11.7.08

El verano de Loquillo: "El santuario de Arantzazu es mágico"

Este roquero, idolatrado por una generación, elige este místico rincón de Oñati para su escapada vasca

De pie frente al santuario de Arantzazu, con la mirada puesta en su fachada y los catorce apóstoles esculpidos por Oteiza, Loquillo se queda en silencio, esboza una sonrisa y suelta: «Es evidente que este lugar es mágico. Está cargado de fuerza». Cuesta pensar que el músico catalán, idolatrado por más de una generación y referente del rock hispano, haya elegido este místico enclave de Oñati como uno de sus favoritos, pero ahí está. ¿Qué hace un chico como tú en un sitio como este?, dan ganas de preguntarle, aunque antes de poder hacerlo, Loquillo confiesa que siempre ha tenido «un punto muy cristiano» y que la gente como él debe utilizar su imagen para dar a conocer otras cosas.

El recorrido por el santuario comienza justo en las puertas; unas hojas imponentes de hierro, obra del escultor Eduardo Chillida. Además de ser un sitio de culto, recogimiento y oración, el edificio en sí mismo es una joya del arte contemporáneo vasco y de la arquitectura eclesiástica más vanguardista. La genialidad de Oteiza, Chillida, Néstor Basterretxea y Lucio Muñoz se aferra decidida en distintos puntos de esta construcción, que fue diseñada por los arquitectos Sáenz de Oiza y Luis Laorga tras presentarse a un concurso de ideas propuesto por los curas en 1950. Querían renovar la imagen del templo, así que, de los catorce proyectos que hubo, ganó el menos ortodoxo de todos.

La Sixtina del siglo XX
«Me impresionan los franciscanos y su visión de futuro. Es increíble que ya entonces sintieran la necesidad de crecer y avanzar», reflexiona el cantante en el interior de la basílica, donde la luz es tenue, natural, y se cuela fragmentada por unas cristaleras de corte abstracto. Frente a él, en la nave central del templo, se yergue el ábside; una superficie de madera tallada y pintada que ocupa 600 metros cuadrados y que ha sido calificada como la Capilla Sixtina del siglo XX. Incluso para un hombre cuya estatura es tan sobresaliente como su voz, resulta difícil no sentirse un «hombre pequeño» en ese lugar. «No se puede transmitir con palabras todas las cosas que me dice este sitio. Para sentirlo hay que experimentarlo», aconseja.

Pero el santuario también impacta cuando se le mira desde fuera, tras recorrer un sendero arbolado donde el aire huele a campo y sólo se escuchan los cencerros de las ovejas. «Mira eso -dice de pronto-. El edificio está hundido en la roca y, a la vez, surge de ella. El que pensó en construir esto aquí, justo al borde de un abismo, es un maestro». Acompañado por su mujer -la cineasta Susana Koska- y por su viejo amigo Jonan Fernández -director del Centro por la Paz Baketik-, Loquillo continúa caminando por la zona hasta llegar, justamente, a la sede de esa fundación. «Me gusta este lugar y lo que hacen en él. Es un trabajo muy valioso», señala.

La silueta del artista se recorta contra un inmenso ventanal. Al otro lado del cristal, el abismo y la montaña. «Me parece alucinante el cruce de caminos que se produce aquí. Este es un sitio donde ocurren cosas y se dan pasos para resolver conflictos, y eso se siente, se nota. Es importante que la gente joven lo conozca y entienda lo que significa», dice Loquillo, quien también se permite imaginar cómo sería dar un concierto en las inmediaciones del templo. «¿Te imaginas?», pregunta divertido. Aunque el plan es bastante improbable, seguro no habría vecinos molestos, pues el único marco de la basílica son las sierras de Elguea, Aitzkorri y Aloña.

El mejor ángulo para verlas está a unos pasos del edificio de Baketik, en el mismo complejo. Se trata de El Misterio, un pequeño refugio para la meditación donde no hay símbolos religiosos, sino un ambiente de tranquilidad con unas vistas increíbles. «Es una suerte poder ver todo esto», concluye el músico.

Recomendaciones
  • Cómo llegar
    Oñati está a una hora de Bilbao, San Sebastián y Vitoria. La carretera que conduce al pueblo desde la autopista es la GI-627. Una vez allí, hay que coger la ruta GI-3591 y tomarse el ascenso con calma, ya que la carretera es estrecha y sube, en apenas 10 kilómetros, más de 700 metros de desnivel.

  • Dónde dormir
    El santuario posee su propia hospedería (
    acceder a su web), aunque hay muchas alternativas en la zona sin necesidad de bajar hasta Oñati. T 943781313

  • Dónde comer
    Hay varios restaurantes y mesones en el complejo monástico, donde la comida es muy sabrosa y casera. El Sindika queda justo detrás de la basílica, al final de un camino con varios paradores. Si comes allí, pregunta por Pili.

  • Qué comprar
    Entre los distintos edificios del conjunto, hay una pequeña tienda de recuerdos y productos típicos de caserío. Desde queso Idiazabal hasta objetos religiosos, la oferta es variada y sabrosa.

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