17.7.08

Las murallas de Palestina

«Sentí que el aire estaba cargado y que podía pasar cualquier cosa»Sentado en su despacho de Sabin Etxea, en Bilbao, Iñigo Urkullu despliega una serie de fotos sobre la mesa. Son imágenes de Palestina, la Franja de Gaza, Ramala y Belén, que ilustran su viaje a Oriente Próximo en 2006, cuando presidía la comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco. «Fui allí con Izaskun Bilbao y otros representantes políticos para analizar in situ el conflicto». Quería comprender el problema de cerca, sin más intermediarios que los muros de cemento, así que la travesía no fue de placer, pero sí de aprendizaje.

Con paciencia de maestro y sin prisa, durante una hora enseña y explica las fotos. Una a una, las instantáneas ceden sitio a los relatos y muestran los contrastes del lugar. Son distintas entre sí, aunque en todas se adivina la tragedia. «Ésta es de cuando fuimos a un hospital en Gaza. Tuvimos suerte de llegar a la ciudad, porque hay controles militares que impiden el paso. En especial, a la población palestina, que vive a diario la arbitrariedad de los puestos fronterizos».

La pregunta, quizá infantil, se antoja inevitable. ¿La vida allí se parece en algo a lo que vemos por televisión? Según él, «es peor», y su respuesta no ofrece dudas. «Desde que aterrizamos en Tel Aviv, los controles eran impresionantes. Llegamos a Ramala a las dos de la mañana y sentí que el aire estaba cargado; que en cualquier momento podía pasar cualquier cosa. Al día siguiente era sábado y, por lo tanto, festivo. Las calles estaban vacías. Cuando salí, sentí que todo el mundo me miraba desde las ventanas, que me observaban ocultos tras las cortinas».

Aquélla era una sensación difícil de constatar. Los controles militares, no. «Fue espeluznante ver cómo un zepelín vigilaba desde lo alto la actividad de los ciudadanos. Y en Gaza... La vida es muy dura en esa ciudad. Por un lado, tiene la mayor densidad de población del planeta y, por otro, la gente se vuelca a las calles, ya que no tiene adónde ir. La salida al mar está vedada y existen varios grupos paramilitares de distintas facciones. La percepción es que estás en una ciudad sin ley en la que cualquiera puede actuar de repente sin que sepas quién es o por qué».

Las murallas que atraviesan la zona también le causaron desconcierto, y no sólo por lo que implican, sino también por la velocidad con la que avanzan. «Imagínate que vives frente a la casa de tus padres y que despiertas un día con el muro en mitad de la calle. Si antes tardabas un minuto en cruzar, ahora tienes que ir hasta el final de la muralla e intentar que los militares te permitan pasar para ver a tu familia. De un día para otro, el muro te parte la vida». La imagen contrasta, sin duda, con la realidad que se vive en Belén. «Es una ciudad pequeñita y la iglesia está gestionada por los franciscanos, aunque allí conviven tres religiones».

El viaje es duro, pero Iñigo Urkullu recomienda conocer Palestina. «Merece la pena recorrer los bazares de Nablus, en el zoco, y la tumba de Yasser Arafat, con su mausoleo, en Ramala», dice. Y, por supuesto, ver los baños turcos, las muestras folclóricas de danza y el particular estilo de vida de los beduinos.

No hay comentarios: