26.1.10

Vivir con poco dinero: mercadillos del trueque

La crisis económica y el desempleo impulsan este modo de intercambio como alternativa al consumo tradicional

El intercambio de bienes y servicios es el sistema de cooperación más antiguo del mundo. Es la génesis de la actividad comercial, que nació gracias a la permuta de las sobras a cambio de otros objetos necesarios. El invento del dinero y la aparición de la moneda como medida de valor alteraron ese binomio tan sencillo, práctico y fácil de manejar. Tanto es así que, aunque todavía impera el equilibrio entre la oferta y la demanda, la Economía es, en la actualidad, un área con múltiples aristas y entresijos. Ha alcanzado tal nivel de complejidad que, cuando sobreviene una crisis mundial o hay un revés en las previsiones, ni siquiera los principales expertos en la materia consiguen resolverlos. El sistema monetario y financiero se ha consolidado en casi todas las sociedades del mundo, pero el trueque nunca ha desaparecido. En algunas regiones donde perviven las estructuras tribales, la producción artesanal y las antiguas tradiciones no sólo son el principal modelo de intercambio, sino el único. ¿Pero hace falta atravesar medio planeta para constatar cómo funciona este mecanismo o es posible apreciarlo en casa, en la ciudad o en el propio barrio? El trueque es una realidad en los países del primer mundo y, lejos de constituir un modelo en extinción, cobra fuerza y vitalidad con el paso de los años. Cada vez hay más iniciativas de intercambio que rehúyen con éxito del dinero. España no es la excepción.

Ponerle freno al consumo compulsivo
Además de una elevada tasa de desempleo y la agudización de los problemas sociales, la actual crisis económica ha puesto en evidencia los fallos del sistema financiero y el exceso de confianza de los consumidores al efectuar sus compras. En los últimos dos años, el endeudamiento familiar ha aumentado de modo exponencial hasta situarse en 908.272 millones de euros a finales de 2009. Buena parte de esta cifra responde a los préstamos hipotecarios, la especulación inmobiliaria y el paro. No obstante, éste es un enfoque simplista y miope. Hay otros elementos que alimentan esa cifra, además de la vivienda. ¿El principal? Un porcentaje considerable de personas gasta más dinero del que tiene. Al menos, así ocurría hasta 2007, cuando se desató la crisis.

Si en 1958 los españoles dedicaban más del 80% del total de su gasto a la satisfacción de las necesidades básicas (alimentación, abrigo y cobijo), en los últimos años la situación ha cambiado de manera radical. El consumismo ha logrado instalarse en la sociedad como una práctica habitual. La debacle financiera y el fin de la bonanza han quebrado esta percepción, aunque es importante reseñar que hubo advertencias anteriores. Ya en 2004, el Informe Europeo sobre los 'Problemas de Adicción al Consumo' señalaba que el 15% de la población compraba de manera adictiva y que tres de cada cien ciudadanos padecían una compulsión patológica. En ese momento, sólo era un documento. En la actualidad, es la pesadilla de miles de ciudadanos que no tienen con qué afrontar los créditos, los préstamos y las deudas que contrajeron en el pasado.

El panorama es poco halagüeño. Sin embargo, no todas las consecuencias de la crisis pueden etiquetarse como nefastas. El "crack" financiero -y su repercusión social- ha impulsado dos cuestiones fundamentales: la reflexión y la creatividad. Con un cambio tan abrupto de escenario, es fácil preguntarse acerca de las necesidades reales. ¿Dos ordenadores? ¿Siete pantalones? Más allá de las particularidades de cada hogar, de la condición social y del número de integrantes de una familia, en todas las viviendas hay objetos que sobran. Y, en contrapartida, hay otras cosas que faltan; enseres que se rompen, electrodomésticos que fallan, objetos que, en esta coyuntura, no son fáciles de adquirir o reponer.

Quienes afrontan el pago de los préstamos contraídos no están en condiciones de endeudarse más para hacerlo. Y quienes atraviesan la crisis sin deudas intentan que esa situación de privilegio no cambie. Esta combinación de factores explica la creación y el crecimiento de iniciativas comerciales alternativas, que dejan fuera al dinero.
La eclosión de los mercadillos del trueque
Los proyectos al margen del sistema económico tradicional no son nuevos en el primer mundo. Iniciativas como "un día sin compras" -cuyo origen es canadiense- surgieron hace años, aunque funcionan más como una jornada de protesta y reflexión ante el abuso del consumo que como un sistema alternativo permanente. Sin embargo, algo cambia, y en países como España la transformación se ha hecho evidente desde el año 2007.

