25.4.08

"Este domingo celebraremos la Pascua en el País Vasco"

El domingo 27 de abril, los cristianos ortodoxos tienen una de las citas más importantes del año. Ese día celebrarán la Pascua, no importa el lugar en el que estén. Euskadi no será una excepción. Con una fuerte presencia de creyentes ortodoxos -en su mayoría, procedentes de Europa del Este-, el País Vasco acogerá sus misas en Derio, San Sebastián y Vitoria. Carmen Botea, mediadora intercultural rumana, ofrece las claves de estos encuentros.

La dictadura de Nicolae Ceausescu colocó a Rumanía bajo el régimen comunista y prohibió la religión cristiana ortodoxa durante más de cuarenta años. Hubo inspectores en las iglesias, mil curas encarcelados y veinte templos derribados sólo en Bucarest. Pero la persecución religiosa no pudo acabar con la fe. «Cuando llegaba el Domingo de Pascua y todo quedaba en silencio, se oía por las noches el Himno de Cristo. Eran los curas y los fieles que cantaban desde las cárceles».

De aquello ha pasado mucho tiempo -el régimen acabó en 1989-, pero Carmen lo recuerda con sorprendente nitidez. Explica que, desde entonces, se están reconstruyendo los lugares de culto y que la Iglesia se ha volcado en una labor más social. «El fenómeno es reciente -dice-. En la actualidad, hay unos 280 centros donde se da de comer a los huérfanos, los ancianos y las personas sin techo». El legado de Ceausescu, la pobreza, hizo imprescindible el cambio.

Aunque lleva ocho años residiendo en Euskadi, las descripciones que hace Carmen sobre su Rumanía natal son muy precisas y, por momentos, corpóreas. La entrevista se desarrolla en Bilbao, pero sus palabras consiguen borrar el serpenteo de la ría hasta dibujar el perfil de su país.

Allí era funcionaria de Hacienda, estaba casada y tenía una niña, pero cuando su situación familiar se desmoronó, pidió una excedencia en su trabajo y se marchó. «Decidí emigrar porque las cosas no estaban bien, pero tampoco tenía pensado quedarme -confiesa-. Mi idea era venir por tres años, que era el tiempo que podía conservar mi puesto allí, reunir dinero y volver». Pero la vida de Carmen cambió. Y ella también. Trabajó como empleada doméstica, hizo cursos de todo tipo y se empeñó en aprender castellano. «Leía libros infantiles, ¿sabes? Los cuentos clásicos de la literatura para niños fueron mi escuela».

Mientras trabajaba en esa casa -donde se familiarizó con la cultura vasca-, Carmen se hizo voluntaria de Cáritas y comenzó a ayudar a la gente. Ese paso alteró su rumbo. «Mi profesión se basaba en el dinero y los números. Ahora trabajo con personas y no me siento capaz de regresar a aquello». A Rumanía, de momento, tampoco. «Aquí he armado mi vida y pude traer a mi hija». También comenzó a trabajar en Biltzen, el Centro de Coordinación de Iniciativas Comunitarias en Mediación y Educación Intercultural que promueve el Gobierno vasco.

La misa, de madrugada
Su tarea, explica, consiste en dinamizar a la comunidad rumana de Euskadi; una de las más numerosas que existen en nuestro país. Por esa razón, y porque «lamentablemente hay demasiados estereotipos», Carmen hace hincapié en otros aspectos de su cultura. Por ejemplo, en la religión, que está ligada al cristianismo ortodoxo y que este fin de semana celebrará su Domingo de Pascua.

«La Iglesia ortodoxa se separó de la católica en 1504 y tiene algunas particularidades», señala. El calendario es una de ellas, de ahí que la misa de Pascua esté prevista para la madrugada del 27. «La celebramos por la noche, desde las doce hasta las cinco. En la Liturgia se reza, cada uno enciende una vela y damos tres vueltas alrededor del templo con varias paradas. La diferencia principal es que nos inclinamos más a la adoración que a la palabra; es un modo más contemplativo de entender la religión».

La misa de Derio tendrá lugar en la parroquia de la Plaza Zeroetxe, y la de Vitoria, en el templo de la calle Florida, 94; ambos cedidos por los obispados locales. El sacerdote, que es de origen moldavo, oficiará también en ruso y se trasladará a San Sebastián antes de mediodía para celebrar la Pascua en la antigua iglesia del Complejo asistencial Zorroaga. «El año pasado asistimos unas 2.000 personas», revela.

18.4.08

"Me gusta sentirme activa y aprender cosas nuevas"

Zulay Govea llegó al País Vasco en septiembre de 2003, tras tomar una de las decisiones más importantes de su vida. Hizo un alto en su carrera, abrazó fuerte a sus hijos y dejó atrás Venezuela para ver «cómo era aquí». Cinco años después, se confiesa «enamorada y feliz», y es mamá de un niño pequeño. En Getxo, donde vive ahora, ha encontrado lo que buscaba y, además, ha vuelto a estudiar. «Me apunto a todos los cursos», dice.

Supo de la existencia de Euskadi ejerciendo su profesión. Zulay Govea es abogada y, cuando estaba en Venezuela, preparó los documentos necesarios para una amiga suya que quería venir aquí. Desde los trámites legales hasta la venta de sus propiedades: todo. La tarea habría sido una más si no fuera por un detalle de su vida personal: «Recién me había divorciado del que fue mi primer esposo y sentí una necesidad muy fuerte de poner tierra de por medio». Más que tierra, agua. La suficiente para formar un océano.

Dar ese paso no fue sencillo, pues suponía aparcar la carrera y distanciarse de su familia, así que se planteó probar suerte durante tres meses. «Llegar es muy duro porque te sientes como perdida. No conoces a nadie y nadie te conoce a ti. Todo es nuevo y diferente. Además, extrañas mucho», recuerda. No obstante, y pese a todo, el País Vasco le gustó. Tanto, que decidió quedarse. «Hubo una pareja que me ayudó mucho en ese momento, incluso cuando estuve en ferma con lesiones renales muy graves», dice con gratitud.

Zulay se siente una mujer afortunada. No sólo encontró «buenos amigos» en Euskadi; a ella la encontró el amor. «Me enamoré -desvela con picardía- y tuve a mi tercer hijo, que ahora tiene tres años». Entretanto, convalidó su título de Bachiller «sin problemas» y se informó para hacer lo mismo con su diploma de abogacía. «Debo dar diez exámenes y todavía no me he puesto a ello, pero tengo claro que lo haré, así sea con bastón», asegura. «Me gusta sentirme activa y aprender cosas nuevas».

Desde esa convicción, los cursos de formación para inmigrantes que promueve el Ayuntamiento de Getxo le llegaron como un regalo del cielo. El año pasado, en su primera edición, Zulay se apuntó a casi todos. Y 2008 no será la excepción. «El domingo pasado estuve en el segundo taller de 'Cuidados a personas dependientes' y se lo recomendé a todo el mundo. Allí había casi treinta personas de distintos países que tenían ganas de hacer cosas», relata.

La letrada venezolana se define como una persona muy activa que siente «fascinación por los cursos pequeños». Ha sabido mantenerse en contacto con el centro de empleo y las oficinas públicas del municipio , y sostiene que "si eres perseverante, te alientan, te ayudan y te llevan hasta donde quieras llegar». Por esa razón, sigue de cerca las ofertas de formación y hace todo lo que puede, siempre que los cursillos y las charlas le permiten compaginar sus obligaciones laborales y familiares. Es precisamente por eso que le gustan tanto estos ciclos: «Se celebran los domingos para poder llegar a más gente».

Excursiones en grupo
Pero también tienen otra ventaja: son una puerta de acceso al empleo. «Hay mucha gente joven que se dedica a la limpieza doméstica, y eso es una crueldad», opina Zulay. En su caso, y pese a haber acabado los estudios universitarios, trabajó durante un tiempo como cajera reponedora. «Luego hice un curso de operaria de mantenimiento de limpieza y así conseguí un puesto», expone. Aunque está «muy contenta» con la oportunidad, no está en sus planes detenerse. Su siguiente desafío será formarse como auxiliar de gestión administrativa y encontrar un trabajo dentro de una oficina, el lugar donde quiere estar.

