La detención esta semana de Fulgencio E., acusado de timar a ciudadanos extranjeros ofreciéndoles puestos de trabajo y 'papeles' a cambio de dinero, ha reabierto el debate sobre este tipo de delitos. Y también, algunas heridas. Más allá de la inocencia o culpabilidad del 'dentista de los pobres', como muchos le conocían, lo cierto es que la estafa a inmigrantes que desean regularizar su situación laboral es más frecuente y más próxima de lo que, a priori, se pensaría.
Lo sabe bien Ousmane Diouf, un contable senegalés que, al igual que otros sesenta extranjeros, fue víctima de un fraude durante el proceso de regularización que se llevó a cabo en 2005. «Cuando se abrió ese proceso, contacté con una abogada de aquí. Ella me dijo que un amigo suyo necesitaba empleados para su empresa y que podía darme trabajo. Sólo tenía que pagarle 800 euros para los documentos del contrato, los trámites y las fotocopias... ¡Qué caras las fotocopias!», dice Ousmane con una sonrisa que ha perdido la ingenuidad.
En aquel momento, sin embargo, creyó que la oferta era buena. Había llegado en 2004 con la idea de que todo sería fácil y que encontraría «al día siguiente» un puesto de trabajo normal. En cambio, le tocó buscarse la vida como vendedor ambulante y, frente a ello, la posibilidad de obtener sus 'papeles' bien valía esos euros. «Pagué -dice-. Pero cuando me presenté en las oficinas, me denegaron el permiso de residencia y trabajo. Quise presentar un recurso y así fue que me enteré de que la empresa no existía».
En lugar de resignarse a la burla, Ousmane denunció en Harresiak lo que había sucedido. Y resultó que, como él, más de medio centenar de personas habían sido timadas. La ONG se puso en marcha y, después de tres años de gestiones, logró que la abogada compareciera ante de Audiencia de Vizcaya. En mayo de 2008, Mari Carmen F. G. fue condenada a a dos años de prisión, dos de inhabilitación profesional y a devolver los 800 euros a todos los estafados.
«Ese día lo celebramos porque sentimos que se había hecho justicia -recuerda Ousmane-. Lo triste es que ni los inspectores ni la Policía se esforzaron en investigar. El apoyo de Heldu y Harresiak fue muy imporante, pero la verdad es que a casi nadie le importa que estafen a los inmigrantes», lamenta.
«Bilbao es mi casa»
A pesar de aquel mal trago, Ousmane se reconoce afortunado. «Tuve suerte de conocer a una persona que sabe lo que significa ser extranjero, que me dio trabajo y, también, su amistad. Quiero agradecerle públicamente a Don Francisco de Larracoechea todo lo que ha hecho por mí», manifiesta emocionado.
A pesar de aquel mal trago, Ousmane se reconoce afortunado. «Tuve suerte de conocer a una persona que sabe lo que significa ser extranjero, que me dio trabajo y, también, su amistad. Quiero agradecerle públicamente a Don Francisco de Larracoechea todo lo que ha hecho por mí», manifiesta emocionado.
Han pasado varios años desde que llevaba la contabilidad en una empresa petrolífera y en la compañía de trenes de Senegal. Y, aunque echa de menos a su familia y la gastronomía de Dakar, Ousmane asegura que se siente feliz. «Estoy como en mi país, tengo buenos amigos y Bilbao es mi casa», dice. «Sigo luchando por el éxito y no quiero parar. Mi familia en Senegal es muy grande y debo ayudar a los míos, pero también a los que están aquí, en peor situación que yo. Por eso es importante dar a conocer estas cosas; para que no le ocurran a nadie más». A su juicio, los gobiernos de Europa deberían «implicarse más y ayudar» al continente africano. «Sólo se ven imágenes de pobreza y pateras, pero no hay políticas de desarrollo. No se puede coger oro, diamantes y petróleo y dar la espalda después. Al final, la globalización sólo vale para algunas cosas y acaba siendo lo que es: la esclavitud del siglo XXI».
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