la asociación que organiza el evento, este periodista nacido en Puno y afincado en Bilbao desde hace cuatro años tiene en sus manos la responsabilidad de ultimar los detalles. «Estamos preparándolo desde abril, cuando presentamos el proyecto en la Diputación», precisa; aunque es ahora, en la recta final, donde las ilusiones se precipitan.

El festival se dividirá en varias partes. La primera, mañana, será una muestra de arte escénico y tendrá como escenario el Teatro de La Salle, en Deusto. A las 19.00 horas, la compañía Nueva Gente interpretará la obra 'Oír no es escuchar'. «Por contenido y por reparto es una apuesta intercultural, ya que el elenco está formado por diecisiete actores procedentes de nueve países distintos -dice Luis-. Y la idea es que el público sea también lo más amplio y diverso posible, así que la entrada es gratuita».

La propuesta continúa el domingo 16 en el BEC, aunque allí no habrá teatro, sino música y danza tradicional de una veintena de países que van de Ecuador, Bolivia y Colombia hasta Ucrania, Guinea y Euskadi. «La principal diferencia con otros festivales es que, en éste, habrá un concurso», adelanta Luis. «Al existir un jurado y un premio, no se trata de presentar bailes simplemente, sino de que cada grupo dé lo mejor de sí; que cada uno se empeñe en transmitir su folclore y su significado cultural del modo más completo posible».

La otra particularidad es que, entre las asociaciones participantes, hay algunas de Santander, Guipúzcoa, Álava y Navarra, pues la cita pretende tener repercusión regional. «Hay muchas agrupaciones culturales en todas estas provincias, aunque elegimos celebrar el 'Fest-in' en Bilbao porque la capital vizcaína es el eje de la zona norte», explica Luis y subraya que la diversidad cultural y étnica es «fabulosa» en Euskadi.

Literalmente, «todo el mundo está en Bilbao y por ello queremos que se vea lo mejor de cada cual. Las noticias sobre inmigración suelen ser negativas -lamenta el periodista- y muchas veces olvidan mostrar la cara bonita y amable de esta coyuntura social, que también existe».

Embajadores de la tierra
La iniciativa no se agota en el baile. Va unos pasos más allá. Junto al escenario principal, habrá unos cuantos stands de los países participantes, donde «se mostrarán distintos productos culturales, artesanales y de alimentación» y en los que, además, cada país mostrará su mapa. «Muchas veces, la gente nos llama sudamericanos o africanos y ya está. Con la generalización se pierden las diferencias, las cosas propias de los países. Hemos pensado que, con un mapa que indique la ubicación geográfica, la capital y algunos datos básicos de los estados, todos aprenderemos algo más de los demás», indica Luis. Porque «el aprendizaje, más que una danza bonita, es la base del proyecto». Y eso vale para todos, sean extranjeros o no.

«Queremos cuidar aspectos como la puntualidad y la seriedad para que todo funcione bien. Los participantes deben entender que son embajadores de su tierra, en esto y siempre» opina este periodista, que viajó a Bilbao por trabajo y acabó enamorado de la villa. «Me gusta. Conecto bien con los vascos porque la gente de aquí es inquieta, laboriosa y creativa. Además, tengo el privilegio de vivir la transformación de la ciudad, que experimenta un cambio constante en arquitectura y sociedad. Es fácil sentirse parte de ello. Por esta razón es que nos propusimos cooperar con un espacio de encuentro y conocimiento mutuo».

3.11.08

'Jálogüin' es la hostia

Gracias, señor. Mañana se acaba el circo. El proceso electoral estadounidense llega por fin a su fin (valga la redundancia de términos) y con él se despiden los debates en la tele, los programas especiales, los informes exhaustivos y esa cosa colorista de banderas rojiblancas que secundan candidatos blanquinegros. Para el miércoles o el jueves (si hay suerte y voluntad), América se quitará el corsé de las fronteras y volverá a ser lo que era: un continente, no un país. Y quizá alguno hasta se dé cuenta que los mexicanos y los canadienses también son norteamericanos, aunque sospecho que es mucho pedir. De momento, incluso hoy, todo el mundo está pendiente de la 'política americana'; es decir, de la contienda entre McCain y Obama, ya que hacia el sur del lenguaje no hay nada.

