Le apasiona recorrer el mundo para poder contarlo después; tanto que, a sus 53 años, Julio Llamazares ha convertido la literatura de viajes en un modo de vida y un destino. Pero, aunque podría elegir cualquier sitio exótico y lejano como eje de la conversación, el escritor leonés propone un recorrido por su tierra que a la vez es una visita al pasado. Se trata de una excursión por el río Curueño -al norte de la provincia- que hizo con dos amigos cuando tenía 26 años y plasmó en un libro casi una década después.
Fue en el verano de 1981 y el viaje duró una semana. «Lo recuerdo con nostalgia. Es la única travesía que me gustaría repetir y sé que no podría porque, desde entonces hasta ahora, han cambiado mucho las cosas». La primera, él mismo, que ya no duerme en pajares, ni en el apeadero de un tren o bajo las estrellas, como hizo aquella vez. «Recuerdo esa sensación de paz y juventud, de libertad absoluta y de sentirme en armonía con el paisaje... Como decía Camilo José Cela, 'los caminos no se andan con las piernas, sino con el corazón'».
En su caso, fue con todo, porque se pasó una semana caminando por la orilla de ese río que «baja rompiendo la montaña en un paisaje espectacular, con desfiladeros y valles». Y con altos contenidos de memoria, pues el Curueño pasa por el pueblo de los abuelos paternos de Llamazares, un lugar al que iba todos los veranos, donde se bañaba de niño y donde también solía pescar. «Por eso hice el viaje a contracorriente, desde la desembocadura hasta donde nace. Remontar el río era una forma de llegar a los orígenes de la memoria, a los recuerdos de mi infancia, y fue maravilloso», confiesa.
Y es que viajar, para él, «no consiste en desplazarse muy lejos en el espacio ni hacer grandes travesías, sino en sentirse en armonía y tocar la felicidad con los dedos». Para ello, entre otras cosas, debe haber un margen de azar. «Hoy en día existe una concepción olímpica del viaje. No hay voluntad de descubrimiento, sino de confirmación de lo que ya conocemos. Nada sorprende porque todo lo hemos visto ya en Internet, porque conocemos de antemano qué vamos a hacer y hasta el pronóstico del tiempo».
De ahí que el azar y la aventura sean, para Llamazares, dos buenos compañeros. «Las cosas se ven distintas cuando vas caminando y llegas a un sitio como forastero. La gente te recibe de otra manera, te cuenta historias. Algo que me gusta mucho de ese viaje por el Curueño es que me permitió escribir un libro testimonial», señala. 'El río del olvido' refleja, de algún modo, «los estertores de un mundo que agonizaba y estaba desapareciendo».
Por eso «quería hacer mi primer viaje literario allí, recogiendo anécdotas y mirándolo todo», explica. Y aunque iba con naturalidad, sin grandes expectativas, Llamazares acabó haciendo un gran descubrimiento: que «los caminos más desconocidos son los que tenemos más cerca del corazón».
«Repetir el viaje de otra persona es una experiencia muy agradable», dice Julio Llamazares, que, además de ser escritor, disfruta mucho con la lectura. Quizá dormir a la intemperie no sea 'plan' para cualquiera, pero sí tomarse el tiempo para disfrutar del paisaje y dejar la elección del hotel a la improvisación o al azar.
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