5.4.10

"Agradezco a los vascos su confianza y su solidaridad"

El cooperante marroquí Hassan Zahid llegó a Bilbao hace un mes y encabeza una campaña para llevar ropa y juguetes a los niños bereberes

Hassan está entusiasmado. Lleva poco tiempo en Bilbao -«apenas un mes y seis días»-, pero sabe que venir fue un acierto. Antes de llegar al País Vasco, este joven marroquí de 29 años vivió en unas cuantas ciudades de España, como Almería, Huelva o Valencia. Por su experiencia, sostiene que «la gente de aquí es diferente. Hay más solidaridad y las personas son majas».

Hassan se marchó de su país hace dos años. Trabajaba en la construcción, pero la remuneración no era buena. «No ganaba lo suficiente para ayudar a mi familia», dice. Y, cuando habla de 'familia', se refiere a doce hermanos y una veintena de sobrinos. «Sólo con mis hermanos, podríamos tener un equipo de fútbol. Y si nos juntábamos todos, mira, ¡celebrábamos un derby!», agrega entre risas.

Su sentido del humor contrasta con una realidad muy dura que él conoce de cerca: la pobreza del país. «Hay zonas de Marruecos donde la gente y, en especial, la infancia, tiene muchas carencias -explica-. Para que te hagas una idea, hay pocas escuelas, así que las clases reúnen a niños de diferentes edades y con distintos niveles. La verdad es que hace falta de todo», lamenta.
Precisamente por ello, Hassan ha organizado una campaña junto a la Asociación Zabaloetxe y varios jóvenes vascos cuyo objetivo es llevar ropa y juguetes a los niños más desfavorecidos de la población bereber. En las últimas semanas, el grupo de voluntarios ha estado recogiendo a domicilio este tipo de artículos y ahora, que ya han reunido un cargamento importante, se preparan para marchar. «La idea es partir esta semana. Tenemos un montón de cosas y un par de furgonetas, aunque para llevar los juguetes nos hace falta un camión», señala.

Su gratitud con los vascos pasa por varios niveles. El primero, «la generosidad que han demostrado donando cosas para los niños». Hassan confiesa que no esperaba tanta receptividad y tampoco imaginaba que podría formar en tan poco tiempo un equipo de voluntarios que se sumaran a la causa. «Como te decía antes, llevo aquí sólo un mes. Nadie me conoce de nada y, sin embargo, fíjate. El proyecto está saliendo muy bien. Agradezco a los vascos su confianza y su solidaridad».
Dejar los estudios
Mejorar las condiciones de vida en un país con escasos recursos tiene efectos positivos a largo plazo. «Si la gente tiene lo que necesita para vivir, no piensa en marcharse de cualquier modo», razona Hassan. En su caso, habría terminado la universidad y habría accedido a un empleo cualificado con un sueldo mejor. «Tuve que dejar los estudios porque eran muy caros y en casa no podíamos costearlos», dice con pena.
«Yo me fui de mi país por esa razón. Quería tener un trabajo estable y un salario fijo para ayudar a los míos, pero elegí mal el momento», explica este joven, que no contaba con la crisis ni imaginaba que la situación económica sería tan grave. «La mayoría de los marroquíes pensamos que en Europa todo es más fácil porque esa es la imagen que se transmite en las noticias y en la televisión», añade.

Con su proyecto laboral en pausa, Hassan ha decidido volcarse en la labor social. «En este momento, no tengo trabajo, pero eso no es excusa para quedarme quieto. Si no tengo una ocupación laboral, al menos quiero hacer algo útil con mi tiempo», afirma, aunque su vocación de cooperante no es nueva, pues ya en Marruecos compaginaba sus obligaciones en la construcción con el voluntariado.

«Me dedicaba a las mujeres que se habían quedado viudas y tenían niños a su cargo. Intentaba ayudarlas porque, al estar solas, todo se les hacía más difícil. Si ya es complicado mantener una familia entre dos, imagina su situación. Si el padre deja la vida, la madre siempre tiene problemas», describe Hassan. Y se queda corto. En su país, el 89% de las mujeres que viven en el medio rural son analfabetas.

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