29.3.10

"La mujer carga con un gran peso social y emocional"

La dinamizadora salvadoreña Ana Murcia reside en Euskadi desde hace 5 años. Aquí trabaja por la integración cultural y social de las mujeres extranjeras

El jueves pasado, en Algorta, se celebró la segunda jornada de los 'Diálogos Interculturales entre Mujeres'. El evento, que contó con una treintena de participantes, forma parte de una iniciativa del Servicio de Igualdad del Ayuntamiento de Getxo que pretende desarrollar un espacio de encuentro entre las mujeres inmigrantes y vascas para reflexionar juntas sobre diversos temas. Entre ellos, la labor de las asociaciones, la situación de las mujeres extranjeras en el servicio doméstico o la violencia machista, que será el eje de la próxima reunión, el 29 de abril.

Ana Murcia, oriunda de El Salvador, es la dinamizadora de estos encuentros donde lo fundamental, además de hablar, «es escuchar a las demás personas». Como dice Ana, se trata de «una puesta en común; una oportunidad de compartir y comparar distintos puntos de vista para poder entender mejor cómo se sienten y qué piensan los otros». Y esto, que en apariencia es tan obvio y sencillo, no siempre resulta fácil a pie de calle.

De ahí la creación de este ciclo, «Existen varias redes de apoyo para las mujeres extranjeras, pero la propuesta de estos encuentros va más allá, pues lo que se intenta es abrir un espacio de diálogo intercultural. Siempre es interesante escuchar otras opiniones y acercarse a las vivencias personales sin intermediarios», indica la dinamizadora, que compagina esta tarea puntual en Vizcaya con la labor social en Renteria, donde vive desde hace un lustro.
«El viaje de Irún a Getxo es largo, pero merece la pena», asegura. «En estas reuniones, además del tema propuesto, siempre afloran los prejuicios que tenemos sin saberlo. Unos colectivos tienen juicios preconcebidos sobre otros, básicamente, porque no se conocen ni dialogan. Creo que es muy enriquecedor observar cómo se van rompiendo esas imágenes a medida que avanza la charla», explica Ana.

Pero, claro, el viaje que emprende cada mes para coordinar estos encuentros resulta corto si se compara con el que emprendió cuando vino a Euskadi. «Vine por amor», contesta cada vez que le preguntan qué hace una salvadoreña en Renteria. Y, a continuación, cuenta la historia, que comenzó hace más de diez años al otro lado del Atlántico.

Refundarse, cambiar
«Cuando vivía en mi país, participaba en un colectivo feminista muy importante que recibía siempre cooperantes y voluntarios extranjeros. Así conocí a la persona que, hoy en día, es mi pareja», relata Ana. Tras vivir siete años allí, en El Salvador, decidieron mudarse a Euskadi. Al cabo de ese tiempo, sentimos que ya tocaba venir a este lado del mundo. También queríamos compartir nuestra vida cotidiana con su familia, que estaba aquí».

Para ella, el cambio de continente fue algo más que un proyecto migratorio. «Quería cerrar mi etapa de activista, que había sido muy intensa, y refundarme a mí misma; volver a empezar. De más está decir que no es fácil», reflexiona Ana, que en ese proceso de búsqueda trabajó como empleada doméstica y cuidadora de niños y ancianos.
Sin embargo, ella nunca dejó a un lado su vertiente social. Tal vez no sea militante de una plataforma feminista, pero integra la asociación de mujeres inmigrantes Garaipen, cuyo objetivo es mejorar la calidad de vida de las extranjeras en el País Vasco, favorecer la igualdad de género y resolver las dificultades sociales, físicas y psicológicas que derivan del proceso migratorio.

«Hay factores comunes, preocupaciones que todas compartimos, más allá de la nacionalidad, el idioma o la religión que profesemos. Generalmente, el tema del trabajo y los ingresos es el más urgente, el más acuciante, pero también están las obligaciones y los sentimientos hacia el país y la familia que dejaron atrás. Las mujeres, en general, cargamos un gran peso social y emocional. Y esa carga se nota especialmente en las que somos inmigrantes».

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