Se marchó de su país hace diez años para trabajar en los pesqueros vascos, que por entonces le ofrecían una buena oportunidad laboral. «Los barcos de Fuenterrabia no podían hacerse a la mar porque a los patrones les hacían falta pescadores con experiencia. Muchos peruanos emigramos para cubrir esa demanda, ya que veníamos de familias de pescadores y conocíamos el oficio muy bien». Así resume Mario Miranda el motivo que le trajo a Guipúzcoa.
La campaña era de nueve meses. Pasado ese tiempo, cuando llegara el invierno y los barcos quedaran amarrados en puerto, el colectivo debía volver a Perú hasta el inicio de la siguiente temporada. «La idea estaba muy bien porque todos salíamos ganando. Los barcos reanudaban su actividad, nosotros teníamos trabajo e incluso podíamos volver a casa para disfrutar con nuestras familias».
El único escollo era la parte burocrática. «Cuando vinimos y empezamos a informarnos sobre la Ley de Extranjería, comprendimos que nueve meses no era tiempo suficiente para resolver el papeleo de manera individual. No queríamos irnos sin eso resuelto, así que decidimos fundar una sociedad de arrantzales. Si estábamos organizados y hacíamos las cosas en grupo, podíamos agilizar los trámites».
Aquella sociedad de pescadores, que cumplió su cometido, ya no existe. Como dice Mario, «con los años, cada uno siguió su camino». Muchos cambiaron de actividad y se afiliaron a los sindicatos. Él mismo dejó la pesca por la construcción cuando trajo a su mujer y sus hijos, ya que ganaba mejor en el cemento que en el mar. No obstante, esa primera etapa fue la génesis de otros proyectos que han ido tomando forma a lo largo de 2010.
«Una parte de nosotros siempre se interesó por resolver los problemas de los inmigrantes en Irún, más allá del sector en el que trabajara cada uno. A medida que nos fuimos abriendo camino, comenzamos a idear algo más grande, que abarcara más países y más rubros. Llevamos aquí muchos años, y a todos nos interesa fomentar la integración, tanto con la sociedad local como con las personas de otras nacionalidades», indica Mario, y añade que «la idea de formar un despacho grupal donde ofrecer orientación legal y promover la convivencia» ha sido una constante en sus últimos años.
En busca de las leyes
La asociación indoamericana 'Estrella Radiante', que cuenta con más de un centenar de socios, se fundó en 2009. «Desde entonces organizamos iniciativas para mejorar la calidad de vida aquí, ideamos proyectos de cooperación con nuestros países e intentamos asesorar a las personas que recién llegan», resume Mario, que la preside desde el inicio.
«Al principio, cuando teníamos que resolver cuestiones legales, derivábamos los casos a Heldu, pero cuando ese servicio desapareció, las citas comenzaron a acumularse y el sistema se saturó. Eso nos empujó a buscar herramientas propias para solucionar problemas», prosigue. Y, en este caso puntual, el camino le ha llevado a la universidad.
Aunque tiene más de 45 años, Mario ha ingresado en la Facultad de Derecho de la UPV, en San Sebastián. Lo ha hecho gracias al Plan Bolonia, «que nos permite reengancharnos con esta edad si superamos la prueba de ingreso», y para él es motivo de orgullo. «Yo no pude terminar mis estudios en Perú porque tuve que dedicarme al trabajo, pero sabía que algún día lo haría. Siempre he tenido presente mi proyecto personal, aunque haya tenido que postergarlo. Mi objetivo es terminar la carrera, trabajar aquí y dedicar mi tiempo a la inmigración», dice.
¿Algo más? «Sí, también quiero formar un grupo con abogados en Perú para asistir a las personas de aquí que están presas allí. Hay muchos europeos encarcelados en mi país por asuntos de drogas. Y están solos, librados a su suerte ante un sistema viciado. El obispo de El Callao, que es vasco, es el único que hace labor social con ellos en la medida que puede. A mí me gustaría ayudar en eso, para retribuir de alguna manera todo lo que nos han dado aquí».
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