27.10.08

Ir y ¿volver?

Existen muchas razones para marcharse de un país y otras tantas para no volver, aunque los motivos, en un caso y en otro, no tienen por qué ser los mismos. La política y la economía son los dos motores migratorios más potentes, pero no los únicos. También hay quienes dejan su tierra por cuestiones académicas, belicistas, sentimentales, deportivas, religiosas, culturales e, incluso, sexuales. Este año conocí a una chica de Perú que se vino a España porque en Lima no podía vivir normalmente su relación de pareja con otra mujer. Aquí pueden pasear de la mano por la calle sin que los vecinos las insulten o les tiren piedras; así de simple (y dramático) es. Los uruguayos, quizás por tradición, historia o costumbre, solemos medir las cosas con la escuadra político-económica; sin embargo la vida no cabe en un gráfico de X e Y. En la ecuación migratoria hay muchas otras variables.

Para quienes se van del país (y, también, para quienes se quedan), un error muy frecuente en el cálculo tiene que ver con la idea de que el plan inicial se mantiene constante; con creer que la persona y su circunstancia seguirán siendo las mismas diez años después. Y no es así. Conozco muchos casos de gente que se ha ido porque el dinero en su país no le alcanzaba, porque había una guerra o sufría una dictadura y que, con el paso del tiempo, aun resuelta la génesis, decide no regresar. Está el que se enamora, el que se asienta en el país al que viaja, el que descubre un modo de vida que le cautiva o, también, el que tiene hijos made in Australia, Estados Unidos o España. Volver entonces no es fácil, porque se genera otro tipo de anclas. "Papá y tú seréis muy búlgaros, pero yo soy vasca", le dijo una niña de siete años a su madre. En ese momento, la mujer entendió que su tren de regreso a Sofía había pasado de largo.

El proyecto migratorio de arranque, para el que se va con intención de regresar, se sitúa en torno a los dos años, aunque se termina extendiendo mucho más. El planteamiento de "voy, junto dinero y vuelvo" sería sencillo si no hubiera que vivir en el medio, pero aquí, como en cualquier otro sitio del mundo, hay unos cuantos gastos mensuales que reducen la capacidad de ahorro en el 'mientras tanto'. Se prolonga el tiempo de espera y, conforme van pasando los años, es inevitable generar lazos. Por esa razón, aun sin tener hijos, sin haberse enamorado, sin haber 'causa visible', a muchos les cuesta volver. Llega un punto en que el regreso se transforma en un nuevo proyecto migratorio, con todos los duelos, despedidas y desprendimientos que eso supone. Porque así como marcharse a otro país implica asimilar un montón de cambios de golpe, regresar al lugar de origen varios años después obliga a reaprender otro tanto de patrones culturales y maneras de funcionar. Porque el país también cambia y su imagen no siempre coincide con la que tenía el día del 'chau'; porque los recuerdos tienden a la dramatización o al idilio y el país real tampoco encaja del todo con el país imaginado.

Cuando la semana pasada señalaba la importancia del voto consular, lo hacía sobre la base de esto mismo. Uno no es menos uruguayo por haberse ido y, desde luego, tampoco en menos ciudadano por no volver. Ya sea por imposibilidad o por decisión, hay muchos que no regresan y, sin embargo, desde fuera, contribuyen activamente en el crecimiento del país. En los últimos cinco años, los envíos de dinero a Uruguay aumentaron un 86,1%. Pasaron de los 72 millones de dólares en 2002 a los 134 millones de dólares en 2007. Y eso es lo que no entiendo. ¿Cómo es posible aceptar sin rechistar ese volumen de dinero, considerar a los que se fueron como una fuerza económica más y, al mismo tiempo, vedarles su participación en la toma de decisiones? ¿Qué significa exactamente que 'los de afuera son de palo'? ¿Se dice eso porque no existimos o porque equivalemos a 134 de los verdes? El derecho al voto no tiene nada que ver con la opción política, ni siquiera con la personal. Es más bien una cuestión de coherencia. De X e Y.

25.10.08

«Una vez que te has asentado, comienza el luto migratorio»

Aunque recientemente se ha creado una asociación para integrar a los países centroamericanos en Euskadi, no es sencillo encontrar salvadoreños aquí. «Somos pocos», dice Cina Cortez, presidenta de ACEDI y 'nueva vasca' desde 2003. Según su punto de vista, hace falta una mayor sensibilización ciudadana y un avance social que acompañen el «altruismo institucional».

El sábado pasado, el barrio bilbaíno de Irala se convirtió en el escenario de presentación de ACEDI, la Asociación Centroamericana de Desarrollo Integral. El acto contó con la participación de los socios fundadores y, también, con la presencia de Joaquín Arriola, quien ofreció una charla sobre la crisis mundial y su impacto en las economías centroamericanas. A propósito del tema, Cina señala que «hay distintos tipos de crisis. La de aquí se refleja en los números; la de allí, en el déficit alimentario».

La creación de ACEDI responde, en parte, a esa cuestión. «Nos gustaría poder ayudar a nuestros países porque la situación, en general, no es buena», explica. Y cuando dice 'nuestros países' se refiere a todos los que conforman el bloque centroamericano. «Si bien los gestores de este proyecto somos de El Salvador, compartimos lazos sociales y culturales con los países del entorno. Así como Europa cuenta con instituciones continentales, los Estados de América Central están ligados políticamente. Lo que pretendemos, de alguna manera, es tomar ese modelo como referencia para promover la integración social», detalla.
Pero, además de la cooperación internacional, la presidenta de ACEDI subraya la necesidad de trabajar por quienes han venido. «Hay mucha gente que lo pasa mal y no tiene a quién recurrir. Me parece admirable el altruismo del Gobierno vasco, pues ayuda activamente a combatir la exclusión social. Las instituciones de Euskadi se preocupan por plasmar el principio de igualdad y, en ese sentido, dan un ejemplo a seguir por todos», indica.
A Cina le sorprende que los poderes públicos vayan un paso por delante de la propia ciudadanía, que «todavía registra muchos casos de discriminación directa o indirecta». Por ello, considera que el papel de las asociaciones es muy importante, ya que son los inmigrantes quienes deben dar a conocer otras cosas sobre sus países de origen. «De lo nuestro, por desgracia, sólo se enseña lo innoble. La idea es crear un centro de documentación para poder mostrar otras cosas», adelanta.

Mejorar la percepción social sobre los extranjeros es una meta difícil pero, también, «necesaria». «Ya sea por los estereotipos de la sociedad local, por el aislamiento de los inmigrantes o por la falta de espacios de encuentro, se están consolidando los guetos y eso no es bueno para nadie. La relación con los vascos suele limitarse al empleo, pero la vida no es sólo trabajo. Es necesario fomentar otros tipos de intercambio».
Reto con distintas etapas
Cina, que en su país estudiaba Derecho y ha convalidado parte de la carrera en Bilbao, trabaja en un locutorio que brinda el servicio de envío de dinero. Aunque su tarea es puramente administrativa, relata que cada día se enfrenta al rostro más duro de la inmigración. «La gente te cuenta su vida, los problemas que tiene, y puedo asegurar que hay auténticos dramas».

Sin embargo y, como explica, «el desafío de los inmigrantes tiene distintas etapas. Al principio estás perdido, no sabes cómo funcionan las cosas, qué institución se encarga de qué. Los primeros tiempos son duros para la mayoría de la gente, pues hay que resolver cosas muy básicas y urgentes, como el sustento económico, la vivienda y la regularización», expone. Aunque eso es sólo el comienzo. Hay algo más que casi nadie menciona: «Resolver todo eso y estabilizarte es difícil; puede llevarte unos años, pero una vez que te asientas, comienza el duelo migratorio. Dejas de tener la cabeza llena de problemas inmediatos y entonces paras, piensas... Te das cuenta de que estás lejos y solo».

24.10.08

Aquel plan del bosque

La dehesa de Jugatxi, en Murgia, fue la primera portada de GPS. Se trataba de un plan diferente, una propuesta familiar al aire libre que se desmarcaba del circuito habitual y que, por ello, concitó la atención de los lectores. Entre ellos, Andoni Zubizarreta, que compró el periódico aquel viernes. «La guía nos resultó muy útil porque descubrimos un lugar que no conocíamos y fue una salida fantástica», recuerda hoy, en el primer aniversario de estas páginas. Acompañado por su mujer y sus hijos, llegó hasta Jugatxi, donde pudo ver la antigua ermita y los árboles gigantes. No se encontró con los gnomos, pero sí con «¡muchísima gente que llevaba la revista bajo el brazo!». GPS, como dice, se había convertido en un nexo de unión con los demás y con el entorno. «Jugatxi es ideal para ir con los niños, que pueden jugar sin riesgos». Desde entonces, siempre compra la revista y guarda algunos de sus números: «Es que tiene muy buenas ideas para salir con los chavales».

23.10.08

En época de crisis, ¿interés fijo o variable?

La contratación de hipotecas con interés fijo ha aumentado casi un 2,5% en los dos últimos años

La actual crisis financiera, que se originó en Estados Unidos, se ha extendido a los demás países del mundo, donde los gobiernos, los bancos y los propios ciudadanos intentan encontrarle soluciones efectivas. Tras un octubre especialmente nefasto, no hay presidente, empresario, trabajador o desempleado que no se sienta preocupado por las cifras, y España no es la excepción. Según el último barómetro de opinión del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), casi seis de cada diez españoles considera que la situación económica es mala o muy mala, mientras que la economía y el paro son señalados como los principales problemas que azotan al país.

El contexto es adverso, sin duda, pero la vida continúa para todos; tanto para quienes revisaron su hipoteca este verano -que serán los más castigados por la escalada del Euribor hasta entonces-, como para aquellos que tienen pensado adquirir una vivienda en estos tiempos. En efecto, muchas parejas, familias y personas solas tienen planes de compra, aunque es lógico que, en un marco de crisis financiera, pérdida de puestos de trabajo y volatilidad bursátil, más de uno se pregunte qué hacer. Es un hecho que, incluso ahora, la contratación de hipotecas regidas por el Euribor continúa liderando en el mercado, ya que nueve de cada diez compromisos que se firman son de interés variable. No obstante, y como señalan desde la AHE, las hipotecas a interés fijo han aumentado en casi un 2,5% desde 2006. Si ese año el modelo fijo representaba apenas el 0,6% del total, en junio de 2008 supuso el 2,3%, alcanzando su máximo el año pasado, con un 3,12%. El resto de las hipotecas (6,2% en junio) corresponden al sistema mixto, que combina el interés fijo para los primeros años de amortización y el variable para los siguientes.

En cualquier caso, si aún no se ha dado ese paso, la pregunta clave es cómo actuar. ¿Qué modelo hipotecario es más conveniente? ¿Es preferible pagar más cada mes, pero quedarse tranquilo? ¿Vale la pena pagar menos y arriesgar? ¿O acaso es mejor esperar? Como señala Gregorio Izquierdo, director del Servicio de Estudios del Instituto de Estudios Económicos (IEE), en esta coyuntura "es muy difícil acertar". La compra de una vivienda supone contraer una deuda a largo plazo y está claro que, en 27 años (que es lo que se tarda de media en saldarla), pueden cambiar muchas cosas; para bien o para mal, como ha demostrado la quiebra de la economía mundial. ¿Quién podría prever en 2001 que Estados Unidos sufriría su peor crisis desde 1929? ¿Quién puede vaticinar ahora cómo serán las cosas en 2015 o 2020? Aunque los expertos sean capaces de trazar tendencias, es evidente que no poseen una bola de cristal, que las fluctuaciones financieras son similares al clima y que las crisis, como los huracanes, no pueden preverse con años de antelación.

El Euribor, la principal opción
Con tantas variables en juego y tantas opciones bancarias disponibles, la decisión es difícil. En opinión de Gregorio Izquierdo, "no hay mejor indicador de interés que la preferencia revelada". Esto es, el modelo por el que se decanta la mayor parte de la gente. No es casual que el 91% de las hipotecas firmadas sean de interés variable, pues las cuotas, en principio, son más llevaderas y el sistema es mucho más flexible, tanto para alargar los años de pago como para hacer una cancelación anticipada. Izquierdo señala que, en este momento, el interés variable y el fijo están muy próximos. Incluso es posible encontrar un interés fijo más barato que uno variable, algo impensable hace apenas un año. No obstante, el analista sostiene que sigue siendo preferible una hipoteca sujeta al Euribor.

Por otra parte, los expertos subrayan que las hipotecas a interés fijo y variable no son del todo comparables. El interés fijo supone un esfuerzo económico muy fuerte, menos años de financiación y cuotas más elevadas. Funcionan bien en un marco muy estable de compromiso y representan un coste adicional para la cancelación previa. El mecanismo es más rígido y, desde su punto de vista, es más recomendable para quienes cuenten con un capital ahorrado o lo obtengan de la venta de una vivienda previa. Para quienes, en cambio, se enfrentan a su primera hipoteca y no cuenten con demasiados ahorros, o quienes prevén acelerar el pago en un momento dado, es preferible el interés variable.

Consejos prácticos
La razón por la que no se puede hablar de un único modelo hipotecario es muy simple: no hay dos clientes iguales. De ahí que el mejor sistema sea el que más se adecua a las necesidades concretas del consumidor, ya sea para elegir entre un crédito y un préstamo, o para optar entre el interés fijo, variable o mixto. En respuesta a las dudas más frecuentes, la Asociación Hipotecaria Española (AHE) ofrece algunos consejos prácticos y hasta un simulador de hipotecas de libre acceso en su página web. Entre los distintos aspectos que detalla esta organización, integrada por bancos, cajas de ahorro, establecimientos financieros y cooperativas de crédito, cabe destacar los siguientes:
  • Los préstamos son más asequibles que los créditos. Su gestión y administración resulta mucho más barata, y sus condiciones, en lo relativo a la aplicación fiscal y la previsión de cancelación, son más claras para el cliente. Estas características hacen que el préstamo sea el sistema más extendido en el mundo para la compra de una vivienda.
  • El ahorro significa tranquilidad. Para utilizar el menor volumen de crédito posible, la AHE señala que puede ser conveniente abrir una cuenta vivienda antes de firmar un compromiso hipotecario.
  • La combinación entre el tipo de interés y el plazo de pago debe acoplarse a las posibilidades reales de la persona que solicita un préstamo. Alargar el plazo en exceso supone pagar intereses durante más años, pero estrecharlo demasiado puede conllevar una carga demasiado pesada.
  • La diferencia entre los préstamos fijos y variables es que los primeros evitan las subidas de los tipos de interés, aunque no permiten beneficiarse de sus descensos. Los variables, en cambio, están sujetos tanto las subidas como a las bajadas de los tipos. Así, los préstamos a interés fijo suelen tener un plazo de amortización más corto y una cuota más elevada. En cuanto a la cancelación anticipada, su comisión es de negociación libre y habitualmente más cara que en los préstamos a interés variable, cuyo tope máximo es del 1%.
  • Por último, al contratar una hipoteca de interés variable, es fundamental prestar atención al índice de referencia y al diferencial que se le aplica por ley, más que al tipo de interés inicial. ¿La razón? Mientras éste rige durante el primer año del préstamo, son los otros los que determinarán la cuantía de las cuotas restantes.
Precaución
La crisis condiciona el comportamiento de los consumidores, pero también el de los empresarios y las entidades bancarias. Prueba de ello es que, de un tiempo a esta parte, hay más problemas para obtener la concesión de préstamos y créditos. Según el Banco de España (BCE), la morosidad alcanzó en agosto el 2,44%, un tope que no se registraba desde hace más de una década. De ahí que, en este momento, casi ninguna entidad financiera conceda hipotecas por importes superiores al 80% del valor de tasación, ni al 35% o 40% del nivel de endeudamiento.

Juan Naranjo Guerrero, vicepresidente tercero de la Asociación de Intermediarios de Financiación (ASIFIN) ofrece una interesante lectura al respecto pues, como miembro de esta entidad, conoce de primera mano las inquietudes de los particulares y, también, las de quienes prestan el dinero. Las "preguntas estrella" de estos últimos meses, las que le hacen con más frecuencia son dos: hasta cuándo va a durar esto y por qué ha pasado. La única certeza que se tiene -como explica- es que día a día la tasa de desempleo está en aumento y cada vez hay más empresas que cierran. Naranjo subraya que la incertidumbre sobre lo que sucederá en los próximos meses se ve reflejada en el comportamiento del consumidor, que se pregunta si debe comprar o no, y además desconoce si le concederán un préstamo.

Las entidades están tomando medidas para evitar que empeore la coyuntura financiera, y esta falta de financiación tanto a empresas como a particulares, está agravando a su vez la situación. ¿Puede hablarse, entonces, de una pescadilla que se muerde la cola? Sí, como asegura Naranjo. La falta de financiación a empresas, tanto para nuevos créditos como renovación de los actuales, está llevando al cierre de empresas y al incremento del desempleo, según explica. "Estos nuevos desempleados tendrán dificultad para afrontar sus compromisos de pago, y los que aún tienen empleo ven cómo los sectores para los que trabajan se califican como profesiones de alto riesgo para la concesión de préstamos. Esto último es muy importante ya que, en esta coyuntura, no basta con tener un contrato de trabajo: el sector de actividad del solicitante es un factor decisivo".

¿Qué hacer?
La lectura de los analistas financieros ayuda a comprender mejor la situación general, los motivos que la han ocasionado y los desenlaces posibles. Entender lo que sucede es necesario, pues cuanta más información se tenga, menos posibilidades habrá de tomar una decisión equivocada. Sin embargo, para el cliente común, para cualquiera que tenga planes de compra y no quiera postergar ese momento, las preguntas siguen siendo las mismas: qué debo hacer, qué tipo de interés es más conveniente y qué precauciones se han de tomar.

De momento lo que debemos saber es que las precauciones ya las están tomando los bancos. Las entidades no sólo estudian el perfil del solicitante, también se aseguran de que el valor del inmueble con el se quiere hacer la operación -tanto para la compra de una vivienda como para la refinanciación de los créditos mediante una operación hipotecaria- coincida con el valor actual del mercado. Además, la crisis de las "subprime" en Estados Unidos ha supuesto una lección muy dura, y todas las entidades han tomado nota. ¿De qué forma? Cerciorándose de que la capacidad del cliente para devolver ese crédito sea la correcta (35-40% de endeudamiento de sus ingresos sobre el total) y analizando su estabilidad laboral actual y futura en función del sector profesional al que pertenezca.

Aunque aún quedan súper ofertas de tipos de interés para las hipotecas, cada día son menos, y los precios de partida para las nuevas hipotecas son superiores a los de los meses anteriores, según observa el analista de ASIFIN. En cuanto al tipo de interés, señala que los precios que ofrece la banca en la actualidad para el interés fijo pueden ser más elevados que el de los variables, y que la dificultad para saber cuánto tiempo va a durar esta situación no ayudará a la decisión. No hay que olvidar que el BCE ha aprobado un recorte en el tipo de interés "y esto ha incidido en que el Euribor vaya descendiendo ligeramente", como apostilla Naranjo.

Los caminos intermedios
La contratación de una hipoteca a interés variable se puede acompañar con instrumentos que ayuden a aligerar la cuota inicial durante algún tiempo. Por ejemplo, capitalizar una parte del importe financiado al final del periodo del préstamo, consiguiendo que el capital sobre el que se calculan los intereses sea inferior. O, también, contratar una hipoteca mixta, con un interés fijo durante los primeros años y uno variable durante el resto del préstamo. Los préstamos hipotecarios "híbridos", que en junio de este año representaban el 6,2% del total de los compromisos firmados, conjugan las características de los dos modelos tradicionales.

En lo relativo a plazos de amortización y comisiones, sus condiciones suelen ser parecidas a las de los préstamos variables; sobre todo desde el momento en que el interés deja de estar "congelado" y pasa a regirse por el Euribor.

20.10.08

Quiero votar

Quiero votar. Hace ocho años que no lo hago. La primera vez fue en las elecciones nacionales de 1999. La segunda, en las municipales de 2000. Desde entonces, nadie ha vuelto a preguntarme lo que pienso, aunque vivo en el 'Departamento 20', el segundo más poblado del país. También soy mayor de edad y tengo credencial cívica, pero no puedo elegir un presidente, un intendente, un senador o un edil, a menos que viaje a la capital. El pasaje sale caro y me queda un poco a trasmano, como a tantos otros uruguayos que residen en el exterior. Me tocó ver el 31 de octubre de 2004 por la tele. Mejor dicho, por Internet. Fue emocionante seguir la jornada paso a paso, ver ese mar de colores, de gente, de palabras y festejos que discurría febrilmente por las calles de Montevideo. Tan linda ella, y tan lejos. Uruguay vivía un hecho histórico sin precedentes, y yo, que reunía todos los requisitos para ser parte de aquello, no pude hacer nada al respecto. Ni estar allí, ni propiciarlo.

La versión moderna de la frustración es comprimir la alegría de un pueblo en una pantalla de quince pulgadas y saber que tu 'mouse' no dibujó ni una sola de esas sonrisas. Que no hay Photoshop que valga, que la coyuntura social viene en formato 'zip' y que el programa electoral no es interactivo. ¿Para cuándo una versión 2.0? Existe una actualización muy buena que se llama plebiscito popular. Al igual que muchos otros compatriotas que no fueron a las urnas esa vez, me queda apenas un año para que me den de baja en el padrón de habilitados. Si no voto, me borran. Y no es consuelo pensar que, con una nueva credencial, quizás salga mejor en la foto. No. Lo que yo quiero es votar; ir al consulado más próximo y expresar por escrito lo que pienso, ejercer ese derecho, cumplir con mi obligación. Hacer lo que nos enseñaron en la escuela y usar ese documento que, como la boletera en el liceo, te hace sentir más grande.

Lo triste es que aquí, en España, tampoco puedo votar. Si bien hay una reforma de la Ley Electoral en ciernes, lo cierto es que, como pronto, recién empezará a aplicarse en las elecciones de 2011 y que la voz de los extranjeros será un sonido parcial: sólo tendremos derecho a expresar nuestra opinión en los comicios municipales. Muchas veces he hablado de esto con amigos españoles y hasta he discutido con alguno que piensa que es un 'rollo' levantarse un domingo para poner el sobre en la urna. Aquí no es obligatorio, es un derecho opcional, así que muchos no van. En marzo de este año, la cuarta parte de los habilitados prefirió hacer otra cosa. Cuando les cuento que en mi país hay que ir aunque tengas gripe o modorra, se sorprenden. Imagínense la cara que ponen cuando les digo que, pese a eso, no existe para nosotros el voto consular (algo que, por cierto, ellos sí tienen y usan). Me dicen que es un contrasentido y les contesto que sí. Me preguntan por qué y me avergüenza verbalizar la respuesta.

La paradoja, si cabe una más, la encontré esta mañana en el buzón de mi casa. Era una carta que me enviaba la Oficina del Censo Electoral y se convirtió, al leerla, en el disparador de este artículo. Como además de ser uruguaya tengo ciudadanía italiana, el organismo me ofrece la posibilidad de votar en las próximas elecciones al Parlamento Europeo, aunque esté residiendo en España. Los comicios tendrán lugar en junio de 2009, así que ahora, ocho meses antes, me mandan un formulario en el que debo marcar con una cruz si deseo ejercer el derecho de sufragio. La respuesta es obvia, está claro que iré. Casi una década después, me levantaré un domingo temprano para incidir en lo que pasa, hacerme cargo de mi opción o quejarme con propiedad si las cosas no salen bien. No deja de ser una ironía que, por cuestión de voluntades y papeles, el mismo año en que mire de lejos lo que sucede en mi país y sea dada de baja del padrón electoral, podré ejercer mi derecho constitucional en otra parte; que saldré a elegir las corbatas de la Unión Europea después de cebarme unos mates.

18.10.08

Los tiempos muertos de espera en los viajes

La espera en estaciones, terminales y aeropuertos puede duplicar el tiempo total que se invierte en realizar un viaje

Nadie duda de que los viajes comienzan en el momento en que se hace la maleta en casa. Escoger la ropa y los enseres personales implica pensar en la travesía y en todas aquellas cosas que podrían necesitarse en el lugar adonde se va. Lo que casi nadie contempla, en cambio, es que los tiempos de espera en aeropuertos, estaciones de trenes y terminales de autobuses son también parte del viaje: un paréntesis inevitable y engorroso que, en ocasiones, puede durar más tiempo que el propio desplazamiento y que, además, puede costar muy caro. Porque los momentos de espera al viajar -ya sea en un andén, una terminal aérea o durante las travesías de los autobuses de largo recorrido- están orientados al consumo. Y el aburrimiento, cuando se suma a una amplia oferta comercial, es un pasaporte al gasto innecesario.

Los "tiempos muertos" de un viaje varían en función del medio de transporte, la ruta que se elija y el momento del año. Algunas fechas, como las vacaciones de Navidad, son especialmente complicadas por la gran cantidad de personas que se desplazan de un sitio a otro. Las colas se alargan, los espacios rinden menos y hay que armarse de paciencia. Las rutas también inciden en esos tiempos, pues no es lo mismo un vuelo doméstico que un viaje al extranjero con escalas. Y en cuanto al medio de transporte, también hay variaciones. De arranque, para los trenes y autobuses hay que presentarse en la estación treinta minutos antes de la hora de salida. En el caso de los aviones, AENA aconseja estar en el aeropuerto con 45 minutos de antelación como mínimo, aunque aclara que ese margen puede ser mayor según cada compañía. En la práctica, todas las empresas recomiendan presentarse en el mostrador de facturación entre una y dos horas antes de la salida del vuelo.
Esto significa que, para coger un vuelo, un tren o un autobús que sale a las ocho de la mañana, es imprescindible estar en la terminal entre las seis y las siete y media de la mañana, dependiendo del transporte escogido. El lapso puede aumentar si, por ejemplo, el pasajero tiene dificultades de movilidad, lleva mucho equipaje, viaja en familia o en grupo, va en compañía de niños y ancianos o debe hacer papeleo previo. Visto así, estar dos horas antes en un aeropuerto no parece, en principio, excesivo; sobre todo teniendo en cuenta que hay que facturar el equipaje y pasar fuertes controles de seguridad. No obstante, cuando se comparan los tiempos de espera con los del desplazamiento real, la situación se percibe de manera distinta. Para un vuelo de dos horas, se pasa tanto tiempo en el aeropuerto como en el avión. Para uno de cuatro, la espera supone la tercera parte del viaje. Y para un simple vuelo doméstico de una hora "como la mayoría de los que conectan a los aeropuertos de la península con Madrid-, el pasajero esperará en tierra el doble de tiempo del que estará volando.

Esto es sólo el principio, ya que en el caso de los vuelos con escalas, cada parada se "traga" buena parte del viaje. Los aterrizajes intermedios no siempre coinciden bien con los siguientes despegues, de modo que es perfectamente posible (y hasta habitual) tener que esperar tres, cuatro o cinco horas en un aeropuerto cualquiera antes de reanudar la travesía y llegar por fin al destino. En el caso de los autobuses pasa algo similar. Si bien sólo se exige estar media hora antes de la salida, hay paradas obligatorias de descanso que no se pueden obviar, porque están regidas por ley. Según indica el Ministerio de Fomento, tras un periodo de cuatro horas y media de viaje, el conductor debe hacer una pausa ininterrumpida de 45 minutos, o dos paradas de quince y treinta minutos cada una. La normativa responde a la seguridad y tiene como objetivo evitar accidentes de tráfico por cansancio pero, en tiempo, se puede traducir de otro modo: en cualquier trayecto de largo recorrido (y sin contar la antelación con la que hay que presentarse), las esperas intermedias suponen el 15% del viaje.

San Sebastián - Cádiz. Un ejemplo práctico

Dejando a un lado las circunstancias imprevistas o adversas (como el clima, un atasco en la autopista o problemas en las vías del tren), son muchos los factores que determinan esos paréntesis tediosos. Y su combinación, que es casi infinita, impide establecer de manera taxativa cuánto tiempo se pierde con ellos. No obstante, está claro que la espera forma parte del viaje, y un buen modo de cuantificarla es comparar alternativas para desplazarse entre dos puntos invariables. Aunque suene a matemáticas, es un cálculo sencillo. Lo primero es elegir dos ciudades. Por ejemplo, San Sebastián y Cádiz, que están separadas por 1.050 kilómetros. El viaje en coche -respetando las leyes de tráfico y turnándose entre los conductores- se suele hacer en once horas y media.

El autobús que las comunica parte a las 19.25 y llega a las 11.15 del día siguiente. Son casi dieciséis horas de viaje con sus paradas obligatorias, más los treinta minutos previos. Total: cinco horas de espera. Durante el 30% del viaje, el pasajero estará quieto. El tren sale a las 8.32 y llega a Madrid a las 13.53, donde hay que hacer trasbordo a otro convoy que parte a las 16.20 y llega a Cádiz a las 21.37. Son trece horas de viaje, más los treinta minutos de antelación y los otros treinta que se pierden en Madrid. Es decir, una hora de espera, a los que se suman varios minutos al detenerse en cada estación intermedia. El avión, que es el medio más rápido de todos, puede ser también el más engorroso. No sólo no hay vuelos directos, sino que los mismos llegan a Sevilla, donde hay que continuar el viaje en otro medio de transporte hasta Cádiz. Parte a las 9.05 de San Sebastián y llega a las 10.00 a Madrid. El siguiente vuelo despega a las 11.50 y llega a Sevilla una hora después. El tren desde allí hasta el destino tarda dos horas. En este caso, aunque se demora entre seis horas y media y siete en llegar, la mayor parte del tiempo el pasajero estará esperando. Para dos horas de vuelo y dos de tren, hacen falta otras dos en el aeropuerto de salida, dos en Barajas, media hora en la estación de tren sevillana y, por supuesto, el desplazamiento hasta allí desde la terminal aérea. En términos absolutos es la vía más rápida, aunque, en relación, es la que hace perder más tiempo. El medio que menos hace esperar, en este caso, es el tren.

Trasbordos, esperas, relojes.. . Resumido de esta manera, el cálculo se asemeja más a la fórmula del estrés que a un simple problema matemático. Sin embargo, cuando se trata de viajar, si hay varias alternativas es recomendable planteárselas.

El coste del billete no es el único gasto
En ocasiones, los paréntesis de espera son útiles y vienen muy bien para descansar, "estirar las piernas" y trasladarse de una terminal a otra con cierta tranquilidad. Otras, en cambio, suponen demasiado tiempo extra en el que no hay posibilidad de escaparse, pero sí oportunidades de gastar. En todos los sitios donde un pasajero detiene su marcha hay establecimientos que le incitan al consumo. Antes de pensar en un aeropuerto -que es, quizás, el ejemplo comercial más claro-, hay que tener en cuenta que todos los medios de transporte, cuando hacen paradas obligatorias, escogen lugares estratégicos. Un autobús no se detiene en medio de la nada, lo hace siempre en cafeterías y hostales de carretera o, en su defecto, en las áreas de servicio que están junto a las gasolineras. Lógicamente, esto brinda seguridad a los pasajeros y les permite distendirse en un lugar adecuado, protegido del tráfico y de las inclemencias del tiempo. Además, son espacios que cuentan con baños públicos, algo que todo el mundo agradece cuando se enfrenta a muchas horas de viaje.

Para quien deba pasarse medio día sobre ruedas, este tipo de recintos son un oasis, pues en doce, catorce o dieciséis horas de viaje es necesario comer, descansar, tomar algo y entretenerse para evitar que éste se convierta en una tortura. Claro que si estas cuestiones no se contemplan de antemano, cada parada del autobús puede costar una pequeña fortuna. En primer lugar, porque los precios son muy superiores a los que se fijan en un establecimiento normal. Y luego porque, una vez allí, el café con leche casi nunca se bebe solo, los bocadillos resultan prácticos y las revistas y periódicos tientan. En resumen, se compran objetos que no estaban previstos y se paga más por ellos que en cualquier otro lugar. Llevar los tentempiés desde casa, una revista de pasatiempos o un libro contribuirá a que estos ratos de espera no hagan temblar al bolsillo.

