9.1.09

"Analizo el altruismo social con fórmulas matemáticas"

Lleva cuatro meses en Vizcaya, donde se trasladó por dos razones: la vida académica y las olas. Tenía mejores ofertas de trabajo en otros lugares, pero estos factores fueron determinantes, porque, aunque nació en un país sin costa, este matemático checo es amante del surf y disfruta desarrollando fórmulas en su despacho o en la playa. A sus 30 años, Jaromir da clase en la universidad y observa la cultura vasca.

Conversar con Jaromir Kovarik equivale a romper varios prejuicios. Para empezar, el arquetipo del matemático y del doctor en Economía que, en su caso, huye de las corbatas y el formalismo para llenarse de arena y mar. Lo suyo son los números y el surf, dos intereses que combina sin problemas en la Universidad del País Vasco y en la costa vizcaína. Esta amalgama tan precisa de intereses fue el motivo que le trajo hasta Bilbao.
«Mi profesión no tiene fronteras, así que puedo ir donde me apetezca -dice-. Antes de elegir Euskadi, tuve varias ofertas laborales en distintas partes del mundo, y en algunas, como era el caso de Chile, pagaban mucho mejor. Pero Santiago, la capital, queda a cien kilómetros de la playa y aquí tengo Mundaka más cerca. Digamos que la mejor oferta académica y personal fue Bilbao».
La cultura vasca y el idioma también pesaron en su decisión. «Ya había estado un tiempo en Galicia y me gustó mucho el norte de España. Lo sentí más parecido a mi país. Además, me pareció interesante el euskera», apunta este profesor, que domina a la perfección seis lenguas. Tras vivir siete años en otras comunidades del país, Jaromir explica que los vascos son más parecidos a los checos a la hora de relacionarse. «En Alicante, conoces a alguien y la segunda vez que te lo encuentras ya te abraza y te besa como si fueras su mejor amigo. Eso no me gusta, porque me parece falso e hipócrita. Aquí, en cambio, las personas van más despacio, las cosas se mantienen en su sitio y yo me siento más cómodo».
¿Es verdad entonces que los checos son más fríos? Según Jaromir, depende. «No solemos abrazar a los amigos ni estarles encima, aunque con la familia, por ejemplo, el contacto es más cercano. La gente se sorprende cuando digo que a mis hermanos y mis padres les doy un beso en la boca, pero así es. Por otro lado, me ha llamado la atención que las parejas vascas se abrazan poco. He ido a alguna reunión y ni siquiera me he dado cuenta de que había novios».
«Pintxos increíbles»
La burocracia de España es otra diferencia que llama su atención. «Para hacer algo aquí, se discute dos días y si vas a una oficina siempre te falta un papel. Sin embargo, al viajar uno aprende mucho y todos los sitios tienen sus cosas buenas. Los pintxos son increíbles», indica Jaromir.
La idea de que las matemáticas son sólo cosa de números también se resquebraja en medio de la charla. «Las ecuaciones tienen aplicación en las Ciencias Sociales, el campo que más me interesa», asegura. Y, para demostrarlo, abre un archivo de su ordenador. En la pantalla se ve una red de puntos interconectados que, al principio, intimida. No obstante, y como buen docente, ofrece una explicación muy sencilla: «Los puntos representan personas y lo que se ve aquí es una red social. Yo quería estudiar las preferencias de los individuos y, con este experimento, vi que las personas más solidarias no sólo son las que tienen más amistades, sino que fortalecen y vinculan los grupos. Quienes pasan de todo son más periféricos y, por tanto, menos importantes para la cohesión».
Como dice Jaromir, «esto resulta muy lógico y cualquiera puede suponer que es así. Lo interesante es que que analizo el altruismo social con fórmulas matemáticas y que el comportamiento se puede demostrar con números». Menos exacta es, en cambio, su previsión de afincarse definitivamente en Euskadi. «Todavía estoy conociendo la cultura local. De momento, me gusta mucho y me quedaré aquí mientras sea posible. Los checos somos muy viajeros pero, según dicen, volvemos a nuestra tierra».

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