31.5.08

"Ser abogado de extranjeros es un desafío"

Al igual que la cultura o el clima, las leyes también varían en función de cada país. En ese sentido, el aumento de la población extranjera supone una actualización permanente para abogados y jueces, ya que «los inmigrantes no sólo tramitan permisos de residencia. A medida que se insertan en la sociedad, cambian sus necesidades y surgen otras inquietudes legales», asegura el letrado Jaime Sanz.

La primera vez que pisó España, Jaime era un adolescente. Fue en 1988, cuando su padre -un destacado juez colombiano- obtuvo una beca para estudiar en la Universidad de Navarra. La experiencia duró un año, pero caló con fuerza en todo el núcleo familiar; sobre todo en él y en sus hermanas, que ya entonces vieron la importancia de estudiar en el extranjero. «Regresamos a nuestro país pensando en volver algún día», dice ahora. Lo que nunca imaginó fue que, al final, se quedaría.

Estudió Derecho en Colombia y, siguiendo los pasos de su padre, ganó una beca para cursar un semestre de la carrera en Galicia. Vivió siete meses en A Coruña, volvió a su país y se graduó. Poco después comenzó un posgrado, pero, justo en medio del curso, tuvo una nueva posibilidad de seguir estudiando aquí. Esta vez, en la Universidad de Navarra. «La idea era quedarme tres años y acabar el Master en Derecho», cuenta.

No obstante, la vida da muchas vueltas y resulta difícil predecirla, más aún cuando el amor decide jugar una carta. «Yo tenía dos amigos, un andaluz y un navarro. Un día, nos invitaron a una fiesta de cumpleaños en Galicia y allí fuimos los tres. En esa fiesta, en Ribadeo, conocí a una chica de Bilbao que, hoy en día, es mi mujer», resume.

El noviazgo comenzó con ella viviendo en la capital vizcaína y con él residiendo en Pamplona, donde había comenzado a trabajar para un bufete de abogados.Y la relación continuó a la distancia, incluso cuando a él le ofrecieron un mejor puesto de trabajo en Colombia. «Nos veíamos en las vacaciones, pero era muy difícil. Llegó un punto en el que dijimos 'o nos casamos o lo dejamos' porque ya no podíamos seguir haciéndonos daño con la distancia», confiesa.

Decidieron contraer matrimonio, aunque con unas reglas de base muy claras. La primera, que celebrarían la boda en el país donde no fueran a residir. La segunda, que se darían un año de prueba para saber si podrían adaptarse. Y la tercera, que si al cabo de ese tiempo no conseguían sentirse cómodos, se mudarían de país. Así, se casaron en Euskadi, vivieron un año en Colombia y regresaron a Vizcaya, donde él empezó desde cero.

Tiempos duros
«En Bilbao no conocía a nadie más que a la familia de mi esposa, así que me resultó un poco difícil desarrollarme como profesional -explica-. Tenía la posibilidad de trabajar en el negocio de mi suegro, pero yo quería dedicarme a lo mío, y eso siempre cuesta» Convencido de su vocación, Jaime convalidó su título y comenzó a hacer prácticas en un despacho de abogados. «Es duro encarar el rol de pasante cuando tienes diez o doce años de ejercicio a tus espaldas, pero la verdad es que esos meses como becario me sirvieron mucho para aprender los usos y costumbres; las 'leyes no escritas' que tiene la profesión».

No pasó mucho tiempo hasta que decidió abrir un bufete propio. «Todo el mundo me decía que estaba loco, pero lo hice igual. Quería dedicarme a llevar casos de extranjeros residentes en Euskadi y sabía que sus necesidades estaban desatendidas», expone. Unas necesidades que requieren «actualizarse constantemente» porque no se limitan a tramitar 'papeles' o a la Ley de Extranjería.

«Dos personas extranjeras pueden divorciarse aquí aunque se hayan casado en otro país -pone como ejemplo-. Claro que deben homologar el divorcio porque, si no lo hacen y vuelven a casarse, podrían acusarles de bigamia». Lo bonito, para Jaime, es explicar con claridad cada cosa a sus clientes. «Conozco gente a la que han condenado y ni siquiera se ha dado cuenta».

23.5.08

"Nos preocupa la situación de los locutorios"

La nueva ordenanza que regula la actividad en los locutorios de Bilbao ha generado «malestar» entre sus propietarios, en su mayoría, extranjeros. Moulay Dryss, dueño de uno de los 68 locales que funcionan en la villa, tacha la normativa de «injusta. Nos quieren quitar de en medio porque molestamos», dice.

Lleva trece años afincado en Bilbao; desde que vino para cursar su segunda carrera, Ingeniería. Antes de eso, en Marruecos, había estudiado Física, aunque actualmente no ejerce ninguna de las dos profesiones. Cuando decidió quedarse en Euskadi, Moulay Dryss también pensó en «hacer algo distinto», así que montó una empresa con un servicio innovador: el primer locutorio bilbaíno, que aún sigue abierto en San Francisco. Hoy, Moulay posee tres locales en Vizcaya y puede presumir de dar trabajo a nueve personas. Sin embargo, no se jacta.

En realidad, está «preocupado», como los demás propietarios de los locutorios de la villa, que han recibido con «indignación y sorpresa» la nueva ordenanza municipal que endurecerá las condiciones para esta rama de la actividad a partir de septiembre. La iniciativa del Ayuntamiento se basa, por un lado, en las denuncias de algunos vecinos, que se han quejado por el ruido y el 'mal ambiente' que se genera en torno a ciertos locutorios. Por otro, procura ordenar la actividad comercial, impidiendo la venta de productos que no pertenezcan estrictamente a las telecomunicaciones; en especial, los de alimentación y bebidas. A su vez, los nuevos locutorios deberán estar a 200 metros de distancia, como mínimo, de los que ya existen, y deberán cumplir con ciertos requisitos técnicos de insonorización o accesibilidad y uso para minusválidos.

El fundamento resulta muy simple, pero permite unas lecturas complejas. «Los locutorios que no tengan licencia para vender alimentos no podrán hacerlo, y en el Ayuntamiento dicen que es para evitar la competencia desleal con otros comerciantes -expone Moulay-. Lo cierto es que no existe tal competencia, porque los productos que se ofrecen son típicos de nuestros países y no se encuentran en las tiendas de aquí. Además, los ingresos por la venta de alimentos suponen más del 30% del negocio. Está claro que muchos locutorios, cuando pierdan esa rama, cerrarán».

La 'red social'
Y, a juicio de Moulay, «la intención es esa». Además de las llamadas internacionales más baratas y de los productos típicos, la tercera vía de ingresos de estos locales es el envío de remesas. «Es evidente que nos quieren quitar de en medio porque molestamos. Si quisieran normalizar la actividad comercial, debería ser igual para todos. ¿Los estancos tienen licencia para vender golosinas? Y los bancos..., ¿tienen licencia para vender ordenadores y cámaras fotográficas?», se pregunta.

«Lo que pasa -continúa- es que la pobreza vende. Ahora todos quieren ganar dinero con los inmigrantes y con sus necesidades. La ordenanza municipal no contempla la situación de quienes trabajan en los locutorios ni de sus familias. Y tampoco tiene en cuenta que estos establecimientos son mucho más que un sitio para llamar por teléfono a casa». Son lugares donde la gente va también a socializar y a «resolver muchos problemas».

Entre ellos, la búsqueda de trabajo, de un lugar para vivir o de paisanos que residan en Euskadi y que les puedan orientar cuando llegan. «Todo eso es gratuito y va más allá del negocio. Los locutorios constituyen una red social muy importante. Basta con mirar los tablones de anuncios o escuchar un par de conversaciones para darse cuenta de ello». Por esa razón, y porque representan una fuente de trabajo para muchas familias de extranjeros, Moulay se muestra preocupado por la situación, que pone en jaque a los locales existentes y dificulta la apertura de otros nuevos.

16.5.08

"Euskadi tiene algo especial que al final te acaba enganchando"

Cuando camina junto a la ría y observa la zona del Guggenheim, Cristina Chamizo siente que mira un espejo. En cierto modo, el cambio de la ciudad refleja el suyo propio y sintetiza una renovación que no siempre ha sido sencilla. «Lo más duro de la emigración es, sin duda, la soledad», asegura.

Se dice rápido, pero en dos décadas pueden cambiar muchas cosas, especialmente cuando se trata de la vida de una persona. Así fue para Cristina, que llegó con 25 años y que, a pesar de no haberlo previsto, terminó quedándose. «La mayor parte de los inmigrantes viene con la intención de regresar a su país. No importa si has viajado por estudios, por trabajo o por una situación de conflicto; en general, siempre tienes como meta el regreso», dice.

En su caso, el motivo era afectivo y tenía unas fechas concretas, ya que vino por cinco años para acompañar a su marido, que quería hacer aquí una especialización en Medicina. Cristina tenía entonces un buen trabajo en Colombia, donde era responsable de un laboratorio, pero la aventura de cruzar el mundo no la intimidó en absoluto.

Nunca olvidará la llegada y, mucho menos, los primeros tiempos. «Llovía y estaba oscuro -recuerda- y al piso donde vivíamos le hacía falta de todo. Yo miraba por la ventana y no paraba de llorar; me sentía muy sola...». Aunque había venido para acompañar a su esposo, Cristina quería estudiar y avanzar en su profesión: bacteriología y laboratorio clínico. Su decepción fue grande cuando descubrió que la carrera no existía como tal, a menos que estudiara previamente Medicina.

No tardó en quedar embarazada. «Mi primera niña, que ahora tiene veinte años, nació con una enfermedad neurológica que requiere de muchos cuidados y que no tiene cura. Esa fue la razón principal por la que decidimos quedarnos. Aquí disponíamos de unos tratamientos y un servicio sanitario muy completo que, por aquel entonces, en Colombia no existía», detalla. «Por supuesto, tenía ganas de volver a casa, pero siempre hay prioridades y los hijos están por encima de todo».

Nueve años después de haber llegado a Bilbao, Cristina decidió que era momento de retomar su vida profesional y comenzó a estudiar Enfermería. Para ese entonces ya tenía nacionalidad española y, al terminar la carrera, se presentó a las oposiciones. «Homologaron mi título universitario y acabé trabajando en el Hospital de Basurto -resume-. La verdad, me siento muy afortunada porque he podido desarrollarme en lo personal y lo laboral. No fue fácil conseguirlo, pero lo hice, y por eso cuando miro a la ciudad tengo la sensación de que hemos ido evolucionando al mismo tiempo».

Pimientos en la maleta
Crecer significa cambiar, y esto vale tanto para lo complejo como para las cosas más simples. Hace veinte años, una de sus maletas vino cargada de café colombiano porque no había, como existen hoy, ultramarinos con productos de su tierra. «La primera Navidad fuera de mi país la pasé en Holanda, y cuando vi unas guayabas en un puesto de frutas casi me abalanzo sobre ellas», cuenta entre risas. En la actualidad, cuando va Colombia de vacaciones, una de sus maletas va cargada de productos de aquí. «No viajo sin los pimientos de piquillo, una botella de buen vino y bastante aceite de oliva. La gastronomía local me ha conquistado». También lo ha hecho la gente.

Si bien en todo este tiempo Cristina ha viajado a su ciudad con frecuencia, no puede evitar echar de menos Euskadi. «Cuando llega la tercera semana de vacaciones, ya estoy con ganas de volver. No es que no me guste mi país; al contrario. Lo que ocurre es que las cosas más importantes de mi vida han sucedido en Bilbao. He crecido en este lugar y, además, el País Vasco tiene algo especial; algo que, al final, te acaba enganchando».

Desde la comida hasta las personas, que «al principio parecen duras, pero tienen un gran corazón. Si un vasco te abre las puertas, lo hace de verdad. Son excelentes amigos y muy leales», opina. Asimismo, Cristina lamenta que se conozca sólo lo malo que hay en Colombia.

12.5.08

Préstamos para bodas y comuniones

Bodas y comuniones se han transformado en costosas celebraciones que ponen en aprietos económicos a muchas familias españolas

Una celebración de veinte sueldos
Las bodas y las comuniones son ceremonias que en España se han convertido en esperados acontecimientos sociales: verdaderas fiestas con banquete y vestimenta de gala que suponen para las familias un desembolso económico importante. De media, celebrar una primera comunión equivale a gastar unos 3.000 euros por hijo, mientras que en el caso de las bodas la cifra ronda los cinco dígitos: de 10.000 euros en adelante, dependiendo de las opciones elegidas y de la provincia donde se celebre el festejo. Si se toma como referencia el salario mínimo interprofesional, fijado en 600 euros, puede decirse que unas pocas horas de reunión con los parientes y los amigos cuestan entre seis y 20 sueldos enteros. Y eso sólo en promedio, porque las hay más caras todavía.

A grandes rasgos, en una primera comunión es necesario pensar en el vestido y los complementos de los pequeños, que van de los 300 a los 800 euros, según se trate de un niño o una niña (los trajes para ellas son más caros). Pero, además, hay que contar la ropa de la familia, los gastos de peluquería, la contratación de un fotógrafo, los recordatorios del evento y, por supuesto, la comida. En este último apartado, un convite para unas 50 personas no baja de 2.200 euros. Los costes se multiplican cuando se trata de una boda, donde sólo el traje de novia puede valer entre 900 y 6.000 euros. El banquete también es más caro, ya que no hay tantos menús infantiles como en el caso de una comunión, y los precios oscilan entre los 80 y los 120 euros de media por comensal. Si sumamos la ropa del novio, los complementos para ambos, los gastos de peluquería, transporte y música, es muy fácil llegar a los 10.000 euros que cuesta, como mínimo, celebrar el enlace matrimonial.

Estas cifras sobrepasan el poder adquisitivo de muchas familias españolas, incluso de las que ahorran para el evento porque lo prevén con antelación. En ese contexto, los créditos personales proliferan en el mercado y las empresas de préstamos hallan un terreno fértil para desarrollar su actividad. La Asociación Nacional de Establecimientos Financieros de Crédito (ASNEF) no cuenta con datos cuantificados al respecto ya que -como aseguran- no hay modo de saber el destino final de un préstamo personal con tanto detalle. No obstante, existen firmas crediticias que, además de facilitar dinero para los sectores "estrella" (la compra de un coche, la realización de un viaje o la acometida de reformas en la vivienda), ofrecen paquetes específicos para la celebración de una primera comunión o una boda.

Es el caso, por ejemplo, del crédito "Imagine", del ABN Amro Bank, que presta 18.000 euros para los gastos del enlace, con la posibilidad de pagarlo en un plazo de hasta seis años. En este supuesto, el solicitante paga 72 cuotas de 334 euros, más una comisión de apertura de 525 euros y un seguro obligatorio que asciende a los 1.278 euros. El total financiado suma casi 20.000 euros. La Caja de Ahorros de la Inmaculada oferta el llamado "Préstamo Familiar", diseñado expresamente para sufragar los gastos derivados de estos eventos familiares, y su gran novedad es que facilita mejores condiciones económicas a los miembros de las familias numerosas, a quienes se aplica un tipo de interés fijo preferente. El importe máximo de este préstamo alcanza los 18.000 euros que se pueden devolver en un plazo máximo de ocho años. Entre los alicientes para contratarlo destacan la exención de comisiones de amortización y cancelación anticipada. De similares características es el "Préstamo Gastos Familiares", confeccionado por Ibercaja, que permite a su titular la opción de pagarlo a través de cuotas fijas o variables durante toda la vida del préstamo con la posibilidad de hacerlo con cuotas mensuales, trimestrales o semestrales. Otro préstamo es el "Crédito Celebraciones" de Caja Segovia, de disponibilidad inmediata y con un período de amortización de hasta seis años.
Soluciones a plazos
También las empresas de créditos rápidos ofertan este tipo de producto; en general, 6.000 euros que se pueden pagar en cuatro años. Como resultado, se acaba devolviendo la cantidad prestada más 2.200 euros. En cualquiera de estos casos, es importante prestar atención a las condiciones del préstamo, en especial a la Tasa Anual Equivalente, más conocida como T.A.E., pues varía mucho de una firma a otra; tanto que, mientras en unas ronda el 10%, en otras supera el 24%. Como siempre, antes de recurrir a un crédito rápido, es imprescindible leer bien la letra pequeña y, lógicamente, hacer cuentas. Muchas familias ya afrontan otras cuotas mensuales para pagar el coche o la hipoteca, y añadir 200 ó 300 euros al gasto fijo puede desembocar en un aprieto económico serio. Ahora bien, al margen de la prudencia, que es recomendable en todos los casos, hay que tener en cuenta una cuestión en lo relativo a estos créditos: la mayor parte del dinero que se solicita no va destinado al acto religioso en sí, sino a las celebraciones que lo rodean y, en algunos casos, a cubrir gastos "accesorios" o posteriores, como aprovechar el préstamo para renovar el coche, o cubrir los costes de un viaje, ya sea para novios o para el niño que recibe su primera comunión.

El presidente de la Federación de Asociaciones de Agencias de Viajes explica que la "luna de miel" está tan arraigada en la cultura española que los especialistas ya tienen detectadas las épocas del año con mayor actividad y promocionan paquetes y paquetes concretas. Mayo y octubre son, en este sentido, los meses más fuertes. En cuanto a las comuniones, empieza a ser frecuente celebrar el acto con un viaje a Eurodisney y Terra Mítica como destinos estrella. Por otro lado, hay que advertir de que la contratación del banquete se paga en metálico, aunque se pueden dar casos de familias que pagan con su tarjeta de crédito cuando el límite de la misma permite cubrir el monto.

Un ritual marcado por el cumplimiento de pautas sociales
Ya sea para contratar un viaje u ofrecer un banquete, los expertos insisten en que se eviten, en la medida de los posible, las deudas. Son muchas las ocasiones en que se gasta más de lo que se tiene, o se aprovecha el crédito para renovar el coche y aparentar ante los demás una situación de bienestar económica ficticia. Hay que tener en cuenta que casarse, en realidad, no cuesta más de 100 euros. De base, los trámites documentales para contraer matrimonio tienen en Madrid, por ejemplo, un precio fijo establecido en 50 euros. Por lo demás, no existe una tasa o arancel concreto que se haya de pagar por una boda en la iglesia. Así, los párrocos son libres a la hora de determinar lo que piden a los novios por la celebración; un dinero que suele depender de los gastos que ésta ocasione (como las luces o la música), pero que en algunas parroquias puede ser gratuito o quedar a la voluntad de los contrayentes. En otras, la tasa se puede elevar, sobre todo si la boda se realiza "en una iglesia muy céntrica, muy solicitada o muy bonita artísticamente".

En el caso de las comuniones, el planteamiento es similar, de modo que ambas cuestiones conducen a la misma pregunta: ¿por qué gastar 6.000, 10.000 ó 18.000 euros en un evento que podría celebrarse con 100? Y, más que eso, ¿por qué endeudarse y pedir un crédito para gastar más de lo que se tiene? Según Gerardo Meil, miembro de la Federación Española de Sociología (FES) y catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), las familias necesitan "ritualizar" determinado tipo de actos, como las primeras comuniones o las bodas, y dotarlos de un significado especial para que puedan ser rememorados en el tiempo como algo singular. El problema, señala, es que lograr esa singularidad resulta cada vez más difícil en la sociedad del consumo, donde todo funciona a ritmo de vértigo y las cosas -incluso los eventos- vienen acompañadas de la enseña "usar y tirar".

Organizar estas celebraciones como un gran acto social que se prepara durante meses y que es costoso, tanto en tiempo como en dinero, es lo que dota al acontecimiento de una relevancia que de otro modo no tendría, explica este profesional especializado en la sociología de la familia. El hecho de invitar a los parientes y a los amigos se sitúa en la misma línea de validación social y, por ello, todo gasto parece escaso a la hora de realizar el festejo. El objetivo, por un lado, es lograr que ese día se salga de lo normal o lo corriente, y que no esté marcado por un "consumo acumulativo" como todos los demás. De ahí que una parte fundamental de los gastos tenga que ver con el reportaje fotográfico o la realización de un vídeo que atesore el momento a lo largo de los años. La importancia que se le da a este tema se ve reflejada en las cantidades de dinero que se destina a la contratación de estos servicios. Ambos -fotos y vídeo-, cuestan de media unos 400 euros.

Sin embargo, mientras se busca que el evento sea excepcional en el sentido más estricto del término, las familias españolas se desviven por celebrar la comunión o la boda "como es debido", así, entre comillas, porque lo "debido" ha cambiado mucho en el curso de los últimos años. Para Gerardo Meil existen una serie de pautas sociales que, en cierta forma, obligan a las personas a cumplir con ellas, y eso resulta evidente en el caso de las primeras comuniones, que en la actualidad se festejan como si fueran bodas, con toda una parafernalia que dista mucho de aquellas chocolatadas o meriendas en la sala de casa. Como indica el sociólogo, con estos eventos se genera una voluntad por demostrar éxito económico y un nivel de bienestar que actúa como un bumerán para aquellas familias que, en realidad, no lo tienen.
Ideas para ahorrar

Antes de recurrir a un crédito rápido, o de gastar la mayor parte de los ahorros en la celebración de estos acontecimientos, es importante pensar en alternativas. Incluso si se quiere festejar la ocasión "como es debido", hay algunos servicios que pueden abaratar el coste final. El traje de los novios, cuando se trata de una boda, o la ropa de los niños para su primera comunión es uno de los ítems más costosos de la amplia lista de gastos. Por ello, en España hay muchas tiendas de alquiler de ropa que, en la actualidad, experimentan un auge notorio. Los propietarios de estos comercios aseguran que cada vez hay más personas decididas a alquilar los vestidos para las ceremonias, ya que el servicio economiza -y mucho- el coste total del evento. Un chaqué, por ejemplo, puede conseguirse a partir de los 65 euros, y un traje de novia, a partir de los 150. En el caso de los niños, con 100 ó 150 euros, vestirán el traje de sus sueños para celebrar su primera comunión.

En este sentido, la gran novedad radica en que son muchas las tiendas que ofrecen la posibilidad de llevar por unas horas trajes nuevos, no de segunda mano. Esta opción es un poco más costosa (el precio del chaqué ronda los 220 euros), pero sigue resultando más barata que la compra. ¿Cómo funciona? Se alquila de viernes a lunes, en modalidad de estreno, semi estreno o normal. Lo único que exige la tienda es que el traje se devuelva en las mismas condiciones en que fue entregado al cliente, y si hubiera algún desperfecto, pagar el valor de la pieza rota como si fuera nueva.

En el caso del reportaje fotográfico, es conveniente consultar a varios profesionales, averiguar cuánto cobran, establecer de antemano qué servicios incluye el precio y, sobre todo, estudiar sus trabajos anteriores. Lo mismo puede aplicarse al vídeo, aunque este servicio puede sustituirse con una cámara casera y la ayuda de algún familiar o amigo. A ellos también se les puede pedir prestado el coche para ahorrar los gastos de alquiler o compra de un vehículo que luzca bonito. En el momento de decorar la iglesia, un buen método para economizar los gastos es compartir la compra de los adornos florales con otras parejas que se casen el mismo día, o con los padres de los niños que celebren juntos su primera comunión. Lo fundamental, cuando se contrate cualquier servicio, es comparar precios, saber con exactitud qué cubre el coste y, sobre todo, elegir aquellos que se ajusten a las posibilidades reales de la pareja o el núcleo familiar.

10.5.08

"Vine en busca de cultura y libertad de expresión"

Cuando camina por la calle y se encuentra con una marcha, cuando habla por teléfono y puede decir lo que piensa o cuando mira una película de contenido social y crítico, Rafael Romero siente que su migración fue un acierto. Residente en el País Vasco desde hace un año y tres meses, este documentalista nacido en El Salvador explica que su viaje le ha supuesto libertad. «Aquí puedo enriquecer mi cultura sin miedo a las represalias», dice.

Poco se sabe sobre El Salvador, excepto que es un país de Centroamérica que limita con Guatemala y Honduras. Y menos aún sobre sus habitantes. Tampoco hay tantos salvadoreños que residan en Euskadi, de modo que la conversación con 'Rafa' es, ante todo, reveladora. Documentalista y fotógrafo de profesión, Rafael Romero llegó a Bilbao a comienzos de 2007, acompañando a su mujer, que es vasca y quería regresar a su tierra. «Tenía ganas de terminar la carrera», precisa él, aunque ese no haya sido el único motivo para iniciar el viaje.

Lo que trajo a Rafael hasta Euskadi fue la situación política de América Central, que «es muy tensa» y que, debido a su profesión, le hacía sentirse inseguro. Los documentales de corte social, que son los que más le interesan, «están totalmente censurados -cuenta-. No existe la libertad de expresión, ni hay posibilidad de ser crítico». Con esa línea vedada, la salida laboral más parecida es la propaganda y la publicidad; dos ramas de la comunicación audiovisual a las que se dedicó durante dieciséis años.

«Primero trabajé para los partidos de la derecha, realizando sus campañas políticas, y después me pasé a la izquierda. El problema es que allí te encasillan en una corriente ideológica por el simple hecho de crear un 'spot' y, al final, cuando te asocian a un partido, resulta muy complicado que te den trabajo, más allá de lo que pienses o creas. Además -agrega-, yo tenía inquietudes sociales y quería difundirlas de otro modo, sin depender de nadie».

El deseo se transforma en utopía cuando a un país lo rige la censura, la persecución y la pérdida de identidad cultural. «El Salvador no tiene una moneda propia; funciona con el dólar», señala Rafael con tristeza, porque el dato es más que una anécdota. Según relata, la influencia norteamericana es tan grande que todo el sistema político, financiero y social se ha transformado por completo. «Somos el único país de Centroamérica que tiene tropas en Irak». De ahí que exista una Ley Antiterrorista y una «pesquisa permanente» que incluye «detenciones y hasta escuchas telefónicas».

Para los salvadoreños, Estados Unidos representa un modelo a seguir y un destino. «El 80% de los habitantes de mi país vive de las remesas que les envían sus familiares -expone Rafael-. Y después está lo otro; la influencia cultural. Las marcas de la ropa, los filmes hollywoodenses, el consumo desorbitado, las consolas y las cadenas de comida basura Hasta los campesinos que no saben expresarse bien quieren tener unas playeras de marca. Es tremendo».

El ejemplo vasco
La emigración hacia Europa es distinta, y el documentalista hace hincapié en ello. «Las familias acomodadas envían aquí a sus hijos para que conozcan otro mundo. Yo mismo vine a Euskadi en busca de cultura y libertad de expresión. El motivo no es económico, sino intelectual», apostilla. «Lo que más me gusta de los vascos es su manera de expresarse, la posibilidad de hacer pancartas, organizar una manifestación, debatir, criticar... El País Vasco tiene un punto social que me parece muy interesante».

Por ello, en este tiempo, Rafael se ha dedicado a documentar escenas de la participación ciudadana. «Quiero hacer un vídeo y enviarlo a mi país, mostrarle a los jóvenes de El Salvador que se puede vivir de otra manera, que discrepar es sano y hace bien al conjunto de la sociedad». Pero también se ha volcado en aprender, algo que pudo lograr en el espacio de Hacería Arteak, donde perfeccionó sus conocimientos de iluminación teatral y comenzó a desarrollar su vocación artística y social. «Me siento muy satisfecho de la experiencia que he adquirido aquí. Bilbao ha dejado crecer al Robin Hood que llevaba dentro».

6.5.08

Fuentes de financiación alternativas ante un apuro económico

Familia, amigos, empresa e incluso prestamistas privados se convierten en fuentes de financiación alternativas a las entidades bancarias en caso de apuro económico
Con el aumento generalizado del precio de los servicios y alimentos básicos y de los tipos de interés, que no acaban de tocar techo, se aprecia un incremento de la morosidad y el desempleo. La consecuencia es que no todos los españoles llegan a fin de mes ni tienen acceso a un préstamo o un crédito de tipo tradicional. Las pólizas de seguro, los lugares de trabajo, la familia y los amigos se perfilan como alternativas de financiación. También lo hacen los prestamistas privados, aunque los expertos alertan del riesgo de estafa y usura, y recomiendan leer con atención los contratos.