La crisis económica, el paro y la reducción del poder adquisitivo no sólo han revitalizado las ventas de segunda mano y los locales de empeño; también han puesto de moda iniciativas comerciales donde no se trabaja con dinero. Entre ellas, los mercadillos del trueque, que cobran fuerza y dinamismo, captan cada vez a un público más amplio y diverso y ya se celebran de manera regular en las principales ciudades españolas. Sólo en Madrid hay varios, desde el barrio de La Guindalera hasta Plaza Prosperidad. Los proyectos que se basan en el trueque ya no son iniciativas marginales, alternativas o pintorescas. A lo largo del último año, han logrado consolidarse como un movimiento social -a veces organizado y, otras, espontáneo- que pretende aportar un modelo sostenible para hacer frente a la crisis.

Asociaciones ecologistas, plataformas sociales, comunidades de vecinos, ONG y, en algunos casos, ayuntamientos, se suman a la organización de estos mercadillos del trueque donde cualquiera puede participar. Algunos -como el que tiene lugar en Pamplona- son anuales y se organizan el 25 de noviembre, ya que coincide con la celebración del "día sin compras" fundado en Canadá. Otros son de carácter mensual, como el que desarrolla la asociación La Charca de la Rana el segundo sábado de cada mes en un descampado de Madrid. Este mercadillo está amenizado con actuaciones musicales gratuitas y comidas colectivas. En el caso de Cáceres, que cuenta con un mercadillo del trueque, es el ayuntamiento quien difunde la celebración; un evento pensado para que jóvenes y mayores intercambien objetos usados y de colección, con la prohibición expresa de cualquier tipo de transacción económica.

Los mercadillos del trueque (y las charlas sobre la cultura del intercambio de objetos usados) han hecho eclosión durante 2009. A Madrid, Pamplona, Cáceres o Barcelona se suman otras ciudades con iniciativas recientes, como Ávila, León, Zaragoza o Bilbao. Cabe destacar la iniciativa que se desarrolló en la capital vizcaína, pues su primer mercado del trueque (celebrado el 24 de octubre de 2009) es fruto de un proyecto más amplio; una iniciativa que ganó el II Concurso de Ideas Redondas del área de Empleo, Juventud y Deporte del Ayuntamiento. Al mejor estilo canadiense, los ganadores del certamen propusieron la celebración de una jornada en la que lo más importante no fuera "cuántos euros tienes en el bolsillo para gastar", sino "lo que yo te pueda enseñar y tú me puedas mostrar".

Otros intercambios
Al igual que los demás mercadillos del trueque, una de las finalidades del evento bilbaíno fue concienciar a las personas de que hay otros modos de consumir y que es posible aprovechar lo que ya se tiene, y cambiarlo por otros objetos, sin necesidad de gastar un euro. Pero, además del mercado en sí -la punta del iceberg-, se planteó una reflexión de base: una jornada entera sin dinero. En ese contexto, se produjeron intercambios que no sólo se centraron en los objetos.

Al margen de las piezas que cada persona llevó, muchos participantes aportaron su experiencia. A la zona de trueque de objetos (como ropa, libros, teléfonos, juguetes, muebles o mascotas) se sumaron otras donde hubo intercambio de saberes y la gente compartió sus experiencias y vivencias con poco o nada de presupuesto. ¿Qué trucos hay para ahorrar? ¿Cómo se puede mejorar la calidad de vida cuando no se tiene dinero? ¿Qué alternativas hay de ocio gratuito? ¿Se puede comer sano y barato? Las respuestas a este tipo de cuestiones también fueron objeto de cambio. Para los organizadores de la jornada, la idea era contribuir al reciclaje, la comunicación, el consumo sostenible y las relaciones personales.

No todas las iniciativas de trueque se centran en este aspecto. Algunas enfatizan las relaciones laborales: cada vez hay más trabajadores y profesionales que intercambian servicios y bienes sin pedir o dar dinero. El modelo, que es habitual en países con elevadas tasas de pobreza y que también existió en Europa antes de la bonanza económica, regresa. Su dinámica es sencilla. Quien se dedica a la pintura de inmuebles puede hacer su trabajo en un local comercial a cambio de mercancía: permuta su mano de obra y los materiales necesarios por objetos que igualen el valor de ese trabajo. Nadie gana dinero, pero tampoco lo pierde, y es posible seguir así hasta que la situación general mejore.

Por otra parte, el trueque también experimenta un auge reseñable en las redes sociales y en los portales de Internet. Páginas web que, hasta hace poco, se dedicaban exclusivamente a la venta y la subasta de objetos nuevos y usados, ahora albergan numerosos anuncios donde la palabra clave es "cambio" o "permuto". Desde vehículos hasta mascotas, es posible encontrar casi de todo en estas páginas o en otras nuevas creadas para el trueque virtual. Todas estas iniciativas se suman a algunas anteriores, quizá menos conocidas, que tienen objetivos similares, como la permuta de viviendas o los bancos del tiempo.

25.1.10

"Es importante advertir de los riesgos que hay al emigrar"

El profesor de percusión marroquí Jamal Anejdam es educador en el centro de menores de Loiu, donde ayuda a los extranjeros a integrarse en la sociedad vasca

No es oro todo lo que reluce: ni Europa es el paraíso, ni el viaje desde África es una excursión distendida. Cuando se trata de emigrar en solitario y sin papeles, subirse a una patera, saltar la valla fronteriza o esconderse en los bajos de un camión encierra más drama que aventura. «El viaje es demasiado largo para contarlo en unos minutos», dice Jamal Anejdam, que se marchó de Fez cuando contaba apenas 15 años y logró cruzar la frontera escondido entre las ruedas de un autobús.
En general, la experiencia es tan negativa y extrema que quienes han pasado por ella prefieren olvidarla. Pero no es fácil. Siempre queda alguna marca del viaje y Jamal lo tiene muy claro porque, además de su propia experiencia, escucha a diario los relatos de decenas de chavales que llegaron como él, jugándose la vida por una causa absurda, una quimera. En el caso de este marroquí, una motocicleta.

«Iba a cumplir dieciséis años y, como cualquier adolescente, quería tener un vehículo propio, una moto. Sabía que en Europa se ganaban mejores sueldos y creía que sería más fácil reunir el dinero aquí -explica Jamal, que hoy tiene 23 años-. Aunque parezca increíble, ese fue mi razonamiento y vine por esa razón. En mi caso, como en el de la mayoría de los adolescentes, no se puede hablar de proyecto migratorio, sino de estupidez y falta de información. No hay otra manera de decirlo: jugarte la vida por una moto es una chorrada».

Jamal aprendió la lección muy pronto. Sin embargo, no podía regresar. «No es que tuviera barreras legales para volver a mi país. El problema era cultural. Si volvía a Marruecos con las manos vacías, iba a sentirme humillado», reconoce. El orgullo, algunas veces, puede más que la razón, aunque en esa dinámica de elecciones, él subraya que tuvo «mucha suerte».

«Llegué al centro de menores de Loiu y allí conocí al director, Carlos Sagardoy Azagra, a quien me gustaría agradecer públicamente por la importante labor que realiza. Él sabe transmitir valores a los jóvenes y, para mí, ha sido como un padre», dice Jamal que, hoy en día, sigue sus pasos. «Al salir del centro, cuando cumplí dieciocho años, viví en un piso de acogida. Empecé a trabajar, a estudiar castellano e hice cursos de intervención con menores y de trabajo social. Me parecía importante devolverle al centro las oportunidades que me había dado y para eso es imprescindible formarse», señala.

Cooperación y música
Pero no todo se aprende en las aulas. En lo que toca a las migraciones, la experiencia personal allana mucho el camino a la hora de empatizar. De ahí que Jamal tenga tan buena relación con los chavales del centro. «Ellos me ven como alguien que ha pasado por lo mismo y que ha vivido experiencias parecidas. Muchos me cuentan sus problemas porque sienten que los entiendo mejor que alguien de aquí, y el idioma no es una barrera -explica-. Además, para entenderse muchas veces basta con una mirada».
Aunque el trabajo de este percusionista es muy importante para él y la comunidad, no es la única tarea que realiza. Jamal está convencido de que hay que atajar los movimientos migratorios que entrañan peligro y que no responden a un proyecto sólido de vida. Por ello, viaja regularmente a Marruecos para dar charlas sobre este asunto en institutos y en universidades. «Es importante advertir sobre los riesgos que hay al emigrar, y el mejor modo de hacerlo es brindar información fiable», dice.
Al mismo tiempo, Jamal trabaja para fomentar la integración cultural y el conocimiento mutuo de los jóvenes vascos con los marroquíes. Y, como lo suyo es la percusión, ha iniciado un proyecto de acercamiento a través de la música. «Acabamos de firmar un acuerdo con varios municipios de Marruecos para que los jóvenes vascos con inquietudes musicales y sociales puedan viajar allí, actuar y conocer de primera mano a la sociedad». Para solicitar más información sobre este proyecto, ofrece una casilla de correo: jamalritmo@hotmail.com

18.1.10

"Europa no aprovecha los talentos de la inmigración"

El lutier ecuatoriano Víctor Hugo Ortiz Trabaja en el servicio de préstamo de bicis de Bilbao, pero sueña con montar un taller para fabricar violines
«Stradivarius es al violín lo que Antonio de Torres a la guitarra: ambos lograron tal excelencia en la fabricación de estos instrumentos que, tras su paso por el mundo, pocas cosas han cambiado. A pesar de los avances, ha habido escasas modificaciones en los últimos trescientos años, y es ahí donde radica el valor de las piezas que construyeron», resume Víctor Hugo Ortiz casi al comienzo de la entrevista.

El punto de partida no es casual. Guitarrista clásico y lutier profesional, este músico ecuatoriano posee un gran bagaje cultural sobre un mundo muchas veces desconocido: la fabricación artesanal de violines. «A diferencia de otros instrumentos, que se han industrializado o se producen en serie, construir un violín es un proceso artesanal donde todo se hace a mano. Para que te hagas una idea, la fabricación de cada uno emplea un mes y medio de trabajo, dedicándole ocho horas diarias. Por eso lo que yo hago no es un producto cualquiera», detalla el especialista, que se marchó de su Ecuador natal hace ya más de once años.

En una banda municipal
«En mi país me dedicaba a la música. Por un lado, formaba parte de una banda municipal y, por otro, tocaba en un grupo folclórico. Me repartía entre ambas cosas hasta que con el grupo recibimos una invitación para tocar en varias universidades alemanas. Así fue como viajé por primera vez a Europa», relata.

Tras realizar esa pequeña gira, Víctor Hugo decidió quedarse y probar suerte de este lado del Atlántico; primero en Francia y, después, en Bilbao. «Los países desarrollados emiten una imagen de triunfo muy potente. Como muchos extranjeros, yo llegué con la idea de que aquí era posible realizar todos los sueños y conseguir grandes logros con mayor facilidad... Tardé poco en entender que no era así», dice el músico, y agrega: «Evidentemente, sí hay más recursos y oportunidades; el asunto es que sólo están al alcance de algunas personas. La realidad del inmigrante es otra diferente; es trabajar en lo que te toque o te dejen».

En este sentido, Víctor Hugo considera que «Europa aún no aprovecha a los talentos de la inmigración». Y no lo dice sólo por él, sino por «esa tendencia tan extendida de no utilizar la mano de obra especializada que llega de otros países menos desarrollados». «La Ley de Extranjería favorece la economía sumergida y la precariedad laboral, pero también el empobrecimiento de los países de acogida -subraya-. Aquí hay miles de profesionales, de buenos profesionales, trabajando en áreas que les son ajenas y que no tienen dónde aportar lo que saben. Se desatienden los recursos humanos y todo eso es conocimiento que se pierde».
«Mi mundo es la música»
En su caso, lo que queda en el tintero es la faceta musical. «Mi mundo es la música y todo lo que lo rodea. Por supuesto, puedo dedicarme a cualquier otra cosa, pero es allí donde está mi potencialidad, donde me desenvuelvo mejor», explica Víctor Hugo, que, en la actualidad, trabaja en el servicio de préstamo de bicicletas de Bilbao.

Aunque está muy contento con su trabajo y ya han quedado lejos los primeros tiempos, cuando tuvo que «aguantar la explotación laboral», el músico reconoce que su realidad no se ajusta al proyecto que tenía. «Lo que pasa es que las ideas son sólo ideas -dice-. Después está el camino, que es lo que determina tu andar».
Esa filosofía es la que le impulsó, hace un lustro, a abandonar Bilbao durante tres años y radicarse en Inglaterra. «Todo lo que sé sobre el arte de lutieres lo aprendí en Nottingham -precisa-. Me sentí muy a gusto allí, adentrándome en lo que me interesaba, pero cuando terminé la carrera volví para aquí. Mi intención era montar un taller en Bilbao, dedicarme a fabricar violines y enseñar lo que había aprendido. El problema, además de la inversión inicial y los costes, es que esa carrera no está reglada aquí y, por tanto, no puedo convalidar mi titulación», lamenta Víctor Hugo. «Eso sí -matiza-, yo no pierdo la esperanza. Todavía sueño con dedicarme a lo que realmente me gusta y me hace muy feliz».


12.1.10

Conducir en condiciones extremas

Conviene prever el recorrido con antelación, consultar el estado de las carreteras y la previsión meteorológica

Las condiciones climatológicas son determinantes para la conducción, aunque por desconocimiento o exceso de confianza, en general, no se tienen en cuenta. Es un error y, como toda equivocación tras el volante, puede acarrear consecuencias muy graves; incluso irreversibles. Durante 2008 (último periodo del que se disponen datos), la lluvia, la niebla, la nieve o el hielo influyeron en casi dos de cada diez accidentes mortales (18,4%). Esta cifra, que no contempla los incidentes con heridos, resume un hecho conocido: lanzarse a la carretera con mal tiempo, aumenta el riesgo de siniestralidad. No obstante, cada año se repiten los accidentes y, junto a las primeras nevadas y la llegada del invierno, se agudizan las imágenes del desastre: coches atascados en los puertos de montaña, falta de equipamiento de seguridad, deslizamientos fuera de la vía, pérdida del control del vehículo, colisiones frontales, heridos o muertos. Si es preciso viajar en condiciones extremas, hay que asegurarse de que las carreteras y el tiempo meteorológico no complicarán el desplazamiento.

El mal tiempo, un factor desatendido
Desestimar la importancia del clima en los trayectos por carretera es un problema tan serio como extendido. Algunos factores afectan al conductor -como la niebla, que disminuye la visibilidad- y otros al vehículo -como el hielo, que reduce la adherencia de los neumáticos al pavimento-. Pero todos condicionan la respuesta y la capacidad de reacción de quien conduce. No es igual frenar sobre asfalto seco, que hacerlo sobre un charco de agua o una placa de hielo. Tampoco es lo mismo circular con un día despejado, que viajar una noche de niebla. Acelerar, frenar o realizar cualquier maniobra se convierte en una prueba de destreza y puede generar situaciones inesperadas; escenarios diferentes y peligrosos en los que muchas personas no saben cómo actuar. La prueba más reciente se registró el pasado 14 de diciembre, durante el último temporal de nieve. Sólo ese día, la Dirección General de Tráfico (DGT) recibió más de veinte millones de consultas de parte de los conductores a través de Internet y, durante la mañana, atendió unas 3.000 llamadas telefónicas por hora (32.000 al terminar el día).
Esta demanda de información, sumada al aumento de los siniestros y al incremento de los desplazamientos durante las fiestas navideñas (unos quince millones) ha puesto en marcha diversos operativos de seguridad y campañas de orientación dirigidas a quienes utilizan el coche en condiciones climatológicas adversas. Instituciones y empresas relacionadas con el mundo del motor, como la DGT, el Real Automóvil Club de España (RACE), los fabricantes de automóviles y las empresas de seguros, recomiendan extremar las precauciones durante la conducción como en los preparativos del viaje. La primera regla es muy clara: si no es posible quedarse en casa hasta que el tiempo mejore, es preciso atender cada detalle, como prever el recorrido con antelación, consultar el estado de las carreteras y la previsión meteorológica.

