13.12.10

"Tejer una red social resulta fundamental para integrarse"

La asociación Mujeres del Mundo cumple una década de trabajo y lo conmemoran con la publicación de un libro que repasa su trayectoria en Bilbao.




Empezaron a reunirse cuando el Guggenheim estaba rodeado de escombros, comenzaban a acometerse las obras del tranvía y el metro sólo tenía una línea. No han pasado tantos años desde entonces, aunque sí han cambiado muchas cosas. En el Bilbao de 1999, sin aeropuerto de Calatrava ni Alhóndiga de Starck, vivían apenas 3.000 extranjeros; nueve veces menos de los que residen en la actualidad. Una década más tarde, la ciudad y su gente han cambiado.

«Desde luego que todo ha cambiado», confirma la psicóloga peruana Nancy Juape, que reside en la villa desde hace 12 años y es miembro de Mujeres del Mundo desde mediados de 2003. «Al principio éramos apenas un puñado de socias y casi todas procedíamos de Latinoamérica y el País Vasco, pero, con el paso del tiempo y los nuevos flujos migratorios, se han ido incorporando a nuestro grupo más mujeres del Magreb y el África subsahariana. Al igual que sucede en la ciudad, la diversidad en el seno de la asociación es hoy enorme».

Varios años, muchos cambios e infinidad de procedencias y experiencias han dado lugar a un libro. Bajo el título de 'Nuestra travesía', las integrantes de Mujeres del Mundo repasan su trayectoria, comparten sus reflexiones y plantean cuáles serán sus principales metas para el futuro. «Lo mejor es que este libro es un trabajo coral -apunta Nancy-. Por ejemplo, hubo quienes se dedicaron exclusivamente a la parte histórica, a contextualizar lo que pasaba en Bilbao hace diez años y a recopilar información y datos interesantes de aquel tiempo», detalla.

Otra cuestión llamativa es el tono. En un clarísimo guiño al carácter marinero de la villa, toda la obra está escrita en 'clave de mar'. Anclas que se levan, bitácoras y singladuras componen la travesía de esta nave y sus tripulantes: decenas de mujeres de todas partes del mundo que han apostado por la unidad. «Cabe destacar que la asociación no es una entidad estática -subraya Nancy-. A lo largo de estos años, se han marchado algunas personas y han llegado caras nuevas. Eso sí, la cantidad y la constancia no han cambiado: nos reunimos todos los lunes y, en general, siempre somos más de treinta».

Solas y vulnerables
«El libro que hemos editado es una especie de memoria colectiva y, en lo personal, me parece muy interesante que exista», dice Nancy. Explica que «no sólo se trata de rescatar las actividades que se han hecho o de registrar las cosas más significativas, sino de mostrar lo mucho que se puede progresar como persona cuando se forma parte de un colectivo». En su opinión, «contar con una red social es indispensable para integrarse y crecer».

«Muchas de las mujeres que han integrado o integran la asociación son extranjeras -relata- y una parte significativa de ellas han venido solas para buscarse la vida y ayudar a sus familias. Llegar a un sitio nuevo y estar sola es algo muy duro desde cualquier punto de vista, especialmente en el plano emocional. Sufres el aislamiento, pierdes tus referencias inmediatas y la pérdida de tu red social, que es la que te ayuda y contiene. Cuando eso ocurre, te debilitas y te vuelves más vulnerable a todo», expone Nancy, que, como psicóloga e inmigrante, conoce muy bien ese shock.

«Trabajo en intervención psicosocial con extranjeros y lo he visto muchas veces -prosigue-. Por eso digo que lo bueno de esta asociación es que nos permite ayudarnos unas a otras, valernos por nosotras mismas. Es vital llegar a un sitio y sentirte bien recibido o que te pregunten qué sabes hacer para colaborar con los demás. Las mujeres vascas y las no vascas hemos tejido un lazo de solidaridad e intercambio muy fuerte con el que todas salimos muy favorecidas», concluye.


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