30.3.07

Fronteras del arte

La Casa Encendida presenta en Madrid la exposición ‘Pintores de Aztlán’, un recorrido por la pintura y el arte chicanos

Desde hoy (y hasta el 3 de junio), La Casa Encendida de Obra Social Caja Madrid acogerá una muestra de arte chicano. La exposición, que reúne 60 obras pictóricas, incluye a su vez una serie de actividades paralelas que exploran otros soportes contemporáneos. Entre ellas, una selección de videoarte, un ciclo de cine, tres conciertos de música y un taller de muralismo a cargo de Wayne Alaniz Healy. El fundador de East Los Streetscapers –uno de los primeros grupos artísticos en comenzar el movimiento muralista de la década de los 70– realizó su primera pintura a gran escala cuando apenas tenía ocho años y no ha parado desde entonces. Al margen de las curiosidades, la propuesta puede catalogarse como ‘novedosa’, no tanto por el tipo de obras que presenta sino por su contenido y sus raíces.

Arte chicano. Estas dos palabras tan cortas encierran una historia más larga y compleja; una historia que habla de fronteras, migraciones, explotación y rebeldía y que comenzó en 1848 con la firma de un acuerdo entre dos países que se encontraban en guerra. Vale, está bien. No paséis página, que la reseña será breve. Los países en cuestión eran Estados Unidos y México que allá, en el siglo XIX, firmaron el tratado de Guadalupe Hidalgo. Los mexicanos cedieron una buena porción de sus tierras (que ahora son Arizona, California, Nuevo México, Texas, Utah, Nevada y parte de Colorado y Wyoming) y los estadounidenses les pagaron por ellas unos 15 millones de dólares (flipad).

Resultado: la guerra se terminó y, por aquel tratado, Bush no es mexicano. Bueno… esto último no tiene nada que ver con el arte, pero sí con la actualidad, que bien podría haber sido radicalmente distinta. La cuestión es que, al ceder ese territorio, los mexicanos que estaban allí se quedaron. Y, con el paso de los años –y de las generaciones–, la sociedad fue formando su propia identidad cultural: una forma de ser diferente que, sin embargo, tenía de base dos referencias, la mexicana y la de Estados Unidos.

Llega Rivera
Claro que la diferencia entre los chicanos (los que estaban al norte) y los mexicanos del sur también se hizo evidente en el ámbito de las oportunidades, y no pasó mucho tiempo sin que los de abajo empezaran a cruzar la frontera. Como os podréis imaginar, el espinazo de esa frontera era un muro. En 1960 –no os quejéis por la chapa, que nos hemos saltado más de un siglo– nació el Chicano Civil Rights Movement, un movimiento que reivindicaba los derechos civiles de los mexicanos que habían saltado el muro y trabajaban en sus ‘ex tierras’ sin cobertura social.

Cinco años después, los estudiantes y los artistas se unieron al movimiento. Fueron estos últimos
quienes se inspiraron en los muralistas de su país de origen (Rivera, Orozco y Siqueiros a la cabeza) para inmortalizar a los héroes populares mediante sus pinturas: obras gigantes que encontraron en el propio muro de la frontera un lienzo acorde a todo lo que querían retratar. Como veis, no sólo en París hubo convulsiones sociales hace 40 años. También aquí y, sorprendentemente, con la colaboración de un puñado de artistas.

Las obras que se exponen desde hoy en Madrid vienen firmadas por muchos de ellos, aunque no son de aquella época, sino de una posterior. Pasado el conflicto social y cultural, los creadores de Aztlán (así se llaman los que participaron en el movimiento original) pudieron inspirarse en otras cosas distintas, más próximas a su intimidad que a la injusticia social. Pintores como Frank Romero, Carlos Almaraz, Chaz Bojórquez, John Valadez y David Flury, entre otros, integran esta muestra que, como bien explican desde la galería, «acota una pequeña parcela del arte chicano, centrada en una disciplina y representada por artistas de una misma generación».

Música y conferencias
Generación que se nutrió del muralismo, que en ocasiones flirteó con el graffiti y que, ante todo, continúa siendo figurativa porque su cometido es «ser el espejo de una realidad social». No obstante, la exposición incluye otros soportes, como el videoarte, el cine y la música. Así, durante estos días, La Casa Encendida acogerá conciertos de los grupos Charanga Cakewalk, The Neshama Alma Band y Michael Ramos Quartet. Y, además, ofrecerá este fin de semana un seminario sobre la cultura chicana.

Vale, pero ¿qué hay de aquel taller de muralismo? La actividad, dirigida a estudiantes de artes aplicadas, Bellas Artes y creadores interesados en el arte público, el mural y el graffiti, ya está funcionando. Los asistentes terminarán hoy mismo una pintura de grandes dimensiones que, más adelante, se trasladará a un lugar público de Madrid. Tal vez no marque la frontera entre dos países o dos realidades, pero sin duda –y paradójicamente– será una prueba creativa y tácita de lo mucho que se pueden mover los límites. Diez mil kilómetros, 40 años, un continente, medio mundo.

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