Antonio Carnero es vasco y experto en artes marciales. Cinturón negro de hapkido y taekwondo e instructor de defensa policial, el año pasado abrió un gimnasio en Uribarri con una particularidad que le hace sentir «orgulloso»: la mayor parte de sus profesores son de origen extranjero y su relación prueba que «el deporte borra fronteras».
El gimnasio donde Antonio Carnero y su equipo de profesores dan clase fue escenario de la foto y el encuentro; una cita que empezó como entrevista tradicional y terminó como reunión de intercambio cultural y deportivo. Ese martes por la tarde, en Bilbao. Antonio presentaba a Cleyton Bastos, un brasileño internacionalmente reconocido por sus conocimientos de Jiu Jitsu; esto es, un deporte de combate que se centra en todas las técnicas de artes marciales y que, aunque no muchos lo saben, dio origen al judo.
Llegado hace poco más de un mes a la villa, Cleyton es el fichaje estrella de Antonio. Y aunque todavía no habla castellano con fluidez, los muchos premios y medallas que ha obtenido en los últimos años son capaces de hacerlo por él. Nada más comenzar 2009, este deportista oriundo de Brasilia quedó tercero en el campeonato Europeo de Jiu Jitsu, que se celebró en Lisboa.
«Mi intención inicial era quedarme allí a dar clases porque tenía la ventaja del idioma -explica-. Sin embargo, en Portugal no hay tanta afición por las artes marciales como en España, y es por ello que estoy aquí», dice Cleyton en portugués, con ayuda de Marcos Maroccolo, que traduce sus palabras. A propósito del intérprete, Marcos, también es instructor de Jiu Jitsu y fue, además, el responsable de que Cleyton llegara a Bilbao.
Buenas expectativas
«Yo tuve la culpa», admite entre risas este brasileño que fue condiscípulo de Cleyton en su país. «Llegué a Euskadi hace más de un año y noté que había gusto por el deporte -relata-. Cuando coincidí con él en Lisboa, le planteé la posibilidad de venir aquí e intentar implantar esta disciplina que se conoce tan poco en Europa, pero que causa furor en Estados Unidos y Brasil». Tal como se imaginaba, su colega aceptó la invitación.
«Mi sueño siempre ha sido trasladarme a un sitio donde no se conociera el deporte y yo pudiera comenzar desde cero», añade Cleyton. «Quería experimentar las mismas dificultades que habían vivido los primeros profesores de Jiu Jitsu en Norteamérica, cuando fueron a difundir esta disciplina sin que nadie los conociera». Y, al mencionar 'dificultades', Marcos agrega un matiz: «Hemos tenido y tenemos los mismos problemas que todos los inmigrantes, desde el idioma hasta los prejuicios o la diferencia cultural. Eso sí, también hemos tenido suerte y personas que nos apoyan».
Se refiere al propietario del gimnasio, que está presente en la charla, y por si quedara alguna duda, lanza una frase rotunda: «Antonio es diferente a muchos otros empresarios. Él también es profesor de artes marciales, consideró que valíamos y nos dio una oportunidad para desarrollarnos al margen de nuestra nacionalidad». «De hecho -comenta Cleyton-, Antonio nos ha dado la infraestructura y nos ha apoyado con la divulgación de este deporte en Euskadi. Pero, aparte de brindarnos un lugar y tanto interés, además de generarnos buenas expectativas, ha demostrado ser una gran persona. El ambiente aquí dentro es muy bueno», dice.
Aunque domina técnicas de lucha muy duras y ha entrenado a policías y escoltas, Antonio no prevé los elogios y, de pronto, se sonroja. «Me gusta mucho la gente extranjera», confiesa. «Aquí, en el gimnasio, la mayoría de los profesores son de fuera, africanos y latinoamericanos, y la verdad es que jamás he tenido un problema. Al contrario, me siento muy a gusto y muy orgulloso de este proyecto. Si bien son grandes deportistas y tienen motivos para crecerse, no lo hacen. Yo aprendo de la humildad que tienen y creo que en esto, como en todo, hay que dar una oportunidad a la gente que migra».
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