22.10.10

Cajeros automáticos, ¿cuánto dinero se puede sacar?

El tope máximo habitual es de 600 euros por día, pero las cantidades varían según la entidad o el tipo de tarjeta.

Plantarse frente a un cajero automático y descubrir que no se puede sacar el importe que se necesita, aunque se tenga el dinero en la cuenta, es una situación desconcertante y, en ocasiones, problemática. Un solo ejemplo basta para ilustrarla. Es viernes por la tarde, las oficinas están cerradas y un cliente necesita extraer con urgencia 1.000 euros de su cuenta bancaria. Acude al cajero y lo intenta, pero en la pantalla lee un mensaje: "La cantidad solicitada excede el límite disponible". La mayoría de las personas han pasado alguna vez por una experiencia similar. Otra habitual es quedarse sin dinero durante la noche, necesitarlo para coger un taxi y encontrarse con el mismo mensaje porque ese día, poco antes, ya se retiró efectivo. Los escenarios pueden variar de lo anecdótico a lo preocupante, pero el fondo de la cuestión es el mismo: al sacar dinero hay un tope infranqueable. El máximo habitual es de 600 euros por día, pero las cantidades varían en función de las entidades o del tipo de tarjeta.

El 'abc' del sistema
  • A: los cajeros automáticos tienen límites preestablecidos para dispensar dinero. Esta regla es general, afecta a todos los usuarios más allá de la entidad, de la tarjeta o del capital que tengan. Fijar un tope máximo para las disposiciones de efectivo es una medida de seguridad y de logística. Si no se regulara así, unos pocos clientes podrían vaciar al cajero e impedirían que los demás sacaran dinero a continuación. O peor aún, los robos de las tarjetas de crédito y débito podrían ocasionar verdaderos estragos en las cuentas.
  • B: el límite de extracción se renueva a diario, a las 00.00 horas. Cuando un cliente hace una disposición y llega a su tope, no podrá hacer la siguiente hasta que comience un nuevo día. Esto no significa que deban transcurrir 24 horas entre las dos gestiones, sino que debe cambiar la fecha para que el sistema se renueve y vuelva a haber saldo disponible. Por ello es posible extraer el máximo de efectivo a las once de la noche y hacerlo de nuevo sin problemas a la una de la madrugada, apenas dos horas después.
  • C: el límite de extracción va ligado a la tarjeta, no a la cuenta, de modo que si el cliente tiene una tarjeta de crédito y otra de débito, puede hacer dos disposiciones en el mismo día, incluso si corresponden a la misma cuenta bancaria. Eso sí, una vez que se haya alcanzado el tope, sólo queda esperar al día siguiente. De nada vale intentarlo en otro cajero, ni siquiera en uno que pertenezca a otra entidad, ya que todas las bases están conectadas en un único sistema.

Los montos
La norma que marca un tope es genérica, pero la cuantía de ese límite no lo es.

  • La cantidad máxima para extraer dinero se establece con la entidad al contratar la tarjeta y se puede modificar a petición del cliente.
  • Por defecto, la cantidad estándar se fija en 600 euros. Algunos bancos lo hacen en menos (por lo general, 300 euros) y otros discriminan según el tipo de tarjeta. En las tarjetas universitarias, el límite es menor que en las comunes.
  • Para conocer la cifra exacta y evitar sorpresas, basta con revisar el contrato, llamar o acudir al banco para preguntar.
  • La mayoría de las entidades ofrecen la posibilidad de cambiar ese tope con una sencilla gestión telefónica. Otras, las menos, requieren la presencia física del cliente en la oficina.
  • El límite de extracción se puede reducir o ampliar, según la necesidad del cliente. No obstante, la cantidad no se puede aumentar de cualquier modo, ya que también hay topes para ello. Lo usual es extender ese límite hasta 1.200 euros.

Cuestiones que deben tenerse en cuenta

  • El tope acordado, sea cual sea, se mantiene invariable para todos los cajeros, dentro y fuera del país. Aunque la disposición se gestione en un cajero automático de otra entidad o en el extranjero, el límite pactado no cambia.
  • Cuando se viaja fuera de España, hay que recordar la diferencia horaria. Las tarjetas emitidas en un país se rigen por el horario de ese país. De este modo, si el cliente espera a que se renueve el sistema para poder sacar dinero de nuevo, deberá contar con que eso ocurrirá a las 00.00 horas de su lugar de residencia y no del sitio donde esté de visita.
  • Otra cuestión importante si se viaja fuera de la UE, es que las opciones para retirar efectivo se mostrarán en moneda extranjera, tanto en dólares como en la divisa local. Antes de entusiasmarse con un límite elevado en apariencia, o amargarse porque la cifra es menor de lo habitual, hay que calcular el cambio.
  • Las tarjetas, ya sean de crédito o de débito, sirven para sacar efectivo de los cajeros y, además, para pagar en diversos establecimientos. El importe que se puede destinar al comercio diario también está limitado, en general, en 1.200 euros al día. Pero se puede modificar, igual que el importe máximo. Lo reseñable es que ambos topes son independientes. Para un caso estándar, una persona puede gastar 1.200 euros en compras y retirar a su vez del cajero otros 600 euros cada día.
  • Cuando se utiliza una tarjeta de débito, es necesario que la cuenta bancaria tenga el dinero que se quiere retirar. Si el tope es de 300 euros pero sólo hay 180, no se podrá extraer más que esa cantidad. No es el caso de las tarjetas de crédito, que permiten aplazar los pagos en las compras y obtener efectivo por anticipado.

20.10.10

Cómo obtener rentabilidad del coleccionismo

Internet revoluciona el mundo de las colecciones particulares con páginas dedicadas a la intermediación, la compraventa y la subasta de todo tipo de objetos

Dedicarse al coleccionismo lleva tiempo y dinero. Tiempo para buscar los objetos que interesan y cuidar otros que se tienen, y dinero para adquirir nuevas piezas y mantenerlas en buen estado. La mayor parte de las colecciones crecen y se revalorizan con los años, ya sea por la cantidad de artículos reunidos o por su antigüedad o rareza. De este modo, cuando se busca rentabilizarlas, siempre habrá una ganancia económica, un monto que puede ser mayor o menor que el invertido, pero que permite obtener liquidez. No obstante, antes de convertir una colección en dinero hay que sopesar todas las opciones para elegir la alternativa que suponga mayor rentabilidad. Con el desarrollo de Internet el camino se allana: ha revolucionado el mundo de las colecciones particulares con páginas que se dedican a la intermediación, la compraventa y la subasta de todo tipo de objetos.
Dos perfiles
Más allá de los objetos, los países, los intereses o las edades, en el mundo del coleccionismo destacan dos perfiles muy claros:
  • Los coleccionistas profesionales. Para ellos, su actividad es una inversión, una manera más de obtener dinero, tan válida y eficaz como las operaciones bursátiles o las compraventas inmobiliarias. Su trabajo consiste en acumular las mayores ganancias posibles y, en consecuencia, la elección de los objetos que tienen no se debe tanto al gusto personal como a su cotización en el mercado. La meta es reunir piezas de valor que, llegado el momento, puedan venderse a un mejor precio para ganar dinero. Por tanto, no hay afición ni sentimientos de apego. Sólo negocio.
  • Los coleccionistas aficionados. Conforman la mayoría de las personas que se dedican al coleccionismo y enfocan esta ocupación desde otra perspectiva. La tasación económica es muy importante, pero no el único valor que cuenta. Para ellos, coleccionar objetos es una afición. Disfrutan tanto de las piezas en sí como del desafío que conlleva obtenerlas. Por ello, el valor de sus objetos está, sobre todo, en la dedicación y el esfuerzo que les ha costado reunirlos: ser propietarios de una rareza o de una pieza única no sólo implica contar con un bien de cambio valioso, sino que es motivo de orgullo.

Al rentabilizar un lote, la diferencia entre ambos perfiles es clara. Mientras el grupo profesional se desprende de los objetos sin grandes dificultades y obtiene importantes sumas de dinero, el grupo de los aficionados se topa con más problemas:

  • Sobrevaloran los objetos de su colección porque, al tasarlos, influyen los factores afectivos o de tiempo. No encuentran compradores dispuestos a pagar la cantidad que piden, ni ellos están dispuestos a considerar una rebaja en el precio.
  • Malvenden sus colecciones por no encontrar el canal idóneo para ofrecerlas o por querer cerrar rápido la transacción. Deshacerse de un lote representa una difícil decisión. A menudo, es la última alternativa para obtener dinero. Pero las prisas, tanto para terminar cuanto antes como para conseguir liquidez, no son buenas.

Estrategias de venta
Sacar partido a un lote es difícil. Por ello, antes de hacer cualquier movimiento, visita o llamada, hay que identificar dos cuestiones:

  • A quién pueden interesarle los objetos: los potenciales compradores.
  • Qué resulta más conveniente: vender la colección completa o desprenderse de piezas concretas.

Determinar estos dos aspectos será de gran utilidad para definir qué estrategia seguir. Quienes mejor pueden apreciar el valor de un objeto o una colección son otros coleccionistas interesados por las mismas piezas. El problema es que mostrar interés no significa tener dinero. De ahí que sea fundamental contemplar alternativas.

Hay objetos que multiplican su precio cuando se venden en conjunto porque la colección les confiere un valor añadido. Es el caso de los llaveros o las pegatinas, que no conseguirán un monto importante en solitario. Sin embargo, otras piezas se devalúan al venderse en grupo y con ellas se puede ganar más dinero por separado. Casi todos los objetos que tienen valor histórico, artístico o económico por sí mismos entran en este supuesto, como los libros antiguos. Aunque se tiende a vender grandes lotes, lo idóneo es clasificar los volúmenes y dejar algunos aparte. Para un incunable, se conseguirá mejor precio por separado que en grupo.

Identificar a los interesados es también crucial. Si la colección es de libros, lo lógico será ponerse en contacto con varias librerías de viejo que sepan apreciar el valor de los textos, su singularidad y su riqueza mejor que en cualquier otro sitio. No está de más ser creativos y considerar otras opciones, al margen de las evidentes. Hay objetos que se pagan mejor en tiendas de decoración que en anticuarios o almonedas. Algunas tiendas se preocupan mucho por el escaparatismo y la ambientación, y pueden comprar o alquilar ciertos objetos para renovar su aspecto. Las ferias temáticas, de antigüedades u otros objetos de culto son el lugar preciso para hacer contactos e intentar cerrar una venta. Mientras, ciertos museos, también temáticos, siempre estarán interesados en ampliar su colección.

Los canales de venta clásicos
El mundo del coleccionismo es uno de los más diversos pero, a pesar de ello, los canales tradicionales de compraventa están bastante acotados. Con el azote de la crisis económica, los intentos de vender piezas y colecciones se han disparado y algunos establecimientos -como las casas de empeño y las tiendas de segunda mano- han cobrado notoriedad y dinamismo. Pero los lugares clásicos para desprenderse de un lote se mantienen. Un coleccionista puede elegir entre:

  • Anticuarios y almonedas.
  • Tiendas especializadas en los objetos que colecciona.
  • Librerías de viejo.
  • Museos.
  • Casas de subastas.

Salvo en el caso de los museos y las casas de subastas, cuando se opta por alguna de estas alternativas, hay que tener presente que se coloca a un intermediario entre el propietario de la colección y el posible comprador final. Estos, como en cualquier cadena comercial, tienen un coste. Las tiendas, librerías, anticuarios y almonedas sabrán valorar la colección, pero intentarán llegar a un acuerdo que les permita revender los objetos, es decir, que les sea rentable. Por lo tanto, tasarán las piezas a la baja. El contexto de crisis reforzará esa tesitura. Un modo de evitarlo es proponer al dueño de la tienda dejar allí los objetos en consignación y repartir las ganancias de las ventas según un porcentaje pactado. De esa manera, el propietario del local no arriesga su capital y el dueño de la colección no la malvende.

Las subastas son uno de los sistemas más eficaces de venta. La combinación del "objeto de deseo" con el calor de la puja es muy beneficiosa para quien vende. Si a eso se le añade la presencia de un rematador profesional, el resultado puede ser explosivo. Tanto es así, que los beneficios de esas ventas, a menudo, son noticia. ¿Conviene subastar una colección? Sí, siempre y cuando se tengan claras dos ideas:

  • El precio de salida debe ser atractivo y, si la puja se estanca, es posible perder dinero.
  • Las casas de subastas cobran una comisión. El porcentaje depende del lugar. Lo usual es un 15% del valor de la venta total, pero también hay firmas que cobran por tramos, como el 25% de los primeros 1.000 euros, el 20% de los siguientes 2.000 y el 10% del resto del monto.

El auge de Internet
Internet ha revolucionado, en cierta forma, el mundo del coleccionismo particular. Aunque la venta de colecciones se apoya en los métodos clásicos, la Red facilita el contacto directo entre el vendedor y el comprador, suprime el filtro del intermediario, llega a más personas (también de otros países) y amplía de manera notable las posibilidades de una transacción exitosa. Hay muchas páginas de comercio electrónico, compraventa y subastas que los coleccionistas utilizan con regularidad. Sus iniciativas comerciales comenzaron en estas páginas generalistas (como segundamano o e-bay) y, con el tiempo, han dado paso a la sofisticación y la especificidad de portales ajustados a sus necesidades.

Hay numerosos portales que se dedican en exclusiva a contactar a coleccionistas de España, resto de Europa y del mundo. Funcionan como redes sociales, cuentan con blogs, permiten anunciar piezas en venta... y la diversidad de objetos es tal, que incluso algunas páginas web han necesitado un índice alfabético para ordenarlos. De los autógrafos a los zapatos, los pétalos, la filatelia y las bulas papales, no falta de nada.

Otros portales sí tienen ánimo de lucro, ya que funcionan como intermediarios. Pueden cobrar una comisión por cada venta realizada o una cuota fija mensual por anunciarse, que no aumenta si hay ventas. El primer modelo puede ser útil para las colecciones poco costosas, cuya venta no justifique un desembolso sostenido en el tiempo. El segundo es más conveniente para los objetos o lotes caros, ya que la cuota fija mensual siempre será inferior al porcentaje que cobrará el intermediario. Lo interesante es que las cuotas van de 20 a 100 euros mensuales (según la web) y las comisiones oscilan entre un 2% y un 10% de la venta, de modo que son más favorables que en las tiendas y en las casas de subastas.

18.10.10

"Los inmigrantes nos tenemos que dar a conocer culturalmente"

Madre de cuatro hijos,llegó a Euskadi hace 24años. Liderará el sábadoel tercer encuentro de población extranjera

El próximo sábado, el barrio donostiarra de Altza acogerá suIII Encuentro Multicultural. La cita tendrá lugar en la Casa de Cultura y, al igual que en los años anteriores, contará con la participación de decenas de extranjeros residentes en el País Vasco que quieren dar aconocer lo mejor de sus lugares de origen. En la jornada habrá música y danzas típicas de países muy diferentes, como Ecuador, Brasil, Rusia o Senegal. Y una novedad. Por primera vez, se disputará un concurso gastronómico en el que se podrán degustar platos tradicionales de Euskadi, Honduras, Nicaragua, Chile, Guinea Ecuatorial o Pakistán, entre otros.

«Será un gran encuentro para celebrar la diversidad y mostrar que, más allá de las cosas negativas, los inmigrantes aportamos muchos aspectos positivos a la sociedad local. Tenemos muchos valores y por ello es importante que nos demos a conocer en el plano cultural», apunta la educadora social María Elena Lazo, que colabora desde hace años con la asociación Berpiztu, organizadora del evento.

María Elena nació en Perú, llegó a San Sebastián hace 24 años y su peripecia vital refrenda muy bien sus palabras. Madre de cuatro chavales y con una marcada vocación social, ella no emigró por dinero, ni siquiera por amor, sino por un matrimonio infeliz. «Tenía una profesión y un trabajo que me gustaba, pero una relación de pareja desdichada. Las cosas no iban nada bien y él me amenazaba siempre con quitarme a los niños», dice obviando los detalles.

Cuando llegó a San Sebastián, su hijo menor tenía apenas un año. Y su vida, a partir de entonces, se centró en salir adelante, como cabeza de familia. «En aquella época no había tantos extranjeros y los que venían con una carrera conseguían puestos de trabajo cualificado. Yo llegué con cuatro niños y mi único objetivo era que crecieran felices, tranquilos; que tuvieran educación y cariño. Cuidé a personas mayores y enfermos, limpié casas... Y no me avergüenza. Lo hice para sostener a mi familia. Por supuesto, fue sacrificado, pero en San Sebastián volví a vivir. Desde el comienzo, me sentí segura y tranquila».

«No había mendigos»
De aquella época –mediados de los ochenta–, María Elena aún conserva sus primeras impresiones. «No había mendigos y eso me sorprendió. Todo estaba super limpio, ordenado y había una gran sensación de seguridad. Es verdad que ha cambiado mucho, y que ahora hay lo que no había antes. Ha venido más gente y no todo el mundo es honrado. Pero yo siempre digo lo mismo: no se puede culpar a los extranjeros por las cosas malas que pasan. Eso no es realista, ni justo».

