11.9.08

Dos días en Vietnam

«Celebré bajo la lluvia una de las misas más especiales de mi vida»
El obispo auxiliar de Bilbao -y, también, el más joven de España- nos recibe en su despacho, junto a la Basílica de Begoña. En la mano sostiene unos folios que él mismo ha escrito sobre su experiencia en Vietnam, un país que visitó hace poco con un grupo de peregrinos de Vizcaya. Lee el texto, comparte sus apuntes y cuenta que Hanoi (la ciudad donde hicieron escala) es un lugar «diferente» donde «la vida y la sociedad se organizan de otro modo». Dice, además, que apenas el 7% de la población es católica.

Mario Iceta aterrizó en Vietnam en julio de este mismo año. Tanto él como las 44 personas que le acompañaban querían conocer Hai-Duong, el pueblo donde fue martirizado San Valentín de Berriotxoa en 1861. «El copa-trono de nuestra diócesis duró poco como obispo -explica-. Fue decapitado allí mismo sin poder completar su misión». Con la idea de celebrar una pequeña Eucaristía y conocer el sitio exacto donde tuvo lugar esta historia, Mario Iceta y los demás peregrinos recorrieron en autobús los 60 kilómetros que separan el pueblo de Hanoi.

Tardaron una hora y media en llegar. «La carretera no estaba en las mejores condiciones y el tráfico era muy denso», recuerda. Pero, nada más bajar del autobús, se llevó una enorme sorpresa. «Esperábamos encontrarnos con el párroco y algunos cristianos, pero ¡allí había casi mil personas! Hombres, mujeres, niños... todos vestidos de gala pese a la evidente pobreza; todos abrazándonos y dándonos la bienvenida». Fue una «experiencia especial», pues, «a pesar de las diferencias culturales, de no hablar el mismo idioma, éramos parte de una misma familia».

La misa, que iba a ser algo íntimo y sencillo, se transformó en una reunión de multitudes. Mario Iceta celebró la Eucaristía con ayuda del párroco local. «Yo hablaba en italiano y él traducía al vietnamita. Y la gente, cuando estaba de acuerdo con algo, sonreía y aplaudía. Además, había un coro muy bueno que entonaba canciones religiosas pero con el sonido típico de Asia. Era como estar en otro mundo», señala.

Una lluvia tropical se descolgó del cielo justo en medio de los cantos, de la ceremonia y la lectura del Evangelio. «Por las ventanas, que no tenían cristales, se veían los plataneros y las gotas de agua, y entraba un perfume intenso a tierra mojada. Yo no dejaba de pensar en San Valentín de Berriotxoa. Lo imaginé escondiéndose bajo esos mismos árboles, protegiéndose de la lluvia y de quienes querían matarle».

El viaje le ayudó a valorar aún más la labor de los misioneros que «iban arriesgando su vida sin saber con qué se encontrarían, qué comerían o cómo sería el lugar». Aunque también le impactó por los contrastes, sobre todo en la ciudad. «Las tiendas de electrónica tenían lo último... Los iPhone se vendían como rosquillas mientras que, en la calle, había personas vendiendo fruta, cargándola en las típicas cestas de Vietnam y protegiéndose del calor con sombreros de paja».

Sus recomendaciones
Más que un lugar o una actividad, el obispo Mario Iceta destaca el aprendizaje. Para él, conocer Vietnam significó aproximarse a una cultura en la que el tiempo es muy importante. «La gente disfruta de las experiencias y tiene un intercambio de calidad con los demás. Aquí, no. Siempre estamos apurados».

No hay comentarios: