1.11.08

"El momento más duro es cuando asumes que te quedas"

Cuando se presentó a una beca del Gobierno vasco, Gastón Villegas cursaba un master en la Universidad de Monterrey. Tenía ganas de ver mundo y continuar su formación en Europa, así que, ante la posibilidad, no lo dudó: hizo su maleta y viajó a Ordizia, donde se quedaría un año. «Cuando terminé el curso, me ofrecieron trabajo», dice. Y se quedó. De aquello ya han pasado diez abriles.

«Mi padre es el principal responsable de que yo haya querido venir. Él era profesor de Lengua y Literatura Española, así que crecí oyendo relatos fantásticos que tenían como eje la cultura europea. Cuando era pequeño e íbamos en coche hasta la casa de mis abuelos, él se pasaba todo el viaje contándonos historias de la mitología griega», recuerda Gastón con nostalgia. Sin duda, eran otros tiempos; una infancia sin consolas ni reproductores de DVD, pero la imagen que describe es nítida.

Muchos años después, cuando Gastón terminó su carrera y empezó a cursar un master en la Universidad de Monterrey, se encontró con la posibilidad de viajar y conocer de primera mano los escenarios que describía su padre. Una beca del Gobierno vasco le trajo hasta aquí, a Ordizia, donde pudo desarrollar sus conocimientos de ingeniería y vivir, durante un año, en un marco de cultura diferente.

«Ese era el tiempo de duración de la beca -subraya-, así que aproveché para viajar y aprender cosas con toda la intensidad que podía». Lo primero que le cautivó fue el paisaje, al que describe como la tierra de Heidi. Aún hoy le impresiona ver al mar y la montaña coexistiendo, a los animales pastando en la hierba con el sonido de fondo de las olas. Sin embargo, lo que más le atrajo de Euskadi fue su calidad de vida. «En México no es así; no se valora el tiempo libre. Estamos muy influenciados por la mentalidad estadounidense, por la competitividad desmedida, y todo se rige por la filosofía del 'triunfalismo'. Siempre estás trabajando, haciendo cursos los fines de semana, postergando las vacaciones y el ocio, que socialmente no están bien vistos. Si no estás haciendo cosas, sientes que pierdes el tiempo. Al final, pasas años así y no vives», reflexiona.

Y es que Europa, como dice, es «más humanista y social» que Norteamérica. De ahí que el colectivo mexicano en España sea tan reducido, y raro encontrar a alguno que haya venido a buscarse la vida sin garantías. «En eso sí que nos diferenciamos de otros extranjeros latinoamericanos -apunta Gastón-. Los mexicanos solemos venir por tres causas: amor, estudios o trabajo asegurado». Y la razón para ello es muy simple: «Desde el punto de vista geográfico, Estados Unidos nos queda más cerca y, si queremos probar suerte, vamos allí. Para el resto de América Latina, en cambio, el billete cuesta lo mismo, y está claro que España, por cultura, tradición e idioma representa un destino más amable».

Exotismo o problema social
En su caso, el motivo del viaje fue académico. No obstante, la duración prevista se extendió, pues lo que iba a ser un año de estudios acabó transformándose en más de una década de residencia. «La empresa me ofreció un puesto de trabajo y decidí quedarme. Me gusta estar aquí y me considero bastante universal, de modo que no fue difícil adaptarme. Lo único que puedo decir, y que la mayoría de los inmigrantes comparte, es que el momento más duro es cuando asumes que te quedas; cuando tomas conciencia de que no es un año o dos, como pensabas, sino toda una elección de vida».

Gastón es ahora consultor en una empresa que vende 'software' para el diseño mecánico de automoción, aeronáutica y energías renovables. En lo profesional y en lo personal, se siente «un privilegiado», más cuando piensa en situaciones migratorias muy distintas a la suya. «Tuve la suerte de venir por elección, no por necesidad, y de hacerlo en una época en que ser extranjero era sinónimo de exotismo, no de problema social».

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