Antes de emigrar a San Sebastián, María Elena trabajaba como educadora social con los colectivos más marginales de Perú, como las prostitutas y los niños de la calle. Y, aunque aquí se dedicó a otras cosas, nunca perdió su vocación. Por esa razón, hace más de trece años se unió a la ONG Berpiztu, para trabajar como voluntaria. Este año la contrataron y ella asegura sentirse «como en un sueño, realizada y feliz».

«La organización está trabajando mucho con los inmigrantes, en especial con las mujeres. Casi todas buscan trabajo como empleadas domésticas, pero llegan sin saber cocinar o limpiar bien una casa. Cuando las cogen, sólo duran dos o tres días, y las despiden –explica–. Estamos poniendo el énfasis en enseñarles todas las habilidades necesarias para que sepan cómo hacer las tareas. Y también queremos paliar el analfabetismo con clases de escritura y lectura, porque los índices son elevados», señala.

En cuanto a los planes futuros, María Elena asegura que le gustaría volver a Perú para aplicar todo lo que ha aprendido aquí en intervención social. «Es un proyecto que tengo desde hace mucho –dice–, aunque, claro, mis hijos ya son mayores y no quieren volver allí. Creo que acabaré viviendo a caballo entre los dos sitios. Después de tantos años, me siento parte de ambos».

14.10.10

Estrategias para vender un coche particular

Destacar las cualidades del vehículo, elegir un canal de venta adecuado y dar seguridad al comprador son acciones claves.

Vender un coche usado en época de crisis tiene ventajas y contratiempos. Por un lado, hay más conductores dispuestos a adquirir un vehículo de segunda mano (sobre todo tras finalizar el Plan 2000E). Por otro, hay más ofertas que antes, menos liquidez entre los compradores y una tendencia creciente a recortar gastos y renegociar los precios. Según los datos de la DGT, los turismos representan más del 70% del parque nacional de vehículos -en cifras, unos 22 millones de unidades- y más de la mitad de esos coches supera los 10 años de antigüedad. No todos están en venta, pero es evidente que hay numerosas opciones para todos los bolsillos, necesidades y gustos. En ese contexto, surge una pregunta: ¿cómo lograr una venta exitosa? Destacar las cualidades del vehículo, elegir un canal de venta adecuado y ofrecer seguridad al comprador son las acciones claves.


Conocer el mercado
El primer paso consiste en averiguar cuánto vale el coche en cuestión y fijar un precio de venta razonable. Esto se debe hacer de varias maneras:
  • Pedir una tasación a los profesionales del sector (mecánicos, concesionarios, revendedores, etcétera).
  • Consultar a la empresa aseguradora sobre el valor real del automóvil en el mercado.
  • Averiguar cuánto piden otros propietarios por vehículos de características similares.

Para acertar con el precio de venta final, conviene combinar estas pesquisas, ya que los concesionarios y las aseguradoras tasan en general a la baja, mientras que los particulares lo hacen al alza. Calcular un promedio ayudará a no pasarse ni quedarse corto con la suma que se pide.

Ponerse en el lugar del comprador
Cuando una persona se decide a adquirir un coche usado, no sólo desembolsa su dinero, también deposita su confianza. A diferencia de los vehículos nuevos, que cuentan con diversas garantías por escrito y tienen un desgaste nada significativo, los coches de segunda mano tienen un pasado que el comprador desconoce. Hay que responder a todas sus preguntas de un modo claro y veraz, se deben evitar las evasivas. En el momento de cerrar un trato, la empatía es más eficaz que los engaños.

¿Pero qué necesita saber un comprador? Para empezar, el historial del coche: si ha tenido uno o más dueños, si se ha guardado en garaje o a la intemperie, si ha tenido un uso laboral o familiar y si ha recibido todos los servicios mecánicos en tiempo y forma. Toda la documentación que pueda probar los cuidados será muy útil para ayudarle a decidirse. Es vital demostrar que se está al corriente de todos los pagos, como el Impuesto de Circulación, que no hay multas pendientes y que el vehículo ha pasado los controles de la ITV. Si se conservan las facturas de los arreglos y las mejoras, también conviene enseñarlas, ya que todos estos elementos favorecen la transparencia y, por tanto, la confianza del potencial comprador.

Destacar las cualidades
Hay dos criterios esenciales que inciden en la valoración -o devaluación- de un coche y que, además de influir en su precio, tienen mucho peso en la decisión del comprador: la antigüedad y el kilometraje. Ambos parámetros sirven para evaluar, a priori, el desgaste que tiene el vehículo y el tiempo de vida útil que le queda. Por ello, al anunciar su venta, estos datos siempre deben figurar. De lo contrario, es probable que los interesados pasen por alto el anuncio. Si la matriculación del turismo es reciente o si no tiene muchos kilómetros, es imprescindible destacarlo.

Estos factores son cruciales pero no los únicos. Si fuese así, los coches con más de 10 años o más de 150.000 kilómetros no se venderían. Otros detalles interesantes son:

  • La marca y el modelo.
  • Saber que el vehículo no ha sufrido accidentes.
  • Tener superados todos los controles mecánicos.
  • El estado del chasis y la carrocería.
  • La cantidad de propietarios que haya tenido.
  • El estado del motor, el tipo de combustible que utiliza y el consumo.
  • El estado de la tapicería.
  • Los accesorios de seguridad y confort.
  • El precio.

Antes de preparar un anuncio, habrá que repasar esta lista y determinar cuáles son los puntos fuertes del coche para poder destacarlos en orden de importancia. En este punto, hay que evaluar cuál es el público objetivo, qué segmento de conductores podría estar interesado en el vehículo. No es lo mismo vender un automóvil antiguo, que podría considerarse incluso una pieza de colección, que poner a la venta un coche de competición, que se ha "tuneado". En un caso y en otro, habrá que resaltar aspectos distintos.

