2.10.08

"Mi casa está aquí, aunque la patria también es la infancia"

Se marchó de Argentina en 1979, cuando el país vivía una profunda fractura social y «cualquier cosa que hicieras daba pie a la sospecha». Llegó a España ese mismo año, con la democracia recién nacida y la sensación de que la juventud tenía «todo por hacer». Treinta años después, Fernando Valsega reflexiona sobre su vida y los cambios que ha vivido desde que dejó su tierra.

Hay un tango muy conocido de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera que versa sobre la partida y el retorno. Se titula 'Volver' y resume los sentimientos del que vuelve a su país después de muchos años de ausencia. La canción, de 1935, es casi un himno popular para los ciudadanos de Buenos Aires y Montevideo, pero en el caso de Fernando Valsega, tiene un significado especial. Amante de la música y el tango -tiene algunos temas grabados con su voz-, este periodista argentino dejó su país hace «más de media vida», cuando apenas era un chaval.

Sentado en una cafetería del Ensanche, cerca del estudio de Radio Popular, donde trabaja, el bonaerense repasa su historia. El relato comienza en la década de los setenta, unos años oscuros para América Latina y también para Argentina, que soportaba «una terrible represión política y social». En esa época, bajo la dictadura de Videla, «en Buenos Aires se respiraba la asfixia. Todo se relacionaba con la subversión. En la universidad había un policía por estudiante, llevar el pelo largo era sinónimo de rebeldía y no podías hablar con libertad. Si leías a Neruda, te hacían 'desaparecer'», señala.

Muchos emigraron huyendo de la opresión, y para Fernando, que entonces tenía veinte años, también era importante crecer como persona. «Quería conocer mundo», dice, y no lo dudó. Viajó primero a Montevideo, donde tenía algunos amigos, y luego embarcó rumbo a Europa. «Mi primer viaje fue en barco -comenta con cierta nostalgia-; un barco ruso que salió de Uruguay, pasó por Brasil y atracó finalmente en Las Palmas».

Enamorado de Bilbao
Aunque han pasado tres décadas, recuerda el momento al detalle. «No tenía ni un duro y, cuando el barco llegó a destino, sentí ganas de volver a casa enseguida. No conocía a nadie, ni sabía lo que iba a hacer... en el barco por lo menos tenía el desayuno asegurado». Sin embargo, bajó a tierra. «Lo que me gustaba de España era ese impulso creativo brutal. Además de compartir el idioma, los jóvenes estrenaban democracia. Para mí, que siempre me he sentido atraído por la comunicación, la música y los medios, era ideal».

Fernando conoció Bilbao unos meses después de ese día, aunque tardó en afincarse en Euskadi. «Pasé bastante tiempo de un lado para otro. Vivía unos meses aquí, trabajaba en verano en Ibiza, recogía manzanas en Italia y, después, volvía. Con los años le fui cogiendo el gusto a esta tierra, hasta que al final me afinqué en Algorta, donde vivo con mi mujer, que es vasca, y mis dos hijos».

Muchas cosas han cambiado desde entonces y este argentino se siente testigo de todas ellas. «La transformación de Bilbao es imponente -dice-. Cuando llegué, todo era gris y las calles estaban sucias. Hasta el clima era menos amable». Sin embargo, «y aunque la ciudad está cada vez más linda», él asegura estar enamorado del Bilbao de antes por su gente y su modo de ser.

«La inmigración también ha cambiado. Hace treinta años éramos tres y nos conocíamos todos. Con el tiempo, al aumentar la población extranjera, hemos dejado de saber de los demás y los estereotipos han ganado terreno». Por esa razón, en su programa de radio conversa cada día con una persona distinta del planeta. «Conocer a la persona, más allá de su procedencia, es la clave de la integración. Aunque hay patrones culturales de base, cada persona es un mundo», opina. «En mi caso, me siento vasco porque he pasado más de media vida en Euskadi y porque mi casa está aquí, aunque la patria también es la infancia y me sigo sintiendo argentino».

No hay comentarios: