El ex portero del Athletic Andoni Zubizarreta dirige un curso de árbitros para inmigrantes
Para ver lo mejor del fútbol no hace falta ir a un estadio. Las grandes ligas fabrican muchos pases magistrales, pero hay otras jugadas brillantes que no muestra la televisión. En un tiempo en el que la violencia deportiva preocupa mucho en la UEFA, los proyectos que rescatan el espíritu y los valores del fútbol son un soplo de aire fresco, aunque no aparezcan en fotografías ni se les haga publicidad. Reunidos en Bilbao, Andoni Zubizarreta y Napo Tatikpe Gnogmire relatan el suyo: una experiencia novedosa y única que ha convertido al ‘deporte estrella’ en un ejemplo de convivencia y una herramienta de integración social.
Jugador activo hasta 1998, guardameta del Athletic, el Barça y la selección española, Andoni Zubizarreta es uno de los deportistas más conocidos del país. Quizá por eso no necesita presentaciones. Cualquier seguidor del fútbol podrá citar la trayectoria de este alavés sin tener que recurrir a los apuntes, y probablemente hasta recuerde los cuatro mundiales que disputó. Sin embargo, muy pocos saben que ha ideado y puesto en práctica un curso de árbitros dirigido a inmigrantes y personas en riesgo de exclusión social. «El fútbol está muy acostumbrado a pedir, tanto a los jugadores como a los socios, pero yo siempre pensé que tiene mucho para dar. Así fue como nació el proyecto, cuando nos preguntamos qué podíamos hacer para convertirlo en un medio y no en un fin», explica.
Su relato es en plural, pues «ha sido un trabajo en equipo». Desde la Federación Vizcaína de Fútbol, el Ayuntamiento de Bilbao y el Gobierno vasco hasta la BBK, numerosas ONG y el propio Zubizarreta, que no ha dudado en ponerse la camiseta de docente para enseñar a sus alumnos. «En lo personal, los encuentros cara a cara me han ayudado a tomar conciencia de una realidad social. En la calle, los extranjeros podrán ser más o menos visibles, pero en la clase los ves, los tienes ahí y es físico. No es algo que te cuenten ni tampoco es estadística. Allí es donde percibes la riqueza y la variedad de nuestra sociedad», opina el ex futbolista.
Importan las cualidades
El curso cuenta ya con dos ediciones realizadas, ambas en 2006, y ha conseguido reunir a 44 estudiantes en total. Además de algunos vascos, se han inscrito personas de Holanda, Colombia, Brasil, Senegal, Ghana, Marruecos, Argelia, Guinea Ecuatorial y Togo, el país de Napo Tatikpe Gnogmire. A sus 42 años, él es uno de los primeros graduados y, en lo que va de temporada, ha arbitrado más de treinta partidos. «Cuando empecé, la gente se sorprendía. Me miraban y decían: ‘¡Es negro!’. Pero cuando te ven actuar y tomar decisiones, eso se termina. Dejas de ser un inmigrante o ‘un hombre de color’ para ser el árbitro y punto», relata.
«Es lo bueno que tiene el deporte», agrega Zubizarreta. «Entiende como normales cosas que, a nivel social, cuestan un poco más. Cuando se juega un partido, lo que importa son las cualidades, no la raza o el color. En ese sentido, quise enfocar el fútbol como un campo de oportunidades; un ámbito diferente de trabajo en el que haya respeto y los extranjeros tengan más cancha», dice. Entre los jugadores de la liga española existen ejemplos de sobra, pero, ¿ocurre lo mismo con los árbitros? El ex guardameta tiene claro que no. «Y ahí está el valor añadido, porque un árbitro es quien imparte justicia, no quien la vulnera. Muchas veces, en la sociedad, ligamos la inmigración con esto último. En el fútbol, no. Creo que eso es formativo para todos».
Napo Tatikpe escucha y asiente. «Para mí, ésta ha sido una gran oportunidad. He conocido caras nuevas y, además, muchos me han conocido a mí. A veces vienen a saludarme personas que me recuerdan de algún partido y que yo al principio no ubico –confiesa entre risas–. La sociedad me trata muy bien. Eres el juez, tienes que tomar decisiones en cuestión de segundos y no siempre podrás satisfacer a todos, pero también hay mucho reconocimiento, sobre todo después del encuentro, cuando te agradecen un buen arbitraje».
Su razonamiento –y su castellano– es muy claro. Aunque el idioma de Napo sea el francés y lleve menos de un lustro viviendo en Euskadi, ha conseguido sortear sin problemas las barreras del lenguaje. «Cuando llegas a un lugar, necesitas comunicarte y esa misma necesidad te da fuerzas para intentarlo una y otra vez hasta que lo logras. Creo –relata– que tardé cuatro meses en hablar español».
Claro que hablar es una cosa y escribir, otra muy distinta. Bien lo saben los 44 alumnos del curso, pues sólo nueve superaron el examen final y lograron colegiarse. ¿La razón? Que la gran mayoría no tenía un dominio escrito del idioma. «El trabajo de un árbitro no se limita a correr por el campo 90 minutos –subraya Zubizarreta–. Al término del partido, hay que escribir un acta que deje constancia de lo que ocurrió durante el juego».
Reflejo social
Con estas reglas, el modelo de fútbol que propone el proyecto tiene beneficios diversos. El primero, «la normalización» de una realidad social. Los inmigrantes acceden a un trabajo respetable y «respetado», conocen a la personas de aquí, recorren la provincia cuando van a los encuentros deportivos, practican ejercicio y aprenden el idioma, algo que «requiere esfuerzo», pero que se ve recompensado. «Siento que todo es más normal. Los sábados estoy en contacto con el fútbol, que me gusta, y con la gente. He conocido casi todos los pueblos de Vizcaya y estoy muy a gusto», explica Napo Tatikpe.
Pero hay más cosas para reseñar, porque el curso también satisface una necesidad vizcaína. «Faltan árbitros en la provincia. Antes del proyecto, habían 180 en activo, y la verdad es que no daban abasto para atender todos los partidos –desvela Zubizarreta–. No es que nosotros hayamos creado esta carencia; la demanda ya existía». ¿Y desde el punto de vista social? Lo mismo. «La diversidad en el fútbol no es más que el reflejo de una sociedad que va cambiando. En las categorías inferiores del Athletic ya hay chavales extranjeros; niños que, dentro de diez o quince años, también serán titulares. Si lo piensa, es lógico. Es parte de la realidad».
Jugador activo hasta 1998, guardameta del Athletic, el Barça y la selección española, Andoni Zubizarreta es uno de los deportistas más conocidos del país. Quizá por eso no necesita presentaciones. Cualquier seguidor del fútbol podrá citar la trayectoria de este alavés sin tener que recurrir a los apuntes, y probablemente hasta recuerde los cuatro mundiales que disputó. Sin embargo, muy pocos saben que ha ideado y puesto en práctica un curso de árbitros dirigido a inmigrantes y personas en riesgo de exclusión social. «El fútbol está muy acostumbrado a pedir, tanto a los jugadores como a los socios, pero yo siempre pensé que tiene mucho para dar. Así fue como nació el proyecto, cuando nos preguntamos qué podíamos hacer para convertirlo en un medio y no en un fin», explica.
Su relato es en plural, pues «ha sido un trabajo en equipo». Desde la Federación Vizcaína de Fútbol, el Ayuntamiento de Bilbao y el Gobierno vasco hasta la BBK, numerosas ONG y el propio Zubizarreta, que no ha dudado en ponerse la camiseta de docente para enseñar a sus alumnos. «En lo personal, los encuentros cara a cara me han ayudado a tomar conciencia de una realidad social. En la calle, los extranjeros podrán ser más o menos visibles, pero en la clase los ves, los tienes ahí y es físico. No es algo que te cuenten ni tampoco es estadística. Allí es donde percibes la riqueza y la variedad de nuestra sociedad», opina el ex futbolista.
Importan las cualidades
El curso cuenta ya con dos ediciones realizadas, ambas en 2006, y ha conseguido reunir a 44 estudiantes en total. Además de algunos vascos, se han inscrito personas de Holanda, Colombia, Brasil, Senegal, Ghana, Marruecos, Argelia, Guinea Ecuatorial y Togo, el país de Napo Tatikpe Gnogmire. A sus 42 años, él es uno de los primeros graduados y, en lo que va de temporada, ha arbitrado más de treinta partidos. «Cuando empecé, la gente se sorprendía. Me miraban y decían: ‘¡Es negro!’. Pero cuando te ven actuar y tomar decisiones, eso se termina. Dejas de ser un inmigrante o ‘un hombre de color’ para ser el árbitro y punto», relata.
«Es lo bueno que tiene el deporte», agrega Zubizarreta. «Entiende como normales cosas que, a nivel social, cuestan un poco más. Cuando se juega un partido, lo que importa son las cualidades, no la raza o el color. En ese sentido, quise enfocar el fútbol como un campo de oportunidades; un ámbito diferente de trabajo en el que haya respeto y los extranjeros tengan más cancha», dice. Entre los jugadores de la liga española existen ejemplos de sobra, pero, ¿ocurre lo mismo con los árbitros? El ex guardameta tiene claro que no. «Y ahí está el valor añadido, porque un árbitro es quien imparte justicia, no quien la vulnera. Muchas veces, en la sociedad, ligamos la inmigración con esto último. En el fútbol, no. Creo que eso es formativo para todos».
Napo Tatikpe escucha y asiente. «Para mí, ésta ha sido una gran oportunidad. He conocido caras nuevas y, además, muchos me han conocido a mí. A veces vienen a saludarme personas que me recuerdan de algún partido y que yo al principio no ubico –confiesa entre risas–. La sociedad me trata muy bien. Eres el juez, tienes que tomar decisiones en cuestión de segundos y no siempre podrás satisfacer a todos, pero también hay mucho reconocimiento, sobre todo después del encuentro, cuando te agradecen un buen arbitraje».
Su razonamiento –y su castellano– es muy claro. Aunque el idioma de Napo sea el francés y lleve menos de un lustro viviendo en Euskadi, ha conseguido sortear sin problemas las barreras del lenguaje. «Cuando llegas a un lugar, necesitas comunicarte y esa misma necesidad te da fuerzas para intentarlo una y otra vez hasta que lo logras. Creo –relata– que tardé cuatro meses en hablar español».
Claro que hablar es una cosa y escribir, otra muy distinta. Bien lo saben los 44 alumnos del curso, pues sólo nueve superaron el examen final y lograron colegiarse. ¿La razón? Que la gran mayoría no tenía un dominio escrito del idioma. «El trabajo de un árbitro no se limita a correr por el campo 90 minutos –subraya Zubizarreta–. Al término del partido, hay que escribir un acta que deje constancia de lo que ocurrió durante el juego».
Reflejo social
Con estas reglas, el modelo de fútbol que propone el proyecto tiene beneficios diversos. El primero, «la normalización» de una realidad social. Los inmigrantes acceden a un trabajo respetable y «respetado», conocen a la personas de aquí, recorren la provincia cuando van a los encuentros deportivos, practican ejercicio y aprenden el idioma, algo que «requiere esfuerzo», pero que se ve recompensado. «Siento que todo es más normal. Los sábados estoy en contacto con el fútbol, que me gusta, y con la gente. He conocido casi todos los pueblos de Vizcaya y estoy muy a gusto», explica Napo Tatikpe.
Pero hay más cosas para reseñar, porque el curso también satisface una necesidad vizcaína. «Faltan árbitros en la provincia. Antes del proyecto, habían 180 en activo, y la verdad es que no daban abasto para atender todos los partidos –desvela Zubizarreta–. No es que nosotros hayamos creado esta carencia; la demanda ya existía». ¿Y desde el punto de vista social? Lo mismo. «La diversidad en el fútbol no es más que el reflejo de una sociedad que va cambiando. En las categorías inferiores del Athletic ya hay chavales extranjeros; niños que, dentro de diez o quince años, también serán titulares. Si lo piensa, es lógico. Es parte de la realidad».
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