6.7.09

"El arte ayuda mucho a crecer y a integrarse con los demás"

Abueliz Mamut nació en Sudán y llegó a Bilbao hace algo más de tres años para cursar un doctorado en Arquitectura; actividad que compagina con su trabajo como voluntario. Fue así que conoció el taller AmiArte, un novedoso proyecto social que coordina la pintora bilbaína Bego Intxaustegi y que lucha contra la exclusión a través de la creación artística.

Muchas veces se habla sobre las propiedades terapéuticas del arte, aunque no suele hacerse hincapié en su dimensión integradora y social. Y eso que, en este aspecto, ofrece muchas posibilidades para normalizar las relaciones humanas, enriquecerse con las diferencias y luchar contra la marginalidad. Así se lo planteó hace años la pintora y poetisa Bego Intxaustegi, quien dirige y coordina el proyecto AmiArte, donde reluce todo este potencial.

Ubicado en el barrio de San Adrián, el taller articula ocio, cultura y creatividad para que sus asistentes, además de aprender técnicas de pintura, encuentren otras herramientas que les rescaten de la exclusión. Como bien indica su coordinadora, «cuando no tienes nada, cobra mucho interés lo que eres»; y cuando por distintos motivos alguien llega a una situación de pobreza total, «hay muchas cosas que contar y el arte es un lenguaje maravilloso».

Siguiendo esta línea, el único criterio de selectividad que rige la admisión al taller es, precisamente, ese: haber quedado al margen de la sociedad o correr un riesgo de exclusión inminente. De este modo, tienen preferencia las personas sin techo, los ex convictos, las víctimas de violencia machista, los disminuidos psíquicos, los adictos a las drogas y los inmigrantes. Y todos trabajan juntos, sin etiquetas, separaciones o subgrupos. «La diferencia de situaciones y de niveles entre los participantes nos enriquece -dice Bego-, y saber compartirlas nos hace más humanos, porque evitamos establecer categorías».

En AmiArte hay personas de todos los sitios, desde de Marruecos a Brasil y desde Italia a Bolivia o Mongolia. Entre ellas, se encuentra Abueliz, que describe el taller como «un gran mundo hecho a escala» y al que, desde el día en que lo conoció, no ha dejado de asistir. «Soy voluntario de otra asociación, y el verano pasado fui a acompañar a dos personas -explica-. Nunca había ido antes, pero me parecieron tan buenos el ambiente y la propuesta, que le pregunté a Bego si me podía quedar». Ella dijo que sí, y desde entonces forma parte del proyecto.

Cambiar el destino
«El dibujo, en mi profesión, es técnico y funcional. No tiene nada que ver con el arte. Yo nunca había pintado y desconocía el potencial que tiene la expresión artística para sacar lo mejor de uno mismo -dice Abueliz-. Además, el ambiente lo es todo. Hay todo tipo de gente; personas con angustia, con enfermedades mentales, personas solas... El arte ayuda mucho a crecer y a integrarte con los demás. He aprendido que, al estar en grupo, puedes ayudar al otro».

Para él, este último año no sólo ha supuesto incursionar en el lenguaje abstracto o, incluso, exponer y vender sus cuadros, «algo importante para la autoestima». También ha significado completar su aprendizaje del castellano, un idioma que prácticamente no dominaba cuando llegó aquí y que retrasó durante un curso el comienzo de su doctorado. Ahora que ha completado la formación, su prioridad es terminar la tesis y «ayudar a los demás en todo lo que pueda».

He ahí la mejor síntesis del proyecto, en el que participan reconocidos artistas plásticos y profesionales del campo audiovisual para abordar los problemas sociales que existen en torno a las personas marginadas y, por supuesto, intentar reinsertarlas. «Recientemente hemos visto a Mario Capecchi recibir el premio Nobel de Medicina... Un hombre que creció en la calle, que aprendió a leer a los 14 años porque su madre estaba presa en un campo de concentración y que, sin embargo, nos ha demostrado cómo una persona puede dar la vuelta a su destino», reflexiona Bego.

1 comentario:

Jokin Gonzalez dijo...

Aupa Laura!
Tu si que te mereces el premio a los Valores Cívicos y no un indecente banquero como Emilio Ybarra. ¿Qué tendrá de cívico invertir como activos el dinero de otros para caer en manos de mamones como Madoff?
¡Hay que joderse!