Desconozco cómo habrán vivido ustedes la carrera hasta la Casa Blanca, pero sí puedo contarles cómo se ha vivido (o padecido, más bien) en España. Desde que arrancó esta película, cuando el amigo Barack se disputaba la candidatura demócrata, la atención de los medios no ha parado de crecer. Por alguna razón que se me escapa, mientras la gente está preocupada por cosas cercanas, como la noción de crisis, el desempleo, el terrorismo y las deudas, los medios se han vuelto 'usafílicos'. A tal punto ha llegado la cosa que, además de los discursos y debates en directo, además de los corresponsales y los analistas, todos los canales de televisión han anunciado emisiones especiales para la madrugada del martes. El bombardeo informativo es imponente y alcanza un nivel de detalle que inquieta. A golpe de pantalla y periódicos, nos sabemos todos los nombres, todas las cifras, todas las encuestas. Es difícil escaparse de los datos.

No quiero decir con esto que Estados Unidos sea un país irrelevante, que su política no le interese a nadie o que el resultado electoral nos dé igual. Mi utopía no llega a tanto. Lo que digo es que hay una enorme diferencia entre estar atentos al desenlace (que es lo que en verdad importa) y seguir paso a paso estas campañas como si fueran lo más importante del mundo. Digo, una cosa es saber lo que pasa para evaluar las repercusiones en materia de economía o política exterior, y otra distinta es sentarse frente a la tele con la bolsita de pop a las tres de la mañana. Esto último, que es lo que está pasando en España, se ajusta más al final de una telenovela que a unos comicios electorales de otro país, por muy gendarme del mundo que sea.

Pensándolo bien, quizás se trate de eso. Los elementos del culebrón están ahí. Tenemos al malo (Jorge Doblevé Arbusto), a la perpetuación del modelo del malo (llamémosle John McCain), y al bueno de Barack Obama que, por propuesta de gobierno y por raza, encarna bien la idea de cambio, justicia social y castigo. 'Un negro en la Casa Blanca', pavada de título para esta novela que no se aleja mucho del guión estándar, típico de los hermanos Grimm; ese de la chica pobre, destinada a ser sirvienta y ninguneada por la sociedad que se acaba convirtiendo en dueña y señora del reino. La Cenicienta sin pop no es lo mismo, está claro.

No se me ocurre mejor explicación que esta para el fenómeno mediático de la política estadounidense. Algo así tiene que estar sucediendo para que los españoles, que suelen sentir bastante antipatía por Bush, que no comulgan con lo que se conoce como el 'modelo americano' y que defienden a ultranza el uso del castellano, quieran quedarse una noche en vela para ver de primera mano el desenlace de esta historia. No obstante, también es justo decir que el mundo está cambiando y que seguramente yo esté equivocada. Lo digo porque el viernes pasado, mientras pensaba en esta cuestión, un par de vacas y un hada madrina se pararon en la puerta de mi casa. Eran tres chicas disfrazadas que lucían sus 'alter egos' como muchos otros jóvenes vestidos para la ocasión. 31 de octubre, noche de brujas. En la calle alguien gritó: "Jálogüin es la hostia". En la tele, cómo no, aparecía Obama.

1.11.08

"El momento más duro es cuando asumes que te quedas"

Cuando se presentó a una beca del Gobierno vasco, Gastón Villegas cursaba un master en la Universidad de Monterrey. Tenía ganas de ver mundo y continuar su formación en Europa, así que, ante la posibilidad, no lo dudó: hizo su maleta y viajó a Ordizia, donde se quedaría un año. «Cuando terminé el curso, me ofrecieron trabajo», dice. Y se quedó. De aquello ya han pasado diez abriles.