La experiencia de 'Getxon bizi' le ha permitido algo más: relacionarse con otras personas. Para las personas que emigran, la soledad es la peor carga, y una forma de paliarla es «abrirse un poco a los demás». El programa desarrollado por el Consistorio getxotarra y la ONG Médicos del Mundo ha tenido este factor en cuenta y, por ello, añadió excursiones a distintos puntos de Euskadi y visitas guiadas por el municipio.

«Los paseos son geniales. Conoces más del País Vasco y aprendes a manejarte mejor en la propia ciudad en la que vives. Para mejor, siempre se forman grupos, cada uno lleva algo de comer típico de su tierra y lo comparte con los demás». A propósito de la querencia, ¿qué hay de Venezuela? «Allí están mi madre y mis hijos -responde-. Fui en diciembre y lo pasé muy bien. Por suerte, uno de los chicos vendrá a vivir conmigo, aunque siempre extrañas. Es mi país y nunca lo podré olvidar».

11.4.08

“Bilbao vivirá una gran fiesta de percusión este sábado”

La capital vizcaína va a temblar este sábado, pero no lo hará por el frío, sino por el ritmo musical. Ocho grupos de percusión compuestos por extranjeros y vascos convertirán a San Francisco, Bilbao La Vieja y Zabala en un gigantesco escenario. Mamadú Saliu Djaló, uno de los músicos guineanos, adelanta cómo será la fiesta y repasa su propia historia; la que le trajo hasta el País Vasco, a donde vino buscando a su hermano.

Sentado en una cafetería del Casco Viejo de Bilbao, Saliu -cuyo nombre significa ‘buena gente’ o, también, ‘afortunado’- comparte un relato “bonito” pero, sobre todo, interesante y real. Mientras abre un sobrecito de azúcar y hace girar la cuchara en la taza, repasa “a grandes rasgos” su vida que, como bien se apresura a advertir, “podría servir de base para escribir una novela”.

Nació en Guinea Bissau -“la que fue colonia portuguesa”- y tiene 33 años, aunque su documento de identidad señale que roza los cuarenta. ¿Un error en la inscripción? “Un error... pero buscado”, contesta, y enseguida explica el porqué. “Mi familia no quería que yo hiciera el servicio militar. Allí es obligatorio y allí también hay guerra. Lo que te pagan por ser soldado es una bolsa de cincuenta kilos de arroz, una caja de pescado y diez euros en metálico. Y no estaba dispuesto a dejarme matar por eso”.

Con los funcionarios del Estado disconformes -“hubo un periodo de siete meses en el que no cobraron su sueldo”-, era fácil conseguir cualquier cosa, incluso cambiarse la edad. “Hubo gente que se quitó años y hubo otra, como yo, que se agregó”, detalla. El siguiente paso que dio fue la obtención de su pasaporte para viajar de manera legal. “No vine en patera, lo hice en avión. Y tampoco viajé hacia España. Primero viví en Portugal”.

Llegó a Lisboa en 2001 y allí se quedó siete meses, donde consiguió trabajar sin problemas, con permiso de residencia, y donde pudo empezar a ahorrar. “Yo quería encontrar a mi hermano -recuerda- porque hacía años que no le veía. Él salió de Guinea hacia Cuba con una beca para estudiar arquitectura. En ese momento, en mi país, aún no había universidades, así que mi madre hizo un gran esfuerzo para que él pudiera viajar”. Tras convertirse en profesional, el hermano de Saliu viajó hacia el país luso porque el suyo, “tristemente”, estaba en plena revuelta.

Le perdieron entonces la pista, aunque sabían que estaba en Europa. Sin embargo, cuando Saliú llegó a Portugal, su hermano ya no estaba. “Se había venido a Bilbao”, dice, y añade que él no lo dudó. Con las 470.000 pesetas que había ahorrado, viajó a la capital vizcaína, donde no conocía a nadie y donde no dominaba el idioma. “Llegué a la una y media de la mañana -recuerda-, me subí a un taxi y pedí que me llevaran a San Francisco. Lo único que sabía era que ahí vivían los negros y que podría encontrar a mis paisanos”.
Bastó abrir la puerta del coche para encontrarse con uno que, además, conocía del barrio, en Guinea. No obstante, tardó casi un año en poder abrazar a su hermano. “Me hospedé en la pensión de Nelson, un uruguayo del que acabé siendo amigo. Al principio, desconfiaba un poco de mí, pero me ayudó a estudiar electricidad y, también, a conseguir trabajo. Le debo mucho a él y a la gente que me dio la oportnidad de crecer. Muchos extranjeros cometen errores por falta de apoyo o recursos”, reflexiona.

