10.5.07

"Aquí, si algo no gusta te lo dicen a la cara y eso es bueno"

Maya Amrane es africana, nació en Argelia, habla en árabe y conoce bien el islam. Sin embargo, su piel no es negra, no vino a España en patera, tampoco utiliza el velo ni ha sufrido la desigualdad. Si alguien la ve por la calle, no piensa que sea extranjera. Ni aquí, ni en su país de origen, «donde existe un gran abanico de colores y de razas», además de todas las lenguas y religiones que se profesan.

Lo aclara desde el comienzo de una larga conversación porque a veces «es necesario poner las cosas en su contexto». «El Magreb es muy diverso y variado. No se puede meter a todo el mundo en un mismo saco ni juzgar a un país o una región por las imágenes que muestran los medios», opina esta argelina licenciada en periodismo, que ya lleva cuatro años viviendo en nuestro país.

Para hacer una comparación bien clara, cita el ejemplo del terrorismo. «Los vascos y los magrebíes tenemos fama de ser violentos. Cuando la gente piensa en nosotros, habla de bombas y de atentados. Eso duele –confiesa–, genera desconfianza y problemas. Si pudiera pedirle algo a los ciudadanos de Euskadi, sería una lectura crítica de los medios de comunicación. Me gustaría que no dieran por hecho lo que se ve en la pantalla, que no pensaran en ello como la única verdad».

Está claro que «existen más cosas » y que Argelia no empieza ni acaba en una crónica del terror. La diversidad es, de hecho, una de sus características fundamentales. El mismo país que se maneja en árabe a diario, mantiene todavía las bases del bereber, se proyecta hacia occidente con un francés muy cuidado e imparte inglés en las escuelas como materia obligatoria. Incluso tiene una franja de tierra donde hay pueblos hispanoparlantes. «En algunas zonas del oeste, la gente mayor habla castellano. Muchos españoles de Valencia, Murcia y Andalucía emigraron ahí a inicios del siglo XX y en los años de la posguerra», detalla.

Pero Maya nació en Argel, la capital del país, donde reside su familia y donde estudió periodismo. «En realidad, casi no ejercí. Cuando acabé la carrera, en la década de los 90, estábamos en pleno conflicto político y mis padres me pidieron que esperara un poco», recuerda. Les hizo caso, para dejarles tranquilos, aunque esperar no siempre equivale a quedarse quieto o ser pasivo. Ni siquiera significa permanecer en el país.

Quizás por la situación puntual que atravesaba Argelia, Maya viajó a Valencia en el año 2003 y allí comenzó a cursar un doctorado sobre paz, conflicto social y desarrollo. No obstante, tras dos años de residencia en la comunidad valenciana, se mudó a Bilbao y continuar en la UPV. «Me dieron muy buenas referencias del Instituto Hegoa, de modo que pedí un traslado para hacer un doctorado sobre globalización, desarrollo y cooperación internacional», explica.

Sin duda, el aspecto académico fue crucial en su decisión. Sin embargo, no fue el único. Maya tenía mucho interés en poner en práctica lo aprendido y «sabía que en Euskadi era muy fuerte el tercer sector». Aquí también completó sus estudios en mediación social e intercultural, la actividad a la que se dedica actualmente. «Intentamos facilitar la inserción social y laboral de los inmigrantes, asesoramos a los extranjeros y, además, a los empresarios», resume.

Ante todo, sinceridad
Del País Vasco destaca lo comunicativa que es su gente. «Yo suscité mucha curiosidad desde el principio y me han hecho sentir muy bien. Se suele decir que las personas de aquí son frías, pero no es cierto. En Valencia eran más distantes », compara. El otro aspecto que le gusta es la «tremenda sinceridad ». «Conozco varios sitios de España, porque he venido a hacer turismo desde que era una niña, y en muchos lugares abundan las sonrisas, pero escasea la sinceridad. Aquí no: si algo no les gusta, te lo dicen a la cara».

A propósito de la sinceridad, ¿qué imagen proyecta España entre los ciudadanos argelinos? «Se la ve como un destino turístico, porque tradicionalmente lo ha sido», responde. «En los años setenta y ochenta, el poder adquisitivo en Argelia era alto, así que España era entendida como un país de vacaciones. Muchos argelinos tenían pisos en Baleares y Benidorm que eran sus segundas residencias », desvela. «Últimamente empezamos a pensar en este país como un destino migratorio, pero la verdad es que el ‘lugar estrella’ de todo argelino no está en Europa, sino en Canadá». Concretamente, en Quebec, por ser una ciudad francófona. «Los canadienses necesitan gente joven que trabaje, se asiente y mantenga el idioma, y han diseñado un sistema de emigración selectiva en el que las personas con estudios superiores viajan con las garantías necesarias para ello», concluye.

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