10.5.10

"Como persona y artista, estoy siempre en movimiento"

El desembarco de Igor Corrales en Barajas resultó bastante accidentado. Consiguió entrar al segundo intento y desde entonces vive enamorado de Euskadi

En plena época de expansión tecnológica, videoconferencias y correos electrónicos, Igor Corrales rompe una lanza por los por los viejos tiempos. Prefiere el papel, las cartas de toda la vida. En lugar de buscar lo inmediato, como la rapidez de un e-mail, él disfruta de la escritura y la ilustración de sus misivas. Este nicaragüense, originario de la ciudad de Somoto, dibuja todas sus cartas según el destinatario y el tema. Algunas las envía y otras las conserva. Las guarda en unos cuadernos que, según avanza, «pronto se transformarán en un libro».

La entrevista tiene por testigos esos cuadernos de tapas sobrias, pero llenos de figuras y colores en sus páginas. «Todo lo que hago, incluso esto, que es más personal, está relacionado con el arte», dice Igor mientras enseña el contenido de las cartas. Luego despliega sobre la mesa una enorme carpeta llena de óleos, xilografías, litografías y aguafuertes. También muestra bocetos de esculturas. Decenas de obras que van de paisajes a flores, pasando por rostros, árboles y siluetas femeninas.

«Soy un artista integral», dice. Y además tiene «un punto ecologista»: para hacer las xilografías, Igor recoge maderas de la basura. Son piezas de desecho que transforma en piezas de arte tras pulirlas y tallarlas con cuidado. «Si no tengo un cincel o un buril, uso un clavo o cualquier objeto punzante. No hace falta contar con las mejores herramientas para expresar cosas y trabajar», asegura.

Miembro activo de la Unión Nicaragüense de Artistas Plásticos (UNAP), Igor abandonó su país en 2008. Ya había estado antes en Europa (expuso su obra en París en la gran muestra colectiva de fin de siglo) y esta vez volvía al viejo continente para traer el arte centroamericano a la Expo de Zaragoza. «Venía con mucha ilusión», pero el destino (o las políticas migratorias) retrasaron ese proyecto. En cuanto puso un pie en Madrid, le ordenaron regresar a Nicaragua.

«Hay una cárcel para inmigrantes en Barajas», dice Igor, apenado. «Me retuvieron allí, junto a otras muchas personas, hasta que salió el primer vuelo a Managua». Igor fue devuelto a su país, donde las autoridades de Migraciones resolvieron el papeleo necesario y consiguieron enviarlo otra vez a España. «Hice el viaje dos veces en apenas unos días», resume. Y añade: «Mucha gente cree que, por ser artista, decoro mi biografía, pero no es así. Ahí tengo el pasaporte, los billetes y los sellos que corroboran todo lo que estoy contando».

Enseñar y aprender
Tras el vuelo por 'duplicado' y su paso por Zaragoza, Igor viajó al País Vasco, pues aquí tiene familia. «Mi hermana vive en Donosti desde hace unos cuantos años y aproveché para visitarla», explica. También señala que Euskadi le recuerda mucho a su tierra, «con excepción de la arquitectura y el clima», al que todavía no ha llegado a costumbrarse. «Lo llevo mejor que al principio, pero aún me duelen las manos cuando hace frío», dice guardándolas en los bolsillos mientras camina junto a la ría. Él, que vive en San Sebastián y ha venido a Bilbao por una reunión de trabajo, aprovecha el viaje para recorrer las inmediaciones del Guggenheim.

«Como persona y artista, estoy siempre en movimiento. Tengo proyectos, muchos sueños, y no me asusta ir en pos de ellos», afirma. Ese dinamismo y su «espíritu aventurero» fueron los motores que le trajeron al País Vasco. «La calidez de su gente, el cariño ofrecido y la belleza del paisaje» son las razones que le impulsaron a quedarse. «Me he enamorado de este lugar y, por ello, he comenzado a pintar una serie de cincuenta retratos basados en obras escritas por vascos. Voy a la biblioteca, leo sus libros, elijo poemas o cuentos, y los ilustro. Quiero aportar algo y, a la vez, aprender. Ahora estoy estudiando la obra de Oteiza y Chillida para comprender mejor la idiosincracia local, e intento mostrar la fuerza del arte latinoamericano».

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