Son las cuatro de la tarde en España y me pongo a escribir estas palabras después de haber visto el informativo de las tres. Hoy murió uno de los hombres más obesos del mundo. Era mexicano y pesaba 450 kilos. Lo tuvieron que sacar con un remolque de su casa. En Inglaterra, un chef mató a su novio. Las autoridades le acusan de asesinar, trocear y freír a su amante. Dicen que, tras el homicidio, cortó uno de sus muslos y lo sazonó con aceite de oliva y finas hierbas. Otro británico, que reside en España y está de vacaciones en Tokio, se bañó completamente desnudo en el foso del Palacio Imperial de Japón. En Valencia, un hombre perdió su brazo izquierdo a causa de la bacteria 'come carne'. Su nombre científico es Streptococcus Pyogenes, aunque algún avezado periodista la rebautizó como 'bacteria caníbal'. Entre tanto, y pese a las medidas conjuntas de los bancos, la economía europea se derrumba.
Es fácil hacer chistes de mal gusto con tanto ingrediente curioso, aunque la realidad, al menos hoy, supera cualquier inventiva. ¿Qué hacen juntos un cadáver de 450 kilos, un exhibicionista británico, una bacteria 'come carne' y un chef caníbal? El informativo central. Lo del desplome de las bolsas pasa a un plano secundario, como la recesión que prevé el FMI para España en 2009 o los científicos premiados con el Nobel. Debo confesar que el refrito de noticias me agarró por sorpresa y sé que, para cuando se publique este artículo, ya será información vieja. Sin embargo, ilustra muy bien lo que quiero transmitir: desde el punto de vista informativo (y desde el lugar donde estoy ahora mismo), los piquetes en el puente de Fray Bentos no le interesan a nadie.
Saco el tema porque el lunes pasado, mientras leía este diario, supe que tres piqueteros le habían dado una paliza a un argentino cuando intentaba cruzar. Sólo con ver la foto de Sebastián Belausetgui, con la camisa ensangrentada y los vendajes en la cabeza, uno podía darse cuenta de la gravedad de los hechos. Le partieron la cara. Y lo hicieron porque sí, porque tenían ganas, porque la violencia es el discurso de los que se quedan sin argumentos y a alguno le pareció que cuadraba. Entre manifestarse contra la construcción de una papelera y atacar a un ciudadano cualquiera (cuando la papelera, además, ya está hecha), hay un trecho importante, ¿no creen?
Más allá del episodio puntual (delictivo y punible, por cierto), hay otra cuestión que no puedo entender: cómo es posible que todavía sigan con eso. ¿Es que no tienen nada mejor que hacer? ¿Nada? ¿Ninguno trabaja? ¿A qué se dedicaba esta gente antes de convertirse en piquetero profesional? Visto a la distancia, da pena. No entro en la génesis de esta historia, en quién tenía razón y en demás debates ecologistas; sólo digo que da pena e insisto en que a nadie le importa. ¿Saben qué fue lo único que trascendió del conflicto en este lado del océano? El lomazo de Evangelina Carrozo, la reina del carnaval de Gualeguaychú que se presentó medio desnuda en la Cumbre de Viena de 2006. Eso sí que fue portada en los diarios, como el informativo de hoy, tan enfocado en la carne.
Ah, pero... ¿llevaba pancarta? ¿Y qué decía? No sé, pero tiene un trasero estupendo. Parece broma y, desgraciadamente, es cierto. Ni La Haya, ni manifestaciones, ni recursos de apelación en ningún sitio. Lo único que se vio fue aquello y ya está. Con la cantidad de bombas que revientan cada día y la poca importancia que se les da, ¿de verdad algún piquetero cree que está haciendo Historia? Como uruguaya que soy y que mira esta película de lejos, la sensación que me deja este asunto es que Latinoamérica sigue siendo una gran plaza de palomas. Basta con tirar unas migas para que todas se apelotonen moviendo las alas y reventándose contra los bancos. Para el dueño del pan, son todas iguales. Las mira desde arriba, se divierte con el juego y, cuando se aburre, se va. Las palomas ni se enteran. Volverán a 'piquetearse' cuando caiga otro poco de pan.
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