Normas básicas
Muchas medidas de seguridad y prevención (como respetar los límites de velocidad o mantener el coche en buen estado) son comunes y deben recordarse siempre. Sin embargo, las diversas manifestaciones del clima ocasionan distintos problemas al conductor y exigen, por tanto, diferentes maneras de actuar.
  • Hielo. Para desplazarse en coche cuando hay hielo en el pavimento, es fundamental utilizar neumáticos especiales, cadenas o clavos en las ruedas. Hay que viajar con las luces de corto alcance y las de niebla encendidas, poner anticongelante en el depósito de los limpiaparabrisas y verificar que funcionen bien. Para eliminar el vaho interior por la diferencia de temperatura, se aconseja orientar la ventilación hacia el parabrisas. En el momento de conducir, se recomienda aumentar la distancia de seguridad hasta diez veces con respecto a la convencional, reducir la velocidad (sobre todo en puentes, umbrías o cerca de arroyos y cursos de agua) y frenar suave, ya que el nivel de adherencia del pavimento puede ser nulo.
  • Nieve. Al igual que en caso de hielo, es imprescindible llevar siempre un juego de cadenas en el maletero. Se debe viajar con las luces de corto alcance y las de niebla, llenar el depósito del limpiaparabrisas con anticongelante y eliminar el vaho interior para favorecer la visibilidad. La DGT recomienda comprobar la eficacia de los frenos con frecuencia y no utilizarlos con brusquedad para evitar deslizamientos. Es importante aumentar la distancia de seguridad y reducir la velocidad a 60 kilómetros por hora.
  • Viento. También hay que reducir la velocidad y sujetar el volante con firmeza para no perder el control del coche. Los movimientos deben ser suaves en todo momento y hay que tener mucha precaución al adelantar a otros vehículos y al salir de los túneles y las zonas protegidas. Mantener la aceleración del motor ayuda a conservar la trayectoria y, en este aspecto, es muy útil fijarse en la dirección del viento a través de los árboles o la vegetación que crece cerca de la calzada.
  • Lluvia. El buen estado de los neumáticos es fundamental. Antes de viajar, es preciso comprobar que la presión sea correcta y que el dibujo tenga la profundidad adecuada para evacuar el agua y optimizar la adherencia. Como en el caso de la nieve y el hielo, se recomienda utilizar las luces de corto alcance, comprobar el funcionamiento del limpiaparabrisas y el estado de las escobillas. El vaho del interior se elimina con la ventilación. En cuanto a la conducción, se recomienda reducir la velocidad en un 20% como mínimo, aumentar la distancia de seguridad al doble, comprobar la eficacia de los frenos con regularidad y frenar con suavidad, a pedaladas cortas, para no bloquear la dirección. También hay que tener cuidado con las primeras gotas: aunque parezcan inofensivas, no lo son, ya que propician un firme deslizante al mezclarse con el polvo y la grasa de la calzada.
  • Niebla. En este escenario, la prioridad es ver y ser visto. Para ello, es imprescindible encender las luces de corto alcance y las de niebla, pero nunca las largas, puesto que se reflejan en la niebla y, por el efecto rebote, deslumbran al conductor. Los neumáticos son muy importantes y deben tener la presión y el dibujo adecuados. No sólo es importante reducir la velocidad, sino mantenerla constante. No se debe acelerar y, al frenar, hay que hacerlo con suavidad. La distancia de seguridad también debe ser mayor que en condiciones normales para evitar las colisiones y los accidentes en cadena. Si la visibilidad es muy mala, las marcas viales servirán de ayuda y de guía.
Otros consejos importantes
Las inclemencias del tiempo no siempre se manifiestan solas. Aunque a veces sólo hay que lidiar con la lluvia o con el viento, por regla general, estos fenómenos se combinan o se originan de modo consecutivo. Durante un mismo trayecto, el conductor puede encontrar nieve, niebla y lluvia, hielo y viento, o un atasco de varios kilómetros que le impida circular y le obligue a permanecer varias horas a merced del clima. Por esta razón, además de las recomendaciones específicas, hay que cuidar otros aspectos importantes para evitar sorpresas desagradables.
  • Estado del vehículo. Siempre debe ser óptimo, pero no está de más una revisión extra antes de utilizarlo. Es preciso comprobar los niveles de líquidos (en especial, del anticongelante) y verificar los frenos, la dirección, la batería y el dibujo de los neumáticos. Las escobillas del limpiaparabrisas son las mejores aliadas para conducir en condiciones extremas. Es importante analizar su estado, ya que en caso de nieve, hielo o lluvia, no se puede circular sin ellas; incluso son necesarias cuando deja de llover, puesto que los vehículos que viajan delante levantan el agua del suelo y provocan un "efecto spray" sobre el parabrisas del vehículo que viaja detrás. También hay que revisar la iluminación, el estado de los faros y llenar el depósito de combustible: además de disponer de más tiempo de calefacción en caso de emergencia, aportará peso adicional para circular en zonas resbaladizas. Cuando se va a circular por zonas montañosas o con riesgo de nieve, no se deben olvidar las cadenas o los neumáticos de invierno, ni el resto de los elementos necesarios en caso de avería. Entre ellos, el triángulo de emergencia, el chaleco reflectante, las cadenas, las herramientas y los juegos de luces de repuesto. Además, se recomienda llevar una manta y algo de alimento ante la posibilidad de quedar atascado en la nieve, a bajas temperaturas.
  • Preparación al salir. Cuando las condiciones del clima son adversas, es muy importante programar el desplazamiento con antelación, sobre todo si se viaja con personas mayores o con niños. Estudiar el trayecto, saber cuáles son las posibles rutas alternativas y dónde están las paradas seguras es imprescindible en caso de cortes de circulación o retenciones prolongadas a causa de la nieve. Consultar el estado y el pronóstico del tiempo es también de vital importancia para saber a qué atenerse durante el viaje. No hay que fijarse hora de llegada ni intentar recuperar el tiempo perdido tras una retención, ya que una leve distracción puede provocar colisiones por alcance; el riesgo aumenta si la vía está helada o con nieve. Por el contrario, no puede faltar un móvil cargado y un listado con los teléfonos de la aseguradora o la asistencia que se haya contratado, las unidades de emergencia (112) y el centro gratuito de informes de la DGT (902.123.505).
  • En marcha. Hay que evitar algunas zonas, como los lugares sombríos o arbolados en los laterales de la carretera, donde se concentran el frío y la humedad. En estos sitios, y sobre todo en las primeras horas del día, tiende a haber hielo, por ello hay que adecuar la velocidad a la zona de visibilidad y a la adherencia del suelo. Otro consejo importante tiene que ver con el descanso. Conducir en invierno aumenta la fatiga y reduce la capacidad del conductor, algo que incrementa de manera notable el riesgo. Por ello, conviene evitar los trayectos continuados durante mucho tiempo, hay que parar y descansar. Cuando se utiliza la calefacción para eliminar el vaho, aumenta la temperatura dentro del coche y eso provoca somnolencia. Conviene bajar un poco las ventanillas para que entre aire fresco. La conducción nocturna también favorece la fatiga. Se recomienda conducir con una distancia de seguridad mayor, revisar y limpiar los faros y parar para descansar ante el menor síntoma de cansancio.
  • Detenerse. Si no se puede continuar el viaje debido a una fuerte nevada, hay que aparcar y dejar vía libre a las máquinas quitanieves, apagar el motor y no abandonar el vehículo si no hay un refugio cerca. Cuando se aparca en zonas donde hay riesgo de heladas, siempre hay que prever la congelación de las pastillas de freno y es recomendable levantar los limpiaparabrisas, porque el peso de la nieve puede estropear los ejes. Si se sufre un accidente o se observa uno, el RACE sugiere recordar la conducta PAS: prevenir nuevos riesgos, avisar a las emergencias y socorrer a los heridos en casos de extrema gravedad. Mientras se espera a la asistencia profesional, hay que mantenerse en una zona segura.

