Quien ha viajado hoy en el metro o ha subido a una unidad de Bizkaibus quizá no conozca a Michael Weiss, pero sí conoce su obra. Este diseñador alemán nacido en Stuttgart ha creado el mobiliario para el metro de Bilbao y los carteles indicativos del transporte interurbano. Aunque su despegue profesional tuvo lugar en Chile –país donde conoció a su mujer–, lleva más de veinte años en Getxo. Allí ha montado su estudio y vive como un nuevo vasco.
Cuatro décadas de carrera y más de sesenta premios son cosas que se dicen rápido, pero que llevan su tiempo de gestación. Bien saben los visionarios que los méritos no vienen solos y que, algunas veces, hay que salir a buscarlos. Este fue el caso de Weiss, que dejó su Alemania natal en 1968 y que, tras muchos años viviendo en Chile, acabó radicado en Vizcaya. Al final, el éxito le ha tocado y esta noche, en el centro de Bilbao, su mujer y sus colegas se reunirán para homenajearlo.
Precisamente fue su esposa, Marta Ormazábal, quien contactó con el periódico para compartir la experiencia de ambos y desvelar, a hurtadillas de Michael, la inminente celebración sorpresa. «Porque él aún no sabe nada», confiesa esta chilena con cierta dosis de complicidad. De hecho, este reportaje forma parte del reconocimiento y, por esa misma razón, no es él quien relata su historia, sino ella quien repasa los aciertos.
Michael Weiss llegó al País Vasco hace ahora 22 años, invitado por la Diputación foral de Vizcaya. «Vino a iniciar el Centro de Diseño Industrial de Bilbao», comenta Marta restándole pomposidad al asunto pese a que, en realidad, fue contratado como director ejecutivo del ya desaparecido DZ. Poco tiempo después, su marido fundó un estudio de diseño propio con el que se lanzó a crear nuevas propuestas mientras se iba asentando como un nuevo vasco.
Lejos de Santiago de Chile -donde sus colegas «le llamaban cariñosamente ‘el gringo» y donde fue profesor universitario, fundó una empresa de publicidad y adquirió una imprenta–, Weiss encontró un ‘hogar adoptivo’ en el municipio getxotarra. Claro que, antes de eso, tuvo que soltar amarras y dejar atrás media vida en Latinoamérica, incluido el club de jazz donde conoció a su mujer. «Todavía me acuerdo de ese día –asegura Marta–. Nos conocimos por casualidad. Él y yo éramos muy diferentes... bueno, aún lo somos», comenta entre risas.
Él, diseñador de Alemania. Ella, chilena y «humanista». Con diferencias o sin ellas, algo ocurrió entre los dos. «Son cosas que pasan», resume ahora esta psicóloga que, para mantener viva la llama de su tierra, es miembro de la asociación Pablo Neruda. La cuestión es que, si bien continuaron vigentes los vínculos con el país andino, el matrimonio Weiss Ormazábal hundió su ancla en Vizcaya. Sobre todo él, quien ha encontrado entre los vascos un lugar idóneo para desarrollar su potencial.
Su primer trabajo reconocido –y galardonado mundialmente–, fue el diseño de las señales y el mobiliario del metro. Cada cartel que orienta a los usuarios, cada depósito de residuos que mantiene al subterráneo impecable y cada uno de los bancos de acero donde la espera del convoy bilbaíno se hace más cómoda y llevadera tienen, detrás de sus líneas, el ingenio y la impronta de Weiss.
Las líneas amarillas
Pero esta labor, que vio la luz hace una década a pesar de haber nacido bajo tierra, no fue la única ni la última. Las unidades interurbanas de Bizkaibus y sus paradas, tan conocidas en el paisaje ciudadano, «también son cosa de Michael». «Él diseñó la imagen corporativa y el modo de presentar la información en las marquesinas», dice su esposa quien, para más señas, explica que se trata de «las paradas amarillas».
Ambos medios de transporte comunican a Getxo y Bilbao, aunque existen otras líneas que ligan a Weiss con la capital vizcaína. Y, evidentemente, son suyas. En sus veinte años de residencia, ‘el gringo’ ha desarrollado ideas para la Diputación de Vizcaya, EITB, el Gobierno vasco, el Consorcio de Aguas, el Ayuntamiento de Bilbao y la UPV. Incluso hasta se animó, en su día, a crear un prototipo del tranvía. Pero, por muy distintos que hayan sido esos proyectos, todos tuvieron de base un pilar en común: «Desarrollar el talento creativo para encontrar soluciones a los desafíos y los problemas». Dos décadas atrás, el reto se encontraba en Chile. No obstante, en la actualidad, los desafíos están en Euskadi. Prueba de ello es que se ha quedado a vivir y que es aquí donde este alemán celebrará su trayectoria.
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