El coste del servicio no es barato, por lo que sus potenciales clientes deben gozar de cierto poder adquisitivo, sobre todo si se pretende una cierta regularidad. Al igual que ocurre con otros sectores, los precios varían en función de la localidad y la empresa pero, en este caso, también dependen de las dimensiones del piso que se limpie y del tipo de tarea que se solicite.
- Hay múltiples escenarios, desde grandes chalés hasta pequeños apartamentos. El metraje influye en el coste final, tanto por la cantidad de productos de limpieza necesarios como por las horas de trabajo y el número de empleados que se precisen para realizarlo.
- En cuanto a las tareas, sucede algo similar: no es lo mismo una limpieza integral, incluso de las persianas y la tapicería del hogar, que la limpieza de una zona puntual, aunque también se haga a fondo.
En líneas generales, los precios oscilan entre 100 y 1.000 euros. En ocasiones, se supera esta cifra. Las empresas justifican la carestía con varios argumentos: la cantidad de personas empleadas, la calidad de los productos, las herramientas profesionales que se utilizan, la dificultad que conllevan algunos trabajos o el desplazamiento, tanto del personal como de la maquinaria. Pero un valor que destaca es la profesionalización y los resultados de limpieza y asepsia.
- Después de haber acometido una reforma.
- Antes de mudarse, si el piso es de segunda mano.
- Cuando el inmueble ha estado cerrado durante un largo periodo de tiempo.
- Cuando en el hogar se ha realizado algún tipo de fumigación con productos químicos nocivos para la salud.
- Si alguno de los miembros de la familia está convaleciente y en el hogar se necesita el mayor grado de higiene posible.
Al margen de estos casos, compensa encargar tareas puntuales difíciles, engorrosas o peligrosas, como la limpieza de zonas de difícil acceso (persianas, cristales, balcones, lámparas de techo o muebles de altura) y de elementos donde se acumula suciedad "rebelde" (baños, campanas extractoras, horno, alfombras o tapicería).
Lavanderías
Cuando se menciona a este sector, a menudo se piensa en un lavadero industrial, una gran empresa. En este ámbito, es el modelo de negocio más extendido en España. No obstante, en los últimos años se ha registrado un cambio reseñable: la apertura de pequeñas lavanderías, en su mayoría, de autoservicio. Este tipo de establecimientos, de estilo norteamericano y europeo, forma ahora parte del paisaje urbano español.
Sus principales clientes son inmigrantes, personas de paso y gente joven que tiene poco tiempo para realizar ciertas tareas domésticas. También ocurre que algunos pisos carecen de un lugar adecuado para colgar la ropa o que las lavadoras no son adecuadas para determinadas prendas.
Aunque las máquinas domésticas actuales son más grandes que las anteriores, algunas tienen una capacidad insuficiente para el tamaño de ciertas prendas y no aguantan su peso al mojarse. Para ciertos textiles como las cortinas, los edredones, la ropa de cama o, incluso, las toallas grandes -que son difíciles de manejar cuando están húmedos-, hay quien prefiere acudir a un local especializado, que en ocasiones dispone también de servicio de planchado. La ventaja principal es que, además de no derrochar tiempo y esfuerzo, se ahorra dinero: es más caro que lavar en casa, pero más barato que llevar la ropa a la tintorería.
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