6.12.10

"Parecía imposible que fuera a resurgir, pero aquí estoy"

La odontóloga y empresaria Ana Granowsky vive en Vizcaya desde 1981 y pertenece al reducido porcentaje de población que logra superar la rotura de un aneurisma cerebral.


Para sus amigos y conocidos, su historia es una muestra de lucha y tesón; un ejemplo de que sí es posible reinventarse a uno mismo a pesar de las adversidades más duras. Para la estadística y la medicina, su vida es una excepción, una especie de 'milagro moderno'. Argentina de nacimiento, odontóloga de profesión y residente en Euskadi desde hace 29 años, Ana Granowski es una de las pocas personas en el mundo que han sobrevivido a la rotura de un aneurisma cerebral, que han recobrado sus facultades cognitivas y motoras y que, tras una larga convalecencia, han podido recuperar su vida. Y contarlo.

«Incluso a mí me cuesta creerlo -dice-. Me resulta difícil pensar que alguna vez estuve tan deteriorada... He pasado de ser como un vegetal, sin ánimos ni esperanzas, a sentirme como una persona: independiente, autosuficiente y perfectamente capacitada para mantener esta conversación contigo». Una charla que se desarrolla en su restaurante de Leioa, el segundo que ha abierto junto a su marido y su hijo.

«Empezamos con 'Caminito' en Santurtzi, coincidiendo con el comienzo de mi recuperación. Y este año, a pesar de la crisis, decidimos montar otro aquí. Habrá quien piense que lo más sensato es apretarse el cinturón, pero, en lugar de replegarnos, optamos por expandirnos. El que no arriesga, no gana», sostiene Ana mientras recorre todo el recinto. «El tamaño de este lugar nos permite ampliar también nuestros objetivos -prosigue-. Además de servir comida, queremos promover otras iniciativas, como espectáculos para niños y adultos en castellano y euskera, ferias del libro bilingües o conciertos de música vasca, argentina y de otros países... Queremos que 'Caminito' sea una apuesta cultural».

La claridad de sus proyectos es tal que, al escucharla hablar, da la impresión de que sus metas vienen de lejos, como si hubiera soñado con ellas durante toda la vida. Pero lo cierto es que no. Su vinculación al mundo empresarial, cultural y gastronómico es reciente: lleva en él menos de un lustro. Antes de sufrir el accidente cerebrovascular, su vida era otra y su trabajo, también. «Era dentista», detalla, y añade que fue la primera odontóloga extranjera que se colegió en Vizcaya.

Realización personal
«Tardé mucho en completar los trámites, pero lo conseguí, y en 1984 empecé a trabajar en lo mío. La gente me recibió muy bien, tanto que a los quince días de abrir la consulta tuve que contratar a una enfermera porque no podía atender yo sola a todos los pacientes que tenía -relata Ana-. La verdad, fueron más de veinte años de trabajo que me hicieron sentir orgullosa como profesional, como persona y como mujer. Aquí en Euskadi pude realizarme y hacer lo que no hubiera podido lograr en Argentina», reconoce Ana, aunque sigue viajando allí con frecuencia para visitar a su madre.

El aneurisma cerebral truncó sus planes y fue un punto de inflexión para ella y su familia. «Ocurrió hace siete años y sobreponerme me llevó más de tres. La atención en Cruces fue muy buena, pero debo decir que yo no habría podido lograrlo sin la presencia de mi marido. Los médicos no le daban esperanzas de que yo pudiera reponerme como ser humano y le explicaban cómo adaptar la casa para una silla de ruedas en lugar de enseñarle qué alternativas de fisioterapia había».

«Lo cierto es que él movió cielo y tierra para ayudarme. Me llevó a hacer equitación para minusválidos en Mungia, contrató los servicios de logopedas, neurólogos, psicólogos y fisioterapeutas, me acompañó en cada etapa y estuvo conmigo cuando aprendí nuevamente a leer y escribir. Si algo puedo decirle a otras personas es que no se den por vencidas. De mí decían que, como mucho, podría contar los céntimos para comprar el pan. Parecía imposible que pudiera resurgir, pero aquí estoy».

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