Andrea está entusiasmada. Por segundo año consecutivo, los uruguayos que residen en Ondarroa celebrarán un festival temático sobre su país, su cultura y sus costumbres, en el que no faltarán muestras de música y gastronomía típicas. El evento empezará al mediodía con un 'stand' de artesanías y productos uruguayos donde «habrá de todo: desde fotografías e información turística, hasta artículos de consumo y alimentación», adelanta.
Pero eso es sólo el comienzo, ya que el encuentro se extenderá hasta la madrugada. «Unas cincuenta personas, entre músicos y bailarinas, harán una muestra de candombe, que es un ritmo de percusión característico de Uruguay muy ligado al carnaval, y también habrá espectáculos musicales con Chato Arismendi y Paolo Latrónica», detalla Andrea, y añade que «el año pasado, la experiencia fue maravillosa».
Entre los puntos fuertes del encuentro destaca la comida, cuya protagonista será la carne asada a las brasas. «Un carnicero uruguayo que vive en Bilbao vendrá a preparar el asado, aunque también ofreceremos pintxos de chorizo criollo, un invento que combina la tradición de Euskadi con la nuestra», dice. Y la reflexión no es menor, puesto que el propio festival se apoya en la idea de intercambio y el conocimiento mutuo.
«Cuando estás en las grandes ciudades, la interacción con los demás se pierde. La ventaja de vivir en un pueblo pequeño es que todo el mundo se conoce y la gente tiene interés por saber cosas de ti y del lugar de donde vienes», opina esta enfermera, que lleva casi cinco años viviendo en Ondarroa. «Uruguay es un país del que no se sabe mucho. A veces lo confunden con Paraguay, por el nombre, y otras veces nos confunden con argentinos por nuestra manera de hablar. La gente joven, sobre todo, no tiene idea de dónde está».
Idas y vueltas
Con las personas mayores, la historia es un poco distinta. «Muchos tienen familiares allí y todavía mantienen lazos. También los jubilados de la mar, que aquí hay bastantes, conocen nuestro país». De hecho, fue un marinero ondarrutarra el que, sin saberlo, contribuyó a que Andrea Gómez se afincara en este municipio.
Con las personas mayores, la historia es un poco distinta. «Muchos tienen familiares allí y todavía mantienen lazos. También los jubilados de la mar, que aquí hay bastantes, conocen nuestro país». De hecho, fue un marinero ondarrutarra el que, sin saberlo, contribuyó a que Andrea Gómez se afincara en este municipio.
«Por su trabajo, él estuvo viviendo unos diez años allí y así fue que conoció a los primos de mi novio. A raíz de esa relación, ellos vinieron a Euskadi a mediados de los noventa -relata-. Cuando Uruguay atravesó la crisis económica junto con Argentina, las cosas empeoraron y Damián, mi chico, decidió venir también». El asunto es que en ese momento -abril de 2003-, Andrea estaba cursando el último año de su carrera y no quería marcharse sin terminar los estudios. «Fue difícil -reconoce-, pero en cuanto me dieron el título, preparé la maleta y me fui».
Lo primero que hizo al llegar fue homologar su licenciatura, un trámite que tardó cuatro meses, «menos de lo que imaginaba», y que la habilitó a desempeñar su profesión en Osakidetza, donde actualmente trabaja. «Realmente nos ha ido bien y estamos muy contentos», dice Andrea. Prueba de ello es que «la idea original era venir por dos años y ya han pasado cinco».
En lo personal, si bien echa de menos su país y le gustaría regresar algún día, también se siente muy a gusto en Ondarroa, donde «la gente es muy amable y abierta. No es cierto que los vascos sean cerrados -señala-. Una vez que te conocen, se acercan y se interesan por ti. Además, son muy amables. El año pasado, con el festival, nos ayudaron muchísimo, y algunos hasta se animaron a probar el mate, nuestra infusión más típica», recuerda entre risas.
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