Terapia musical
Tal vez por esa gratitud y esas “ganas de ayudar a más gente”, Saliu comenzó a vincularse con asociaciones y proyectos que promueven la integración social. Y lo hizo desde la música, ya fuera dando clases de percusión y danza africanas o pinchando discos en fiestas de Nochevieja organizadas para extranjeros que están aquí sin familia y pasan solos la Navidad. “Con más ganas que talento”, tocó un par de veces en el Palacio Euskalduna; una de ellas con Gontzal Mendibil y la otra, con la compañía de teatro Galatea.

Ahora, de cara al encuentro del sábado, se presentará con su grupo -‘Calabaza Grande’- en los exteriores de Bilbo Rock.No estarán solos. Como ellos, otros siete grupos de percusión darán la nota en una muestra musical organizada por la Coordinadora de Grupos de Bilbao La Vieja, San Francisco y Zabala para dar a conocer la riqueza y la diversidad cultural que existen hoy en dia en estos barrios bilbaínos. Los recitales, que comenzarán a las doce en punto, repasarán sonidos de Marruecos, Camerún, Congo, Brasil, Costa de Marfil, Guinea y el propio País Vasco, representado por la txalaparta. “Al final, tocaremos todos juntos y haremos un gran estruendo en la Plaza Corazón de María, donde seguirá la fiesta”, anticipa este guineano sin ocultar su entusiasmo y lo “feliz” que se siente en Bilbao.

4.4.08

“Los tiempos han cambiado desde que vine a vivir aquí”


Luz Helena Durán -o Lucy, para los amigos- llegó a Vizcaya hace 26 años, cuando las cosas aquí y en Colombia funcionaban de otra manera. En ese entonces, 1982, el país latinoamericano figuraba en el mundo por la excelencia de su café, mientras que la población extranjera en Euskadi era prácticamente nula. Lo mismo ocurría con los prejuicios que hoy se enquistan en la sociedad. “Antes no los notabas”, dice. Quizá porque no existían.

Aterrizó en el País Vasco en mayo del 82, dos años después de haber “conocido a un chico de aquí” que, en la actualidad, es su marido. “Más que una razón para dejar mi país, tenía un motivo para venir”, sintetiza ahora, antes de repasar su historia. El motivo, claro, era él. Se conocieron en Colombia, cuando viajó a visitar a unos familiares suyos que residían en América y que, por esas cosas de la vida, también eran amigos de ella.

El romance duró unos meses, hasta que él regresó a Euskadi; aunque la relación y el idilio entre ambos no se desvaneció por ello. “Pasamos un año sin vernos, enviándonos cartas de amor. Todos los días recibía una. Fue muy intenso”, recuerda. En esos tiempos, lógicamente, no existía Internet y las llamadas internacionales costaban mucho dinero, de modo que la comunicación telefónica quedaba relegada a las “fechas importantes”.

Cada uno en un extremo del mundo, y con un océano enorme entre medio. La situación, desde luego, no era halagüeña ni prometía. “Al principio no daba ni un duro porque funcionara la relación”, reconoce. Y, sin embargo, funcionó. “Llegó un punto en el que resolvimos tomar una decisión. O él se iba a Colombia, o yo venía aquí o lo dejábamos, pero teníamos claro que así no podíamos seguir”.

Decidieron, finalmente, que era Luz quien viajaría. Dejó su país, su familia y sus estudios en la universidad para radicarse en Euskadi, en la casa de los padres de él. “Me costó un poco adaptarme, porque fue un cambio muy fuerte, pero fui muy bien recibida por todos y me sentí muy querida e integrada desde el comienzo. Era otra época... El día que me encontré a un colombiano sentí una gran alegría, porque éramos pocos aquí y la presencia de extranjeros no era demasiado habitual”.