11.1.10

"El dinero no es la única razón para emigrar, existen otras"

Esta joven, maquilladora profesional y esteticista, dirige una franquicia de cosmética internacional en Bilbao


Un viaje de vacaciones cambió por completo su vida. Ocurrió hace trece años, cuando voló de Brasilia a Madrid con la idea de visitar a una amiga. «Sólo vine por unas semanas pero, estando allí, conocí a un chico. Él era de Bilbao. Hoy es el padre de mi hijo», resume Cristiane Peixoto en su despacho de la Gran Vía bilbaína. Sin embargo, aunque el 'flechazo' fue inmediato, la historia tardó bastante tiempo en concretarse porque ella no se quedó. «Regresé a Brasil y estuvimos dos años de novios viviendo la relación a distancia. Cada vez que podía, venía para aquí a verle -explica-. Finalmente, me quedé».

Desde que dejó su Goiania natal y fijó residencia en Bilbao, hace ya más de ocho años, Cristiane se dedicó al mundo de la cosmética. Esteticista de profesión, nunca tuvo problemas para encontrar trabajo en lo suyo. «Gran parte de mi experiencia laboral se la debo a las perfumerías, donde fui dependienta y asesora de belleza durante mucho tiempo», detalla. No obstante, el nacimiento de su hijo le obligó a reacomodar las prioridades. «Formar una familia requiere dedicación y el trabajo con horario comercial era incompatible con eso porque es muy demandante -razona-. Decidí que algo debía cambiar».

Fue entonces cuando se puso en contacto con una empresa de cosmética estadounidense que funciona a nivel internacional. «Hice cursos de capacitación con ellos, pero no sólo en el terreno de los productos, sino también en la parte empresarial. Aprendí mucho sobre gerencia y marketing y, también, sobre liderazgo y trabajo en equipo», explica. Cuatro años después de aquello, Cristiane dirige la delegación en Bilbao y coordina el trabajo de medio centenar de consultoras de belleza.

«El mundo de la cosmética es uno de los pocos que se ha salvado de la crisis. Es más -detalla-, este año hemos tenido un crecimiento del 34%». La explicación es sencilla: «Cuando te sientes bien, quieres estar guapa para exteriorizarlo. Y cuando no es así, también, porque cuidarse ayuda a levantar el ánimo», dice Cristiane, que, más allá de las cifras y los modelos de negocios, reconoce que su elección profesional la ha ayudado a independizarse y «crecer a pesar de las dificultades naturales de ser inmigrante y empezar desde cero en un lugar diferente».

«Más seguridad»
Salir adelante lejos del país de origen no siempre es fácil y Cristiane lo sabe. Aún así, ella subraya que jamás se sintió discriminada en Euskadi por su condición de extranjera. «El idioma, al principio, es una barrera, pero nunca viví situaciones desagradables de racismo o xenofobia. Al contrario. Desde el principio me sentí muy bien recibida por los vascos, que son muy hospitalarios», relata.

Para Cristiane, Bilbao es una ciudad perfecta para vivir. «Es una villa pequeña, pero tiene un corazón enorme y, además, aquí puedes encontrar las mismas cosas que en una gran metrópoli. Si quieres cine, lo tienes. Si quieres teatro, también. La vida comercial es muy intensa, aquí están las principales firmas y lo mejor es que lo tienes todo al alcance de la mano. Me gusta el entorno, la gente, las costumbres y la seguridad», enumera.

