28.2.09

"Trabajé como costurero para juntar dinero y poder venir"

Tiene 29 años y lleva dos y medio en Vizcaya, donde vino con la meta y el sueño de dedicarse a la música, su profesión. Experto en cuerdas y vientos, Juan Carlos Aguirre relata el camino que le ha alejado de Bolivia para acercarlo hasta Euskadi.

Inquieto y con hambre de mundo, Juan Carlos se fue joven de Cochabamba, Bolivia, donde vivía con su familia. Siempre había querido viajar a España y lo logró, aunque no del modo en que esperaba, pues cuando surgió la primera oportunidad de viajar, no pudo aprovecharla. «Estaba trabajando y estudiando en colegios de música y no podía dejarlo», explica. Así que se quedó.

Pero Juan Carlos aguardaba un tren que no tenía vía de regreso. Por eso salió tras él. Y lo hizo, en principio, en Argentina. «Estuve casi un año residiendo en Buenos Aires, donde sí pude dedicarme a la música, pero tuve que trabajar en otras cosas para vivir. No fue fácil, te lo aseguro, pero trabajo es trabajo y yo me acomodo a todo», dice este joven que aquí, en Vizcaya, compagina las notas y los pentagramas con las obras de la construcción. «En Bilbao he aprendido lo que sé sobre este oficio. Antes no tenía ni idea», confiesa. Sin embargo, a Juan Carlos se le da bien adaptarse, una cualidad que le ha permitido buscarse la vida aquí y, antes, en Argentina. «He hecho de todo. Cuando estaba en Buenos Aires, me presenté a una oferta de trabajo en una fábrica de ropa, donde había cientos de personas cosiendo. Yo no tenía ni idea de cómo era aquello, pero necesitaba el sueldo y aprendí imitando a mis compañeros», recuerda.
Una semana en casa
Claro que aquello no fue su destino sino, más bien, su billete. «Trabajé como costurero para juntar dinero y poder venir a Europa», resume este músico experto en instrumentos típicos de su país, como la guitarra, el charango, la quena y la zampoña. Tras pasar nueve meses cosiendo, Juan Carlos regresó a su casa, donde apenas se quedó una semana. «Estuve allí con mis padres, compré el billete de avión, y a los pocos días me fui».
Su familia frunció un poco el ceño... «¿Cómo es que te vas tan rápido?», le decían los suyos, más con tono de regaño que de pregunta. Pero la decisión estaba tomada. «Yo soñaba con este viaje, con vivir y conocer el continente, y había perdido las oportunidades anteriores de hacerlo realidad. En ese momento, seguía con ganas y disponía del dinero para hacerlo», argumenta. «Además, mi familia ya estaba acostumbrada a que yo viviera lejos».
La música, como el deporte, es un lenguaje universal; un modo de vivir y, también, de relacionarse. «A través de ella conoces personas, te mueves y trabajas», dice. «Cuando llegué aquí, a Bilbao, lo primero que hice fue comprar un periódico y mirar en la sección de anuncios. Había un grupo latino que necesitaba a un guitarrista. Contacté con ellos y me aceptaron».
Después, como él dice, «todo fue una cadena. Vas conociendo más gente; personas que te ayudan. De a poco vas encontrando tu camino y tu lugar en un sitio que es nuevo». Así, Juan Carlos logró formar parte de dos agrupaciones: el trío Izenbarik (Sin nombre, en euskera) y Proandino, que el año pasado ganó el Festival Internacional 'Fest-in', organizado por Aperviz en el BEC.

«Hemos hecho algunas presentaciones en la sala Santana 27 y en la Universidad de Mondragón, pero todavía no he logrado vivir sólo de la música... Además de mi familia, eso es lo que más extraño de allá. En Bolivia solía tocar bastante todos los fines de semana y lo disfrutaba, porque me gusta mucho subirme a un escenario y cantar. Aquí las actuaciones son más espaciadas», compara. En contrapartida, «la gente es muy amable, educada y atenta. Aprendo de los vascos y sigo soñando con conocer otros países cercanos».

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