«Mi padre es el principal responsable de que yo haya querido venir. Él era profesor de Lengua y Literatura Española, así que crecí oyendo relatos fantásticos que tenían como eje la cultura europea. Cuando era pequeño e íbamos en coche hasta la casa de mis abuelos, él se pasaba todo el viaje contándonos historias de la mitología griega», recuerda Gastón con nostalgia. Sin duda, eran otros tiempos; una infancia sin consolas ni reproductores de DVD, pero la imagen que describe es nítida.

Muchos años después, cuando Gastón terminó su carrera y empezó a cursar un master en la Universidad de Monterrey, se encontró con la posibilidad de viajar y conocer de primera mano los escenarios que describía su padre. Una beca del Gobierno vasco le trajo hasta aquí, a Ordizia, donde pudo desarrollar sus conocimientos de ingeniería y vivir, durante un año, en un marco de cultura diferente.

«Ese era el tiempo de duración de la beca -subraya-, así que aproveché para viajar y aprender cosas con toda la intensidad que podía». Lo primero que le cautivó fue el paisaje, al que describe como la tierra de Heidi. Aún hoy le impresiona ver al mar y la montaña coexistiendo, a los animales pastando en la hierba con el sonido de fondo de las olas. Sin embargo, lo que más le atrajo de Euskadi fue su calidad de vida. «En México no es así; no se valora el tiempo libre. Estamos muy influenciados por la mentalidad estadounidense, por la competitividad desmedida, y todo se rige por la filosofía del 'triunfalismo'. Siempre estás trabajando, haciendo cursos los fines de semana, postergando las vacaciones y el ocio, que socialmente no están bien vistos. Si no estás haciendo cosas, sientes que pierdes el tiempo. Al final, pasas años así y no vives», reflexiona.

Y es que Europa, como dice, es «más humanista y social» que Norteamérica. De ahí que el colectivo mexicano en España sea tan reducido, y raro encontrar a alguno que haya venido a buscarse la vida sin garantías. «En eso sí que nos diferenciamos de otros extranjeros latinoamericanos -apunta Gastón-. Los mexicanos solemos venir por tres causas: amor, estudios o trabajo asegurado». Y la razón para ello es muy simple: «Desde el punto de vista geográfico, Estados Unidos nos queda más cerca y, si queremos probar suerte, vamos allí. Para el resto de América Latina, en cambio, el billete cuesta lo mismo, y está claro que España, por cultura, tradición e idioma representa un destino más amable».

Exotismo o problema social
En su caso, el motivo del viaje fue académico. No obstante, la duración prevista se extendió, pues lo que iba a ser un año de estudios acabó transformándose en más de una década de residencia. «La empresa me ofreció un puesto de trabajo y decidí quedarme. Me gusta estar aquí y me considero bastante universal, de modo que no fue difícil adaptarme. Lo único que puedo decir, y que la mayoría de los inmigrantes comparte, es que el momento más duro es cuando asumes que te quedas; cuando tomas conciencia de que no es un año o dos, como pensabas, sino toda una elección de vida».

Gastón es ahora consultor en una empresa que vende 'software' para el diseño mecánico de automoción, aeronáutica y energías renovables. En lo profesional y en lo personal, se siente «un privilegiado», más cuando piensa en situaciones migratorias muy distintas a la suya. «Tuve la suerte de venir por elección, no por necesidad, y de hacerlo en una época en que ser extranjero era sinónimo de exotismo, no de problema social».

La previsión del tiempo como método de ahorro

Ante el deseo de realizar un viaje o cumplir con las tareas domésticas, conocer el pronóstico meteorológico con antelación puede contribuir al ahorro

De todas las noticias que ofrecen telediarios, periódicos o emisoras de radio, las previsiones meteorológicas encabezan el nivel de atención. El tiempo es, sin duda, el tema más popular y el que despierta mayor interés. A diferencia de otras informaciones, que captan a determinados sectores de la población y resultan indiferentes para el resto, el pronóstico del tiempo interesa a todo el mundo. No importa si es hombre o mujer, si tiene veinte años u ochenta, si le gusta el deporte, la política o la economía, o cuál es su profesión; los datos meteorológicos consiguen atraer a un público muy diverso y hasta son tema frecuente de conversación. ¿Por qué? La razón es bien simple: nadie es ajeno a los caprichos del clima y conocerlos de antemano ayuda a tomar decisiones. La información es útil y práctica.

Para planificar un viaje, por ejemplo. Ante un proyecto de vacaciones, no sólo hay que conjugar el presupuesto, los días libres y el gusto personal. El tiempo es un factor importante y, a veces, hasta decisivo. Pero ni siquiera hace falta llegar a tal extremo para encontrarle aplicación, porque el pronóstico meteorológico también incide en la vida cotidiana: desde la ropa que se llevará el día siguiente y los complementos, como el paraguas, hasta la decisión de posponer la colada, una salida al parque o revisar las cadenas del coche cuando hay aviso de nevadas. Ahora bien, ¿conocer la previsión del tiempo puede ayudar a ahorrar dinero? ¿En qué aspecto contribuyen las predicciones al bienestar del bolsillo? La verdad es que en muchos más de los que se cree, sobre todo si se tiene en cuenta que la prevención de riesgos y la posibilidad de no gastar en algo inútil son también buenos métodos de ahorro.

Hogar
  • Hacer una colada y que llueva es un gran contratiempo, ya que supone tener que volver a hacer esta tarea, perder tiempo y, cómo no, dinero. El consumo medio de una lavadora ronda los 100 litros de agua por uso y los 60 KWh de energía al mes; cifras que pueden aumentar o disminuir según la marca, el modelo, la duración del lavado y la temperatura elegida. Esto significa que, como promedio, cada colada cuesta unos cuatro euros, o incluso más, pues las tarifas de agua y luz varían en cada comunidad autónoma. Conocer la previsión del tiempo, en este caso tan simple, es de gran utilidad. Basta con saber que lloverá para posponer la tarea o, en su defecto, proteger la ropa al colgarla. Si ya se está secando fuera, también sirve para quitarla, pues es más fácil (y más barato) que termine de secarse dentro que tener que lavarla otra vez y utilizar la secadora o los radiadores para ello. De igual manera, si el pronóstico es bueno, se puede aprovechar para hacer más de una colada o lavar aquellas prendas de secado más difícil, utilizando el sol y el calor como fuente de energía natural.
  • La calefacción -sea eléctrica o de gas-, es otro de los grandes gastos del hogar. Es un hecho que los temporizadores contribuyen a reducir el consumo y, por tanto, a economizar entre un 15% y un 30% dependiendo del método. Ahora bien, el conocimiento preciso del pronóstico del tiempo aumentará su rendimiento. Si una persona sabe de antemano las temperaturas previstas o, incluso, si brillará sol, puede programar mejor los reguladores para que se adapten a estos fenómenos.
  • Lo mismo puede decirse para los equipos de aire acondicionado en verano. Muchas veces ocurre que el dueño de casa está fuera todo el día y, al volver, encuentra que su vivienda se parece más a un horno que a un hogar. La consecuencia inmediata suele ser el encendido de ventiladores o de climatizadores; algo que se podría evitar (o reducir), bajando las persianas de aquellas ventanas más castigadas por el sol o, si se sabe que habrá viento, dejando un par de cristales abiertos para que haya corriente de aire en la casa.
Prevención
  • Por seguridad, y también por ahorro, siempre es recomendable desconectar los electrodomésticos que no estén en uso, aunque a veces las personas lo olvidan o no lo hacen por simple pereza. Las tormentas eléctricas, en ese contexto, pueden resultar nefastas. Y caras. La previsión de este fenómeno meteorológico es vital para protegerse y para no lamentar pérdidas materiales importantes. La caída de un rayo puede estropear de manera irreversible los equipos electrónicos conectados -desde el televisor y el ordenador hasta los teléfonos inalámbricos y móviles que se dejan cargando- o, sin llegar a este límite, durante una tormenta eléctrica son frecuentes las oscilaciones de voltaje en la red, que afectan y dañan a los aparatos conectados. Ante tal pronóstico, quitar un enchufe de la toma de corriente puede suponer un ahorro de varios cientos de euros. Es verdad que no tiene por qué pasar nada, pero es preferible no tener que averiguarlo con una lista de compra imprevista.
  • En cuanto a las precauciones, existen más medidas relacionadas con el pronóstico del tiempo que ayudan a prevenir incidencias caras. El granizo, por ejemplo, es un gran enemigo de los cristales, así como las fuertes lluvias y el viento lo son de los muebles de jardín, los toldos y las sombrillas.

Cualquiera de estos fenómenos puede causar auténticos daños al mobiliario exterior y a las ventanas. Conocerlos previamente contribuirá a tomar decisiones acertadas, pues bajar las persianas y recoger las cosas del jardín, la terraza o el balcón es infinitamente más simple y económico que reponer lo que se ha estropeado, llamar a un especialista o, peor aún, asumir la responsabilidad de un accidente ocasionado por la caída de una maceta, un trozo de cristal o cualquier objeto punzante.

Transporte
Desplazarse de un lado a otro, aunque sea a una distancia corta o a un destino cotidiano, supone tiempo y dinero. Muchas veces -sobre todo en otoño e invierno- las noticias muestran casos de atascos, accidentes o daños de vehículos provocados por el mal tiempo. La lluvia, la nieve, el hielo y el granizo son las principales causas naturales de siniestros en las carreteras y las calles españolas. Y, en este sentido, la previsión del tiempo ayuda a evitar muchos problemas. Quienes tienen la posibilidad de elegir un medio de transporte alternativo (como el metro o el autobús) para ir hasta el lugar que necesitan, pueden ahorrar tiempo, reducir la posibilidad de un accidente y, además, economizar en el consumo de combustible. No hay nada como un atasco en un día de frío intenso (o mucho calor), para que el gasto de gasolina en motor y climatizador se dispare. Tampoco hay nada peor que una tromba de agua -como las que azotaron recientemente el sur de la Península- para ver cómo el coche deja de funcionar y se estropea al quedar anegado en alguna zona baja.

Si no es posible prescindir del vehículo propio, conocer el estado del tiempo ayudará a paliar inconvenientes. Llevar cadenas para la nieve resuelve la seguridad y, también, la movilidad. Sin ellas, es más factible quedarse atascado en un puerto de montaña y asumir todos los gastos que puede conllevar la espera: desde mantener encendido el coche para no helarse, hasta contratar una grúa, tomar un café en alguna parte o pagar un hotel para pasar la noche.

Todo suma, incluso sin desplazarse, pues, ¿quién no ha visto alguna vez un coche dañado tras una tormenta de viento o la caída de granizo y lluvia? Si estos fenómenos se conocen antes de tiempo, seguro que incidirán en la elección del aparcamiento. Dejar el coche bajo los árboles cuando hay amenaza de vendaval es peligroso por la posible caída de ramas, estacionarlo a la intemperie cuando se prevé una granizada es igual de pernicioso y dejarlo en el garaje de casa -si éste se inunda con las fuertes lluvias- puede ocasionar una fea y costosa sorpresa.

Viajes y excursiones
El clima puede alegrar o estropear un viaje o una excursión. Y también puede elevar sus costes si no se conoce de antemano. Al igual que sucede cuando se compra un producto, la adquisición de un paquete vacacional o la inversión que conlleva un viaje será un desperdicio de dinero si no se obtiene el resultado esperado. Para decirlo de un modo más simple: si uno compra un detergente y descubre que no es efectivo, no sólo habrá tirado la inversión a la basura, tendrá que volver a gastar. Del mismo modo, si uno paga por un viaje o una excursión y luego resulta que no puede hacer las actividades previstas, el gasto será en balde.

