La historia de John Domínguez se escapa de lo habitual. Para empezar, no quería venir. Y, una vez aquí, tampoco quiso quedarse. «Vine hace diez años a visitar a mi madre, que llevaba tiempo trabajando en Euskadi, y la primera impresión que tuve fue que Bilbao era una ciudad triste y oscura, con edificios negros y un cielo que apenas se podía ver», describe.
La situación personal no ayudaba. Su madre, Gladys, aún no tenía 'papeles' y eso impedía que disfrutaran plenamente del reencuentro. «No salía conmigo a pasear, tenía miedo de que la Policía le pidiera los documentos y la deportara -recuerda-. Tampoco hablaba mucho en la calle, por temor a que le notaran el acento. Me dolía ver a mi madre escondiéndose y, a su vez, tampoco me veía a mí mismo viviendo con esa psicosis».
John regresó a Cali, en Colombia, donde terminó su carrera y se graduó como contable. «Me sentía muy bien porque, además de la parte profesional, podía dedicarme a la música, que es otra de mis pasiones», explica. Pero la felicidad no era completa. «Mi madre siempre insistía en que viniera a vivir con ella y eso me pesaba porque soy hijo único y no quería que ella estuviera sola».
Finalmente, y después de agotar todas las excusas, Gladys lo llamó por teléfono. «Era jueves -precisa-, y lo que me dijo me sorprendió. Fue algo como: 'pásate por la agencia de viajes a recoger un billete a tu nombre, que viajas el domingo para aquí'. No lo podía creer». Con el margen que dan tres días, John vendió su piano y su guitarra, juntó unos cien discos de música colombiana y se embarcó. «Soy consciente de que lo tuve fácil -reconoce-. No sólo viajé sin deudas, también tenía techo y comida asegurados; algo que no suele pasarle a la mayoría de la gente que emigra».
Pero eso no significaba que todo fuera igual de sencillo. No podía ejercer aquí su profesión, no tenía dónde escuchar sus discos, y menos aún los instrumentos para tocar. «La música era mi vía de escape y de pronto me encontré con que no podía oírla ni practicarla, porque no me alcanzaba el dinero para comprar instrumentos nuevos. Al mismo tiempo, tenía claro que no se iba a quedar sin 'papeles'. «Si no legalizaba mi situación en tres meses, me iba, y sabía que eso era una utopía». O no.
El papel musical
Al mes de estar en Bilbao, John conoció a un joven cubano que tenía un grupo de música y necesitaba un integrante. Las cosas se dieron bien, congeniaron y, al cabo de poco tiempo, salieron a recorrer la península. El permiso de residencia llegó poco después, cuando el grupo se planteó la posibilidad de viajar a Francia y a Suiza. «Fue increíble -señala-. Mi madre, que llevaba años aquí todavía no tenía su situación en regla y yo, que recién había llegado, tenía todos los documentos al día».
Mientras iniciaba los trámites para homologar su título, John siguió adentrándose en el mundo de la música y, después, en la radio. «Empecé con un espacio pequeñito en una emisora, seguí con los 'domingos latinos' y, con el tiempo, mi amigo Miguel Puentes y yo nos metimos de lleno en Candela Radio».
Allí es locutor y comparte su tarea con Cristian, Annemari, Gilberto, Ernesto y Xamira, a quienes reconoce «el esfuerzo de renunciar a estar con sus familias muchos domingos para currar en este proyecto». Por lo demás, está feliz en Bilbao. «Me encanta, de verdad, y yo de aquí no me muevo. Cuando la gente critica Euskadi o Colombia, los freno. Siempre defiendo la ciudad en la que vivo y el país de donde soy. Y también a los vascos, entre los que he hecho grandes amigos».
1 comentario:
Bueno.... inauguro este mes este espacio de comentarios... Es sólo para reclamar que actualices mas seguido tu página, no solo rellenando lo que falta entre el año 2004 y 2007, sino... PUBLICANDO TU COLUMNA DE LA REPUBLICA EN MONTEVIDEO!!!!
Un orgullo leerte!!!
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