Para muchas familias españolas, afrontar todos sus gastos y llegar a fin de mes representa un quebradero de cabeza. No sólo el coste de vida ha aumentado. También lo han hecho el paro, el Euribor y las deudas. El Banco de España es muy claro cuando afirma que el nivel de endeudamiento de los hogares ha crecido durante los últimos años, y que lo ha hecho considerablemente más que sus activos. Es decir, que se debe más de lo que se gana y que se gasta más de lo que se tiene. La mayor parte de ese déficit obedece a los créditos hipotecarios -la deuda global por este concepto supera ya los 650.000 millones de euros-, aunque otros factores también amenazan a la economía familiar. Un ejemplo: sólo durante el año pasado, 117.000 personas se quedaron sin trabajo; el nivel de desempleo aumentó hasta el 8,6%. Al mismo tiempo, el valor de algunos bienes y servicios, como las medicinas o el transporte, se ha encarecido. Como dato significativo, la tasa interanual del Índice de Precios de Consumo subió una décima en marzo hasta situarse en el 4,5%; el porcentaje más elevado de los últimos trece años.

Si bien es cierto que a veces no se les presta atención a estas cifras, no puede decirse lo mismo sobre sus consecuencias más inmediatas. La sensación de que el dinero no alcanza, o que se escurre con facilidad, hace mella en las conversaciones cotidianas y se refleja, además, en las encuestas. Ocho de cada diez españoles consideran que la situación económica del país es mala, muy mala o regular; mientras que el paro y los problemas monetarios encabezan las preocupaciones ciudadanas. Así lo recoge el barómetro más reciente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), correspondiente al mes de febrero, y los números mencionados confirman que esa inquietud se apoya en los hechos. Para muchas familias, las cuentas se han ajustado hasta tal punto que cualquier imprevisto o gasto extra es capaz de acabar con sus ahorros o, peor aún, de hacer que sus activos queden escritos con números rojos.
En estos casos no basta con apretarse el cinturón. Por mucho que se cuide el dinero o se intente ahorrar día a día, las facturas llegan puntuales y no siempre es posible cubrirlas. La solución más habitual consiste en pedir un préstamo, pero, ¿qué pasa cuando no se consigue?
Muchas veces, cuando ya se han contraído deudas -desde la hipoteca y la cuota del coche, hasta un viaje financiado o la saturación de las tarjetas-, resulta complicado obtener efectivo, ya que las entidades bancarias y las casas de crédito se manejan con cautela. La Asociación Naciona de Establecimientos Financieros de Crédito (ASNEF) señala que, en este sentido, cada firma tiene su normativa interna y que los requisitos que se exigen al solicitante pueden variar de una a otra. No obstante, la precaución está al alza y existe una razón para ello: la morosidad de los créditos concedidos por los bancos, las cajas de ahorro y las cooperativas de crédito ha aumentado hasta alcanzar niveles que no se registraban desde hace más de un lustro.

Las pólizas del seguro
Ahora bien, ¿qué se puede hacer ante una situación asfixiante? Dejando a un lado a los bancos y a las casas de préstamos "tradicionales", ¿existen otras maneras de lograr liquidez? La respuesta es que sí, aunque antes de dar cualquier paso es importante pensarlo muy bien. Una opción viable, en caso de tener contratado un seguro de vida, es echar mano del dinero de la póliza. El interés suele ser menor que en los establecimientos de crédito y, al margen de eso, no hay obligación de devolver la cantidad solicitada.
Pero esta característica, que en principio se puede interpretar como una ventaja, es en realidad un arma de doble filo. Al no haber plazo de reembolso ni exigencias apremiantes, el riesgo de no reponerlo nunca es más alto. Desde UNESPA, la Unión Española de Entidades Aseguradoras, explican que cada seguro de vida y ahorro es diferente y tiene unas cláusulas propias, aunque en principio se puede disponer de esos fondos cuando uno quiera. A fin de cuentas, "es el dinero del cliente", pero ahí radica el problema: de no devolver esa suma, los beneficios del seguro se verán reducidos.

El lugar de trabajo
Recurrir al lugar de trabajo es también una posibilidad, siempre que se tenga un contrato con una antigüedad mínima de tres meses. Si la empresa dispone de un plan de pensiones, es viable obtener un préstamo de ahí. Sin duda, es mejor que extraer el efectivo de la jubilación, puesto que evita el pago de impuestos adicionales. No obstante, presenta algunos inconvenientes. Cuando el dinero no se devuelve en el plazo pactado, no queda más remedio que asumir impuestos y penalizaciones; y en caso de perder el empleo, el préstamo deberá devolverse de manera inmediata, además de costear los impuestos por retirar el efectivo antes de tiempo. Pero, en el ámbito del trabajo, el mecanismo más usual para lograr liquidez es solicitar un anticipo del sueldo; un método que, si bien ha caído en desuso y varía según lo pactado en los convenios colectivos, está amparado y regulado por la ley.

El artículo 29 del Estatuto de los Trabajadores establece que el empleado tiene derecho a percibir, sin que llegue el día señalado para el pago, "anticipos a cuenta del trabajo ya realizado". Esto significa que si la empresa liquida los sueldos al comienzo de cada mes, pero aún restan algunos días para que llegue esa fecha, el trabajador puede solicitar que se le pague lo que ha hecho hasta el momento. Dicho de otra manera, la cuantía máxima que se puede pedir de anticipo salarial es equivalente al trabajo ya realizado, de modo que si cursa su solicitud el día 16 de un mes cualquiera, sólo tendrá derecho a cobrar el salario de los quince días anteriores.