Ante los viajes internacionales, sobre todo, la previsión del tiempo es crucial. Así como es preferible evitar zonas del Caribe en épocas de huracanes, o el sur de Asia en periodos de monzones, también es importante conocer el pronóstico del tiempo para otros destinos; ya sea para evitar riesgos innecesarios como para que no aparezcan desembolsos imprevistos. En el abanico de opciones hay prácticamente de todo. Lo menos grave sería, por ejemplo, ir a esquiar y encontrar que no hay nieve; o ir a la costa y que la lluvia intimide al bañista. En cualquiera de ambos casos, se podría intentar disfrutar del viaje de otra manera.

Pero, ¿qué pasa si el destino es una ciudad y resulta que hace más frío del previsto, que llueve torrencialmente o que sobreviene una ola de calor? Seguro que, en estos casos, hasta el más optimista se quedará consternado, y eso como poco. Quizá un ejemplo concreto pueda ser útil para visualizarlo mejor. Viaje a Londres, tres días, dos personas, salida desde Madrid. El mejor precio es 450 euros, incluyendo vuelo y hotel. Este coste -barato o caro en función de la situación económica de cada uno- implica pensárselo bien porque no es poco dinero. Si el viajero no sabe que el clima le impedirá andar por la calle, recorrer la ciudad y disfrutar realmente del paseo, tendrá la amarga sensación de haber gastado una buena suma en atrincherarse en un hotel y conocer los interiores de un aeropuerto. 450 euros desperdiciados, que bien podrían haberse ahorrado o invertido en algo mejor por el simple hecho de estar atentos al pronóstico del tiempo.

Incluso si esto da igual y se decide salir a la calle de todas formas, puede que el viajero descubra que no ha llevado suficiente ropa de abrigo o que en su maleta no ha puesto las prendas adecuadas. Desde comprar un paraguas si llueve o adquirir una chaqueta y calzado para la nieve, hasta conseguir como sea un vestido fresco, un pantalón corto y unas sandalias si hace mucho calor, la compra "urgente" en un sitio turístico es el equivalente comercial de una tormenta. Esto sin contar que, al regresar a casa, el turista tendrá prendas por duplicado y habrá gastado un buen dinero en ellas; dinero que podría conservar o haber invertido en cosas más útiles.

¿TAN FIABLES SON LAS PREDICCIONES?
Al margen de las estaciones del año, en las que uno puede prever de manera genérica si predominará el calor sobre el frío o el sol sobre la lluvia, el nivel de precisión disminuye conforme aumentan los días de antelación. Es decir, es más certera la información climatológica sobre mañana que la que se puede brindar acerca de la semana siguiente. Así lo explica Margarita Martín, miembro de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y directora de la delegación del País Vasco. Si la intención es contar con un pronóstico detallado que incluya las temperaturas según el momento del día, las horas de luz y los fenómenos meteorológicos (como lluvia, granizo o nieve), los datos serán fiables para un lapso de 48 horas. A partir del segundo día, y hasta el cuarto, sólo se pueden indicar las temperaturas máximas y mínimas, aunque todavía es posible garantizar la presencia (o ausencia) de los fenómenos meteorológicos. Después del cuarto día, y hasta el séptimo, la previsión más fiable incluirá una estimación de la temperatura media diaria y la eliminación de un fenómeno extremo, aunque, como indica la experta, los detalles se pierden y la información es más dudosa.

48 horas, cuatro días, una semana. Estos son los márgenes que hay que tener en cuenta para una óptima planificación, sin olvidar, por supuesto, la incidencia del factor geográfico. Cuanto más se ciñan los datos a una localidad concreta, más exacta será la previsión; sobre todo en un país como España, que es extenso, variado y cuenta con un abanico orográfico importante.