27.4.07

"Me da miedo ser yo misma"

Nuria Gago despunta como una gran actriz en papeles complicados que resuelve con gran desparpajo y busca personajes intimistas como el de su última película ‘Faltas leves’. Cree que su trabajo le permite tener una vida paralela «sin que nadie te juzgue por ello»

Cuando la nominaron a un premio Goya, hace ahora un par de años, Nuria Gago se encontraba en plena sesión de fotos. «Estaba con un amigo y me quedé muy sorprendida», recuerda. Hasta ese momento –enero de 2005–, su participación en la película ‘Héctor’ le había supuesto «un desafío y un gran aprendizaje», dos aspectos
que, en sí mismos, le habrían dado alas de sobra, pero que dieron paso a un tercero que, por supuesto, «no esperaba». Tras haber compartido cartel con Adriana Ozores, Unax Ugalde y Nilo Mur, la actriz se encontraba, de pronto, compitiendo con Mónica Cervera, Teresa Hurtado y Belén Rueda. Fue esta última –y no Nuria– quien se alzó con el galardón. Sin embargo, para ella, aquél fue un punto de arranque: con apenas 24 años y dos filmes en su haber, Nuria Gago comenzaba a probar las mieles del éxito.

«Lo viví como un cumpleaños –dice–, con mucha alegría y sorpresa. Mi amigo y yo fuimos a beber unas cañas y después, cuando llegué a casa, me encontré con una fiesta». Además de la celebración, el momento supuso «un regalo». Si algo necesitaba ella para dar sus primeros pasos era justamente eso: «Una palmadita en la espalda que me animara a seguir adelante por amar a mi profesión». Y, al mirar su biografía, queda claro que lo hizo. Después de ‘Noviembre’ y 'Héctor’, llegó ‘Tu vida en 65 minutos’, ‘Ciudad en celo’, ‘Faltas leves’ y ‘Una mujer invisible’. Muchos papeles cinematográficos –alguno allende los mares– que no le impidieron a esta actriz catalana experimentar en el teatro ni seguir rodando la serie ‘Mis adorables vecinos’.

–Has trabajado en proyectos muy diferentes. ¿Hay alguno que te haya marcado más que el resto?
–‘Noviembre’, sin duda, porque fue la primera cosa que hice y porque, en parte, abordaba mis propias vivencias. Yo venía del teatro y con la compañía hacíamos actuaciones callejeras. A su vez, fue un momento de mi vida muy especial. Todo era emocionante: llegar a Madrid, vivir sola, compartir cartel con Ingrid Rubio... Trabajar con Achero Mañas fue súper interesante, sentí que me había tocado la lotería.
–No es para menos...
–Sí. Y también me marcó mucho la segunda película, ‘Héctor’, porque me permitió aprender y trabajar con Gracia Querejeta, a quien admiro profundamente como mujer, directora y guionista. Creo que tiene una sensibilidad especial. En ese filme conocí a actores buenísimos, esos que siempre te sorprenden con sus interpretaciones. Además, Fanny fue mi primer papel importante. Me encantaba el personaje. Yo siempre digo que, tanto con Achero como con Gracia, tengo una deuda emocional, pues ambos me permitieron trabajar en lo que realmente me gusta.

Historias flechazo
–También dices a menudo que eliges las historias y no los medios. ¿Qué debe tener un guión para que lo consideres bueno y te atrape?

–Es como cuando conoces a una persona: a veces tienes ganas de invitarle a un café para saber más de ella y otras veces, por el contrario, haberle conocido te da igual. Las historias, de repente, te dan como un flechazo, tienen algo que te motiva o te conmueve hasta que nacen las ganas de contarlas.
–¿Y qué clase de guión es capaz de conmoverte?
–Me gusta el cine social, no los efectos especiales. Me gustan las películas que cuentan cosas íntimas y hacen que el espectador se convierta en un ‘voyeur’. El cine europeo es así, aunque si estuviera en Hollywood sería ‘Una rubia muy legal’ (risas).
–¿Hay algún papel que decididamente no harías?
–Me costaría interpretar algo violento, por ejemplo, porque me resulta difícil ver, digerir y entender la violencia. Sin embargo, aunque un papel se aleje moralmente de mí, lo haría, A fin de cuentas, no deja de ser ficción. No eres tú, sino tú jugando a ser otra persona.
–¿Te costaría, por el contrario, interpretar a un personaje que se pareciera mucho a ti?
–Las dos cosas son un reto. Cuando algo es muy diferente, tienes que indagar para descubrirlo, entenderlo y construirlo a todos los niveles. De hecho, donde más disfruto es en los ensayos, porque allí estoy buscando los matices. Pero también es complicado leer un guión y pensar: ‘¡Hostia! Esto mismo me pasa a mí’. A veces me surge el miedo de aparecer yo misma en la pantalla en lugar del personaje.
–¿Te es difícil desprenderte de los papeles una vez que los interpretas?
–No. No me cuesta quitarme a un personaje de encima, aunque de cada uno haya algo que me enamore. Es cierto que si tienes una secuencia muy intensa de llorar o de que te peguen, por ejemplo, quedas un poco tocada, pero tiene solución.
–¿Cuál?
–Me voy a tomar unas cañas con mis amigos y listo (risas).

El ‘rollo’ del márketing
–Descontando esos casos, ¿qué personajes te gustan?
–Aquellos a los que admiro. Es como con la gente. Cuando la respetas por sus decisiones o por su inteligencia, te enamoras. Esto es igual.
–Ya que lo mencionas, hay muchos hombres que suspiran por ti...
–Tal vez porque mis personajes, todos los que he hecho hasta ahora, empatizan con el público. Cuando las personas se meten de lleno en la ficción, ven la ternura y la calidez del papel y es normal que trasladen esas cualidades al actor. Será que nunca me ha tocado hacer la ‘bombon’ (risas).
–También hay varias películas que aún no te han tocado. Si pudieras elegir cualquiera, ¿qué te gustaría hacer?
–Me encantaría hacer una biografía o un personaje como el de Frida Kahlo. Me gustaría mucho ser una de las amantes de Picasso o la musa de Andy Warhol. Quisiera indagar en la época, en el momento de un cambio social y en el mundillo artístico para poder empaparme de algo así, de esa locura.
–¿Crees que hay salida profesional para los nuevos actores?
–Sí. Incluso es más fácil para ellos porque hay más personajes para la gente joven. Me aterra mucho más pensar qué será de mi vida cuando tenga cuarenta años, pues aún seré joven, pero tendré menos posibilidades de trabajar. Creo que hay buenas historias para contar a todas las edades, pero pesa mucho el márketing, que vende el rollo de ‘joven y fresco’. Por suerte, el cine europeo es más benevolente en ese sentido.
–¿Te irías a trabajar fuera de España?
–Sí, aunque no a Estados Unidos. Si bien eso sería un reto, porque me exigiría trabajar en inglés, yo elegiría Francia, Italia o Argentina. Aprender un idioma, una lengua y un acento siempre supone una dificultad y un desafío. Eso es bueno porque te impide dormirte en los laureles.
–En Argentina ya has estado cuando rodaste ‘Ciudad en celo’.
–Sí, fue casi un mes y lo disfruté muchísimo. Me cuidaron mucho y me gustó todo: la gastronomía, la carne, el ‘asado de tira’ y los ‘alfajores’. Hasta me apunté a un curso para aprender a bailar milonga. Volví con una nostalgia tanguera increíble. Menos mal que aquí, en Madrid, hay un restaurante argentino al lado de mi casa (risas).
–¿Se trabaja muy diferente al otro lado del mundo?
–No. Fue todo muy familiar. Me gusta mucho el cine argentino y nada de lo que conocí fue diferente a lo que ya había visto en el DVD.
–Más allá del medio y de los personajes, ¿con qué registro te sientes más cómoda?
–Depende... Eso varía según la época que esté viviendo. A veces hacer una comedia es súper saludable. Otras, el drama es ideal para desencadenar una catarsis. En realidad, ser actor es tener una vida paralela sin que nadie te juzgue por ello.

Una cena sin efectos especiales

–¿Cómo definirías a ‘Faltas Leves’?
–Es una producción muy valiente. Me parece arriesgado que alguien se plantee producir un filme para un público minoritario. Es el primer largo de Manuel Valls y está hecho desde el corazón. Además, la película está enfocada desde el no movimiento, porque es una cena familiar y no tiene más que eso.
–¿Ha sido un desafío como actriz participar en una película estática en plena era del ‘zapping’?
–Sí. Cuando leí el guión, sentí que sería un ejercicio de puta madre.
–¿Y lo fue?
–Totalmente. Aparte de eso, el reparto estaba formado por actores de distintas edades, así que el rodaje era como estar en familia, como vivir en el bloque de ‘Aquí no hay quien viva’.
–¿Qué te impulsó a aceptar el papel?
–Fue un poco todo: los actores, la propuesta, el director... Manuel me pareció muy amigable y respetuoso desde el principio.
–¿La película es también un reto para el espectador?
–Sí, porque es muy sencilla a nivel de composición. No tiene efectos especiales. Es una cena. El tema es que, en esa cena, cada personaje mira para el lado equivocado.
–¿Te has sentido identificada con las situaciones que se generan?
–Claro, sobre todo en las relaciones de padres e hijos. Mientras tú les juzgas y analizas, ellos no te entienden. El tema de fondo, como en la vida misma, es lograr que te quieran tal como eres. Al final, es lo que todos deseamos, ¿no?

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