8.8.08

"Mi país abre una ventana al mundo con las Olimpiadas"

Aijun Zhu lleva tres años afincada en Bilbao, donde es profesora de chino. Al igual que muchos de sus compatriotas que residen en el exterior, echa en falta su tierra, su familia y sus costumbres; aunque las Olimpiadas de Peking, que comienzan hoy, se convierten en un 'billete' imaginario a su país. El certamen deportivo es un pasaporte al reencuentro.

Los Juegos Olímpicos de Peking concitan la atención del planeta. Ya sea por el interés en el deporte, por el desacuerdo con las medidas del Gobierno, por los avatares de la antorcha o el anuncio más reciente de la Audiencia Nacional, hay millones de miradas que, ahora mismo, se dirigen al 'gigante' de Asia. Entre ellas, las de los propios ciudadanos chinos que están fuera de su país. Convertidos en emigrantes, la cita de este mes es más que un evento deportivo. También es una forma de «volver a estar casa».

Así lo vive Aijun Zhu, que llegó a Euskadi en 2005 y, desde entonces, se presenta como Sofía. «Es más fácil recordar ese nombre que el mío», dice con una sonrisa. Oriunda de Wenzhou -una ciudad del sudeste del país que tiene más de siete millones de habitantes-, Sofía llegó a la capital vizcaína para acompañar a su marido, que vino aquí a trabajar. «Nos habían dicho que Bilbao era un lugar muy bonito y que la gente era muy maja. Por eso lo elegimos y, la verdad, acertamos».

Por aquel entonces, Sofía no hablaba ni una palabra de castellano, así que se apuntó en la Escuela de Idiomas de Deusto para aprender a manejarlo. «Todavía me cuesta un poco y necesito que me hablen despacio para no liarme», reconoce, aunque la comunicación se le da muy bien. Antes de venir ya dominaba las dos lenguas más habladas del mundo -el chino y el inglés- y, también, el arte de la enseñanza. «En Wenzhou era profesora de Inglés y de Historia», explica. En Bilbao es profesora de chino.

«Tengo varios alumnos de Getxo y Las Arenas que me sorprenden mucho con sus habilidades -detalla-. Escriben muy bien y tienen una pronunciación estupenda. En realidad, aprender chino es más fácil que aprender castellano, sobre todo por la conjugación de los verbos, que a nosotros nos cuesta más.

Adaptarse a las costumbres locales tampoco resulta sencillo, en especial a aquellas que están relacionadas con el trabajo y el descanso. «En China las tiendas están siempre abiertas; aquí no. «Por otro lado, también es cierto que allí hay más gente y más demanda. Eso hace que las cosas tengan que funcionar durante más horas». Así y todo, Sofía señala que se ha «acostumbrado poco a poco» y que se siente «muy a gusto» en Euskadi, con sus playas, su paisaje e, incluso, con su clima.

Familia numerosa
Por supuesto, echa de menos su tierra y, más que nada, a los suyos. «Allí le damos mucha importancia a la familia y las reuniones son muy numerosas. Estuve en febrero tres semanas para celebrar el Año Nuevo y en casa éramos ochenta personas. Extraño eso y la costumbre de quedar con los amigos en nuestras casas. Si te fijas bien, es difícil que veas a los chinos en los bares. Nos gusta más reunirnos en el hogar».

Los avances tecnológicos ayudan a paliar la nostalgia. «Con los ordenadores e Internet, llamar a mis familiares es más barato que antes», dice. A su vez, los Juegos Olímpicos acercan a su país. «China abre una ventana al mundo con ellos y creo que ahora la gente sabrá más cosas de allí. Todos verán imágenes de las ciudades más importantes y quizá tengan ganas de viajar. El país ha cambiado en los últimos años, ha mejorado la calidad de vida y, además, es muy grande y diverso; tiene mucha población. Por eso siempre digo que, si lo recorres a fondo, conocerás a casi todo el mundo».
-¿Y seguirá alguna competición?
-Sí. Estaré atenta al badmington. Lo practicaba en la universidad y era bastante buena.

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