25.5.09

Capital humano

Hace pocos días asistí a la presentación de un libro en Madrid. No importa el libro ni los autores. Ni siquiera el precio. Para escribir estas palabras sólo me interesa reseñar lo que pasó a partir de la segunda mitad del acto. La cosa venía muy bien, dinámica y entretenida, hasta que uno de los ponentes dijo en tono de broma: “Al salir, a mano derecha, podéis comprar vuestro ejemplar por un precio reducido”. El público asistente se rió, claro. El comentario había sido gracioso, incluso simpático. Pero se repitió, no una ni dos veces, sino varias. No contentos con esta especie de marquesina oral, que por momentos proyectaba sombras de súplica, los editores que presentaban el texto fueron un paso más allá. En un momento determinado, empezaron a describir con lujo de detalles cuál era el contenido de ese libro. Que tiene tantos cuentos, que escriben fulano y mengano, que el lector se encontrará con tal y cual cosa, etcétera, etcétera, etcétera. Como muestra, hasta leyeron un relato al auditorio.

A la gente no pareció importarle; se seguía riendo cada vez que alguno decía “cómprennos”. En honor a la verdad, como se trataba de un proyecto editorial nuevo, impulsado por gente joven y con poco dinero, aquellos reclamos (con sus correspondientes insistencias) podían entenderse. El problema es que fueron excesivos, especialmente en esa parte donde contaron las propiedades de la obra como si fuera una pócima de boticario o un neceser con alicate, tijerita y varios hilos de colores. Me hicieron acordar a los anuncios de tele ventas (esos de ‘llame ya’) o a los comerciantes que arengan los bolsillos en el interior del transporte público (esto por no mencionar que un autor está problemas si tiene que explicar su trabajo). En cualquier caso, el afán por vender se quedó con el protagonismo del evento, y algunos de los asistentes nos quedamos conversando sobre ello.

En la charla aparecieron varios conceptos. Hablamos de cosas como el mercantilismo cultural, la compraventa social, la monetización de las decisiones o la tasación de las relaciones, donde siempre hay intereses para todo. Y es que resulta espeluznante ver en acción los engranajes del dinero; ya no sólo en lo que toca a la cultura, sino en todos los aspectos de la vida. La platita, el rendimiento, la cifra acaban rigiéndolo todo. Son avales ante un banco, pero también ante los demás. No importa que un autor o un artista sean buenos, sino que vendan, porque ser un éxito de ventas los convierte en buenos. Estamos tan tamizados por la economía que nos parece poco todo lo que no es cuantificable, y hasta diría que nos asusta lo que no podemos evaluar con estos parámetros. Hemos cambiado ese ‘dime con quién andas y te diré quién eres’ por un maravilloso ‘dime cuánto ganas y te diré quién puedes ser’. Es decir, ya no interesa el capital humano, sino la capitalización de la gente. Y si no sos productivo, no existís. Así de simple.

No se piden grandes cosas. Tan sólo se exige rendimiento. Ser el mejor, hacer mucho, costar poco y no quejarse. Más aún, hay que mostrarse agradecido por formar parte del sistema. Por eso suenan atemporales y arcaicas aquellas frases como ‘lo importante es lo de adentro’, ‘hacer las cosas por amor al arte’ o ‘la vida no tiene precio’. ¿Cómo no va a tenerlo? Claro que tiene. Y, en un régimen de mercado libre, varía. Dependiendo de las circunstancias, algunas vidas valen más que otras. Unas cuestan millones, otras se ejecutan por veinte pesos (o tal vez menos, si el taxi recién arrancaba). También hay otras que se siegan por nada, por estar en el lugar equivocado o por decir que no, como Pamela Silva. Parece mentira que ser insumiso siga teniendo contraindicaciones para la existencia. Eso sí, se le dará más relevancia al tema según la existencia de quién. Porque, tristemente, eres lo que tienes, tienes lo que vales, vales lo que vendes. Y si no tienes, no vendes, no vales, no eres. Cuando mueren los humildes, los sin nombre, los sin huella, los huecos también son más pequeños.

1 comentario:

JOSÉ TADEO TÁPANES ZERQUERA dijo...

Hola Laura:
Por Madrid, no? Será por eso que te busco por la ciudad y no te encuentro, jejeje.
Interesante y profundo este tema, así como tus reflexiones.
Es tan triste que tengamos que vendernos de esta manera...
Besitos:
Tadeo