Tampoco resultó ‘habitual’ que, tras pasar un tiempo aquí, decidiera estudiar en Londres durante tres años y medio. ¿Y el chico? ¿Y la relación? “Continuó durante ese tiempo -dice con una sonrisa-. Nos veíamos a menudo y nos seguíamos escribiendo, pero yo quería estudiar inglés y él tenía su trabajo aquí”, así que se lo tomaron con calma.

La chica decide
Se casaron en Colombia, el país donde todo empezó. “Fue un lío, porque su familia estaba aquí y la mía allí, pero ya sabes cómo funciona... la chica, al final, decide”. La risa de Luz Helena es pícara y generosa. Al año siguiente del enlace -1987-, empezó a trabajar en una academia como profesora de inglés, hasta que con un grupo de docentes del centro se animaron a abrir algo propio. “Nos arriesgamos sin saber cómo nos iba a ir, pero salió muy bien. De eso hace ya quince años”.

Tanto tiempo viviendo en Euskadi -“toda una vida”, como suele decir- le permitieron asistir a un sinfín de transformaciones sociales relacionadas con la inmigración. “Antes, cuando mencionaba mi nacionalidad, la gente siempre decía ‘¡qué maravilla!’, o ‘¡qué bueno el café!’. Hoy dices que eres colombiano casi con la boca pequeña. Me duele que sea así, que sólo se cuente lo malo o que haya gente de mi país que ha emigrado y que no cumple con todos los requisitos para una convivencia normal. Eso es triste”, explica apenada.

No obstante, Luz huye de los extremos. “No es que hoy exista rechazo; lo que hay es cierta prevención”, matiza. Del mismo modo, hace años, antes de que se eliminaran las fronteras en la Comunidad, vivió un par de episodios negativos en Francia. “Mi marido y yo viajamos como turistas y los dos tuvimos problemas para cruzar la frontera. Y después, en París, le pedimos a alguien que nos hiciera una foto y bastó con decirle que éramos una colombiana y un vasco para que nos preguntara por la cocaína y las bombas”.

1.4.08

Pagar una vivienda al contado

La compra de un piso al contado evita pagar las comisiones y los intereses de un préstamo, aunque los beneficios fiscales son menores

La mayoría de los compradores españoles que optan por solicitar una hipoteca con interés variable en función del Euribor son conscientes de que la adquisición de una casa o un piso compromete su economía durante años e, incluso, varias décadas. Por eso, los trámites para realizar hasta que el titular se decide por la entidad y el producto financiero concreto que firmará para afrontar este pago están cargados de incertidumbre y, cada vez más, inseguridad. La mayoría de estas inquietudes se relacionan con los créditos hipotecarios, de ahí que durante aproximadamente dos meses la información sobre el tipo de comisión, número de años, tipo de cuota mensual... contribuya a despejar todas las dudas. Sin embargo hay otra opción: pagar el inmueble al contado. Una fórmula no apta para todos los bolsillos -sobre todo ante la adquisición de la primera vivienda- que conlleva, sin duda, un gran número de beneficios, al mismo tiempo que limita otros.

Sin intereses, ni comisiones
Como señalan desde la Asociación Hipotecaria Española (AHE), los gastos e impuestos que genera una compraventa (notario público, Hacienda, tasación y tramitación de documentos, entre otros) suponen entre el 7% y el 8% del valor del piso. De este modo, si una persona quiere comprar un inmueble que cuesta 100.000 euros, deberá contar con otros 8.000 para cubrir esos gastos iniciales. Hay que tener en cuenta que la constitución de una hipoteca suele costar entre el 1% y el 2% del precio del inmueble. Se trata de una comisión de apertura que incluye los gastos de estudio y tramitación del préstamo. Por otra parte, las entidades también cobran una comisión por amortización anticipada -si se cancela la hipoteca antes del plazo pactado-, que está fijada en el 1% del valor del piso para los préstamos con interés variable, y que es mayor en aquellos créditos que se rigen por un interés fijo. A todo esto se suman, lógicamente, los intereses incluidos en las cuotas que se pagan mes a mes. Dicho esto, ¿qué gastos se ahorra una persona si evita recurrir a un préstamo hipotecario? En principio, la comisión de apertura y los intereses mensuales que haya pactado con la entidad.

Según los datos del Ministerio de Vivienda del último trimestre de 2007, el precio medio del metro cuadrado es de 3.061 euros en inmuebles con una antigüedad menor a dos años. Esto significa que una vivienda nueva, o seminueva, de sesenta metros cuadrados cuesta, aproximadamente, 184.000 euros. En ese supuesto, sólo la constitución de la hipoteca supondría entre 1.840 y 3.680 euros; un dinero considerable que el cliente podría ahorrarse pagando el piso al contado. A esta cifra se deben sumar los intereses, que son más difíciles de calcular cuando el índice de referencia es el Euribor, debido a las fluctuaciones del mercado.

La cifra total que se acabará pagando al banco en concepto de intereses depende de muchos factores, desde el tipo del interés elegido y su porcentaje, hasta el plazo fijado para amortizar el préstamo, según explica David Medina Palacios, miembro de la Asociación Nacional de Asesores Financieros (ANAF). No obstante -y en términos generales-, se estima que el cliente terminará pagando casi el doble de lo que solicitó. La idea, cuando menos, resulta sobrecogedora, aunque no significa que los intereses de la hipoteca de un piso sean iguales al valor del inmueble. Los intereses son menores, en primer lugar, por una razón legal, ya que un préstamo hipotecario no puede cubrir más que el 80% del coste del piso. En segunda instancia, por una razón netamente económica: la depreciación del dinero.

En la actualidad -como expone David Medina-, pagar una cuota de 800 o 1.000 euros parece una meta imposible, pero dentro de veinte o treinta años, esa cantidad de dinero no valdrá lo mismo. Como razona el experto en finanzas, las 16.000 pesetas de hace tres décadas valían mucho más que los cien euros de ahora, aunque en términos monetarios sean cifras equivalentes. Por ese motivo los intereses son tan elevados. "De alguna manera los bancos deben compensar esa depreciación, en especial cuando los plazos para amortizar la deuda son muy amplios", añade.

Deducciones fiscales
En principio, comprar un inmueble al contado significa ahorrarse la comisión de apertura de la hipoteca, los intereses derivados del préstamo y el estar pendientes de una deuda durante un largo período de la vida. Aunque todo son ventajas, conviene tener en cuenta que la persona que pague al contado un piso nunca desgravará tanto dinero como con un crédito hipotecario.
Estos préstamos permiten deducir impuestos todos los años, pero la inversión al contado, en cambio, deduce hasta cierto punto y no más. En concreto, se desgrava el 15% del valor del inmueble en la declaración correspondiente al año en que se efectuó la compra, siempre y cuando ese valor no supere los 9.036 euros. En el caso de un piso tasado en 184.000 euros (cuyo 15% equivale a 27.000), sólo se podrían deducir esos 9.036 euros. Si se comprara mediante una hipoteca, los dos primeros años podría desgravarse el 25% de los primeros 4.518 euros y el 15% del excedente hasta alcanzar los 9.036 euros. El resto de los años, hasta acabar de pagar la deuda, se deduciría el 20% de los primeros 4.518 euros y el 15% del resto, hasta llegar al tope fijado por ley.

Con más de treinta años de experiencia en el sector inmobiliario, Martínez Solozábal, presidente de la Asociación Profesional de Expertos Inmobiliarios (APEI), ofrece una retrospectiva al respecto. Según recuerda, cuando aún no existían las hipotecas en España, el comprador sí ahorraba dinero al adquirir una casa al contado. Ofrecerle al vendedor hacer una transacción con un único pago permitía negociar un mejor precio. De ese modo, evitaba usar las letras bancarias y podía conseguir un descuento, en ocasiones, de hasta el 5%. Pero, en la actualidad, la dinámica ha cambiado. "Al vendedor de hoy le da exactamente lo mismo qué método emplee el comprador para reunir el dinero, ya que siempre -incluso con una hipoteca-, acabará cobrando al contado", asegura Solozábal. Al mismo tiempo, el futuro propietario beneficia de alguna manera su economía al hipotecarse, porque eso le abre la puerta a importantes desgravaciones fiscales.