El mecanismo comercial de la espera es más evidente en los aeropuertos, de los que, además, hay datos. Uno de ellos, recogido en el último anuario de AENA, desvela que casi el 42% de los ingresos y la facturación anual de los aeropuertos españoles corresponde a las tiendas normales, a las que están libres de impuestos y a los locales de restauración. El apunte no sorprende, pues coincide con la actitud habitual de los pasajeros (comer, comprar cosas, buscar ofertas) y con la transformación progresiva de estas terminales en el tiempo.
Predispuestos a gastar
Las colas para facturar el equipaje y el momento de someterse a los controles de seguridad son las dos etapas más agotadoras y tensas dentro de un aeropuerto. Una vez que se ha pasado por ellas, el pasajero queda a merced de los horarios de los aviones y, aunque le toque esperar un par de horas, su tiempo deja de ser suyo. La razón es simple: hay que permanecer en el aeropuerto, no se puede salir, no hay sitios pensados para dormir y es imprescindible prestar atención a los horarios y posibles cambios. En esas circunstancias -mezcla de vigilia, sensación de estar "en tránsito" y aburrimiento-, es normal buscar una actividad de ocio que resulte habitual, como comer y comprar. Aldeasa facturó sólo en 2007 un total de 4.500 millones de euros en los 43 países donde trabaja. Entre aeropuertos, autopistas y estaciones de trenes (sus tres principales canales de actividad) registra una media de 890 millones de clientes al año; aunque los aeropuertos siguen siendo su vía de ingresos principal, con casi el 98% de la facturación. Evidentemente, parte del gasto que hace un viajero está prevista. Por ejemplo, la compra de perfumes o tabaco libre de impuestos. Sin embargo, en un entorno netamente comercial, con tiempo y dinero, es usual gastar más de la cuenta o ceder ante un capricho.

Desde el punto de vista social, los aeropuertos, estaciones y carreteras son sitios impersonales donde el comportamiento de la gente cambia. Así lo plantea el antropólogo Marc Augé, quien sostiene que estos recintos son "no-lugares"; espacios muy comunes (y necesarios) en la vida actual, pero que carecen de identidad. En este sentido, no hay casi diferencias entre un aeropuerto de Alemania, la India, Estados Unidos o España. Son sitios obligados cuando se hace un viaje y, a su vez, anónimos, donde las personas que allí se encuentran están de paso y, probablemente, no vuelva a cruzarse nunca más. Por otra parte, en las estaciones y aeropuertos no hay espacios pensados para el descanso sin consumir. Es decir, hay asientos de espera, pero dejan de ser cómodos al cabo de una hora. Lo habitual es sentir ansiedad, curiosidad, y deambular.

Por ello, la mejor manera de encarar un viaje es pensar que la espera es inevitable. Calcular esos tiempos de antemano contribuirá a ahorrar dinero y angustias, pues llevar de casa un bocadillo, unas galletas, bebida, música y lectura hará que esos tiempos muertos se superen de una manera más económica.

"Si en tu casa no hay comida, tocas la puerta de tus vecinos"

Socorro Rincón llegó a Euskadi hace siete años junto a su marido. Se marcharon de Colombia cuando la situación se volvió insostenible y empezaron a temer por sus vidas. Allí estaban amenazados, aquí son refugiados políticos. Por eso, además de buscar la normalidad, se han sumado a varias iniciativas para mejorar la situación de los inmigrantes.

El martes pasado, en la víspera de la ratificación del Pacto Europeo de Inmigración, numerosas asociaciones de extranjeros residentes en distintos países de Europa convocaron a una huelga. Bajo la consigna 'el 14 de octubre de no trabaje, no consuma, no compre, no venda. Que se sienta la importancia real de la presencia del migrante', las asociaciones pretendían, por un lado, manifestar su rechazo a las nuevas medidas y, por otro, demostrar que la presencia extranjera forma parte del motor económico y social de los países que le reciben.

En Vitoria, si bien no hubo un llamamiento a la huelga, sí tuvo lugar un acto público de denuncia al contenido del Pacto. Reunidos en el Hikaateneo de la capital alavesa, diversos representantes sindicales, asociaciones de extranjeros y ONG de integración intercultural expresaron su desacuerdo con la nueva normativa, que endurece la política migratoria de la UE, y anunciaron una concentración frente a la Subdelegación de Gobierno para el jueves.

Entre los miembros de la convocatoria se encontraba Socorro Rincón, una psicopedagoga colombiana que llegó a Euskadi junto con su esposo en 2001 solicitando asilo político. «La situación en mi país es muy mala, sobre todo para quienes son defensores de los Derechos Humanos. Ambos estábamos amenazados y temíamos lo peor. Cómo sería la situación que el propio Ministerio de Interior de Colombia nos pagó los billetes de avión para irnos», recuerda.

Eligieron el País Vasco porque aquí tenían amigos y creyeron que sería un buen lugar para volver a empezar. «El primer lugar donde vivimos fue Otxandiano, un pueblo precioso que nos recibió maravillosamente durante los tres años que residimos allí. En las fiestas, cantábamos en euskera aunque no sabíamos el idioma, pero así llegamos a conocer bien la cultura vasca y nos dejamos medio corazón en el pueblo».

Se mudaron a Vitoria porque echaban de menos la vida de ciudad y porque querían conocer a más gente. «La idea siempre fue seguir trabajando por nuestro país y por las personas extranjeras que llegan», dice Socorro, que integra varias asociaciones de ayuda e integración cultural. La tarea, como dice, no es fácil, pues «además de los estereotipos que existen en la población local, también hay desafíos ante la población inmigrante. Hay muchos colombianos que están de acuerdo con la política actual, con la sumisión de nuestro país a Estados Unidos y no se cansan de decir que todo es maravilloso en Colombia. Y, sin embargo, están aquí».

Crisis y xenofobia
Desde su punto de vista, la situación latinoamericana es muy mala. «No sólo ha habido constantes saqueos en el continente, también hay gobiernos corruptos. Cuando converso con otros inmigrantes, casi siempre me cuentan lo mismo: que se han ido porque no hay trabajo, porque pasaban hambre. Si en tu casa no hay comida, tocas la puerta de tus vecinos para pedirles ayuda. Con la emigración pasa lo mismo», compara.
En cuanto al Pacto Europeo de Inmigración, Socorro sostiene que es «absurdo. La gente que emigra no viene a pasear. Huye de los gobiernos corruptos, viene a trabajar -enfatiza-. El blindaje de Europa dificulta la integración, y más en una época como esta, en la que todos sufrimos la crisis económica y financiera». Como suele suceder ante un quiebro, los ciudadanos buscan responsables. «Es lógico -dice Socorro-. Lo triste es que se culpe a los extranjeros de ello. El racismo y la xenofobia aumentan cuando hay una crisis y es duro escuchar comentarios en la calle cuando tú también trabajas y no tienes la culpa».

13.10.08

El puente sobre el río Uruguay

Son las cuatro de la tarde en España y me pongo a escribir estas palabras después de haber visto el informativo de las tres. Hoy murió uno de los hombres más obesos del mundo. Era mexicano y pesaba 450 kilos. Lo tuvieron que sacar con un remolque de su casa. En Inglaterra, un chef mató a su novio. Las autoridades le acusan de asesinar, trocear y freír a su amante. Dicen que, tras el homicidio, cortó uno de sus muslos y lo sazonó con aceite de oliva y finas hierbas. Otro británico, que reside en España y está de vacaciones en Tokio, se bañó completamente desnudo en el foso del Palacio Imperial de Japón. En Valencia, un hombre perdió su brazo izquierdo a causa de la bacteria 'come carne'. Su nombre científico es Streptococcus Pyogenes, aunque algún avezado periodista la rebautizó como 'bacteria caníbal'. Entre tanto, y pese a las medidas conjuntas de los bancos, la economía europea se derrumba.

Es fácil hacer chistes de mal gusto con tanto ingrediente curioso, aunque la realidad, al menos hoy, supera cualquier inventiva. ¿Qué hacen juntos un cadáver de 450 kilos, un exhibicionista británico, una bacteria 'come carne' y un chef caníbal? El informativo central. Lo del desplome de las bolsas pasa a un plano secundario, como la recesión que prevé el FMI para España en 2009 o los científicos premiados con el Nobel. Debo confesar que el refrito de noticias me agarró por sorpresa y sé que, para cuando se publique este artículo, ya será información vieja. Sin embargo, ilustra muy bien lo que quiero transmitir: desde el punto de vista informativo (y desde el lugar donde estoy ahora mismo), los piquetes en el puente de Fray Bentos no le interesan a nadie.

Saco el tema porque el lunes pasado, mientras leía este diario, supe que tres piqueteros le habían dado una paliza a un argentino cuando intentaba cruzar. Sólo con ver la foto de Sebastián Belausetgui, con la camisa ensangrentada y los vendajes en la cabeza, uno podía darse cuenta de la gravedad de los hechos. Le partieron la cara. Y lo hicieron porque sí, porque tenían ganas, porque la violencia es el discurso de los que se quedan sin argumentos y a alguno le pareció que cuadraba. Entre manifestarse contra la construcción de una papelera y atacar a un ciudadano cualquiera (cuando la papelera, además, ya está hecha), hay un trecho importante, ¿no creen?

Más allá del episodio puntual (delictivo y punible, por cierto), hay otra cuestión que no puedo entender: cómo es posible que todavía sigan con eso. ¿Es que no tienen nada mejor que hacer? ¿Nada? ¿Ninguno trabaja? ¿A qué se dedicaba esta gente antes de convertirse en piquetero profesional? Visto a la distancia, da pena. No entro en la génesis de esta historia, en quién tenía razón y en demás debates ecologistas; sólo digo que da pena e insisto en que a nadie le importa. ¿Saben qué fue lo único que trascendió del conflicto en este lado del océano? El lomazo de Evangelina Carrozo, la reina del carnaval de Gualeguaychú que se presentó medio desnuda en la Cumbre de Viena de 2006. Eso sí que fue portada en los diarios, como el informativo de hoy, tan enfocado en la carne.

Ah, pero... ¿llevaba pancarta? ¿Y qué decía? No sé, pero tiene un trasero estupendo. Parece broma y, desgraciadamente, es cierto. Ni La Haya, ni manifestaciones, ni recursos de apelación en ningún sitio. Lo único que se vio fue aquello y ya está. Con la cantidad de bombas que revientan cada día y la poca importancia que se les da, ¿de verdad algún piquetero cree que está haciendo Historia? Como uruguaya que soy y que mira esta película de lejos, la sensación que me deja este asunto es que Latinoamérica sigue siendo una gran plaza de palomas. Basta con tirar unas migas para que todas se apelotonen moviendo las alas y reventándose contra los bancos. Para el dueño del pan, son todas iguales. Las mira desde arriba, se divierte con el juego y, cuando se aburre, se va. Las palomas ni se enteran. Volverán a 'piquetearse' cuando caiga otro poco de pan.

11.10.08

"Queríamos seguir creciendo y Bilbao nos dio la oportunidad"

Todavía no han cumplido su primer año en Euskadi, aunque experiencia migratoria no les falta. Entre conciertos, viajes de estudios y giras, Ynarhú Silva y Mao Fermín llevan años viviendo lejos de Venezuela. Él, ocho. Ella, treinta. Su historia conjunta, que empezó en aquel país como «un amor musical», continuó en Canarias y Madrid, hasta afincarse en Bilbao.



Ynarhú y Mao son músicos. Trabajan juntos, componen juntos y, desde hace varios años, comparten su vida afectiva. La entrevista se desarrolla en una confitería de Santutxu y es también a dos voces. «Me fui de Venezuela en 1979 para estudiar Turismo en Madrid, así que llevo coqueteando con España desde que era muy jovencita», dice Ynarhú, cuyo nombre significa 'agua clara' en la lengua de los pemones, una etnia aborigen de la Amazonia venezolana.

Aunque vino por estudios y su primer contacto con Europa tuvo lugar en la capital española, no fue allí, sino en Canarias, donde la artista cambió de rumbo y soltó sus anclas. «Descubrí que la música era mi pasión y me dediqué a ello en las islas que, durante muchos años, fueron mi segunda casa. Al principio, tenía en mente volver a Venezuela cuando me sintiera bien, pero el tiempo fue pasando y nunca encontré el momento. Allí nadie me conocía; era aquí donde estaba mi vida».

Una gira por su país en la década de los noventa introdujo un nuevo matiz. Su nombre: Mao Fermín, un conocido músico venezolano de dilatada trayectoria que, en aquel entonces, ya compartía escenario con artistas de la talla de Pablo Milanés y Alfredo Zitarrosa. «Nos conocimos en Venezuela, cuando Ynarhú fue a hacer una serie de conciertos; aunque lo nuestro fue, primero, un amor musical», dice él. Luego, llegaron las decisiones, que implicaban muchos cambios y no resultaron sencillas.

Como resume Ynarhú, «Mao pertenecía al movimiento más importante del folclore latinoamericano, tenía allí su carrera y vivía bien. Lo primero que vi en él fue un músico muy abierto y universal», dos cualidades que se transformaron en una invitación para hacer un disco conjunto. Mao aceptó la propuesta sin imaginar que acabarían grabando tres. Y casados. «Me costó emigrar -confiesa él-, pero ha valido la pena».

En Canarias, donde vivieron juntos un lustro, participaron en todas las celebraciones, verbenas y festivales, y lograron hacerse con un público fiel. Sin embargo, Ynarhú y Mao tenían «más inquietudes musicales» y sabían que, para alcanzarlas, debían buscarlas fuera. «Él dejó Venezuela por mí y yo salí de Canarias por él. Comprendí que allí lo habíamos hecho todo y que la vida es más que siete islas. Por eso nos fuimos».

Entre fábricas y violines
Estuvieron un año en Madrid, hasta que el Consulado de Venezuela en Bilbao les invitó a actuar en una serie de actos oficiales que tendrían lugar en la villa. Vinieron, cantaron y se maravillaron con la ciudad, prometiéndose que volverían «aunque fuera un fin de semana». «A él le pareció un lugar precioso y yo quería salir corriendo de Madrid», dice ella. Poco después, se abrió una puerta. «El Consulado ofrecía una plaza fija de trabajo y me presenté. Así fue como nos vinimos a vivir al País Vasco», sintetiza Ynarhú.

En opinión de Mao, no fueron ellos quienes eligieron Bilbao, sino la villa quien los eligió a ellos. «Queríamos seguir creciendo y esta ciudad nos dio la oportunidad. Las cosas se dieron de tal modo que nos hicieron posible venir, porque emigrar no es fácil y requiere tener los pies bien puestos en la tierra». Más aún si eres artista, «pues haces una carrera de fondo y construyes poco a poco. Darse a conocer lleva tiempo y, mientras tanto, tienes que vivir», reflexiona.

«Muchas veces los inmigrantes hacemos el trabajo que nadie quiere porque es lo que hay, no porque nos falte preparación académica -agrega Ynarhú-. Mao trabajó en una fábrica para pagar el alquiler, pero nunca dejó de ser un maestro del violín».

10.10.08

Vivienda en cooperativa y de protección oficial

Ambas opciones suponen un ahorro considerable frente a la adquisición de vivienda libre, aunque también tienen sus inconvenientes

La compra de una vivienda es la inversión más prolongada y costosa para la mayor parte de la población, pues nada es tan caro ni tarda tanto en saldarse como la adquisición de este inmueble. De media, quienes han firmado un crédito hipotecario deben pagar 143.730 euros en 27 años, según recogen el Instituto Nacional de Estadística (INE) y la Asociación Hipotecaria Española (AHE). Los datos oficiales más recientes (correspondientes al segundo trimestre de este año) tampoco son muy alentadores. El precio de la vivienda libre en España es de 2.095 euros por metro cuadrado; una cifra que, sumada a los intereses de los préstamos y la actual situación financiera, resulta excesiva para más de un ciudadano. Por esa razón, los métodos alternativos para comprar casa han ganado terreno. Dos de ellos, en concreto, son los que despiertan mayor interés entre quienes no cuentan con garantías o ingresos suficientes para hacer frente a las exigencias de una hipoteca tipo: las viviendas de protección oficial (VPO) y el régimen de cooperativas, ya que ambas reducen los costes de manera significativa con respecto a la compra tradicional. Un repaso a las normativas y a las ofertas que ofrece el mercado permite mostrar las características de estos modelos que, además, pueden ser mixtos.
Estas viviendas sociales se promocionan a través de tres vías:
  • Las VPO gestionadas por el Estado, las cooperativas que edifican en suelo libre y las que combinan ambos modelos y construyen en suelo protegido. Comprar una VPO promovida por la Administración supone un ahorro de hasta el 47%. En contrapartida, no hay posibilidad de tomar decisiones y la espera puede dilatarse en el tiempo.
  • Ingresar en una cooperativa convierte al socio en promotor, implica un ahorro de entre el 20% y el 30% cuando el suelo es libre y obliga a implicarse en el proyecto participando activamente en él. El tiempo de espera es menor, aunque aumenta el esfuerzo.
  • Las cooperativas que edifican en suelo protegido, la opción más económica, combinan las ventajas de los dos supuestos anteriores, pero también sus inconvenientes, como la espera para conseguir el terreno, o el sistema del sorteo.
Las cooperativas, unión de voluntades

El régimen de cooperativa es casi centenario en España (data de 1917) y, con casi un millón y medio de viviendas edificadas, es un sistema de construcción muy arraigado en el país. Su principal diferencia con la compra "tradicional" o, incluso, con la adquisición de VPO promovidas por las administraciones es que, en una cooperativa, sus miembros no sólo son adjudicatarios de las viviendas, también son promotores de las mismas. Como señalan desde la Confederación de Cooperativas de Viviendas de España (CONCOVI), las cooperativas no venden inmuebles, los adjudican. Y es esta "doble condición" de sus integrantes lo que hace que el precio final se reduzca. El ahorro puede suponer entre un 20% y un 30% con respecto a la adquisición de una vivienda libre.

Así, cuando una persona se apunta a este régimen firma un contrato que le obliga a aportar dinero para cubrir los gastos iniciales de la promoción, como el terreno, el proyecto y los seguros, entre otros. En síntesis, se trata de un grupo de personas que necesitan un hogar y que se agrupan para conseguirlo. Para ello formalizan su constitución oficial mediante la inscripción en los registros correspondientes, designan un Consejo Rector entre los socios, contratan los servicios gerenciales con una empresa gestora de reconocida solvencia y promocionan sus proyectos sin ánimo de lucro con la participación de todos los asociados.

Desde el punto de vista legal, una cooperativa de viviendas "asocia a personas físicas que precisen alojamiento y/o locales para sí y las personas que con ellas conviven". Esta definición plantea de manera muy clara que la finalidad es acceder a un hogar, y que los únicos beneficiarios son los socios. Como no es imprescindible tener experiencia en el sector (y, de hecho, la gran mayoría de los miembros se "estrena" en el mundo de la construcción), los socios suelen contratar los servicios de una gestora con experiencia para que les asesore y les guíe durante todo el proceso, desde la compra del terreno hasta la selección de la empresa constructora y los materiales. En sí, ésta es una de las ventajas más sobresalientes del sistema, pues permite a los futuros vecinos elegir mediante asambleas y votos- cómo serán sus viviendas, en qué aspectos economizarán y en cuáles invertirán un poco más. En contrapartida, el cooperativismo exige una actitud más activa, estar presente en la toma de decisiones y seguir de cerca el proceso.

En cuanto al dinero, éste empieza a aportarse desde el inicio para cubrir los costes básicos de gestión y financiar el edificio. La cooperativa debe garantizar que esas cantidades entregadas por anticipado serán devueltas en caso de que el proyecto se interrumpa. Por otra parte, los miembros deberán decidir en qué casos está justificado que un socio se dé de baja, y las condiciones en las que se le devolverá su dinero. Los avales bancarios y la creación de estatutos que se ciñan a lo que estipula la ley son, por tanto, fundamentales para evitar problemas y despejar dudas. Lo mismo, para todo lo que tenga que ver con los plazos de finalización de las obras y la entrega de llaves, o para los posibles gastos adicionales que puedan surgir en el proceso.
Las cooperativas con protección oficial

El funcionamiento de una cooperativa no tiene nada que ver con la calificación del suelo sobre el que se va a edificar. Así como una persona física puede adquirir una vivienda libre o de protección oficial por su cuenta, las cooperativas pueden formarse para construir un edificio en un terreno libre o en uno protegido. En este sentido, uno de los principales problemas a los que se enfrenta el cooperativismo en la actualidad es la escasez de suelo protegido y la carestía del suelo libre, ya que los precios del mercado no siempre compensan el esfuerzo y la dedicación que supone asociarse con otras personas para convertirse en promotor.

El objetivo de las cooperativas es lograr el acceso a una vivienda para las personas con menos ingresos y que se encuentran en una difícil situación porque superan los topes para acceder a una VPO pero no llegan a reunir el capital para comprar una vivienda libre de promoción privada. Es decir, reducir los costes de la adquisición a través de un proyecto social. No obstante, muchas agrupaciones combinan las ventajas de ambos caminos: el beneficio que supone ser adjudicatario y promotor, más el ahorro que se genera al edificar en suelo protegido.

Como señalan desde una de las más importantes gestoras españolas, la reducción del coste es sustancial porque las promociones se realizan sin ánimo de lucro, de modo que el cooperativista abona exclusivamente el coste real de su vivienda. Por otra parte, durante los dos años y medio que suele tardar la construcción del edificio, los miembros participan activamente en la toma de decisiones.
El proceso incluye algunos de los requisitos que se exigen para acceder a una VPO:
  • Lo habitual es inscribirse primero como demandante de vivienda.
  • Una vez que surge una nueva promoción, según las características del suelo, la ubicación y las personas inscritas, se confecciona una lista con los posibles beneficiarios.
  • En caso de que esa lista superara a la cantidad de viviendas disponible, se realizaría un sorteo ante notario público, igual que hace la Administración con la entrega de VPO.
  • A partir de entonces, se firma un contrato de adjudicación y se celebra una asamblea en la que se informa al socio de cómo es el proyecto, cuánto tarda y cuánto cuesta.
Lo peculiar del régimen es que los socios empiezan a pagar en el momento en que se inicia el proyecto: un 20% del valor durante la construcción y el 80% restante tras la entrega de llaves. Para ello, se solicita un préstamo hipotecario que se divide en tantas partes como número de socios. A su vez, mientras los cooperativistas debaten y deciden, también cuentan con el respaldo de personal cualificado que les asesora y que supervisa la evolución de las obras, para que las viviendas mantengan las calidades y materiales elegidos por los socios.

VPO, al amparo del Estado

Una vivienda de protección oficial cuesta la mitad que una vivienda libre. Si el metro cuadrado de estas últimas vale 2.095 euros, el de las VPO se fija en 1.112,5 euros de media; un coste que se reduce de manera significativa en comunidades como Extremadura.

Con un ahorro del 47% en el precio, la ventaja económica es clara. Y, por esa misma razón, la demanda supera a la oferta. Al contar con más personas interesadas en el sistema que viviendas protegidas disponibles para ellas, el proceso de adjudicación se ralentiza y depende muchas veces del perfil de los solicitantes, la provincia en la que vivan?, y el azar. Cabe recordar que, cuando se produce ese desequilibrio entre solicitudes e inmuebles, la Administración suele adjudicar las viviendas mediante un sorteo público y que, aun en el mejor de los casos, el tiempo de espera entre la adjudicación y la entrega de llaves puede dilatarse varios años.

¿Quién puede acceder a una VPO?
Además de ceñirse al funcionamiento burocrático, comprar una vivienda de protección oficial supone superar algunas cribas, ya que no todo el mundo es apto para postularse como peticionario. Las condiciones pueden variar según las provincias y autonomías, pero, en términos generales, los candidatos son admitidos teniendo en cuenta los ingresos de sus núcleos familiares. Así, quienes se apunten a este sistema no pueden superar determinados niveles anuales y, por supuesto, no pueden ser propietarios de otra vivienda.
  • La medida para establecer los topes es el IPREM (Indicador Público de Renta de Efectos Múltiples), que para este año se ha fijado en 516,90 euros al mes y 6.202,80 al año.
  • Las familias con ingresos de hasta 2,5 veces el IPREM (15.507 euros anuales) tienen derecho a una VPO de régimen especial; es decir, las más baratas del mercado y las que cuentan, además, con condiciones de financiación menos duras.
  • Para las VPO de régimen general, el tope está fijado en 5,5 veces el IPREM (34.115 euros anuales).
En algunas comunidades, como el País Vasco, los rangos dependen del Gobierno autonómico y, por tanto, pueden variar. A principios de septiembre, de hecho, el Departamento de Vivienda aprobó modificaciones en los topes máximos para acceder a las VPO. La nueva orden mantiene los ingresos mínimos exigidos para anotarse (12.000 euros al año), pero sube el límite de 33.000 euros a 35.000 cuando es una sola persona quien lo solicita, 36.842 euros cuando es una pareja en la que sólo uno de los miembros trabaja y 40.936 euros cuando trabajan los dos. En cualquier caso, y antes de tomar una decisión, lo más conveniente es informarse en el departamento competente según la comunidad en la que se resida, y preguntar por la normativa vigente, así como por el sistema de adjudicación y los compromisos económicos posteriores.

6.10.08

Juventud, divino tesoro

Tengo una duda. ¿Alguien podría decirme a qué edad dejamos de ser jóvenes para convertirnos en adultos? No me refiero a sentirse joven o a ser jovial, que es un estado de ánimo, sino al momento de la vida en que uno se jubila de la protección paternalista y empieza a tomar decisiones; a 'hacerse grande' más allá de lo que diga el carné de identidad. Lo pregunto porque, últimamente, ya no lo tengo tan claro y les voy a contar la razón. El 1º de enero entró en vigor la Renta Básica de Emancipación (RBE), una ayuda económica que ofrece el Ministerio de Vivienda a los jóvenes de entre 22 y 30 años para que les sea más fácil alquilar un apartamento por su cuenta. En síntesis, son 210 euros al mes (durante un máximo de cuatro años) que los beneficiarios utilizan para cubrir parte del gasto mensual.

El proyecto, que ya disfrutan unas 45.000 personas, obedece a dos cuestiones. La primera, fomentar la cultura del alquiler, que está muy poco extendida. La segunda, incentivar a los 'chavales' a salir de la casa de sus padres, ya que aquí es absolutamente normal tener 30 años y seguir viviendo con ellos. Esto es lo que me llama la atención. Según las estadísticas, España es uno de los países de la Unión Europea con mayor retraso en la edad de emancipación. En números, casi la mitad de los menores de 34 años sigue en casita y, aunque tenga trabajo, no tiene ganas de irse. "Para qué, si en ningún sitio voy a estar tan a gusto", es el razonamiento que impera.

Antes de seguir con estas líneas, voy a hacer una aclaración: todavía no cumplí los treinta. Lo digo porque, en teoría, soy parte de ese colectivo al que critico y hasta podría pedir la RBE. El problema es que ni me identifico con ello ni lo entiendo. Es decir, me parece estupendo que el Estado invierta en bienestar social y que le tire a la gente un huesito de vez en cuando. Lo que no soy capaz de entender es lo otro: por qué una persona de 28, 29 o 30 años que trabaja y gana un sueldo más o menos decente necesita de ese empujoncito legal para lanzarse a volar y, aun así, se resiste. ¿Qué pasó con el sueño de independencia y con las ganas de jugar a las casitas? ¿Se los robó Peter Pan?

Según mi humilde punto de vista (y sin ánimo de generalizar), gran parte de la población española vive una adolescencia perpetua. No sólo arrancan más tarde a vivir solos, también retrasan otras etapas de la vida, como consolidar la pareja y encarar la formación de una familia. Hay muchísimos padres primerizos de 40 años (o más) que recurren a la fertilización asistida para poder concebir a sus hijos, de ahí que en los hospitales haya tantos partos múltiples y que en las veredas circulen tantos cochecitos en tándem. Fíjense que hasta para algo tan natural como reproducirse hay un incentivo del gobierno: el 'cheque bebé', de 2.500 euros por hijo.

Insisto en que las ayudas estatales están muy bien, porque responden a las tendencias generales: casas vacías, escuelas vacías, envejecimiento de la población, falta de 'sangre nueva' productiva que sustente la Seguridad Social... Y, por supuesto, mayor esperanza de vida, ya que una cosa es proyectarse hasta los 40 y otra distinta es morirse a los 95. Evidentemente, si contamos con más tiempo, las etapas vitales se descomprimen. Claro que esto último, por sí solo, no explica el fenómeno. Si fuera así, en un Uruguay sin crisis debería pasar más o menos lo mismo, pero todos sabemos que el envejecimiento uruguayo se debe a que muchos nos fuimos.

El asunto es más bien cultural; un poco aquello de "vive de tus padres hasta que te mantengan tus hijos". Entre tanto, el mejor plan de mis coetáneos es comprarse la última versión de la 'play station', salir de fiesta con los amigos o invitarte a lo que sea con mensajes en el celular. Textos onda: "Qdms a ls 8 xa tmr 1 kfe? Bss!", lo que viene a significar un "¿Quedamos a las 8 para tomar un café? ¡Besos!" Menos mal que tengo hermanos adolescentes y me lo explican todo. Que me perdone Rubén Darío por el título que elegí.

2.10.08

"Mi casa está aquí, aunque la patria también es la infancia"

Se marchó de Argentina en 1979, cuando el país vivía una profunda fractura social y «cualquier cosa que hicieras daba pie a la sospecha». Llegó a España ese mismo año, con la democracia recién nacida y la sensación de que la juventud tenía «todo por hacer». Treinta años después, Fernando Valsega reflexiona sobre su vida y los cambios que ha vivido desde que dejó su tierra.

Hay un tango muy conocido de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera que versa sobre la partida y el retorno. Se titula 'Volver' y resume los sentimientos del que vuelve a su país después de muchos años de ausencia. La canción, de 1935, es casi un himno popular para los ciudadanos de Buenos Aires y Montevideo, pero en el caso de Fernando Valsega, tiene un significado especial. Amante de la música y el tango -tiene algunos temas grabados con su voz-, este periodista argentino dejó su país hace «más de media vida», cuando apenas era un chaval.

Sentado en una cafetería del Ensanche, cerca del estudio de Radio Popular, donde trabaja, el bonaerense repasa su historia. El relato comienza en la década de los setenta, unos años oscuros para América Latina y también para Argentina, que soportaba «una terrible represión política y social». En esa época, bajo la dictadura de Videla, «en Buenos Aires se respiraba la asfixia. Todo se relacionaba con la subversión. En la universidad había un policía por estudiante, llevar el pelo largo era sinónimo de rebeldía y no podías hablar con libertad. Si leías a Neruda, te hacían 'desaparecer'», señala.

Muchos emigraron huyendo de la opresión, y para Fernando, que entonces tenía veinte años, también era importante crecer como persona. «Quería conocer mundo», dice, y no lo dudó. Viajó primero a Montevideo, donde tenía algunos amigos, y luego embarcó rumbo a Europa. «Mi primer viaje fue en barco -comenta con cierta nostalgia-; un barco ruso que salió de Uruguay, pasó por Brasil y atracó finalmente en Las Palmas».

Enamorado de Bilbao
Aunque han pasado tres décadas, recuerda el momento al detalle. «No tenía ni un duro y, cuando el barco llegó a destino, sentí ganas de volver a casa enseguida. No conocía a nadie, ni sabía lo que iba a hacer... en el barco por lo menos tenía el desayuno asegurado». Sin embargo, bajó a tierra. «Lo que me gustaba de España era ese impulso creativo brutal. Además de compartir el idioma, los jóvenes estrenaban democracia. Para mí, que siempre me he sentido atraído por la comunicación, la música y los medios, era ideal».

Fernando conoció Bilbao unos meses después de ese día, aunque tardó en afincarse en Euskadi. «Pasé bastante tiempo de un lado para otro. Vivía unos meses aquí, trabajaba en verano en Ibiza, recogía manzanas en Italia y, después, volvía. Con los años le fui cogiendo el gusto a esta tierra, hasta que al final me afinqué en Algorta, donde vivo con mi mujer, que es vasca, y mis dos hijos».

Muchas cosas han cambiado desde entonces y este argentino se siente testigo de todas ellas. «La transformación de Bilbao es imponente -dice-. Cuando llegué, todo era gris y las calles estaban sucias. Hasta el clima era menos amable». Sin embargo, «y aunque la ciudad está cada vez más linda», él asegura estar enamorado del Bilbao de antes por su gente y su modo de ser.

«La inmigración también ha cambiado. Hace treinta años éramos tres y nos conocíamos todos. Con el tiempo, al aumentar la población extranjera, hemos dejado de saber de los demás y los estereotipos han ganado terreno». Por esa razón, en su programa de radio conversa cada día con una persona distinta del planeta. «Conocer a la persona, más allá de su procedencia, es la clave de la integración. Aunque hay patrones culturales de base, cada persona es un mundo», opina. «En mi caso, me siento vasco porque he pasado más de media vida en Euskadi y porque mi casa está aquí, aunque la patria también es la infancia y me sigo sintiendo argentino».