3.3.07

Aromas añejos

La Fundación Yves-Rocher premia a un grupo de mujeres de Bakio por recuperar especies vegetales antiguas y promover el cuidado del medio ambiente


Incluso los grandes cambios comienzan con un pequeño gesto. A veces, con una idea, y otras, con una decisión. Pero siempre, con un paso. En el caso de Ana López Mitxelena, la transformación nació en su jardín. Empezó con el interés por el cuidado del medio ambiente. Siguió por el cultivo de flores antiguas. Se contagió del espíritu emprendedor de otras mujeres y acabó extendiéndose a todo el municipio en el que vive. Lo que se gestó en 2005 como una actividad de disfrute personal, acabó convirtiéndose en una asociación y en un proyecto. Un emprendimiento que ha sido premiado por la Fundación Yves-Rocher en Madrid y que aspira a un galardón internacional en Francia.

«Me gusta pensar que hacemos algo positivo por el entorno y que, entre todas, logramos cambiar las cosas», dice Ana. Y, a continuación, extiende un ramo de flores. «Para escribir sobre cualquier proyecto, no hay nada como ver sus frutos», comenta. La habitación se perfuma de pronto. Ella sonríe y las nombra: «Estas son prímulas y esta, una salvia. La de color lila se llama en euskera kukubelar, y también hay un poco de hinojo…». Resulta mágico ver un esbozo de la primavera cuando recién ha comenzado marzo. Y también resulta imposible no quedar maravillado. «Un gran problema de la sociedad actual es que carece de calidad de vida. Estamos tan exigidos y ocupados que eliminamos la actitud contemplativa. Nos olvidamos de observar la belleza simple que nos rodea». Y, por desgracia, de preservarla.

El proyecto de Ana López tiene esa finalidad. Por un lado, pretende recuperar las especies vegetales antiguas y, por otro, utilizar unos métodos de cultivo que sean respetuosos con el medio ambiente. El resultado salta a la vista en una explosión de color y en un escrito de varios folios que se titula ‘Bizilore’. «Hemos elegido este nombre porque define muy bien lo que hacemos –explica–. ‘Bizi’ significa vida, y ‘lore’ significa flor». «Creemos que el cultivo de flores silvestres genera un cambio importante de mentalidad y de vida», agrega. Aunque parezca inverosímil, a los beneficios ecológicos se añade el aspecto social, pues los nexos con el entorno y su gente se potencian, y actitudes como el interés, el compromiso, la curiosidad, la sensibilidad o el disfrute son parte de la cosecha.

«Échate flores»
La cita –y la reflexión– tiene lugar en el Ayuntamiento de Bakio, en Vizcaya. Allí es donde Ana se reúne casi a diario con otras mujeres del pueblo para trazar las actividades del equipo y evaluar los avances del proyecto. La Casa de Cultura, que también es municipal, se ha convertido en su sede, al menos en todo lo relacionado a la gestión, porque los cultivos se encuentran en otra parte. «De momento, plantamos las flores en nuestros propios jardines, aunque tenemos previsto
construir un vivero», adelanta. El reciente premio que han obtenido en Madrid –dotado con 10.000 euros– les permitirá hacer realidad ese sueño.

Justo en medio del anuncio, se abre la puerta de la habitación. Pili, Matilde, Carmen e Isabel ingresan a la sala y se presentan. Como Ana, son parte del equipo, disfrutan de la Naturaleza y dejan que la ilusión les motive. «No te puedes imaginar lo mucho que nos ha unido el proyecto», dicen. «Podremos pensar diferente o tener distintas maneras de vivir, pero el cultivo de estas flores nos ha permitido encontrarnos, conversar y compartir experiencias», detallan. Quizás por eso crean tanto en esta iniciativa y lleven puesta la camiseta… literalmente. En su pecho se puede ver el logotipo de la asociación con un texto que versa: «Échate flores». Y ellas, sin duda, lo hacen.

Hasta ahora, el grupo ha conseguido reproducir medio centenar de plantas distintas; muchas de ellas con propiedades medicinales o utilidad gastronómica. «También las hay cosméticas, ornamentales y aromáticas», apuntan. Sin embargo, la elección de esas variedades no responde a la casualidad ni al capricho. Una condición fundamental para integrarlas al proyecto es que «no estén manipuladas genéticamente», expone Ana. En la actualidad, eso es un reto. «El cultivo debe ser biodinámico y ecológico», tanto el que realizan ellas mismas como el previo, cuando las flores son adquiridas.

