La entrevista tiene lugar en un pequeño locutorio de Zabalburu donde Kosi está leyendo noticias. Intenta seguir de cerca la actualidad de su país, la República Democrática del Congo, aunque entre su silla y la violencia desatada haya más de cinco mil kilómetros de agua y tierra. «Discúlpame, es que no puedo evitarlo», dice mientras apaga el ordenador. Casi toda su familia está en Kinshasa. Sin embargo, además de la preocupación y la tristeza naturales, este congoleño se siente frustrado por la «parcialidad» con que se cuentan las noticias en los periódicos y los telediarios de Europa.
«La República Democrática del Congo es un país escandalosamente rico desde el punto de vista geológico. Tiene cobre, cobalto, fosfato y uranio. Es el segundo productor mundial de diamantes y posee casi el 70% del coltán (un material imprescindible para fabricar componentes electrónicos avanzados)».
Pero la riqueza del suelo, combinada con los intereses particulares y la corrupción, han provocado golpes de Estado, dictaduras, guerras civiles y revueltas. En definitiva, inestabilidad, muerte, hambre y pobreza. Kosi explica que las últimas elecciones (que se celebraron en 2006 y dieron como vencedor a Joseph Kabila) supusieron un enorme avance político. «Estuve allí hace poco y la Asamblea Nacional está funcionando bien, hay parlamentos provinciales, se reformó la Constitución para evitar que nadie se perpetúe en el poder... Es el único país africano que tiene un sistema así», relata.
Pero la transparencia electoral no lo es todo. «La UE ayudó mucho a que los comicios fueran normales, pero también prometió ayudas que tardaron en llegar y fueron insuficientes. El Congo firmó un contrato con China que permite a ese país explotar las riquezas del suelo a cambio de reconstruir las infraestructuras y financiar la reforma sanitaria, educativa y de vivienda. Y eso a la UE no le gusta».
Políticas de creatividad
En esa línea, Kosi Kuebo, que representa en Euskadi al Partido Popular por la Reconstrucción y la Democracia (PPRD), opina que «la guerra actual está apoyada por los países de occidente. Todavía funciona aquello de 'divide y reinarás'», afirma.
Kosi reconoce muchas virtudes a la población vasca, con la que convive desde hace casi dos décadas. «Los vascos son muy solidarios y cuentan con una riqueza humana increíble. Yo siempre le digo a mis paisanos que es muy importante prestar atención a las cosas que se hacen aquí. Mi país puede aprender mucho de la experiencia de Euskadi, ya que la abundancia mineral, por sí sola, no es nada. El País Vasco es muy fuerte en recursos humanos y políticas de creatividad, dos cosas fundamentales para que una sociedad funcione».
Para él, que tiene vocación política y social, hay tres clases de inmigrantes. «Está el que viene a buscarse la vida, el que lo hace y ayuda a su familia y el que, además de todo eso, piensa en cómo sacar adelante el país que dejó atrás». Kosi pertenece a la última. «Nuestra asociación ha logrado reunir mucha ropa para enviar allí y estamos instalando contenedores para que sea más fácil recogerla. La idea es enviarla y colaborar en lo que podamos. Si alguien quiere sumarse a la causa, puede escribirnos a nkewakulu@yahoo.es», dice. Y añade: «Quizá parezca poco, pero la situación es muy dura. En los últimos años han muerto más de cinco millones de personas asesinadas como animales. Y eso duele, aunque estés lejos».
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