Cuestión de números
Si bien no existe un método infalible -pues como dice Medina Palacios, la economía puede cambiar mucho en treinta años-, sí es recomendable la búsqueda de un punto intermedio. Por ejemplo, que el préstamo hipotecario solicitado sea del 50% del valor del inmueble. Las personas que dispongan de capital para comprar un piso, pueden pagar una mitad directamente y financiar la otra según sugiere Martínez Solozábal. Eso permitiría reducir el monto de las cuotas o el plazo de amortización y, al mismo tiempo, deducir un porcentaje de los impuestos todos los años.

¿QUIÉN PAGA UN PISO EN METÁLICO?

En octubre de 2007, según los últimos datos de la Asociación Hipotecaria Española (AHE), el saldo total de títulos hipotecarios se situaba alrededor de los 410.000 millones de euros. En ese contexto, y teniendo en cuenta que el salario mínimo interprofesional no supera los 600 euros, cuesta imaginar que alguien tenga la solvencia económica como para adquirir un piso al contado, sin que medie ningún préstamo en la transacción de compraventa. No obstante, hay personas en España que tienen esta posibilidad y que, en efecto, lo hacen. Dentro de ese grupo se enmarcan, por ejemplo, los compradores de viviendas de lujo ubicadas, en general, en la costa mediterránea. Las transacciones suelen ser millonarias y los clientes, extranjeros, de modo que cuando se lleva a cabo algún tipo de financiación o préstamo, estos se realizan con entidades que están fuera del país.

Sin llegar a estos extremos, también hay quienes prefieren comprar su vivienda al contado, sobre todo aquellas personas anónimas, de edad avanzada, que viven en pueblos pequeños. Por supuesto, actuar a la vieja usanza no es la única motivación para que todavía se paguen inmuebles de esta manera. Puede ocurrir que se haya vendido un piso para comprar otro y que se decida usar el dinero recibido para hacer frente al pago. Una situación en la que, sin duda, desearía verse la mitad de la población española que tiene contratadas hipotecas por 10, 20, 30 ó 50 años, para quienes pagar al contado depende más de la fortuna que de fórmulas relacionadas con la deducción de impuestos.

"Me identifico con el miedo al vacío"

Patxi Ortun / Public Lounge

Patxi Ortún es diseñador; un hombre de moda experto en Bellas Artes. Todo lo que toca se convierte en tendencia, incluso Public Lounge, local que abrió hace menos de un año. Allí mismo nos recibe –igual que recibió a Metallica–, con un aperitivo especial de corte japonés. «El sillón en el que estás sentada fue premiado en la feria de diseño de Milán», me cuenta. No presume. Public Lounge es así, como él; un lugar de tributo al estilo.

-Ocho meses de trabajo y todo el mundo te menciona.
-Eso parece… Dicen muchas cosas por ahí sobre nosotros, pero no todas son ciertas.
-«Todos los objetos que hay aquí están en venta».
-Buen ejemplo [risas]. Lo único que está en venta se encuentra en el Escaparate del Deseo. Son artículos exclusivos de diseño, objetos vintage, desde zapatos Cesare Paciotti hasta un champán Dom Pérignon de 1966. Lo demás es para disfrutar.
-¿Con qué criterio eliges las cosas?
-Me identifico con el hórror vacui, el miedo al vacío. Combino lo antiguo y lo moderno, porque me gustan los contrastes. Compro objetos y mobiliario en ferias de diseño o galerías de arte y sé que esto es la antítesis del minimal. Voy en contra de todas las tendencias.
-¿Buscas sorprender?
-Busco lo que me gusta y miro más allá de España. Montamos este lugar con ilusión y mirada cosmopolita.
-Te han tildado de barroco.
-¡Qué va! Más bien es una apuesta por el maximal, pero hecha a conciencia. Antes de ponerte a desdibujar, tienes que saber dibujar. No basta con juntar un montón de cosas y pensar que así rompes los esquemas.
-¿Aquí puede venir cualquiera?
-Todo el que quiera que sea mayor de edad. Nuestro público es muy diverso, desde el chico cool al ejecutivo o las marus. Todos encuentran su sitio.
-¿Y cuál es el tuyo?
-Todo me gusta. De aquel mueble sólo hay cinco en el mundo. Las lámparas son de Barovier & Toso, la vajilla es de Versace… Pero mi lugar favorito es el baño, sin duda. Tienes que verlo. Es una obra de arte.