En ese sentido, las mujeres se han preocupado por vincularse con viveros ecológicos que les garanticen estas condiciones, pero, en el proceso de selección, han descubierto que no hay muchos. «En general, los establecimientos se rigen por las reglas del mercado y por el aspecto de las plantas que venden, para que gusten al consumidor», lamentan. Eso ha ocasionado que las integrantes de ‘Bizilore’ compren sus semillas a un establecimiento francés llamado ‘Le biau germe’, que, además asegurarles un cultivo natural, les ofrece plantas ‘antiguas’.

El origen de las 50 especies es anterior a 1914, un año bastante remoto como para hablar de ‘antigüedad’, pero suficientemente próximo como para que algunos vecinos de Bakio recuerden su infancia al verlas. «Las personas mayores se sorprenden y se alegran. Siempre nos dicen que, de niños, tenían alguna de estas flores en su jardín. Muchas veces comentan con pena que ya no salen… Sienten nostalgia, claro. Notan que están desapareciendo», relata Isabel. Su evocación corresponde a la última Feria de Semillas que realizaron en el pueblo, en octubre de 2006.

En aquella oportunidad, que recuerdan con especial cariño, las integrantes de ‘Bizilore’ consiguieron difundir su actividad, compartir conocimientos y repartir entre los asistentes 2.000 sobres con granos de 30 variedades distintas. Casi sin darse cuenta, en apenas unas horas, cumplieron un objetivo esencial del proyecto: implicar a la ciudadanía en la conservación del medio ambiente. «La idea era que cada uno eligiera una flor para plantar sus semillas y cuidarla hasta que cumpliera su ciclo vital», explican. El resultado directo es la recuperación de la flora. Y, de paso, el embellecimiento del entorno.

‘Tierra de mujeres’
Por la complejidad de sus beneficios, o tal vez por la sencillez de su aplicación, la Fundación Yves Rocher decidió premiar la iniciativa el mes pasado en Madrid, donde Ana y su equipo recibieron el trofeo ‘Tierra de Mujeres’ que entrega anualmente esta firma francesa. «Realmente, ha sido un espaldarazo», confiesan. Y no sólo por el apoyo económico que obtuvieron, sino también por la
validación social que supone un galardón de este tipo. «Nuestros maridos e hijos no creían en esto. Lo veían como ‘algo más’, porque nosotras tenemos muchas inquietudes. Sin embargo, han descubierto que podemos llegar muy lejos, aun siendo amas de casa y cumpliendo con otras obligaciones», dicen.

Por lo pronto, se han alzado con el primer puesto de España y se han convertido, asimismo, en las representantes de nuestro país. El próximo jueves, coincidiendo con el Día de la Mujer, la fundación Yves Rocher celebrará en París la segunda etapa del certamen, en el que competirán las vencedoras de cada país. Y allí estará Ana López, con la esperanza de obtener el Gran Premio Internacional. Aquello de «llegar muy lejos» no era sólo una metáfora. Y, evidentemente, genera ansiedad. «Asistirán once países y entregarán cinco premios… tenemos casi un 50% de posibilidades de que nos toque alguno», comenta Pili, haciendo cábalas. «Cada vez que pienso en el jueves, se me pone la carne de gallina –agrega–. Estaremos pendientes del teléfono para conocer el resultado, igual que si fuera un Oscar».

La comparación no podía ser más precisa, habida cuenta de las dos estatuillas que ganó el documental ecologista de Al Gore. Pero la preocupación de estas mujeres no pasa por la alfombra roja, sino por la tierra que cultivan. Y, mientras esperan el día 8, continúan organizando eventos. Junto a un ingeniero agrónomo se han presentado al Primer Concurso de Jardines de Bilbao, que, casualmente, emitirá su fallo ese mismo jueves. También intentan organizar con tiempo la próxima edición de la Feria de Semillas, donde pretenden ofrecer recetas a base de flores. Y, como si esto no les bastara, hoy mismo estarán en Mungia celebrando la primera Feria de Plantas de Vizcaya con flores autóctonas, ornamentales y de paisaje. En suma, siguen sembrando cambios con esos gestos pequeños. Pero con pasos muy decididos.

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