La tienda de Iratxe Ostolozaga se parece a una casa de muñecas. Pequeña y acogedora, tiene todo lo necesario para potenciar la imaginación: vestidos y complementos, cientos de lazos y corazones, una estética vintage bien definida y «un punto ñoño femenino» que reivindica en cada prenda que diseña. «Es bonito y me ilusiona», dice con un gesto naíf que se funde en el ambiente del local.
Cuántos guiños a los sesenta hay aquí.
¡Sí! Casi todos los vestidos están inspirados en esa época. Me resulta muy atractiva.
¿Por qué?
Porque me recuerda mucho a mi madre. Ella se hacía su propia ropa y con eso conseguía que su armario fuera diferente y original.
Como Divina Martina...
Eso es. Me parece fundamental ese toque de singularidad, por eso aquí no hay dos prendas iguales. Fíjate si quieres: puede que encuentres cosas parecidas, pero cada una tiene algo que la distingue del resto.
O sea que huyes de la producción en serie.
Totalmente. Divina Martina es un proyecto personal. Es una tienda pequeña con piezas únicas porque así lo he querido. Aquí yo hago prácticamente todo.
¿También coses?
Sí. Pienso en lo que me gusta y trabajo sobre el maniquí. De pequeña viví el mundo de las modistillas, y algo de él ha quedado.
¿Y qué hay de los corazones?
¡Me encantan! Igual que los lazos. Este punto ñoño tan femenino me parece muy bonito y divertido. Me gusta mucho jugar con esa niña interior, y empiezo por mí misma. Si veo algo que me queda bien, que me hace sentir guapa, me lo pongo aunque no esté de moda. No me importa lo que digan los demás.
Es una buena filosofía.
Claro. Ése es el rollo de la tienda. La idea es disfrutar, jugar, explorar posibilidades. Soy una fan total de la belleza. Creo que tengo el síndrome de Stendhal... [risas].
¿Bonito es compatible con práctico?
Sí. Confieso que a mí me tira más la estética que lo práctico, pero siempre intento que las prendas de la tienda sean cómodas y contemporáneas a pesar del toque retro.
Cuántos guiños a los sesenta hay aquí.
¡Sí! Casi todos los vestidos están inspirados en esa época. Me resulta muy atractiva.
¿Por qué?
Porque me recuerda mucho a mi madre. Ella se hacía su propia ropa y con eso conseguía que su armario fuera diferente y original.
Como Divina Martina...
Eso es. Me parece fundamental ese toque de singularidad, por eso aquí no hay dos prendas iguales. Fíjate si quieres: puede que encuentres cosas parecidas, pero cada una tiene algo que la distingue del resto.
O sea que huyes de la producción en serie.
Totalmente. Divina Martina es un proyecto personal. Es una tienda pequeña con piezas únicas porque así lo he querido. Aquí yo hago prácticamente todo.
¿También coses?
Sí. Pienso en lo que me gusta y trabajo sobre el maniquí. De pequeña viví el mundo de las modistillas, y algo de él ha quedado.
¿Y qué hay de los corazones?
¡Me encantan! Igual que los lazos. Este punto ñoño tan femenino me parece muy bonito y divertido. Me gusta mucho jugar con esa niña interior, y empiezo por mí misma. Si veo algo que me queda bien, que me hace sentir guapa, me lo pongo aunque no esté de moda. No me importa lo que digan los demás.
Es una buena filosofía.
Claro. Ése es el rollo de la tienda. La idea es disfrutar, jugar, explorar posibilidades. Soy una fan total de la belleza. Creo que tengo el síndrome de Stendhal... [risas].
¿Bonito es compatible con práctico?
Sí. Confieso que a mí me tira más la estética que lo práctico, pero siempre intento que las prendas de la tienda sean cómodas y contemporáneas a pesar del toque retro.
Divina Martina. Alameda Urquijo, 59. Bilbao. Tel. 944 430 248.
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