25.4.11

"Quería llevar una vida normal tras años de lucha"

«Muchos vascos han participado en la democratización de mi país», señala esta activista de los Derechos Humanos

La vida de Gloria Guzmán ha estado siempre marcada por las transformaciones sociales. Nacida en El Salvador de la dictadura, criada en una familia de izquierdas y estudiante en los tiempos convulsos de la guerra civil, esta licenciada en Educación tuvo claro desde el principio que los derechos fundamentales no se piden, se conquistan. «Vengo de una familia muy comprometida con los cambios políticos de mi país -cuenta-. Respiré revolución desde pequeña; crecí con ello. Por eso no recuerdo exactamente el día en que empecé a militar».


Gloria reside en Euskadi desde hace casi siete años, aunque antes de afincarse aquí de manera definitiva ya había venido de visita otras veces. La decisión de quedarse en estas latitudes se debió «a una mezcla de cosas» que ella intenta resumir al comienzo de la entrevista.


«Vine en busca de estabilidad, aprendizaje y reflexión», enumera. «Después de muchos años agitados, de los movimientos estudiantiles y las manifestaciones políticas, de participar en organizaciones feministas y de luchar por la recuperación de la memoria histórica, necesitaba un poco de calma; un cambio que me permitiera analizar las cosas desde una nueva perspectiva».


La Universidad de Girona, donde cursó un máster en Género, fue el primer paso que dio en esa dirección. Y el instituto Hegoa -donde actualmente trabaja como investigadora- fue el siguiente, ya que Gloria Guzmán llegó al País Vasco para hacer un doctorado en Globalización, Desarrollo y Cooperación Internacional. «Elegí esta tierra porque siempre ha habido vínculos estrechos con El Salvador -dice-. Muchos vascos participaron en el proceso de democratización de mi país y los que he conocido aquí son personas encantadoras que me han hecho sentir como en casa», detalla.


La reconstrucción, el duelo
Gloria relata que la guerra civil y la revolución de El Salvador «interrumpieron» durante doce años la vida normal del país. «Yo formé parte del Frente para la Liberación Nacional (FMLN) que estaba integrado por cinco agrupaciones de izquierda. Y cuando se firmaron los acuerdos de paz en 1992, seguí en 'Las Dignas', una organización feminista. Mi carrera universitaria quedó interrumpida, sentí que tenía que terminarla y que era hora de reinsertarme en la sociedad para construir una nueva etapa tras el punto de inflexión de la paz».


'Las Dignas' fue, recuerda, la piedra angular de ese cambio. «La mayoría de las fundadoras veníamos del proceso revolucionario y necesitábamos reflexionar sobre el impacto que había tenido el conflicto social en nosotras. Trabajamos para consolidar nuestra asociación, para dotarla de autonomía y para pensar hasta qué punto la sociedad patriarcal salvadoreña había construido nuestra identidad como mujeres. Encontré mucha riqueza en el colectivo; el feminismo empezó a complejizarme la vida, por suerte, y en lo personal dediqué tiempo a buscar estabilidad. Después de tantos años de lucha, tenía una necesidad inmensa de sentirme segura y llevar una vida normal», explica.


La normalidad fue, para ella, dedicar casi ocho años a trabajar en Derechos Humanos y la recuperación de la memoria histórica. «En mi país hubo 75.000 muertos, 9.000 desaparecidos, 1.000 niños desaparecidos... Son datos fríos, pero hay una historia detrás de cada número. Como sociedad, necesitábamos hacer un duelo, dignificar a las víctimas y crear un espacio que recordara lo que había pasado. Era importante visualizar lo que había ocurrido, la violación de los derechos, la impunidad», subraya Guzmán, que llegó a ver cómo se materializaba esa idea. El Monumento a la Memoria y la Verdad, que lleva grabados más de 25.000 nombres, se inauguró en un céntrico parque de San Salvador unos meses antes de volar hacia Euskadi.



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