Otra cuestión distinta es que, aun sin tener la obligación de hacerlo, la empresa pueda anticipar cantidades a cuenta del salario futuro, según matiza Aitor Ibarra, miembro de la Asociación Nacional de Abogados Laboristas (ASNALA). Si bien no existe derecho alguno de los trabajadores a un anticipo de esas características, sí hay una regulación para los casos en que se otorgue. El reembolso del importe prestado -explica Ibarra- está limitado en la sexta parte del salario base del propio mes. Es decir que la devolución del anticipo del trabajador a la empresa también está sujeta a requisitos o topes máximos para el momento de descontar. Por ejemplo, si un empleado gana 2.000 euros al mes y le adelantan 1.500 euros de salario futuro, el empresario no podrá exigirle más que el pago de la sexta parte mensual; en este caso, 120 euros al mes.

La familia y los amigos
Otro de los métodos para conseguir dinero -quizá el más viejo y conocido por todos- es pedírselo prestado a un familiar o un amigo. Sin embargo, y aunque parezca un favor cotidiano, es fundamental considerar un par de cuestiones, como el montante y la frecuencia de ese préstamo. En efecto, no es lo mismo pedir dinero una sola vez para afrontar un gasto puntual que hacerlo varias veces seguidas, como una mensualidad. Y, por supuesto, no es igual pedir 50 euros para cubrir la factura del móvil que pedir 500 ó 1.000 para hacer frente a una hipoteca. En este último supuesto -bastante habitual en España-, la transparencia es imprescindible, y no sólo para proteger al prestador y garantizarle la devolución de su dinero. También para aprovechar las ventajas fiscales. En el Ministerio de Economía y Hacienda recomiendan que, ante una situación así, ambas partes redacten y firmen un escrito ante el banco, detallando el modo en que se prestará ese capital. Aunque no se cobren intereses para el momento de devolverlo, la amortización sí se puede deducir, igual que si fuera un préstamo bancario.

Los prestamistas privados
Acudir a un prestamista privado suele ser el último recurso y puede venir marcado por la desesperación. Cuando el banco ha cerrado la puerta, cuando no se cuenta con una póliza de seguro o las demás vías se truncan, la opción de pedir dinero a un particular se perfila como la única salida, especialmente cuando la persona que necesita ese préstamo figura en el registro de morosos y ninguna entidad se atreve a brindarle el capital. Para el prestador, en estos casos, el riesgo es más elevado; y eso se ve reflejado directamente en los intereses que cobra, que son mucho mayores que el resto. A su vez, y a diferencia de lo que ocurre con las entidades financieras reguladas, estos prestamistas no están controlados por el Banco de España; una ausencia de "vigilancia" que da pie a estafas y usuras.

Por supuesto, no es prudente generalizar, ya que hay mucha gente honrada con dinero que se dedica a prestarlo y lo hace bien. Pero éstas son las excepciones y el común denominador es otro, a juicio del letrado, quien colabora activamente con el colectivo AFINES: la Asociación Financiera de Estafados. Por ello recomienda con insistencia leer la letra pequeña antes de firmar cualquier documento. La necesidad y la desesperación son muy malas consejeras a la hora de pedir un préstamo y, por desgracia, suelen ser las dos constantes que empujan a recurrir a este tipo de solución extrema.

Con decenas de causas abiertas en todo el país, Ibarra señala que persiste un vacío legal y que los prestamistas deshonestos se sirven de él para realizar sus estafas. Lo primero que destaca es que el dinero se concede cuando hay un bien como aval; habitualmente, un piso. En segundo lugar, menciona que la presencia de un notario no garantiza una transacción honrada, puesto que muchas veces se engaña al propio funcionario. ¿De qué manera? En el momento de firmar las escrituras se establece, por ejemplo, que se van a entregar 15.000 euros a un prestatario, pero luego, en la práctica, sólo le dan 5.000. El notario no se encarga de controlar que el pacto se cumple una vez que ha sido firmado, pero el documento notarial tiene un peso determinante ante el juez cuando la persona estafada abre una causa contra el prestamista.

A este "modus operandi" se suma el factor de la usura, y para explicarlo con claridad, el abogado resume un caso. El beneficiario del préstamo recibió 7.000 euros en metálico, pero debía devolver 87.000 en un plazo de 30 días. La pregunta es inevitable: ¿Cómo puede ser que alguien firme un documento así? La respuesta es bastante breve: por necesidad, desesperación, prisas y agobio. "Muchas personas no leen o no entienden el contrato que están firmando", dice el experto, y desvela algo más. El negocio de estos prestamistas no es cobrar intereses desorbitados, sino justamente lo contrario; que la persona no pueda hacer frente a la deuda para poder ejecutarle sus bienes.

Las posibilidades de echar freno a este proceso en los juzgados son más bajas o más lentas de lo que sería deseable. Los plazos judiciales no funcionan siempre al compás de unas situaciones tan apremiantes, y el propietario puede perder su piso mientras se celebran los debates. Por esa razón, la primera medida legal es paralizar el procedimiento ejecutivo y detener la subasta del inmueble. Si se puede demostrar que se ha producido una estafa, se lleva el asunto por la vía penal, pero, como es difícil demostrar estos hechos, el camino más frecuente es el civil, amparado por la Ley de Usura. ¿Supone más probabilidades de éxito? Sí, aunque la norma debería actualizarse, ya que data de hace cien años.

2.5.08

"Cuando llegué, era la única negra del colegio"

Cuando le preguntan de dónde es, Letizia Jones responde que «guineana», aunque tenga treinta años y viva en Bilbao desde los diez. El «privilegio» de crecer en Europa no ha achicado su amor por las raíces, pero le ha conferido un curioso matiz cultural. Mezcla de africana y vasca, esta educadora describe los desafíos que supone la integración social.

«Mi familia paterna lleva más de treinta años en Bilbao», dice Letizia, y precisa algo más: «Fueron los primeros negros de la capital vizcaína». También ella lo fue a pesar de su juventud, pues cuando llegó a Euskadi, en 1988, el fenómeno migratorio no era más que una cuestión de anécdotas. «En la época en que vine, nos contaban con los dedos -recuerda-. Era la única chica negra de todo el colegio, y en la universidad me pasó igual. Fui la única africana en todo Magisterio».

Letizia relata que llegó aquí por su abuela, quien quiso darle oportunidades para manejarse después en la vida. «En ese sentido -comenta-, me puedo sentir una mujer privilegiada y con suerte. Ni mi familia ni yo hemos tenido que pasar por el drama de la inmigración en pateras y tampoco por la xenofobia. Jamás he vivido episodios de discriminación ni me he sentido marginada, aunque reconozco que, en los últimos tiempos, la situación general ha cambiado bastante».

Para ella, que trabaja en el sector social, la necesidad de sensibilizar a la población con respecto a las personas que vienen es fundamental. «Hay muchos conceptos estereotipados -explica-, y no sólo de parte de los vascos. Entre los propios inmigrantes no nos conocemos bien, mantenemos prejuicios y no llegamos a darnos cuenta de las muchas similitudes que hay». Como ejemplo, cita un viaje que realizó a Guatemala como parte de un proyecto que impulsó el Gobierno vasco. «Allí descubrí que ese país y el mío no se diferencian en mucho, a pesar de las distancias».

La experiencia de conocer a fondo tres países y tres continentes le ha ampliado los horizontes, «sin duda», pero también le ha reafirmado su sentido de pertenencia. «Si tengo que elegir, me quedo con Guinea, el lugar de donde soy. Eso no significa que reniegue de lo que he aprendido aquí, porque gracias a ello tengo la mente abierta»; una cualidad indispensable para integrarse a pesar de las diferencias y para entender de un modo más crítico a la propia cultura de origen.

Diferencias, también allí
«Si tú hablas por teléfono conmigo, no notas que soy extranjera; no lo sabes hasta que me ves. Así que, cuando decidí buscarme un piso y llamaba a las inmobiliarias, aclaraba de antemano que soy una mujer africana. Más de una vez me pasó que me contestaran algo como 'Ah... africanos, dice la dueña que no'. Y yo me quedaba pensando cómo era posible que todavía sigamos con estas cosas». El problema de alquilar una vivienda es común denominador para casi todos los extranjeros; pero no que una amiga de aquí «te diga abiertamente: 'Oye, mi madre es racista'. Eso me ocurrió hace un tiempo -apunta Letizia- y a mi amiga le costó muchísimo decirle a su mamá que yo era africana. Claro que, después, cuando la gente te conoce cambia el chip».

El 'chip' del extranjero también cambia con los años, y eso a veces se nota mucho cuando regresa a su país de origen. «La primera vez que volví a Guinea habían pasado diez años y fue un choque brutal. Me afectó mucho ese viaje porque me sentía diferente a los demás. Ahora, que voy más seguido, el impacto ya no es tan fuerte, pero sigue habiendo cosas a las que, por mi educación en Bilbao, no me podré acostumbrar». Tener treinta años, no estar casada ni haber tenido hijos es uno de los mayores contrastes. «En mi país, las mujeres suelen casarse más jóvenes y todavía existe cierto machismo. Desde luego, yo no podría ser sumisa a un marido, así que lo tengo chungo», reflexiona.

Sin embargo, Letizia no descarta regresar de manera definitiva, ya que tiene muchas ganas de hacer cosas por su país y estar más tiempo con su familia materna, que se ha quedado allí. Además, le gustaría tener la suya propia; una meta que ve difícil de lograr con un compañero europeo. «Pienso que a la hora de formar un núcleo familiar, los padres deberían compartir la misma cultura -dice-, en especial cuando uno de los dos es africano». La reflexión, que puede resultar algo extraña, se apoya en una razón: «Mi cultura tiene mucha profundidad y tantísimos matices Aunque el otro la acepte por amor, es muy difícil que llegue a entenderla de un modo cabal. Me cuesta pensar en una pareja que no pueda comprenderse plenamente».

1.5.08

Stromboli: Un café para relajarse

Quítate los zapatos y disfruta de la tranquilidad

Si algún amigo os confiesa que se ha quedado dormido en un bar, seguro que le preguntáis por el nombre para añadirlo a vuestra lista negra. Pero si el sitio en cuestión ofrece tranquilidad y relax, el dato se vuelve estupendo. Como en este local de Bilbao, que apuesta más por la relajación y las pausas que por el bullicio y las estridencias… Por las mañanas, desde las nueve, ofrece unos desayunos exquisitos, endulzados con música chill out y bossa nova. Por las tardes y las noches, el sonido es más funky, y sólo hay algo de música electrónica los fines de semana. Desde que abrió sus puertas, en junio de 2006, se ha mantenido fiel a esa tendencia y a un objetivo muy claro: que la gente pueda charlar sin tener que gritar, que pueda disfrutar de un libro o echarse a dormir sin culpas.

Porque sí, la siesta está asegurada en esta cafetería con pufs y una jaima árabe (ya sabéis: una superficie bien mullida donde abundan los cojines). Como explican las dueñas, siempre les atrajo la decoración de estilo morisco y querían un espacio donde los clientes se sintieran como en su casa. Para empezar, quitándose los zapatos; una regla ineludible si queréis disfrutar de las instalaciones. Más allá del ambiente, su punto fuerte son los cafés y tés, con casi veinte variedades. Para completar esa atmósfera, Stromboli acoge exposiciones de fotografía y pintura que se renuevan cada mes, dedicadas a artistas noveles. Y si no quieres desconectar, tienen Wi-Fi.