25.4.09

"Al tequila le debo la amistad y el diálogo con los vascos"

Omar Cepeda llegó a Bilbao con una beca del Gobierno vasco. Su objetivo era cursar un master en Estudios Internacionales pero, tras acabar el posgrado, decidió quedarse en Vizcaya. Por un lado, quería conocer más la cultura local y, por otro, enseñar lo mejor de la suya. Desde hace ocho meses, este joven mexicano regenta un sitio único: 'La Tequilería'.

Omar es hijo de un matrimonio de periodistas y explica que fueron sus padres quienes le inculcaron el gusto por ver mundo. «Ellos siempre me alentaron a viajar, a estudiar fuera de México, y la verdad es que no me imagino una vida sin moverme de sitio», reconoce, aunque lo suyo es más que una afición. «A mí me gusta ir más allá, profundizar en las culturas, conocer a la gente, aprender...». Por eso, cuando terminó el instituto, eligió estudiar Relaciones Internacionales. Y por eso también se animó a hacer parte de su carrera en París.

A Bilbao llegó un poco después, en octubre de 2007, con una beca del Gobierno vasco para estudiar en la UPV. «Vine a hacer un master en Estudios Internacionales pero, paralelamente, tenía la inquietud de desarrollar un proyecto empresarial y cultural»; un proyecto que nació el año pasado y que bautizó como 'La Tequilería'.

«Me interesaba conjugar la cultura mexicana con la vasca. Hice un estudio de la sociedad local y vi que era posible porque la gente de aquí es abierta y receptiva a conocer otras cosas», dice. Y, de entre todas las cosas posibles, Omar eligió el tequila. «Quería utilizar un producto cultural que fuera una referencia de México. El tequila es una bebida histórica de calidad que se conoce en todo el mundo, pero de mala manera. Mi idea es enseñar su riqueza, su variedad y su versatilidad, más que dedicarme a la hostelería».

De ahí que su local huya de los tópicos mexicanos. «No quiero jugar con ellos, ni apelar a la virgen de Guadalupe, Emiliano Zapata o el clásico sombrero. Me importa más que se sepa que el tequila es una bebida con denominación de origen que sólo se produce en una región específica de mi país y que tienen tantas variedades y matices como el vino».

Por curiosidad, ¿cuál es la materia prima? «El agave -responde Omar-, un tipo de cacto que se parece a una corona de espinas. La esencia se extrae del bulbo de esa planta, así que la calidad del producto final depende mucho del suelo, igual que ocurre con el vino... Es más, la elaboración de la bebida también conlleva todo un proceso de destilado y reposo en barricas. Hay tequila blanco, reposado y añejo, hay licores de tequila con cacao y con frutos... yo mismo tengo recetas para hacer dos mil chupitos distintos».

El buen vivir en Euskadi
Omar disfruta de la explicación, los detalles y el relato, y se nota que podría hablar durante horas sobre esta bebida tradicional. «¡Por supuesto! Esta es la parte que más gozo de mi trabajo. La gente que llega al bar me pregunta cosas, se interesa y yo estoy encantado de compartir lo que sé. Lo maravilloso de este proyecto es que me permite conocer la idiosincracia de Euskadi mientras doy a conocer la mía. Fíjate que en el local se habla mucho de cultura, de música y de bebidas», señala. Y enfatiza: «Al tequila le debo la amistad y el diálogo con los vascos».

Entre los cuentos que van y vienen sobre la barra del bar no falta el 15 de septiembre -la fiesta nacional mexicana- ni el romanticismo que caracteriza a la cuna de los mariachis. «Nosotros somos buenos bebedores, celebramos la vida con bebida, y los vascos también. Aquí hay un gran consumo de alcohol, pero forma parte del buen vivir. La gente sabe qué tomar, cómo y dónde. La cañita, el vinito y los pintxos ocupan un lugar muy importante en la sociedad y el modo de relacionarse de la gente», dice este joven de 29 años que ha decidido quedarse aquí, precisamente, por la cultura. «Siempre me gustó Europa y quise aprovechar la oportunidad coyuntural de vivir aquí. Me llama la atención la gran diversidad de países y costumbres que hay en tan poco espacio. Me siento muy a gusto porque vivo a pleno esas cercanías y diferencias», asegura.

20.4.09

Pobres señores pobres

La semana pasada, el jueves, un menor de 17 años fue arrestado en Alicante por intento de asesinato. Este chico, del que sólo conocemos cuatro iniciales y seis antecedentes policiales, quiso matar a un vagabundo cuya presencia le molestaba, así que entró de madrugada en el cajero automático donde dormía y le obsequió la paliza de su vida. Lo despertó a patadas en el cuerpo y volvió a dormirlo a golpes en la cara. Ya le había quebrado algunos huesos de la cabeza cuando lo roció con aceite de motor y empezó a prenderlo fuego. El pobre señor pobre no se pudo defender. Ni siquiera pudo gritar, porque estaba inconsciente en el suelo. Sin embargo, se salvó. Un vecino que pasaba por ahí vio lo que estaba ocurriendo y llamó a la Policía. Al menor lo detuvieron in fraganti y lo llevaron a la comisaría. Al pobre señor pobre lo llevaron al hospital. Su vida ya está fuera de peligro, aunque todavía sigue en coma.

El acto no fue visceral, ni accidental, ni la consecuencia de una trifulca. Tampoco fue sin querer y, mucho menos, queriendo. Fue odiando; lisa y llanamente, despreciando la vida del otro. Calculando con premeditación y alevosía cuántos golpes pueden darse con los puños antes de que te duelan las manos o te aburras y sea necesario pasar a otra cosa; a algo menos autolesivo y monótono, como una lata de combustible y un mechero. Por eso no fue repentino. Por eso y porque, después, el propio agresor manifestó que "le tenía manía" a la víctima; a ese pobre señor pobre de 42 años que alguna vez supo tener una vida más normal, o menos insegura y absurda. Como mínimo, una vida en la que él no soñaba ser el experimento de ciencias de nadie, ni el conejillo de indias ni el judas y en la que los pibes de 17 años jugaban al fútbol o a otras cosas, pero no a ser dios o a quemar en el infierno a pobres diablos.

Claro que este hecho tampoco es un caso aislado. Ya ha pasado otras veces en España. Unas cuantas, la verdad. La agresión a personas sin hogar es cada vez más frecuente y brutal; se ha convertido en una especie de deporte juvenil que se practica por diversión, hartazgo, aburrimiento o xenofobia. Por jóvenes neonazis que van con fotos de Hitler en el celular, por jóvenes marginales con adicción a cualquier droga, y también por 'nenes bien', que sienten que los videojuegos o las pulgadas de la tele se les quedan cortos y entonces salen a callejear, a buscar la emoción en tresdé. Salen a hacer daño a la gente, siempre de noche, casi siempre en pandilla, muchas veces por diversión. Y lo disfrutan. Realmente gozan con la violencia asimétrica hasta que viene alguien y los detiene.

Después de eso, piden disculpas. No siempre, sólo a veces. Generalmente, cuando llegan a una instancia judicial y se les pone oscuro el asunto. Dicen por ejemplo que querían "darle un susto" al indigente de turno y que la situación se descontroló. Al menos eso alegaron otros tres jóvenes asesinos que en 2005 quemaron viva a una mujer vagabunda en un cajero de Barcelona. Dijeron que la cosa se les había ido de las manos. 'La cosa'... ¡Qué cosa mala, che! Y pobrecitos ellos, que no supieron cómo controlarla. Pobrecitas víctimas del sistema, tan carentes de cariño ellas, tan faltas de atención familiar, tan olvidadas por sus padres. Será por eso que se marean y confunden abrazar con abrasar.

No nos joroben. Son asesinos y, además, crueles. Son jóvenes violentos que no sienten el más mínimo aprecio por la vida humana o, peor aún, que la miden en términos monetarios, que van tasando a la gente. Un empresario, un empleado, es persona. Un pobre señor pobre carece de humanidad. Y como huele mal, es errante, no tiene dinero y afea el paisaje, hay que limpiarlo y bien rápido. Así están las cosas (no somos nosotros, son las cosas, que conste). Después hablamos en el bar de lo mal que va la economía, del G20, Obama y las deudas. Eso es lo que ocupa las portadas de los diarios. Esto otro también se cuenta, pero en menos espacio. Total, quién se va a enterar. Los agresores usan el diario de antorcha. Las víctimas no leen las sábanas.

18.4.09

"Soy argentina, nieta de sirios y enseño danza árabe en Bilbao"

Dejó Argentina hace siete años, cuando la crisis económica y el 'corralito' bancario abrieron una profunda grieta en el país. Aunque Noël Rubianes había acabado la carrera de Fotografía Publicitaria y estudiaba Filosofía y Letras en la universidad, no dudó en dejarlo todo para buscar un futuro distinto. «Fue una decisión muy rápida», dice ahora en Bilbao, donde enseña danza árabe.

Tras estallar la crisis económica en Argentina, en 2001, Noël Rubianes se encontró en la misma situación que muchos jóvenes de su país: tenía estudios y ganas de comerse el mundo, pero las perspectivas de lograrlo eran pocas. «Me había graduado como fotógrafa publicitaria y trabajaba de becaria en un estudio donde no ganaba nada, así que compaginaba eso con un trabajo de medio tiempo en una pizzería», recuerda. Como «sentía que eso era poco», se apuntó en la universidad para estudiar Filosofía y Letras.

La crisis empeoró la precariedad laboral de Argentina e impulsó a Noël a emigrar. «Mi novio es músico y también quería progresar, así que los dos decidimos viajar a España para intentarlo». Primer destino: Madrid. Allí vivieron tres meses. «Al llegar, sentí un vacío tremendo. '¡Qué parecida es la ciudad a Buenos Aires, pero qué distinta es su gente!, pensé'». La sensación de extrañeza, sin embargo, fue fugaz.

«Empecé a ver a muchos argentinos. Oía el acento por todas partes. Cada vez éramos más saturando el mercado -describe-. Ahí fue cuando me di cuenta de la magnitud de la crisis en mi país. Aquello fue como una gran ola que revienta contra la orilla y deja la arena llena de algas y ramas, sólo que, en lugar de palos, dejó a muchísimos chicos de nuestra edad intentando buscarse la vida», compara.

Poco después, Noël y su novio viajaron a Vizcaya, donde él tenía a su hermano. «Vinimos a celebrar su cumpleaños y, como fuimos directos a su casa, lo primero que conocimos de Euskadi fue Balmaseda. Nos encantó el lugar y la gente», dice. Así que, al volver a Madrid, comenzaron a plantearse un nuevo cambio. «O veníamos al norte, o nos íbamos al sur. Investigamos un poco, supimos que aquí había menos extranjeros y, como lo que habíamos visto en el viaje nos había gustado mucho, elegimos el País Vasco». Desde entonces, no se han movido.

«De aquí sólo me iría a mi país -dice-. Allí están mis abuelos, que siempre han creído en mí». Pero, de momento, Noël sigue en Vizcaya, donde no se dedica a la fotografía, ni a la filosofía ni a la hostelería, aunque al principio haya hecho alguna temporada de verano en las casetas de helados. Lejos de todo eso, aquí se ha entregado al baile. Y no al tango, sino al árabe. «Cuando tenía dieciocho años me gradué como profesora de danza -explica-. Conozco varios estilos, pero tengo ascendencia árabe y toda esa cultura, incluida la música, la gastronomía y sus aromas, siempre han estado presentes en mi vida».

Ni brillos ni dos piezas
«Soy argentina, nieta de una siriolibanesa, y enseño danza árabe a mujeres vascas en Bilbao, Urduliz y Artea», dice Noël de pronto, sintetizando la potencia de las migraciones y haciendo que tres culturas y generaciones diferentes quepan en una única frase. Su comentario parece singular. No obstante, esa mezcla cultural y étnica es bastante habitual en Argentina, especialmente en Buenos Aires, donde «existe un barrio en el que conviven árabes y judíos sin ningún tipo de problemas. Las migraciones también tienen eso: humanizan a la gente -reflexiona-. Los que se matan a tiros en otras partes del mundo son capaces de relacionarse como vecinos y pedirse azúcar cuando les falta».

Con todo ese bagaje cultural, Noël se ha decantado por la danza que, además de enseñar, interpreta junto a otras cuatro bailarinas en diversas salas y teatros. Este sábado y el próximo, el grupo se presentará en Hacería Arteak a las 20.30 horas, aunque ella lanza una advertencia. «Que nadie espere encontrarse a las típicas bailarinas que van en dos piezas, con brillos y lentejuelas. Ese es un concepto muy occidental de la danza árabe y yo intento huir de él. Ante todo, hay que tener en cuenta que uno está abordando una cultura distinta y un lenguaje corporal. Y eso, como todo, hay que hacerlo con profesionalidad y respeto».


15.4.09

Seguros de accidente colectivos

Se dirigen a las empresas, asociaciones y familias, y contribuyen a la desgravación fiscal

Los seguros de accidente colectivos, tal como indica su nombre, son paquetes de prevención de riesgos dirigidos a grupos de personas que están unidas entre sí por una actividad común; en general, su trabajo. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en España se producen más de medio millón de accidentes laborales al año, de los cuales el 2% son muy graves y alrededor de 1.000 acaban siendo mortales. La siniestralidad en el ámbito de trabajo, y los costes que generan sus consecuencias explican que gran parte de los seguros colectivos tengan como principal cliente a los empresarios con personal a su cargo. Sin embargo, no son los únicos que se interesan por este tipo de productos. Los profesionales liberales, las sociedades mercantiles, los colectivos, las asociaciones (incluido el sector del ocio y el educativo) y hasta las familias también encuentran ventajas en estos seguros que, además, implican beneficios fiscales.

Ahora bien, ¿son todos los seguros iguales? Obviamente, no. Además de las diferencias de precios y las ofertas puntuales de las distintas compañías, los seguros de accidente colectivos son muy variados, y pueden clasificarse según el tipo de cliente, la duración de la cobertura y el alcance de la misma.

¿Quiénes los contratan?
Los profesionales, sean empresarios o autónomos, conforman el grueso de las personas interesadas en contratar este tipo de producto, aunque no son menos habituales los paquetes de seguros colectivos para núcleos familiares, los grupos de viajes y las asociaciones que realizan actividades culturales, de ocio, deportivas o turísticas. En este último apartado cabe un buen número de supuestos, pero, a modo de ejemplo, puede pensarse en las colonias de vacaciones, las excursiones que organizan los colegios, los recitales y festivales populares, las instalaciones deportivas, los parques de atracciones, las competiciones o los congresos.

El abanico de escenarios es variado y, precisamente por ello, no hay un único tipo de seguro de accidente grupal. Así, si en un extremo de ese abanico están las grandes empresas que contratan un paquete ligado al convenio colectivo de la compañía para todos sus empleados, en el otro estará la familia que quiera protegerse ante un posible siniestro y, sobre todo, ante el fallecimiento de los adultos y la orfandad de los hijos pequeños. En medio habrá autónomos, pequeñas y medianas empresas, y organizadores de actividades en grupo.

Los beneficiarios
Hay dos maneras de enfocar el tema del beneficio o, mejor dicho, dos partes que se benefician de distinta manera. Si se piensa, por ejemplo, en el caso de una empresa y un trabajador, y tiene lugar un siniestro, los dos se beneficiarán de haber contratado un seguro de accidentes colectivo. El trabajador (o su familia, dependiendo de la gravedad del caso), porque obtendrá un resarcimiento económico previamente establecido que le ayudará en caso de quedar con cierta invalidez o no poder regresar al trabajo por una incapacidad permanente o, peor aún, por su muerte. Por otro lado, la empresa también se beneficia de estos paquetes, sobre todo porque le proporcionan un respaldo de capital y, por tanto, una tranquilidad.

Contar con un seguro de accidente para todos los empleados implica que la compensación económica no correrá por cuenta de la empresa y, además, disuade de posibles demandas tras un siniestro laboral. Esto se percibe muy bien en los actos multitudinarios -como los conciertos o los grandes eventos culturales organizados por una firma o institución-, o en los lugares de esparcimiento privado donde el visitante se expone a ciertos riesgos, como los campamentos y las colonias para jóvenes o los parques de atracciones, entre otros. Pero, volviendo al supuesto de la empresa y sus empleados, es importante reseñar que, aun sin producirse un accidente, ambas partes obtienen beneficios. En este caso, fiscales. Para la empresa, las primas imputadas al empleado como rendimiento del trabajo en especie son un gasto deducible en el Impuesto sobre Sociedades. Y para el empleado, las primas que corresponden a este seguro suponen un rendimiento de trabajo en especie en su IRPF.

Ámbitos y duración
Las situaciones en que cabe contratar un seguro de accidentes colectivo son muy variadas. Y es, precisamente, esa variedad de clientes y entornos la que determina que haya distintos tipos de ofertas. De esta manera, una primera distinción permite separar a los paquetes cuyos asegurados tienen "nombre y apellido" de aquellos que aseguran un cargo, un trabajo, un lugar ocupado o una función. Es decir, mientras hay empresas con plantillas rígidas que aseguran a sus empleados con sus datos personales, hay otras firmas con más movilidad contractual que, en lugar de asegurar a personas concretas, cubren cualquiera que esté desempeñando una determinada tarea.

Esto último es lo que ocurre en el caso de los conciertos, los espectáculos culturales o los parques de atracciones en relación a sus visitantes. Como no se puede saber de antemano quiénes serán, el organizador del evento o la empresa que administra el lugar contratan seguros de accidente colectivos para proteger a las personas que asistan a la cita o al parque, pero sin especificar sus datos. Normalmente es el billete de entrada, más que el DNI, lo que da derecho a hacer reclamaciones en los casos que corresponda.

No obstante, los ámbitos que cubre un seguro de accidente colectivo van más allá de esta primera distinción. En efecto, algunos paquetes solamente cubren los siniestros ocurridos en el lugar de trabajo, otros incluyen los desplazamientos desde y hacia el trabajo, y otros extienden la cobertura a la vida privada, garantizando un respaldo ante cualquier accidente que tenga lugar tanto en el puesto laboral como en el ámbito doméstico. En general, y en el caso de las grandes empresas, los seguros de accidentes colectivos más habituales son los que amparan al trabajador mientras desempeña sus tareas. Por otra parte, es usual que las pequeñas asociaciones opten por una cobertura total, ya que sufrir un accidente supone no sólo un perjuicio para el damnificado, sino también para la empresa, que no siempre encuentra con facilidad un sustituto; más todavía con los autónomos, que son a la vez el trabajador y la empresa.

En cuanto a la duración de estos seguros, como la mayor parte de las pólizas, tienen vigor anual y se renuevan periódicamente, revisándose las condiciones, el modo de pago y los costes. Sin embargo, conviene recordar que para situaciones puntuales se requieren soluciones puntuales. Esto significa que, en algunos casos, se contratan seguros de accidente colectivos de menor duración -por meses, semanas, días e, incluso, horas- si la circunstancia así lo requiere. Un trabajo por temporadas (como la pesca y la agricultura), un congreso de dos semanas, un viaje de negocios o un concierto de música son claros ejemplos de ello.

¿Qué cubren?
Al igual que ocurre en otros sectores del mercado, la cobertura de un seguro dependerá de la compañía aseguradora y de lo que ésta acuerde mediante contrato con su cliente. Aun así, hay cuestiones comunes. De base, lo que se ofrece tras un siniestro es un capital en caso de fallecimiento o incapacidad permanente para la profesión habitual, ya sea total o parcial. Asimismo, las cláusulas de la póliza de seguros suelen ajustarse a los convenios colectivos de las empresas y a las necesidades puntuales de cada rama de actividad. Lo mismo puede decirse del coste de las primas, que varía, entre otras cuestiones, según el índice de siniestralidad de determinadas tareas o profesiones.

Pero, además de las contraprestaciones básicas, hay una amplia gama de beneficios que se pueden añadir al seguro de accidentes colectivo, y esto se aprecia muy bien en el caso de las pólizas familiares. Además de la indemnización por fallecimiento o invalidez de uno de los miembros, hay otras posibilidades, como una beca de estudios para los hijos en caso de que muera el tomador del seguro o su cónyuge, una dieta diaria de hospitalización en caso de accidente, asistencia sanitaria o asistencia en viaje, entre otros. Dicho de otra manera, los seguros de accidente colectivos pueden diseñarse "a la carta" y, siguiendo con esta analogía, su coste dependerá de los platos elegidos y el restaurante. A propósito de costes, la mayoría de las empresas aseguradoras ofrecen descuentos de prima en función del número de personas que se aseguren en la póliza.

Las excepciones
Es importante recordar que, así como cada aseguradora exige unas determinadas condiciones para poder contratar una póliza, también establece situaciones en las que, aun habiéndola contratado, puede eximirse de su responsabilidad de pago. A modo de ejemplo, las empresas de seguros no cubren los accidentes provocados intencionadamente por el asegurado, ni aquellos siniestros causados por consumo de drogas o alcohol, intentos de suicidio o causas catastróficas, como guerras, actos terroristas, explosiones nucleares, etcétera.

Además, las aseguradoras no se hacen responsables de los accidentes que son consecuencia de actos punibles, o de aquellos extremadamente peligrosos que no forman parte del trabajo habitual. El empleado debe tener en cuenta que tampoco se contemplan los siniestros que se producen cuando se está en el paro ya que, durante ese periodo, las coberturas quedan en suspenso. En esta misma línea, el contratador del seguro debe cerciorarse de que, al suspenderse esa cobertura, también se suspenda el cobro de cuotas por parte de la aseguradora.

13.4.09

Ignorante

Mientras escribo estas líneas y tomo un poco de café, las iglesias de la ciudad hacen sonar sus campanas. Es domingo de mañana y de pascua, así que todas las tradiciones (católicas y paganas) están a la orden del día. Unos van con su rosario a misa. Otros compran el diario y el pan. Hay movimiento en la Plaza Nueva, que al mediodía se llenará de gente en busca de un aperitivo, unas flores o un libro. Más allá, en las afueras, empieza a haber atasco en las rutas. Muchos se han ido a hacer turismo en estos días y, a pesar de la variedad de destinos, regresan todos a la vez. Hay cosas que nunca cambian, como la sincronización de las ovejas para pasar por la tranquera.

Sea como sea, por aquí es Domingo de Pascua y, al igual que en Uruguay, hoy termina Semana Santa. Parecerá una obviedad esto que acabo de decir, pero la vivencia religiosa (y la católica, en particular) no usa el mismo calendario en todas partes del mundo. En países como Rusia, Moldavia, Rumania y todos aquellos donde tiene preeminencia la Iglesia Ortodoxa, la cosa recién empieza. Es decir: en un día como hoy, Jesús resucita al oeste del meridiano 40, mientras que hacia el este recién va entrando triunfante a la ciudad de Jerusalén. No es este el don de la ubicuidad, pero se le parece bastante. En todo caso, sí es un buen ejemplo de la alteración del espacio y el tiempo que tanto obsesionaba a Albert Einstein.

La cuestión es que un dato así, que bien puede resultar manido para entendidos y teólogos, no suele ser tenido en cuenta por el grueso de la población, sea atea, budista, musulmana o, en este caso, católica. Unos y otros miramos el mundo sin contemplar que pueden existir (y de hecho, existen) las diferencias. Andamos por la vida creyendo que sabemos una barbaridad, que juzgamos con todos los elementos en la mano y que hay un único modo acertado de mirar las cosas... un modo que, casualmente, siempre es el nuestro, claro. En el camino pasamos por alto la diversidad, incluso la que se gesta dentro de una misma religión. Pero igual vamos por ahí pontificando verdades, cuando la única verdad es que no tenemos ni idea del mundo.

Después nos sorprendemos de las miserias humanas, nos horrorizamos por las guerras, condenamos la violencia y no entendemos el terrorismo. ¿Cómo vamos a entender todo eso si lo único que analizamos es la profundidad de nuestro ombligo? Es más, ¿cómo es que nos indigna el desconocimiento general sobre Uruguay cuando nosotros, los uruguayos, no sabríamos acertar con la mitad de los países del mundo? Ah, sí, es que también andamos por la vida exigiendo lo que no damos, y como la hipocresía está globalizada tanto o más que el etnocentrismo, eso sí que vale para todos. Así estamos.
La semana pasada, justo el lunes, estuve conversando con un chico que emigró hacia España desde Costa de Marfil. Habíamos acordado encontrarnos en el centro de Bilbao para hacer una entrevista y durante la charla, que fue como de una hora, me enteré de un montón de cosas sobre su país. Ejercicio de honestidad: ¿Qué sabemos nosotros de los marfileños y su tierra? Yo sabía dónde estaba (porque lo había mirado el día anterior en un mapa), pero no más. Así, mientras hablaba con Jakouba, me enteré de que la iglesia más grande del mundo está ahí, en África, en la ciudad de Yamoussoukro, la capital de su país. Ni la basílica de San Pedro en el Vaticano, ni la catedral del Distrito Federal de México, ni la de Santiago de Compostela en Galicia, superan en tamaño a esta otra, que se construyó en 1989 y ocupa treinta mil metros cuadrados de mundo. ¿Y cuántos saben eso? ¿Cuántos católicos peregrinan hasta allí? ¿Cuántos eligen la costa occidental africana en lugar de Roma para elevar sus oraciones al cielo? O no tenemos ni idea o no queremos tenerla (esto último es más probable y preocupante), pero, ya que estamos en Semana Santa (acabándola o empezándola), yo me confieso ignorante. Como diría Sócrates, "sólo sé que no sé nada". Creo que ya es algo. Un comienzo. ¿Un fin?

11.4.09

Circular con discapacidad

Aprender a conducir o alquilar un coche supone un sobreesfuerzo económico y burocrático para las personas con discapacidad

Ser discapacitado implica hacer frente a más barreras que los demás para desenvolverse en la vida cotidiana. Esta frase, que en principio parece obvia y simple, tiene sin embargo un matiz: que los obstáculos que se han de superar no siempre derivan de la discapacidad. A menudo el problema está fuera, en las infraestructuras deficientes, en los escasos servicios y en la indiferencia de la sociedad. En esta línea, si gran parte de las actividades "normales" suponen un sobreesfuerzo para quienes padecen algún tipo de discapacidad, el sector del automóvil no es la excepción. Algo tan habitual para un adulto cualquiera, como aprender a conducir o alquilar un coche por ocio o trabajo, puede suponer un verdadero quebradero de cabeza para una persona discapacitada. La razón es sencilla: no todas las autoescuelas ni todas empresas de alquiler cuentan con coches especiales, y las que disponen de ellos tienen por costumbre cobrarlos más caros.


Más caro
En España, una de cada diez personas tiene alguna clase de discapacidad, tal como desvela una encuesta realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en colaboración con la Fundación ONCE y el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO). Por supuesto, las discapacidades son muy variadas, tanto en tipo como en grado, pero los datos más recientes -de 2008- apuntan que, sólo en lo relacionado con la movilidad, hay más de 2,5 millones de personas afectadas. La cifra es elevada; representa más de un 5% de la población total. No obstante, a la hora de hacer ciertas gestiones, las trabas ponen en evidencia que el mundo no está pensado para las minorías. ¿Cuál es la situación actual en las empresas de alquiler de coches y las autoescuelas ante los potenciales clientes discapacitados? ¿Hay ofertas para ellos? ¿Se satisfacen sus necesidades? Y, si es así, ¿cuánto cuesta?
Alquilar un coche
De manera habitual, las empresas de alquiler de coches establecen unos requisitos básicos que deben cumplir sus clientes. Ser mayores de edad y poseer un carné vigente son dos cláusulas inexcusables, aunque algunas piden también que se tenga más de 23 años de edad y experiencia al volante; o que el titular tenga un permiso de entre uno y dos años de antigüedad, dependiendo de la compañía. El coste del alquiler es variable, pero el precio final siempre depende de factores fijos, como la categoría del coche, el momento del año y la duración del arrendamiento. A estos condicionantes se añaden requisitos tales como la edad del conductor, los precios de cada firma y las ofertas especiales que puedan encontrarse utilizando intermediarios, touroperadores e Internet. En otras palabras, no es lo mismo alquilar en agosto que en febrero, ni es igual pedir un coche de lujo a conformarse con un pequeño turismo. Tampoco costará lo mismo un alquiler sin reserva previa que una gestión hecha con anticipación y, como ocurre con los seguros, será más barato si el cliente es mayor de 30 años.

Dicho esto, la pregunta es qué particularidades afectan a los clientes discapacitados. Desde la Confederación Coordinadora Estatal de Minusválidos Físicos de España (COCEMFE) señalan que alquilar un coche es casi siempre un problema por varias razones. Primero, porque no hay muchos sitios con vehículos adaptados. Segundo, porque dependiendo de la discapacidad de la persona es posible que la rechacen como cliente y, tercero, porque el servicio es más caro, ya que los únicos coches adaptados son de gama alta. Según esta afirmación, no es que haya una tarifa especial para personas con minusvalías, sino que éstas se ven limitadas en el momento de elegir el vehículo. O alquilan un coche de categoría media alta o, por el contrario, renuncian al plan de alquilar. Pero, ¿de veras se ha vuelto así de rígido el mercado? El mejor modo de responder a esto es acudir a las principales empresas del sector y averiguarlo.

En efecto, las compañías de alquiler indican que sólo pueden dar soluciones para algunos tipos de minusvalías y, ya de arranque, hacen una distinción entre los vehículos acondicionados para trasladar a personas con discapacidad y los que están medianamente preparados para ser conducidos por ellas. Como tendencia general, se centran en el manejo, de modo que no tienen coches con rampas, aberturas especiales ni adaptaciones para quienes estén en silla de ruedas. Ahora bien, ¿qué es lo que ofrecen? Básicamente, vehículos con caja de cambios automática. En Europcar, los modelos que cumplen este requisito son los Audi A4 y los BMW 520D. En National Atesa, los Citroën C4 o los Picasso. La firma Hertz va un paso más allá: dispone de vehículos Peugeot 307 automáticos con pomo extraíble en el volante, freno y acelerador adaptados a la mano derecha, mientras que la compañía Pepecar, que apuesta por el bajo coste, sólo tiene un modelo de coche semiautomático, el Smart.
El repaso pone en evidencia dos cosas: que no hay una oferta variada y que los coches adaptados, como apuntaban desde COCEMFE, no son de los más baratos. Cualquiera de los modelos citados -a excepción del Smart- corresponden a categorías intermedias, superiores o de lujo, lo que se traduce en un incremento del coste de hasta cuatro veces con respecto al alquiler de un coche normal, dependiendo del operador o la compañía. Incluso en algunos de ellos, el mismo modelo de vehículo cambia de precio según sea manual o automático. Además de la carestía, hay otro inconveniente: el alquiler de un coche de lujo no es inmediato. Por lo general, hay 48 horas de espera para confirmar la reserva.

Coches adaptados
En las empresas de alquiler, los vehículos adaptados para personas con minusvalías físicas son de gama media o alta. ¿Por qué? ¿Acaso no hay modelos económicos con caja de cambios automática? ¿Cómo se explica un espectro de oferta tan estrecho? Como en casi todas las cosas, esta particularidad del sector automotriz se reduce a un problema de costes. Al existir una variedad tan amplia de discapacidades y adaptaciones, no es posible estandarizar la fabricación, y si la demanda no supera las 80.000 unidades al año, no es rentable. Así lo resumen desde el departamento técnico de la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC), desde donde también señalan que, a diferencia de Estados Unidos, en España no hay una gran demanda de coches automáticos.