Datos e imagen
Una vez que se han elegido los elementos que se destacarán -puede ser el hecho de haber tenido un único dueño, haber pasado los controles de la ITV, consumir poco carburante o contar con elevalunas eléctrico y aire acondicionado-, será necesario pensar en la imagen. No basta con que el coche esté bien: también debe parecerlo.

Cuestiones como la limpieza -exterior e interior-, el orden y el mimo en los detalles refuerzan la sensación de cuidado. Es evidente que la pulcritud en sí no incide en el funcionamiento del coche ni en el estado del motor, porque eso depende del uso que se le haya dado, pero sí influye en la percepción del comprador, que tiene pocos elementos de valoración para hacerse una idea general del vehículo. El mecanismo que se pone en marcha es la deducción: si el propietario se preocupa por limpiar, aspirar, encerar y perfumar su coche, también debe de ser igual de cuidadoso con los componentes mecánicos y estructurales.

Los datos y las imágenes que se muestran a los potenciales compradores tienen que elegirse con cuidado, de tal modo que, al mirar el anuncio, no echen en falta nada fundamental ni consideren que abundan los detalles irrelevantes. La información debe ser clara, útil, concreta y libre de ambigüedades. La expresión "como nuevo" es óptima, pero debe ir acompañada de datos concretos que la sustenten. En cuanto a las fotografías, si es posible incluirlas -y poner más de una-, conviene hacer seis: dos para los laterales, una frontal, otra de la parte trasera, una del interior y una más del motor, con el capó levantado. De esta manera, los interesados podrán hacerse una idea completa del estado general del coche.

Elegir los canales de venta
Tan importante como elaborar un buen anuncio o mejorar el aspecto del vehículo es pensar dónde y cómo se buscarán compradores. Los principales canales son cinco:

  • Amigos y conocidos. El "boca-oreja" es la estrategia de marketing más antigua, pero sigue vigente y funciona. No se pierde nada por comentar entre los allegados que se tiene intención de vender el coche, ya que ellos mismos o sus propios amigos pueden estar interesados en la oferta.
    A favor: la proximidad y la tranquilidad que da cerrar la transacción con alguien conocido. En contra: el círculo al que se llega es muy reducido.
  • Carteles en las ventanillas. La opción más tradicional, pero también de las más útiles y cómodas, ya que el coche se promociona a sí mismo. Cualquier persona que pase a su lado podrá ver, sin barreras, qué se vende.
    A favor: la comodidad para el propietario y que el comprador tendrá una idea más clara antes de llamar. En contra: habrá que omitir ciertos detalles relevantes en el cartel para evitar problemas (si el vehículo cuenta con un buen sistema de radio y sonido), el público potencial se reduce a las áreas que frecuenta el conductor y, si el coche está en movimiento, es posible que no dé tiempo a registrar el teléfono de contacto.
  • Prensa general y especializada. Publicar el anuncio en los periódicos permite llegar a más gente, mientras que hacerlo en revistas del sector es una línea directa con las personas que están interesadas en el mundo del motor.
    A favor: el reclamo gana visibilidad y se amplía la audiencia. En contra: los anuncios son de pago y, en el caso de los diarios, la información que se publica es muy breve.
  • Internet. Es uno de los canales que más se ha desarrollado en los últimos años. Prueba de ello es la gran cantidad de portales temáticos que se dedican, en exclusiva, a promocionar ventas de coches particulares.
    A favor: se llega a un mayor número de personas, es gratuito y permite anexar fotos e información más detallada. En contra: no todo el mundo utiliza Internet (o se fía de esta plataforma) y, al haber tantas páginas web, es muy probable que los interesados no las visiten todas.
  • Concesionarios. Elegir esta opción supone ponerse en manos de un profesional y delegar en él las responsabilidades de promoción y gestión de trámites.
    A favor: es más cómodo y, a menudo, más rápido. En contra: se gana menos dinero (porque cobrarán una comisión por su trabajo) y hay que dejarles el coche.
    Cada opción tiene ventajas y limitaciones, por eso es clave combinarlas. Además, cuando llegue el momento de establecer un contacto personal con el interesado, es recomendable ofrecerle facilidades, mostrarse abierto a rebajar un poco el precio y permitirle comprobar por sí mismo cómo funciona el coche.

11.10.10

"Ser mujer e inmigrante te obliga a redoblar los esfuerzos"

Para May García, que se marchó de Colombia hace 18 años, «los estereotipos afectan más de lo que parece»

Se marchó de Colombia en 1992, cuando tenía 19 años, con la esperanza de continuar aquí su carrera de modelo. «Me iba bien en mi país y creí que, al llegar a Europa, podría comerme el mundo. Pero no fue así. Me equivoqué». May García tardó poco en descubrir que los cánones de belleza no son siempre universales. «Fue un choque», dice. «El criterio aquí era distinto y, literalmente, yo no daba la talla; no tenía la altura suficiente para desfilar. Es duro que te digan a la cara que no vales».

El contratiempo la desanimó, pero no le impidió seguir adelante. «Ya había hecho el viaje y había pasado por la despedida, que es lo más duro. No podía volver a Colombia sin más, ni quería darme por vencida. Mi meta era progresar, y eso no se consigue en dos días, sino con mucho tesón», subraya. Si algo define a esta mujer, además de su simpatía, es la constancia y el esfuerzo en cada proyecto que emprende.

«Mientras buscaba oportunidades en lo mío, me puse a trabajar en otras cosas. Fui camarera en un restaurante, limpié casas... Y no me importó. Cuando decides buscarte la vida, te tragas el orgullo y sigues». Claro que, si en medio se cruza el amor, la determinación se fortalece. Y eso fue lo que le ocurrió a May, quien, poco después de llegar, conoció al hombre que se convertiría en su esposo y padre de sus dos hijos.

«Éramos vecinos -relata-. Y muy críos. Quizá por eso el romance empezó con escenas como de película. Recuerdo que, al principio, él se paraba en la acera y tiraba piedrecitas a mi ventana, para que yo supiera que estaba ahí y bajara. Nos encontrábamos e íbamos a caminar. Y, después, cuando él pasaba frente al restaurante donde yo trabajaba, siempre intentaba quedarme cerca de la puerta para verlo y saludarlo. Sentía cosquillas en la tripa», confiesa ahora, dieciocho años después.

«Un gesto de confianza»
May y su marido se casaron pronto, conscientes de que «nadie daba dos duros por la relación» y de que aquello era toda una aventura. «No teníamos nada, ni dónde caernos muertos, pero cuando estás con alguien y le quieres no debes pensar en quién es esa persona ahora, sino en quién puede llegar a ser. Todos tenemos potencial para mejorar. La clave es trabajar para aprovechar tus cualidades», reflexiona May, que en la actualidad se dedica a la comunicación y trabaja en una emisora de radio.

Desde hace seis años, May García es la delegada de Radio Tropical en Álava. Además de poner voz a la programación de las mañanas, se encarga de la gestión comercial y las relaciones públicas en Vitoria, donde reside. «Me apasiona mi trabajo y siento que es ideal para mí porque disfruto mucho hablando con la gente y organizando eventos de carácter social, familiar y solidario», dice. También remarca que este trabajo fue una gran oportunidad para ella y «todo un gesto de confianza» por parte de los vascos.

«Aunque la idea de muchos extranjeros es integrarse, está claro que ese camino sólo puede hacerse de a dos. A veces tú pones de tu parte y, del otro lado, no hay respuesta. Por eso me siento muy agradecida porque alguien de aquí creyera en mí como profesional, como persona y sin prejuicios», señala.

«Los estereotipos afectan más de lo que parece. Antes de empezar en la radio, estudié estética, maquillaje y peluquería porque ese mundo, por mi pasado como modelo, me gusta. En un momento incluso abrí un centro estético mixto, pero muchos hombres se pensaban que, por ser latinoamericana, daba masajes de otro tipo. Fue violento y humillante», recuerda. Por eso expresa su «gratitud» hacia la gente que la valora «por lo que soy más allá de dónde haya nacido; defiendo a la mujer y aplaudo al hombre que la respeta», enfatiza. Ser mujer e inmigrante te obliga a redoblar los esfuerzos para demostrar tu valía, y casi nadie se para a pensar que nosotras, la mayor parte de las veces, somos quienes sostienen a nuestras familias, tanto aquí como en los países de origen».



4.10.10

Claves para realizar una mudanza con éxito

Organizarse, evaluar varios presupuestos y planificar la mudanza con antelación son factores esenciales para minimizar los contratiempos

Para la mayor parte de las familias, una mudanza representa un cambio de vida en el que se conjugan decisiones y emociones que provocan cansancio, situaciones de fricción y, por lo tanto, estrés. Es normal, cambiar de casa es un reto: supone un desgaste físico, mental y afectivo, además de un desembolso considerable de dinero. La organización y la planificación son claves para no sucumbir ante las cajas, las maletas y los armarios que, a pesar de los esfuerzos, nunca acaban de vaciarse. En este sentido, hay tres cuestiones básicas que deben tenerse en cuenta para minimizar el caos de un traslado: cuándo hacerlo, cómo hacerlo y qué llevar. Prever los tiempos, elegir la empresa o el método adecuado y seleccionar los objetos a conciencia evitará contratiempos, gastos excesivos y desgastes innecesarios.

Cuándo hacer una mudanza
La mayoría de las mudanzas se acometen en los meses de verano, coincidiendo con las vacaciones de los niños y los adultos. De ese modo, se dispone de más tiempo para supervisar los movimientos y realizar todos los pasos previos, los trámites burocráticos de cambio de domicilio, la organización del nuevo hogar y el traslado en sí. No obstante, no siempre se puede encarar una mudanza en el momento idóneo, y por ello es importante determinar cuándo se hará, para contar con cierto margen.
A la hora de fijar una fecha -con independencia del momento del año que sea-, es recomendable hacerlo, al menos, con dos meses de antelación. De ese modo, habrá tiempo suficiente para organizar las cosas de la casa que se deja, pedir varios presupuestos para compararlos con tranquilidad, evaluar si será necesario utilizar un guardamuebles, clasificar los objetos y hacer un inventario en condiciones.
Qué se debe llevar
Quienes hayan pasado por la experiencia de una mudanza -tanto propia como ajena- saben que es una ocasión obligada para desprenderse de muchas cosas que no se usan o no se necesitan y que, por comodidad o por pereza, se acumulan durante años. También deben conocer que no sólo consiste en mover objetos de un sitio a otro, sino que empieza mucho antes del traslado, cuando toca elegir qué se va a conservar, qué se ha de tirar y qué se va a hacer con el resto.

El primer paso es, sin duda, ése: clasificar las pertenencias y deshacerse de todas aquéllas que no se van a trasladar. Las que se encuentren en buen estado -la ropa, algunos libros o ciertos muebles- pueden donarse o venderse. Los electrodomésticos muy antiguos, o que ya no funcionen bien, pueden desecharse en los puntos limpios que hay en todas las ciudades. Lo importante es aligerar el espacio en casa y quitar de en medio todo lo que estorbe y contribuya a aumentar la sensación de desorden.

También es fundamental plantearse si compensa incluir ciertas cosas en la mudanza, o si es más rentable y práctico adquirirlas nuevas, después del traslado. Unos sillones viejos obligarán a contratar más espacio en el vehículo de transporte, y ralentizarán y encarecerán la mudanza. Una vajilla, aunque esté incompleta, requerirá un embalaje especial y un tratamiento más cuidadoso para evitar roturas... Hay muchos supuestos en los que conviene más renovar los enseres que conservarlos.

Una vez que se ha decidido qué cosas se van a conservar, lo siguiente es comenzar a empaquetarlas. Muchas empresas de mudanzas ofrecen servicios de embalaje y desmontaje de muebles, pero todo lo que se pueda hacer de antemano ahorrará tiempo y abaratará los costes. Además, preparar las cajas y las maletas con tiempo y sin intermediarios ayudará a elegir mejor los objetos y, sobre todo, a elaborar una lista completa de cuáles son y dónde están. En cualquier caso, etiquetar los paquetes y hacer un inventario exhaustivo es imprescindible, tanto para identificar las cajas más frágiles como para evitar que se extravíen cosas en el proceso.
Cómo hacer el traslado
Éste es el punto más delicado, ya que deben considerarse varias cuestiones. No todas las mudanzas son iguales; algunas son más complejas que otras, así que, como primera distinción, habrá que determinar si se hará por cuenta propia o si, en cambio, se requerirán los servicios de una empresa.
  • Hacer la mudanza uno mismo es más barato, pero más sacrificado. Y no siempre es posible. Para saber si esta opción es viable, hay que evaluar el volumen de trabajo, la distancia que se debe recorrer, los medios de los que se dispone y la relación coste-beneficio. ¿Cuándo conviene? Cuando no hay muchos objetos para transportar, los muebles son desmontables y livianos, los pisos disponen de ascensor o montacargas y la distancia entre uno y otro no es grande. En estos casos habrá que contar con un vehículo adecuado o, en su defecto, alquilarlo. El alquiler de una furgoneta o un furgón ronda 150 euros diarios más los gastos de gasolina, siempre que se recoja y se devuelva en la misma ciudad (y que la fecha elegida no coincida con días festivos).

  • Contratar una empresa especializada es más caro, pero más cómodo. Y, en general, es lo más práctico. De hecho, cuando hay muebles pesados, objetos valiosos y delicados, gran cantidad de cajas, distancias largas o barreras arquitectónicas en los edificios de llegada o de partida, es la única vía. Delegar en una empresa la mudanza es más descansado, pero exige trabajo previo: antes de poner las cosas personales en manos de terceros, hay que elegir con cuidado, pedir varios presupuestos e indagar sobre el tipo de servicios y las garantías que dan. El dilema pasa, entonces, por saber escoger una empresa que se ajuste a las necesidades, que ofrezca un buen servicio y cobre un precio razonable.
Elegir una empresa
Hay muchas empresas de mudanzas en el mercado, y cada una maneja precios diferentes y brinda servicios distintos. Unas toman en cuenta la accesibilidad a las viviendas para fijar los presupuestos, y otras no. Ciertas compañías sólo realizan traslados dentro de una ciudad o provincia, pero no llegan a otras comunidades autónomas. Algunas, por ejemplo, cuentan con guardamuebles y hasta lo ofrecen de manera gratuita durante periodos cortos como promoción, mientras que otras sólo se encargan del traslado. La diversidad de propuestas es tal que el precio de una misma mudanza puede variar entre 500 y 1.800 euros, según el lugar al que se acuda. ¿Entonces, qué se puede hacer? ¿Cómo saber cuál es la empresa adecuada?
Costes. Lo primero que hay que saber es que, a pesar de las diferencias, las empresas de mudanzas se rigen por criterios similares a la hora de emitir un presupuesto. En general, tienen en cuenta:
  • el tamaño de la vivienda (cuantos más metros, más muebles)
  • el volumen de los enseres (que se mide en metros cúbicos)
  • la distancia que han de recorrer hasta el nuevo domicilio.
Los responsables de varias empresas consultadas indican que la cantidad de objetos determina la cantidad de embalaje y la clase de vehículo que se va a utilizar para llevarlos de un sitio a otro. También explican que el tipo de objetos (más delicados, más pesados, etc.) incide en que se usen unos materiales de embalaje u otros, así como en la cantidad de personas necesarias para manipularlos. En algunos casos, si la vivienda está en un edificio sin ascensor, o si hay que utilizar una grúa, se cobra un precio adicional. Por ello, es común que las empresas envíen a un comercial a la casa para que vea por sí mismo cuál es el escenario, qué cosas hay que trasladar y pueda dar un presupuesto certero.

Más material de embalaje, más horas de trabajo, más personal y más combustible significan más dinero. Es decir que, como norma, el precio aumentará conforme aumente el volumen de objetos, la dificultad de acceso a la vivienda y la distancia que se deba recorrer.

Servicios. Todas las empresas de mudanzas cumplen su cometido básico: mover las cosas de lugar. Pero no todas brindan los mismos servicios. Como se señalaba antes, algunas se quedan sólo en eso, mientras que otras van a más. Entre estas últimas, destacan las que cuentan con servicio de guardamuebles, las que realizan viajes interprovinciales y las que tienen departamentos de Arte, personal cualificado para trasladar cuadros, esculturas y otras piezas similares, delicadas y valiosas. Es importante recordar que los opcionales se cobran aparte, y que algunas empresas más modestas no transportan objetos de valor por el riesgo que entraña. De ahí que sea crucial averiguar qué ofrece cada una y qué no.

Garantías. En una mudanza, todos los objetos son valiosos. Algunos, por lo que cuestan, y otros, por lo que significan. De ahí que, al confiárselos a una compañía, haya que prestar especial atención a las garantías que ofrece. Como cuestión básica, la empresa debe:

  • estar inscrita en el registro municipal
  • disponer de un seguro de responsabilidad civil
  • tener asegurados a sus empleados y cumplir con las normativas vigentes.
Pero, además de esto, es muy recomendable que cuente con un seguro de bienes que cubra daños, pérdidas y desperfectos de la carga durante todo el proceso de mudanza. En general, son las propias empresas quienes lo ofrecen, aunque conviene recordar que se trata de pólizas básicas; esto es, que no contemplan las piezas que tienen un valor económico o artístico elevado. Si entre las cosas a transportar hay objetos de este tipo, será necesario comunicárselo a la empresa para incluir en el contrato del seguro una cláusula especial.
La empresa de mudanzas idónea es aquella que mejor conjuga los costes, los servicios y las garantías. Y, también, la que mejor se adapta a las necesidades del cliente. Por esta razón, a la hora de comparar presupuestos y elegir, habrá que pensar, primero, qué servicios se necesitan. Y, a partir de allí, ver qué empresas los satisfacen, cuáles dan mayores garantías y cuáles cobran un precio acorde a su trabajo. A modo de consejo: no siempre lo más caro es lo mejor (porque en ocasiones el presupuesto incluye por defecto servicios que no se van a utilizar) y, en contrapartida, tampoco hay que fiarse de las empresas demasiado económicas. Lo barato, muchas veces, sale caro.

Precios orientativos
La siguiente tabla muestra, de manera aproximada, cuánto puede costar una mudanza en función del volumen de carga y la distancia a recorrer.

"Me gustaría formar parte de una cuadrilla en San Fausto"

Tras vivir diez años en Basauri, Ioana Vasilache y su esposo sienten que su hogar está aquí y quieren acercarse más a las costumbres y tradiciones vascas



Ioana Vasilache tenía 23 años cuando un autobús procedente de Rumanía la dejó en medio de Zaragoza. Su destino era Basauri, venía con su marido, y ninguno de los dos sabía hablar español. «Era febrero y viajamos durante tres días. Cuando llegamos por fin, nos encontramos solos en una acera, envueltos por el frío y sin saber qué hacer para trasladarnos a Euskadi -relata-. Además, no teníamos euros, sino dólares, así que Basilio, mi esposo, tuvo que apañárselas para ir hasta un banco y cambiar el dinero. Se demoró tanto en hacer el trámite que yo creí que me había abandonado».

El episodio sucedió hace diez años, pero Ioana lo recuerda a la perfección. «Siempre he creído que ese viaje tumultuoso fue una sinopsis de nuestra historia. La gente ahora viene más despreocupada, pero nosotros tuvimos que buscarnos la vida desde el principio», sostiene, y no se refiere sólo al País Vasco, sino también a Rumanía.
Antes de emigrar, Ioana trabajó como profesora en su pueblo, al nordeste del país, pero no había perspectivas de progreso y el ambiente era «muy triste». Por eso decidió marcharse a la ciudad, «para seguir estudiando y ganar algo más de dinero». Encontró trabajo en un restaurante, como camarera, y allí conoció a Basilio. «Nos casamos poco después, pero no teníamos nada, tan solo los ahorros de lo que habíamos ganado esa temporada. Y con eso fue que vinimos».

Eligieron Basauri porque allí tenían un amigo de la infancia, «al menos, alguien conocido», dice Ioana, que fue la primera en conseguir empleo. «Empecé como interna en una casa y sólo libraba las tardes de los jueves y los domingos. Durante varios meses, esos eran los únicos días que mi esposo y yo nos veíamos», explica. Basilio también trabajaba, pero días sueltos, «en lo que podía o iba surgiendo». No fue hasta tener los 'papeles' cuando pudieron progresar «de verdad».
«Si no tienes documentos, no puedes establecerte ni trabajar con seriedad. Vives al día y eso te impide proyectarte a futuro. Al regularizar nuestra situación, la vida dio un giro de 180º. Conseguimos mejores trabajos, pudimos formar una familia y, con el tiempo, asumir una hipoteca para comprar nuestra casa», resume Ioana. «Tener un hogar, nuestro 'nido', siempre había sido un sueño inalcanzable en Rumanía. Cuando nos fuimos de allí, los sueldos promedio eran de 70 euros y los pisos costaban 20.000. Ahora han mejorado los salarios, pero el coste de la vivienda se ha disparado. Al menos aquí, trabajando duro, consigues abrirte camino», añade.
Iniciar una nueva empresa
Ioana y su marido tienen dos hijos, de 8 y 4 años. En la actualidad, él dirige una pequeña empresa de construcción y, ahora que los niños son más grandes, ella ha decidido tener su propio negocio. El mes pasado, abrió una tienda de alimentación en Basauri, donde vende frutas, verduras y productos típicos de Rumanía. «Vinimos a trabajar -insiste-. No podemos tener sólo un ingreso en casa. Da igual levantarse a las cuatro de la mañana si es para progresar. Queremos una vida mejor para nuestros hijos, que no tengan que sacrificarse tanto».

El esfuerzo de la última década les ha permitido regresar a su país de vacaciones y disfrutar de sitios que antes no conocían. «Todo el mundo nos preguntaba por Drácula y su castillo, y nosotros nunca habíamos estado, pues no teníamos con qué hacer turismo», relata Ioana a modo de ejemplo. «De todas formas, cuando vamos, lo principal es la familia... Bueno, la que va quedando, ya que los años pasan para todos», matiza.

«La verdad, después de tanto tiempo y tantas cosas, hemos entendido que nuestro hogar está aquí, que nuestro sitio es éste. Por eso queremos integrarnos más y participar de las costumbres y tradiciones vascas. Nos encantaría colaborar en las fiestas patronales y, por supuesto, me gustaría formar parte de una cuadrilla en San Fausto».