Esto último fue, de hecho, lo que la convenció para quedarse. «Mi relación de pareja no funcionó, pero no volví a Brasil. Por un lado, el padre de mi hijo vive aquí y me parece importante que estén cerca. Por otro, en mi país hay más inseguridad. En general se piensa que uno se va de su tierra porque está pasando hambre, pero no es así. El dinero no es la única razón para emigrar, existen otras», apunta.

En ese sentido, Cristiane es muy clara. «Si yo regresara a mi país, no me faltaría nada y, en muchos aspectos, tendría un mejor nivel de vida. El problema es que no me sentiría tan segura como aquí. Poder caminar por la calle sin miedo es un valor muy importante», subraya. Y agrega: «Siempre me han gustado los desafíos. Desde que vivo en Bilbao, he podido probarme a mí misma y avanzar por mi propio pie».




4.1.10

"Desde que me fui, siento que vivo siempre en a frontera"

Esta joven regenta un restaurante típico, ha montado una tienda de complementos y ayuda con el idioma a los niños chinos adoptados
Se lanzó a la aventura con veinte años. En aquella época, Jue Jin era estudiante de arquitectura en China, su país de nacimiento, pero ya vislumbraba que la carrera no era un camino de rosas. «Allí es una profesión machista. No es fácil para una chica desenvolverse en un entorno tan masculino, y menos cuando tienes inquietudes», explica Jue, que tenía más interés en «ver mundo» que en luchar contra él.

La idea de realizar un viaje fue cobrando mayor fuerza y, finalmente, cuajó. Era 1998 cuando, a pesar de las reticencias familiares, Jue se montó en un avión que la llevó de Asia hasta Europa; de Wenzhou a Valladolid, donde llegó «sin conocer ni una palabra de español, ni siquiera 'hola'». En contrapartida, conocía gente. De ahí que eligiera la capital vallisoletana como su destino inicial.
La experiencia duró sólo seis meses. Transcurrido ese tiempo, se marchó a Alicante, donde vivía una de las mejores amigas de su madre. Allí estuvo casi tres años, trabajó en hostelería y restauración, aprendió lo fundamental del sector y, sobre todo, a hablar español. «Estudié en la Escuela de Idiomas y me saqué el título», dice en un castellano casi perfecto. «Eso sí, aún me cuesta pronunciar la erre, como a casi todos los chinos. Es un fonema complicado para nosotros», agrega entre risas.

Mientras vivía en Alicante, su hermana y su cuñado fijaron residencia en Bilbao y abrieron un restaurante: «Me llamaron para que viniera y trabajara aquí», resume Jue, que en la actualidad está encargada del negocio. «Llegué a Vizcaya hace siete años y de aquí no me muevo más -dice-. Me encanta el País Vasco, su gente, el modo de hacer las cosas, la cultura y hasta el clima. Aunque somos diferentes, compartimos algunas cosas, como el valor de la familia, la dedicación al trabajo o el gusto por la comida», señala Jue, que ha visto a muchos vascos atreverse con los platos típicos de China. «En el restaurante celebramos bodas y servimos comida típica de nuestro país, como ensalada de medusas o patas de pollo -explica-. Al principio, sólo lo hacíamos para nosotros, pero cada vez hay más occidentales que se animan y los prueban».

«Como un bicho raro»
La contraposición de oriente y occidente es todo un tema; por lo menos para ella, que se considera de ambos sitios y, a la vez, de ninguno. «Desde que me fui de China, siento que vivo siempre en la frontera. Además de mis rasgos, todavía conservo muchas costumbres de mi país, de modo que nunca seré vasca del todo. Pero, por otro lado, he vivido aquí once años, la tercera parte de mi vida. He aprendido muchas cosas, mi concepción del mundo ha cambiado y eso provoca que no me sienta china al cien por cien», explica Jue, que, además de trabajar en el restaurante, tiene su propia tienda de complementos y ayuda a superar las barreras del idioma a los niños que son adoptados por parejas vascas en China.

«Me gusta el trabajo y siento la necesidad de estar activa. A veces, en los días bajos, me pregunto para qué hago tanto; de qué me sirve. Pero después, cuando viajo a mi país y hablo con mis antiguos amigos, vuelvo a enfocarme. Con 30 años, ya todos están casados y tienen hijos. Yo no he seguido ese camino, y entonces me perciben como un bicho raro. A su vez, yo les oigo hablar, escucho sus ideas, lo que dicen, y me siento lejos, muy lejos de su manera de entender el mundo», describe Jue. Y añade: «Para algunos, me he occidentalizado demasiado, pero ni puedo ni quiero evitarlo. Cuando emigras, hay algo invisible y poderoso que te empuja a superarte, a crecer y mejorar».