ANFAC está en contacto permanente con las empresas transformadoras de coches a través de un Comité de Normalización, y es a estas compañías y talleres a los que encarga los trabajos de adaptación para personas discapacitadas. De cara a ese acondicionamiento, los fabricantes estandarizan todo lo que pueden pero, aun así, reconocen que los cambios terminan haciéndose por encargo. En opinión de esta asociación, ha habido importantes avances técnicos y, en la actualidad, "hay auténticas maravillas". Eso sí, son diseños a medida. Las fábricas no los construyen porque, como dicen, van en contra de la producción en masa, que es lo que abarata los precios. De ahí que en España sí exista todo un mercado especializado en la adaptación de coches para salvar distintas minusvalías. Aunque el peso económico recae íntegramente en el propietario del coche que se va a modificar, y aunque muchas de las alternativas no son viables para todos los bolsillos, lo cierto es que hay soluciones para casi todo.
Entre los encargos más demandados y populares, los expertos destacan los siguientes:
  • Aceleradores mecánicos y electrónicos en el volante.
    El proceso consiste en colocar un acelerador adicional -generalmente en forma de aro- sobre el volante para las personas con escasa o nula movilidad en los miembros inferiores. Según explican los mecánicos, estos dispositivos pueden adaptarse a casi cualquier marca y modelo de coche sin necesidad de sustituir al volante original.
  • Frenos a un lado del volante.
    El concepto es muy similar al del acelerador, sólo que se coloca a un lado del volante para que pueda ser accionado con una sola mano. El frenado es gradual, según la fuerza con que se acciona la palanca, y ésta puede incluir un pulsador para el claxon. También hay el equivalente al freno de mano en forma de botón, pensado para quienes no tienen fuerza en los brazos.
  • Controles de servicios.
    También situados en la zona del volante, estos dispositivos desempeñan varias funciones. Pueden cambiar la posición habitual de los controles (por ejemplo, del mando de los intermitentes o las luces) o aunar todos los controles en un único mando, de modo que un solo dedo alcanza para manejar todos los servicios del coche.
  • Inversores de pedales.
    Este sistema permite cambiar de posición el acelerador, el freno y el embrague del vehículo; elevarlos, si la persona no puede presionarlos hasta el fondo, y colocarlos de forma que le sea más cómodo su manejo. Un caso muy común es situar el acelerador hacia el lado del embrague para que pueda ser pisado con el pie izquierdo.

Modificar un coche no es barato. Sin embargo, con la normativa vigente desde 2006, hay algunos desahogos fiscales. Hace tres años, la Comisión de Economía y Hacienda del Congreso aprobó reducir el IVA al 4% en la compra de vehículos que condujeran o en los que fueran transportadas personas con minusvalía. Hasta ese momento, la reducción sólo se permitía en determinados vehículos, y no era posible en los considerados de alta capacidad. Tampoco se aplicaba en los casos en los que los padres tenían que comprar un coche adaptado para sus hijos minusválidos. Pero, además de ese cambio, el impuesto también se redujo para las reparaciones y adaptaciones de cualquier vehículo para que pueda ser conducido por un discapacitado.

Aprender a conducir
Los principales clientes de los "talleres transformadores" son los interesados particulares -personas con discapacidad o familiares directos-, junto con las autoescuelas, que requieren de estos servicios para todos los coches que manejan. Paradójicamente, no todas las academias de conducción contemplan cursos especiales para minusválidos. Si COCEMFE apuntaba ya los problemas a la hora de alquilar un vehículo, en este apartado añade que hay pocas autoescuelas en España que incluyan cursos específicos para discapacitados físicos, y menos todavía que se dediquen exclusivamente a ellos.

Algo bastante habitual es que una autoescuela que no posee coches propios adaptados sí acceda a dar clases a alguien con discapacidad, a condición, por supuesto, de que el aprendiz ponga su coche a disposición. A primera vista, esto resuelve el problema de la escasez de centros especiales. Sin embargo, el cliente debe invertir en un vehículo sin tener garantías de que aprenderá a conducirlo. Esta situación ha provocado que algunas organizaciones de apoyo a las personas con discapacidad compren vehículos modificados y se los presten a las autoescuelas para las clases prácticas. Además de los coches, también se "ceden" profesionales; por ejemplo, intérpretes encargados de traducir al lenguaje de signos las clases teóricas que se imparten en los centros.

Dentro de las distintas fórmulas que hay para atender la demanda de aprendizaje, en el otro extremo de esta línea están las autoescuelas que se han especializado en el sector y se dedican exclusivamente a dar clases a personas con discapacidades físicas. En estos casos, sí están muy preparadas, tanto en material gráfico y teórico, como en la infraestructura de su parque de automóviles para realizar las prácticas. El problema estriba en que son pocas y no hay en todas las comunidades autónomas. En cualquier caso, es indispensable informarse de manera exhaustiva sobre los servicios de cada centro y sobre los requisitos específicos que exige la DGT.
A modo de orientación, para obtener el carné de conducir se debe solicitar primero un informe médico en un centro reconocido y autorizado por Tráfico. Una vez hecho ese trámite -ineludible para todo el mundo-, hay que presentar el examen ante la DGT. Allí se estudiará el caso antes de derivarlo a un médico autorizado, quien se encargará de emitir un dictamen positivo o negativo sobre la capacidad física del interesado para poder conducir. Otra cuestión importante que se ha de tener en cuenta es que los vehículos, tras ser adaptados, deberán pasar la ITV para poder circular. En el momento de hacer el control, el propietario deberá presentar el permiso de circulación, el certificado médico y la ficha técnica del coche en donde se detallen las modificaciones realizadas.

10.4.09

"La basílica más grande del mundo está en Costa de Marfil"

Yacouba Ouattara tiene 31 años y es uno de los pocos marfileños que residen en Euskadi. Se marchó de su país en 2004 y, tras vivir un tiempo en Málaga, acabó afincándose en Bilbao, animado por uno de sus mejores amigos. Aunque es realista con los problemas de su tierra, este joven se siente orgulloso del lugar donde nació. Por ello da a conocer su cultura en Vizcaya.

Ni café, ni cerveza, ni vino. Son las cinco menos veinte de la tarde y Yacouba pide un colacao. «¿Sabías que mi país es el principal productor de cacao del planeta?», pregunta con la cucharilla en la mano, aunque no espera a escuchar la respuesta. «La gente desconoce muchas cosas de Costa de Marfil», un estado independiente desde 1960 cuya principal ciudad de negocios, Aviyán, es también el puerto más importante de África Occidental.

Y es que el país de Yacouba «no es pobre». Tiene recursos naturales y un suelo muy rico en petróleo, diamantes y oro. «El problema son los gobiernos corruptos -dice-. La avaricia y la falta de transparencia han hecho estragos en la economía y la sociedad». Esa corrupción fue el motivo que le impulsó a emigrar. «Estaba cansado», admite el actual presidente de la Unión de Marfileños en Vizcaya.

Para él, «el principal problema de los africanos es la democracia», y su país no es la excepción. «En Costa de Marfil hay unas 60 etnias distintas y cada una tiene sus dialectos y particularidades. Cuando sale electo un presidente, éste suele rodearse de los suyos y colocar en el poder a la gente de su pueblo. La política está muy marcada por las razas, al punto de que llamarte de una manera o de otra puede hacer que se te abran o cierren las puertas de todo», explica.

¿Demasiado complicado? Para entender mejor la situación, Yacouba relata su caso. «Mi apellido era el mismo que el del principal líder de la oposición, aunque no éramos familia ni teníamos relación política alguna. Sin embargo, todo el mundo daba por hecho que pertenecía a su etnia y, por tanto, a su partido. Si quería presentarme a un trabajo o a unas oposiciones, al ver mi nombre apartaban el currículo. Es más, antes de irme del país fui a renovar mi DNI. Han pasado varios años y todavía sigo esperando».

A Yacouba le duele el modo en que se manejan las cosas, sobre todo porque adora su país y no duda en definirlo como «el mejor sitio del mundo», aunque el amor no siempre es ciego. «Algo va mal cuando dispones de una gran reserva de petróleo pero la gente no tiene dinero para comprar gasolina», razona. Y lo mismo podría decir a propósito de las religiones. «Mi país es laico; allí conviven cristianos, musulmanes y ateos, y nunca hubo problemas religiosos hasta que se metieron los políticos a enredar».

«Sólo somos 25»
Él, que es musulmán, demuestra esa afirmación con los hechos. «La basílica más grande del mundo está en Costa de Marfil», dice con la emoción y el orgullo que sólo cabría esperar de un cristiano. «Se construyó en 1989 en Yamoussoukro, la capital, y es más grande que la de San Pedro en Roma», añade. El dato resulta sorprendente, sobre todo ahora, en Semana Santa, cuando muchos católicos peregrinan al Vaticano o Santiago de Compostela para consolidar su fe. «Las personas se sorprenden al saber que la iglesia más grande está en África, pero así es».

En cuanto a la integración en Europa, Yacouba opina que «hay más aceptación de la raza negra en Francia que en España», aunque le resulta esperable y natural. «La única colonia de negros que tuvo España fue Guinea», matiza. ¿Y cuál es su experiencia en Bilbao, donde vive desde hace dos años? «El racismo no es muy grande, pero existe -contesta-. A veces notas que la gente te mira con recelo o de forma rara, pero lo entiendo. La integración no se puede hacer de golpe». Eso sí, en su opinión, «lo triste son las generalizaciones. Es cierto que somos africanos y negros, pero hay varios países y diferencias entre nosotros. Si no es lo mismo un italiano que un español o un chileno, tampoco es lo mismo un marroquí que un senegalés o un marfileño. No hay muchos de nosotros por aquí... en Vizcaya sólo somos 25».

6.4.09

Castaño oscuro

Fue en la Cumbre del G-20 en Reino Unido. Había grandes expectativas, un despliegue de medios descomunal. Limusinas blindadas, apretones de manos, fotos 'de familia', corbatas y flashes. Los ojos del planeta estaban puestos en Londres, el lugar donde los mandatarios de los países más ricos y prometedores intentaban elaborar una nueva receta de la economía mundial; donde los poderosos y los emergentes debatían, proponían, discutían cómo y por dónde había que cortar el bacalao. Fue en esa cocina y en esa coyuntura, en medio de tanto ajetreo, cuando la OCDE hizo pública una lista de ingredientes venenosos. De paraísos fiscales, quiero decir. Desde entonces, y literalmente, todo el mundo sabe que existe Uruguay.

No voy a contar aquí lo que ya se ha dicho hasta el cansancio, ni pienso abordar los debates que han surgido en los diarios, la radio o la tele. Para qué, si los uruguayos seguiremos diciendo que vivimos (o nacimos) en un "país serio y respetable" y las potencias económicas seguirán adelante con el chivo expiatorio de turno. No es mi intención aburrirlos con la redundancia, y mucho menos comprarme un par de hectáreas en el terreno del absurdo. Porque, pensémoslo por un momento: el sistema financiero mundial está hecho polvo, asistimos a la peor crisis económica de la Historia, nadie sabe a ciencia cierta cuáles serán sus alcances, acuñamos términos como 'activos tóxicos' en lugar de acuñar monedas y... ¿de verdad alguien pretende sostener que Uruguay tiene la culpa de eso? Por favor, seamos serios.

Ni Uruguay, ni Costa Rica, Malasia o Filipinas son responsables de la debacle, por muy herméticas o cuestionables que sean sus infraestructuras bancarias. Qué manía de reescribir la historia a gusto del consumidor, caramba. A este paso, dentro de poco nadie recordará que la crisis empezó en Estados Unidos con las hipotecas 'subprime' y el liberalismo financiero salvaje (que rima bien con libertinaje, por cierto). Y sí, ¿para qué hacer autocrítica si se puede señalar con el dedo a cualquier paisito de morondanga? ¿Todavía nos sorprende? Pues no debería, no. Recordemos que estamos hablando de los mismos que son capaces de inventarse cualquier cosa para justificar el intervencionismo y la guerra en otros países como el nuestro.

Lo grave de esta política (tristemente habitual) es la liviandad con la que se señala, la acusación irresponsable y, claro está, las consecuencias que eso trae. Fíjense que el 'listado de malditos' se dio a conocer el jueves, y que ya el viernes la OCDE anunció que iba a retirar a Uruguay de la zona oscura. Es decir, la acusación se mantuvo en pie nada más que 24 horas, pero ¿y la mala fama? Desde que vivo en España, esta es la primera vez que veo el nombre de nuestro país en la portada de los periódicos y encabezando los telediarios. Nunca nos habían mencionado tanto (y con mapitas explicativos, incluso), ni siquiera cuando tuvieron lugar las elecciones nacionales: un hecho histórico probado, independientemente de las afinidades políticas de cada cual.

En estos días, desde el miércoles hasta hoy, he pasado de explicar que Uruguay y Paraguay son dos países distintos, o que no soy argentina aunque suene parecido, a escuchar cómo todo el mundo tiene una opinión formada sobre el paraíso fiscal donde nací. Y me molesta. Yo siempre he sido muy crítica con los que viven de glorias pasadas y recuerdos, con los que siguen anclados en las hazañas futboleras de 1950, peleando por la patria potestad de Gardel y cosas por el estilo. También me he disgustado muchas veces por lo poco y mal que difundimos nuestra cultura afuera o por luchar sistemáticamente contra el estereotipo del taparrabos y la selva. Pero, si tengo que ser sincera, prefiero mil veces que nadie sepa que existimos a que un montón de señores con corbata nos coloquen alegremente en la sección del 'eje del mal'; en la parte más sombría de esa lista de grises y negros. Prefiero seguir diciendo que no usamos arco y flecha a ver cómo otros caciques tiran la piedra y esconden la mano. Eso sí que se pasa de castaño oscuro.

4.4.09

"Conservo diez mil folios de cartas de amor con mi mujer"

José Tadeo Tápanes es cubano. Nació en Trinidad, una ciudad del centro del país declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, aunque buena parte de su vida se desarrolló en La Habana. Estudió Historia y conoció a la mujer que, años después, se convertiría en su esposa. Su motivo para emigrar fue una mezcla de amor y destino.


Por afinidad, tradición o simpatía, la historia lejana y reciente de Cuba siempre ha despertado curiosidad e interés a este lado del Atlántico. Conversar con un experto en la materia que ha nacido y vivido en la isla es todo un privilegio. Si además es un buen narrador, entonces la charla se convierte en un viaje. Sentado en una cafetería del centro de Barakaldo, donde vive desde hace nueve años con su mujer y su pequeña hija, José Tadeo pone varios libros sobre la mesa y relata dos historias a la vez: la de su país y la suya propia. Recuerda con exactitud nombres, fechas y acontecimientos. Y, también, sabe cómo contarlos.
Porque José, además de historiador, es escritor y fue profesor de instituto en Cuba, así que su relato combina la precisión de los sucesos con un cierto toque de romanticismo. «A principios del siglo XIX, La Habana era la ciudad más grande de América; mayor incluso que Boston, la principal urbe de Estados Unidos», compara. «Por aquel entonces, la burguesía cubana vivía muy bien y era tan rica como la española. Había muchos amantes del arte y coleccionistas adinerados. Por eso, el museo más grande sobre Napoleón está en Cuba», desvela.
La conversación va cosiendo paisajes, como las vías del ferrocarril que unieron por primera vez La Habana con Bejucal en 1837. «Fue diez años antes que aquí, ya que el primer tren español no se construyó en la Península, sino en la isla», puntualiza el historiador, que continúa con su recorrido por la crisis azucarera y la revolución de 1871. Entre combates sangrientos y «tropas que entraban a las casas rompiéndolo todo con bayonetas», surge el relato de José Martí, su genio político y su muerte poética en el campo de batalla.

La epopeya de José Tadeo no olvida a Fidel Castro ni la primera constitución cubana, que «con las ocho enmiendas norteamericanas, sentó las bases de la situación actual». «Se dice rápido, pero un bloqueo de cincuenta años es bochornoso. Aun así, Cuba es el octavo país de América Latina en nivel de desarrollo. Lo triste es que Estados Unidos combata la antidemocracia con más antidemocracia-argumenta-, porque los ciudadanos estadounidenses no son libres de ir a la isla y, si lo hacen, como Oliver Stone o Steven Spielberg, tienen que pagar una multa».
Magia y religión
No es el caso de países como España, que han mantenido un vínculo estrecho con Cuba. Y de eso también puede hablar José, pues su mujer, Julia, es de aquí. «Nos conocimos por carta -relata-. Ella había escrito a una revista solicitando información sobre la historia de mi país y yo, que en ese momento era estudiante en la Universidad de La Habana, le contesté. Claro que, como yo, le escribieron otras doscientas personas; la mayoría, hombres que empezaban diciendo 'soy así, mido tanto, mis ojos son de tal color...', Imagínate». La carta de José Tadeo, que en ese momento tenía novia, era distinta y eso dio pie a que el intercambio de correspondencia siguiera.

«Estuvimos escribiéndonos durante dos años antes de que ella viajara a La Habana para conocerme y, después de eso, seguimos carteándonos cuatro años más, todas las semanas... Conservo en casa diez mil folios de cartas de amor con mi mujer», desvela. Entre tanto, José terminó la carrera y escribió su tesis sobre la historia del espiritismo en Cuba. «Me interesaba investigar sobre eso, porque la religión es muy importante en mi país. Las creencias populares marcan la vida social y política, las decisiones personales, todo...». ¿También las suyas? «Sí», dice José, que además de ser un intelectual, es un hombre de fe. «Mientras entrevistaba a los videntes para mi tesis, más de uno me anunció que acabaría casándome con Julia y viniendo aquí».

3.4.09

Ynarú Silva & Mao Fermín

Tras residir en Madrid y en Canarias, y grabar tres discos juntos en España, esta pareja de músicos venezolanos vive desde hace un año en Euskadi, donde se han propuesto difundir el folklore de su país y el ritmo latinoamericano.

Llevan en su sangre todo el folklore de Venezuela y no dudan en ofrecerlo cada vez que se presentan en público. Tras compartir muchos años sobre el escenario y grabar tres discos juntos en España, Ynarhú Silva y Mao Fermín se han consolidado como dos de los mejores músicos latinoamericanos que residen de este lado del Atlántico.

Ynarhú (cuyo nombre significa "agua clara" en la lengua de los indios pemones) llegó a Madrid en 1979. Había venido a estudiar Turismo, pero acabó tomando clases de canto y solfeo para dedicarse a la música, su verdadera pasión en la vida. Residió mucho años en Canarias, hasta que en la década de los noventa fue de gira a su país.

Allí conoció a Mao, un reputado violinista que, ya entonces, pertenecía al movimiento más importante del folklore latinoamericano y actuaba con artistas como Alfredo Zitarrosa y Pablo Milanés. Tan impresionada quedó Ynarhú con su talento, que le propuso hacer un disco juntos. Y si bien él "tenía allí la vida resuelta", aceptó la oferta y viajó a Canarias. "Al principio, lo nuestro fue un amor musical", dicen ambos, aunque entre las canciones terminara colándose la marcha nupcial. Después de un tiempo, hubo boda, y el dúo se transformó en pareja.

A Euskadi llegaron hace un año, movidos por el deseo de dar a conocer la música venezolana entre el público vasco. En tan corto tiempo, la calidad vocal de Ynarhú y la profesionalidad musical de Mao han cosechado aplausos al compás del bolero, la habanera, el danzón, el merengue y el tango.

Un plan seguro para el último viaje

Los seguros de repatriación han experimentado un auge en los últimos años gracias a la llegada de personas extranjeras. Para muchos inmigrantes y sus familias, contratar estas pólizas supone un alivio y una tranquilidad al trazar su proyecto migratorio. Actualmente, casi todas las entidades bancarias y empresas aseguradoras ofrecen servicios que garantizan el traslado del cuerpo a su país de origen.

Las noticias sobre inmigración suelen hacer hincapié en los números. Algunos datos, como la cantidad de extranjeros que residen en Euskadi o el porcentaje de inmigrantes que se encuentran en el paro, son de dominio público, están al alcance de todos. Sin embargo, muchas veces se pasa por alto que detrás de las cifras hay personas; hombres y mujeres que viven lejos de sus países, sus familias o sus hábitos culturales. Y que, precisamente por ello, además de “buscarse la vida”, acaban planteándose qué hacer ante la muerte.
No es agradable pensar en los fallecimientos y, mucho menos, planificarlos. De hecho, casi nadie se para a meditar sobre el tema hasta que tiene una cierta edad o se encuentra en alguna situación que le obliga a prever las cosas seriamente, como padecer una enfermedad terminal o trasladarse a un nuevo país y descubrir que se está indefenso y solo. Para cualquier emigrante, empezar desde cero en un ambiente desconocido y sin la proximidad de sus afectos es un reto. Para cualquier familia, tener a uno de sus miembros lejos es un gran desafío. Pero que esa persona muera a miles de kilómetros de distancia, además del dolor, representa un problema muy serio.
Hace pocas semanas, a finales de febrero, una mujer nicaragüense murió atropellada en Donosti. Se llamaba Audia Isabel Castro, tenía sólo 43 años y su historia conmovió a la sociedad vasca y a la colectividad latinoamericana por igual. Audia era madre soltera y había llegado a Guipúzcoa hacía apenas un mes. El motivo: Trabajar para mantener a sus dos hijas, de 15 y 9 años, que se quedaron esperándola en Ocotal y que ya no la volverán a abrazar porque también se quedaron huérfanas.
Las cosas no salieron bien para Audia, que ya había intentado venir antes a España sin éxito, y que ahora, cuando por fin conseguía un trabajo, un accidente convirtió sus sueños en la peor pesadilla de sus niñas. Mientras su cuerpo sin vida yacía en el Instituto Anatómico Forense, los nicaragüenses que residen en Guipúzcoa iniciaron las gestiones para repatriar los restos. Así descubrieron que el proceso costaba 4.000 euros y que el consulado de su país no disponía de fondos para atender este tipo de sucesos.
Aunque la historia de esta joven mujer es dramática y, quizá, un tanto extrema, para cualquier persona que emigra es fácil ponerse en su piel. Nadie tiene la vida comprada y lo que le ocurrió a Audia podría pasarle a cualquiera. De ahí que, en los últimos años, los seguros de repatriación hayan experimentado un gran auge entre los extranjeros que residen en España. Actualmente, casi todas las entidades bancarias y las empresas aseguradoras disponen de pólizas especialmente diseñadas para este sector de la población que, si bien va adquiriendo con el tiempo un mayor poder adquisitivo, sigue siendo muy vulnerable cuando ocurre algo imprevisto.
Oferta variada
Los seguros de repatriación existen desde hace tiempo como un producto más de los que ofrecen las aseguradoras. No obstante, la llegada de inmigrantes ha provocado un gran cambio en el mercado, al punto de que estas pólizas se han transformado en los ‘paquetes estrella’ de muchas firmas. Originalmente, los servicios de repatriación venían incluidos en los seguros de viaje y estaban pensados para españoles que se trasladaban al exterior por placer o por negocios. Ahora, el público se ha ampliado y los principales clientes son extranjeros que viven aquí.
La oferta, por supuesto, es variada, tanto en los requisitos que se le exigen al asegurado, como en las prestaciones y los costes. Aun así, hay algunos servicios de base que están presentes en casi todas las pólizas. El traslado del cadáver al país de origen, con todos los trámites y las gestiones que ello implica, es el primero, pero no el único. Los seguros también contemplan un billete de ida y vuelta para que un allegado acompañe los restos mortales en el viaje, ya sea partiendo con el ataúd desde aquí o viniéndolo a buscar desde el país donde será sepultado.
Algunas firmas cubren, a-demás, el trayecto desde el aeropuerto de destino hacia el cementerio y contemplan un monto de dinero para los gastos del sepelio. Otras, en cambio, pagan a los beneficiarios del difunto si su muerte se produce por accidente, como ocurrió en el caso de Audia. La cuantía también es variable, pero oscila entre los 10.000 y los 30.000 euros.
En cuanto al coste y los requisitos, no existe un único modelo. En promedio, estas pólizas valen unos 70 euros al año, aunque las hay más caras, más baratas y, también, gratuitas. Este último tipo es el de algunos bancos, que ofrecen el servicio sin coste para sus clientes extranjeros. No obstante, el precio suele determinarse en función del país de procedencia y la edad del asegurado.

Más allá de las particularidades de cada póliza, lo cierto es que cada vez más inmigrantes contratan estos seguros. Aunque, en general, los extranjeros que residen en Euskadi son jóvenes y sanos, la distancia y la vulnerabilidad hace que muchos se ocupen de prever la muerte además de buscarse la vida.

En sí, lo que les motiva para interesarse por los seguros de repatriación es la preocupación por sus seres queridos; tanto por los que han quedado en sus países como por los que han viajado aquí con ellos. Si afrontar la pérdida de un familiar ya es de por sí un trago amargo y si todas las gestiones de un deceso son engorrosas y caras, cuesta imaginar lo duro que es para un padre, una madre, un hijo o una esposa que estén al otro lado del mundo manejar la situación a distancia.

1.4.09

La conjura de los nadie

Desde septiembre de 2008, un novedoso programa de radio bilbaíno apuesta por la creatividad y la libertad de expresión. En El Club de los Sentidos coquetean con la performance, el cabaré y el teatro

El Club de los Sentidos es un lugar dondepuede pasar cualquier cosa. En un abrir y cerrar de ojos, el espectador puede convertirse en protagonista, y el protagonista, enespectador. Allí conviven la música en directo, la literatura, el humor y la interpretación, como si la mezcla del jazz, la gastronomía, Baudelaire, el erotismo y el funky fuera la cosa más natural del mundo. El intercambio de filias, el exorcismo de fobias y la sinergiade talentos (muchos de ellos, ocultos en la vida cotidiana) son la clave de esta novedosa propuesta que da rienda suelta a la creatividad y discurre entre el arte escénico, la performance, el ambientillo de Nueva Orleans y el formato radiofónico de los años cincuenta. Todo se gesta en un genuino rincón de Bilbao que aún no ha sido alcanzado por la renovación del siglo XXI. Así de versátil es este proyecto, que causa adicción en el público mientras huye de las etiquetas.

Pero ¿de qué va este club? Sin ánimo de ponerle un corsé (no podríamos hacerlo ni apelando a su perfil de cabaré), hay tres o cuatro ideas que sirven de referencia. La primera: que es un programa de radio. Se graba todos los viernes, a partir de las 21.00 horas, en las instalaciones de Hacería Arteak, una sala cultural alternativa que acaba de ganar el premio Ercilla a la mejor labor teatral por sus diez años de trayectoria y que, gracias a su ubicación junto a la ría, conserva la esencia más pura, metalúrgica y naval de la villa. Cada semana, el lugar se mimetiza en una especie de café berlinés donde el humo del tabaco se enreda entre los focos y todo lo que hay allí —mesas, sofás, micrófonos, copas y gente— queda envuelto por la semipenumbra, la calidez de las velas y una atmósfera clandestina que sólo existe en esos sitios donde la palabra, el silencio, la música y hasta los gestos se despojan de toda regla.
Desempolvando formatos olvidados
Este programa de radio no rehúye la actualidad (más bien la encara, la discute y la cuestiona cuando hace falta), pero rescata formatos de antaño, como la música en directo, el sonido del vinilo o el espacio de la radionovela, que apela a la imaginación. Así, hay lectura de relatos y poesía, actuaciones improvisadas, entrevistas irreverentes y participación libre del público. O, dicho de otra manera (hay más de un punto de vista válido), es un café-concierto con un escenario difuso que se desdibuja entre las mesas, los sillones y las alfombras, donde también hay un presentador que hace un programa de radio. A propósito de presentaciones, Jokin González es quien capitanea este barco. Suya fue la idea original de montar este club sensorial para combinar la literatura y el jazz, aunque, como él mismo reconoce, el proyecto adquirió vida propia y una identidad singular con muchos más matices, tanto en la sonoridad como en las letras y el público. De ahí que serefiera a la propuesta como «un espacio multidisciplinar en el que celebramos la fiesta de la vida» o, más irónicamente, como «la conjura de los nadie».
Vaya modo de sintetizar esta empresa. «Los nadie». Esos que nunca tienen cabida ante un micrófono, aunque sí tienen mucho que decir. Esos que, al hablar, despiertan sensibilidad (o nerviosismo) en quienes los oyen porque lo dan todode sí; porque se dejan los tabúes, las buenas formas y el miedo en un rincón del escenario antes de plantarse ante el resto. Probablemente ahí estribe la fuerza de este club heterogéneo. Por un lado, en la posibilidad de expresarse libremente a través de la música, la palabra, la fotografía o la pintura aunque no se tenga mecenas, padrino, nombre artístico ni patrocinador. Por otro, en el más absoluto respeto. La gente aprecia cada actuación y no sólo por el contenido, sino también por ese salto al vacío que supone desnudarse, exponerse frente a los demás. En esa línea, que tiene un punto terapéutico y curativo, los aplausos son la respuesta al talento, la fragilidad y, cómo no, la valentía.
Para tomarse vacaciones de uno mismo
Pero esto es sólo una parte de lo que ocurre en el programa. Hay algo más; otro fenómeno paralelo e igual de interesante. Si bien, como dice Jokin, el club es un lugar de expresión para «los nadie», también es un sitio de liberación para ‘los alguien’: personas con nombre, apellido, profesión y una imagen que mantener que, por espacio de dos horas, se permiten olvidar los formalismos y las apariencias; que se toman vacaciones de sí mismas. El empresario, el abogado, la doctora, el funcionario, la mesera, el barrendero o la economista dejan la vida colgada en la puerta e interactúan allí por igual. En este club, entre las mesas, importan poco los roles de afuera, los cargos que se desempeñan, el sexo o la edad. Lo que importa de verdad es la sensibilidad, la fibra, lo de adentro. Y eso es lo que convierte a El Club de los Sentidos en un proyecto distinto y auténtico: que le permite a la gente fluir. Por ello es posible encontrar a un jubilado, un ama de casa y un Erasmus compartiendo sillón, escenario o aplausos.
Además del público (que crece semana a semana), y del propio Jokin (que se confiesa como «el primer sorprendido» por el desarrollo del programa en estos meses), en el club hay una serie de moradores habituales. Mónika, que no deja a nadie indiferente con sus relatos llenos de erotismo; Txemi, que sorprende con sus doblajes humorísticos (y cañeros); Peru, que pone el acento en los poetas franceses del desencanto; y Silvia y Maite, que hacen volar la imaginación de los ausentes (y los presentes) con su voz, son algunos de los protagonistas de los viernes por la noche. Ellos son quienes se encargan de activar, con humor, desparpajo, dramatismo y sensualidad, la vena sensible del público; aunque sigan sin tener muy claro cuál es el secreto de su éxito y por qué la gente se engancha.
Lo mejor de esta fiesta, vivirla
Por esa razón, y más allá de lo que ellos mismos puedan contar, la mejor manera de entender esta fiesta es vivirla; ya sea oyéndola desde casa o disfrutándola en el lugar. Y eso fue lo que hicimos unv iernes cualquiera: nos acercamos a la Hacería y nos colamos entre el público, mientras los chicos ponían a punto la sala. Ya sabéis... se hicieron pruebas de sonido y ensayos de iluminación, había papeles por todas partes, una buena cuota de ansiedad y, sobre la mesa de Jokin (junto al micrófono, un ordenador portátil y el guión), una ristra de chorizos y un vino. Sí, así como lo estáis leyendo. Sin nada más (ni nada menos) que eso, el programa empezó a grabarse a las nueve y media de la noche. Para las diez, el club estaba lleno de gente y, sólo media hora más tarde, ya se habían agotado las latas de cerveza. La música de The Shaggin Wagon —el grupo que se presentó esa noche— se fue alternando con textos de Rafael Valcarce, Mario Benedetti, Jorge Luis Borges yEdgar Allan Poe; todos leídos o recitados de memoria por diferentes participantes del club. Y esa noche, al igual que otras, se sirvieron espaguetis en vaso. No hubo ópera ni tango ni corresponsales en el cuarto de baño, aunque sí los ha habido otras veces, y lo sabemos porque repetimos experiencia. Porque la propuesta es altamente adictiva y, como decíamos al comienzo, El Club de los Sentidos es un lugar donde puede pasar cualquier cosa. Uno puede ir allí para escribir un reportaje y acabar, como fue el caso, ayudando a cortar una ristra de chorizos o descorchando y sirviendo el vino.