¿Cuáles son sus principales objetivos para este periodo al frente de la Dirección de Inmigración?
Existen retos muy inportantes en varios ámbitos. Por un lado, fortalecer la Red de Acogida Municipal, ya que es el primer ‘rostro’ que conoce el inmigrante. La integración, más que en las macropolíticas, se produce en lo local, de modo que es fundamental potenciar las capacidades y el papel de los técnicos de inmigración. Otro reto es promover la participación social de las personas extranjeras y darle un impulso a las asociaciones, que son su referente cultural. Y, por último, el tercer gran objetivo es trabajar estrechamente con otras áreas de la Administración, como Sanidad, Educación o Trabajo, entre otros, para que incorporen aun más el enfoque de la diversidad cultural.
La escuela es el lugar primario de socialización. ¿Debería apoyarse más a los docentes en temas de interculturalidad?
Muchas veces cargamos a la escuela con toda la responsabilidad de educar a la sociedad, pero no es el único ámbito donde se aprende a convivir. Hay una tarea colectiva que nos involucra a todos. Aún así, es importante evitar que se formen guetos en determinados colegios y tender más al equilibrio para que los profesores no se vean desbordados. Asimismo, instituciones como Biltzen colaboran activamente en la formación de los educadores ante el fenómeno migratorio.
Usted cuenta con gran experiencia en el mundo de la inmigración y la cooperación, aunque siempre desde el lado de las ONG. ¿En qué medida cambian las posibilidades de acción al trabajar desde el Gobierno?
Tengo un sentimiento ambivalente sobre esto, ya que en algunos aspectos hay más posibilidad de acción y, en otros, menos. La Administración tiene a veces unas dinámicas y unas lógicas poco comprensibles para el que la mira desde fuera. No obstante, las propuestas avanzan. Lo que reclamábamos hace años desde las asociaciones, como la existencia de un servicio de oficio legal para los extranjeros, hoy es una realidad con Heldu. En general, me parece muy positivo que las personas de las ONG trabajen un tiempo desde dentro del Gobierno, y viceversa. La existencia de esa ‘puerta giratoria’ facilita el diálogo, permite ponerse en el lugar del otro y es la clave para fortalecer la relación.
En esa línea, ¿qué elementos del sector asociativo le gustaría incorporar a su gestión?
Me gustaría que esta gestión fuera abierta y participativa. Estos rasgos no son exclusivos del mundo asociativo, pero sí están muy presentes en él. Involucrar a todas las personas, aunque pueda enlentecer un poco el proceso, consigue resultados más ricos. También me parece importante estar muy atentos a lo que pasa a pie de calle, escuchar a quienes trabajan día a día con los inmigrantes, tener puesta la antena allí, para detectar las necesidades. Creo que la clave está en la metodología de la construcción compartida, la cercanía y la atención. La misión de la Dirección de Inmigración es acompañar a las demás instituciones y apoyar sus esfuerzos.
¿Le preocupa que la inmigración sea vista como un problema por la sociedad vasca?
Es preocupante, desde luego, y plantea un dilema a la hora de actuar porque, ¿qué haces frente a eso? ¿Decir que no es así? Si niegas enfáticamente un prejuicio, lo reconoces como un discurso válido, así que lo mejor es construir un discurso positivo que muestre otras cosas. Los prejuicios existen contra todos los colectivos y tienen un mecanismo particular, porque no se desmontan con datos.
¿Ah, no?
No, y ahí tienes como ejemplo la percepción que hay sobre la población extranjera en Euskadi. Los vascos están convencidos de que un 18% de los ciudadanos son inmigrantes y, aunque les muestres los datos y les digas que sólo representan el 6%, no se lo creen. Los prejuicios se desactivan creando espacios de convivencia, lugares de encuentro que ayuden a disminuir el miedo a lo distinto y el rechazo a la pobreza, que es lo que a nadie le gusta ver. La existencia de colectivos marginados y excluidos muestra los fallos de nuestro modelo social.
A propósito de datos, ¿qué opinión le merece la última encuesta de Ikuspegi?
Que los vascos somos asimilacionistas; es decir, que pedimos al que viene que abandone su cultura y se acople a la nuestra. Esto plantea un debate de filosofía política muy interesante entre los modelos de multiculturalidad e interculturalidad, que son distintos. Personalmente, prefiero lo intercultural, la mezcla, el mestizaje, que es lo que está pasando ya. Tomarse en serio la diversidad es difícil y nosotros, como sociedad, no estamos del todo preparados para ello. Sin embargo, pese a las políticas y los planes, la realidad siempre va dos pasos por delante. El reto es terminar con eso de ‘nosotros’ y ‘ellos’ para construir un ‘nosotros’ común; y eso es responsabilidad de todos: instituciones, medios, vascos, extranjeros.
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