2.6.07

La moda del trabajo

UNIFORMES. Cada vez más empresas e instituciones apuestan por ‘distinguir’ a su personal con ropa diseñada por creadores de renombre.

Los uniformes existen por dos razones: para homogeneizar a quienes los usan y para diferenciarlos del resto. Ya sea en los colegios o en el lugar de trabajo, este tipo de vestimenta se utiliza porque sirve para identificar a un colectivo pero, además, porque es práctico. En general, es esta última característica la que rige en el diseño del atuendo y, precisamente por ello, suele pensarse en los uniformes como el contrapunto a la exclusividad y el glamour. Sin embargo, la comodidad no está reñida con la vanguardia y son muchas las empresas que apuestan por la distinción. ¿Cómo? Vistiendo a su personal con creaciones ‘top’ de la moda.

Cada vez con mayor frecuencia, las compañías, las instituciones, las ferias temáticas y hasta los servicios oficiales optan por contratar a diseñadores reconocidos para confeccionar sus uniformes. Tal vez muchos de sus empleados no puedan permitirse un traje de Antonio Miró, un modelito de Adolfo Domínguez o un conjunto de Manuel Pertegaz como capricho de una ocasión, pero sí que pueden usarlos a diario si trabajan en el Museo de Bellas Artes de Bilbao o si forman parte del personal de Iberia.

¿Contradictorio? Puede ser. ¿Un poco raro? En absoluto. La vestimenta, entre otras cosas, es una carta de presentación. Y, así como en la vida cotidiana la ropa ofrece información sobre la persona que la lleva puesta, en el ámbito empresarial constituye un elemento más de la imagen corporativa. Hace unas pocas semanas, dos pasarelas de moda dieron cuenta de esta tendencia. Una de ellas, en Roma, enseñaba el nuevo vestuario de la Policía italiana. Bajo el lema ‘Seguridad... y no sólo’, varios modelos lucieron diversos conjuntos para las fuerzas del orden público que, al margen de su funcionalidad, tenían un corte estupendo. El otro desfile, mucho más cercano, en Vitoria, proponía distintas opciones para topógrafos, cocineros, soldadores y médicos. En este caso, la iniciativa partió de empresa Seinga, que se ha implicado en el proyecto de diseñar uniformes con estilo solicitando los servicios de marcas como Timberland o Diadora.

Para Lucía Cordeiro, gerenta de la Asociación de Creadores de Moda, el puente que se está tejiendo entre las empresas y los diseñadores es algo «magnífico que se debe potenciar». Algo que, de hecho, ya están fomentando las 27 marcas que conforman la agrupación. «Nos produce mucho orgullo que una empresa o una institución cuente con nosotros para crear sus atuendos», expone. Evidentemente, los encargos significan un «reconocimiento» profesional. Pero, también, suponen un desafío.

«El diseño es una creación con un componente funcional, así que no sirve de nada hacer una obra maestra si, al final, no es útil», asegura Cordeiro. Antes de hacer ningún trazo, «tienes que plantearte cuál va a ser la función y qué tejidos son los idóneos. Tienes que construir los volúmenes sin olvidar el lugar donde se usarán las prendas, la temperatura que habrá en el ambiente e, incluso, las edades y las tallas de las personas que se las pondrán», enumera para ilustrar ese reto.

Un bolsillo para el ‘kleenex’
Aingeru Torrontegi, del Museo Artium de Vitoria, completa la idea: «Cuando elegimos un uniforme nos basamos en tres criterios. Lo primero es la comodidad, porque el personal pasa varias horas atendiendo al público. Lo segundo, que sea práctico. La ropa debe aguantar el trote diario, ser fácil de lavar y adecuarse a las necesidades específicas del centro. Es imprescindible, por ejemplo, que tenga un soporte para colocar el ‘walkie-talkie’ o un bolsillo donde guardar un paquete de ‘kleenex’», dice. ¿Y el tercer requisito? «Que el uniforme no eclipse jamás a las obras
de arte que se exponen en el museo».

Muy consciente de que este punto implica «un equilibrio muy difícil de lograr», Torrontegi señala que la elección del atuendo es un trabajo compartido con los responsables del centro, aunque aclara que «los diseñadores tienen vía libre para crear» siempre y cuando se ciñan a esas pautas. Desde que se inauguró el museo, en abril de 2002, un par de firmas han aceptado el reto: Miren y Patricia Krug Zulueta, al inicio, y María Clé, el año pasado. «Uno de los objetivos de Artium es potenciar a los artistas nóveles que ya están despuntando y que tienen una trayectoria sólida –explica Torrontegi–. Y eso se aplica también a los uniformes».

«La imagen es muy importante y la uniformidad forma parte de ella –opina Patricia Krug–. Es lo primero que se ve». Para el dúo de diseñadoras vascas, la experiencia de crear el primer atuendo del museo fue «muy interesante», ya que «había que partir de cero». Si bien «existían algunos parámetros de antemano, tuvimos que sumergirnos en el mundo del arte contemporáneo y eso fue muy emocionante. Aunque mantuvimos las líneas limpias y elegantes, intentamos que nuestro proyecto resaltara la femeneidad y el glamour». En ese sentido, el trabajo consistió en «darle una chispa al diseño, evitar la vestimenta anodina e imprimirle un sello propio» sin salirse de los márgenes.

Algo similar comenta María Clé quien, además, resalta el esfuerzo que le supuso el diseño. «Nos costó un poco porque había que seguir la estética y la filosofía del museo, que es bastante minimalista. Pero nos sirvió mucho para aprender. Tuvimos que combinar la practicidad y la comodidad con la estética», resume. Tal vez sin darse cuenta, Clé menciona los tres pilares que sostienen el vínculo entre las propuestas creativas y la necesidad empresarial. Un lazo que, a pesar de su reciente consolidación, no es nuevo. Y de la antigüedad, precisamente, da cuenta la compañía Iberia, una aerolínea cuya historia está «íntimamente ligada a los uniformes de su personal».

De altos vuelos
Su primer encargo de diseño tuvo lugar en 1954, año en que solicitó los servicios del modisto Pedro García. ¿La razón? La comodidad. «Las propias empleadas fueron suprimiendo los complementos incómodos para realizar sus tareas, como el opresor cinturón de la sahariana o los bolsillos de fuelle», relatan en la empresa. En vista de la «poca versatilidad de esta indumentaria», Iberia recurrió al diseñador para que innovara el atuendo. Y, desde entonces, no ha parado. Por los aviones de esta firma han desfilado diversas propuestas de moda, como las creaciones de Elio Berhanyer, Alfredo Caral e, incluso, Manuel Pertegaz, quien «renovó totalmente el aspecto de los trabajadores de la compañía» décadas antes de diseñar el traje de bodas para la Princesa de Asturias.

El la actualidad –desde 2005–, el ‘gurú’ de la moda en Iberia es el gallego Adolfo Domínguez, cuya colección «está pensada para adaptarse a los diferentes trabajos y condiciones climatológicas». Sobre el binomio «elegancia y funcionalidad», el diseñador ha creado un uniforme que «transmite profesionalidad y seguridad» y que, «por primera vez, incluye el pantalón entre las prendas opcionales para el personal femenino». Como dato anecdótico, los responsables de la compañía comentan que, para plasmar el cambio, fueron necesarios 450.000 metros de tela, unos 15.000 kilos de hilatura y más de 181.000 complementos.

Aunque Iberia ha hecho de esta tendencia toda una filosofía (y hasta ha editado un libro que repasa con detalle sus 50 años de moda), existen otras instituciones que también han apostado por el alto vuelo en los uniformes de sus empleados. Es el caso del Museo de Bellas Artes de Bilbao, que se ha ‘vestido’ de Antonio Miró, o del parque temático Isla Mágica, que en 1997 se presentó en la Feria de Turismo con las creaciones de Ágatha Ruiz de la Prada. Claro que, para ferias y eventos, el hito máximo está en Zaragoza, donde los responsables de la futura Expo convocaron a un concurso dirigido a los diseñadores.

El bilbaíno Miguel Palacio viste a la Expo

Si los uniformes sintetizan la imagen o la identidad corporativa, qué decir de Miguel Palacio, que vestirá a los trabajadores del Pabellón de España en la Expo Zaragoza. Además de representar a la feria, el bilbaíno representará al país. Las azafatas y los monitores del evento lucirán sus prendas, que combinan el azul marino, el malva y el crudo, tres colores que ha elegido con cuidado y no por azar. La «luz» de la zona que albergará la Expo y «el calor» del verano zaragozano han sido su fuente de inspiración a la hora de realizar este proyecto y optar por tejidos naturales para conseguir un atuendo «fresco» y, sobre todo, cómodo.

Pero tampoco ha sido azarosa la elección de este diseñador, pues su propuesta se sometió a un jurado y, antes de eso, a un concurso. El certamen, convocado por la Sociedad Estatal para Exposiciones Internacionales (SEEI) y la Asociación de Creadores de Moda de España, tenía por objetivo seleccionar al proyecto ideal para la futura Expo Zaragoza. Y sus bocetos se impusieron «por unanimidad» de los jueces a los de Modesto Lomba, Agatha Ruiz de la Prada, Elio Berhanyer, Juan Duyos, Jesús del Pozo y Francis Montesinos.

Tras anunciar la decisión, el presidente de la SEEI, Javier Conde, destacó la «línea suave» que impera en el proyecto del creador vizcaíno y señaló que los uniformes elegidos se enmarcan dentro de un «clasicismo permanentemente moderno». Las azafatas llevarán vestidos de lino en color malva con falso cierre abotonado en la espalda y zapatos de salón, mientras que los azafatos vestirán traje de chaqueta en algodón de color azul marino, jersey y foulard malva. Lo interesante es que, a pesar de la vasta experiencia de Miguel Palacio en el mundo de la moda, esta es la primera vez que se anima a diseñar uniformes, una faceta que le «encanta y atrae» y que le hace «muchísima ilusión». Como resume Lucía Cordeiro, «en la SEEI están encantados, en nuestra asociación nos sentimos orgullosos y Miguel está emocionadísimo» con el resultado de su participación.

No hay comentarios: