Las crisis financieras, los desastres naturales o los conflictos bélicos, entre otros, renuevan la importancia del voluntariado y la solidaridad. Las recesiones económicas, como la que atraviesa en este momento España, o las catástrofes medioambientales, como los recientes terremotos en Haití, conllevan riesgos de pobreza, exclusión y marginalidad, al tiempo que ponen de manifiesto el protagonismo de las ONG, su labor de asistencia social y sus múltiples iniciativas en diversas partes del mundo. Pero las grandes ideas y la buena voluntad, por sí solas, no bastan. Para llevarlas a la práctica hace falta dinero. Algunos bancos brindan a sus clientes la posibilidad de colaborar con causas humanitarias y programas de desarrollo social.
Desde siempre, las cajas de ahorros destacan por su carácter fundacional y destinan un porcentaje elevado de sus beneficios netos a distintos proyectos de bienestar colectivo. Las ganancias anuales de estas entidades tienen dos finalidades: la constitución de reservas financieras para ser autosuficientes y la financiación de proyectos sociales, solidarios y benéficos. Es un área a la que, en promedio, asignan un 25% de los excedentes generados cada año. Según las cifras oficiales, sólo en el último lustro las cajas españolas han invertido casi 8.000 millones de euros en obra social, una partida muy superior al presupuesto público en I+D+i para 2010.
Más allá de estos volúmenes, lo interesante es que cada entidad, ya sea banco o caja, pone en marcha para estos fines diferentes mecanismos. En cierto modo, es lógico. Si en otros ámbitos varía el modo de recaudar fondos (desde la hucha artesanal hasta el envío de sms solidarios, hay infinidad de opciones), ¿por qué no habría de ocurrir lo mismo en el sector financiero? La Asociación Española de Banca (AEB), que congrega a casi todas las entidades nacionales y extranjeras que operan en España, subrayan que no hay un único modelo ni una política de beneficencia común. Si bien los bancos tienen áreas de responsabilidad social, cada uno enfoca este tema de una manera distinta y con un estilo propio.
En el sector de las cajas de ahorros, la situación es similar. Aunque se diferencien de los bancos por carecer de accionistas y destinar sus beneficios a obras sociales, las 45 entidades que operan en nuestro país acometen los proyectos de manera diferente. Se definen por la vertiente social y comparten el objetivo fundamental de colaborar con el bienestar colectivo, pero sus métodos son distintos. En 2008, se pusieron en marcha 201.607 actividades. Los usuarios de estas iniciativas e instalaciones rondaron los 141 millones de beneficiarios.
Renovación solidaria
Los modelos para capitalizar proyectos de desarrollo social se han renovado en los últimos años. No es una cuestión única de las cajas de ahorros, sino que también los bancos se preocupan por innovar. La posibilidad clásica de transferir o depositar dinero en las cuentas corrientes de las ONG continúa en vigor, pero hay otras maneras de colaborar económicamente con sus causas.
Una de ellas consiste en destinar los intereses generados en la cuenta de ahorro a un proyecto solidario elegido por el cliente. Esta opción -puesta en marcha el año pasado por Caja Navarra- es pionera en el sector por dos razones. La primera, porque consigue que la donación (y la dotación) dependa del beneficio neto. La segunda, porque el cliente elige la iniciativa que ha de financiar. Supone una vuelta al espíritu fundacional de las cajas. Con este mecanismo, los clientes deciden el destino de su dinero.
El proyecto más reciente promovido por esta entidad se desarrolla en Uganda. Sin embargo, no todos los programas sociales atraviesan las fronteras. Destaca la creación de la Fundación Gazte Lanbidean, de BBK, que promueve la formación profesional y la creación de empleo entre la juventud vizcaína. Es una iniciativa puntera porque invierte parte de su rendimiento en financiarla, informa a los clientes sobre los cometidos de esta fundación y facilita que colaboren con ellos.
Las opciones son variadas, ya que cada vez hay más instrumentos financieros orientados a la solidaridad. Son programas a través de los cuales los clientes se benefician de los productos bancarios tradicionales (fondos de inversiones o tarjetas de crédito), mientras aportan parte de las ganancias a proyectos de desarrollo social, cultural o sanitario. Destacan los depósitos solidarios de buena parte de las entidades. La diferencia entre ellas -además de los proyectos que financian- pasa por las aportaciones mínimas requeridas a los clientes (entre 500 y 1.000 euros, según el banco) y las rentabilidades, que oscilan entre el 3,5% y el 4,5% TAE.
El modelo de las tarjetas de crédito es otra opción interesante. Por un lado, las principales firmas destinan a distintas ONG cantidades dinerarias equivalentes a parte del gasto de los titulares en sus compras. Por otro, se suman a las iniciativas específicas de las entidades asociadas que las expiden. La Visa Solidaria de Caja Granada destina un porcentaje de los intereses de la tarjeta a una acción social concreta. Las tarjetas ONG de Bancaja invierten la mitad de los beneficios obtenidos por el banco gracias a las compras de los clientes en las ONG o asociaciones de voluntariado que hayan elegido con anterioridad los titulares. Esta caja cuenta con un amplio listado de organizaciones seleccionadas con rigor (cerca de 300) y da la posibilidad de cambiar de asociación en un momento determinado.
Información y seguridad
La seguridad y la transparencia en el manejo del dinero resultan fundamentales para todos los bancos y cajas de ahorros, más aún cuando funcionan como intermediarios financieros entre sus clientes y las ONG. Por ese motivo, antes de que una entidad registre a una asociación como beneficiaria de sus rendimientos, se cerciora de que sea fiable, tenga trayectoria y trabaje de manera activa en beneficio de la comunidad. En general, se les exige que estén constituidas como tales, que cuenten con una declaración de utilidad pública y que demuestren una antigüedad que, como mínimo, supere los tres años. Estos parámetros dan tranquilidad a las entidades y, por extensión, a sus clientes. La actividad de la Obra Social de las cajas de ahorros está regulada y documentada en informes periódicos que se remiten al Banco de España.
La seguridad y la transparencia en el manejo del dinero resultan fundamentales para todos los bancos y cajas de ahorros, más aún cuando funcionan como intermediarios financieros entre sus clientes y las ONG. Por ese motivo, antes de que una entidad registre a una asociación como beneficiaria de sus rendimientos, se cerciora de que sea fiable, tenga trayectoria y trabaje de manera activa en beneficio de la comunidad. En general, se les exige que estén constituidas como tales, que cuenten con una declaración de utilidad pública y que demuestren una antigüedad que, como mínimo, supere los tres años. Estos parámetros dan tranquilidad a las entidades y, por extensión, a sus clientes. La actividad de la Obra Social de las cajas de ahorros está regulada y documentada en informes periódicos que se remiten al Banco de España.
Los bancos, que por su constitución no están obligados a desarrollar actividades de obra social, funcionan de un modo distinto y son más conservadores. En todos hay cuentas abiertas por ONG, pero no siempre se establecen mecanismos para ordenar transferencias de dinero. Cualquier cliente puede decidir qué hacer con su capital, dónde invertirlo o a qué causa donarlo, pero el banco no tiene potestad para operar con las cuentas de sus clientes, ni con sus rendimientos. Así lo explican desde Banesto, Santander y Banco Popular, tres entidades miembro de la AEB. Estos bancos coinciden al indicar que no hay mecanismos automáticos de solidaridad y descartan que puedan redirigir el dinero de un capital privado a proyectos sociales ya que la única persona habilitada para ello es el propio cliente.
Otra cuestión es el compromiso del banco con la sociedad y sus políticas sociales, tanto las permanentes como las puntuales. En las primeras se engloba el programa "Solidaridad x2" de Banesto, mediante el cual, cualquier donativo a las cuentas abiertas por las ONG se duplica de modo automático a través de los fondos de la Fundación del banco. Si una persona deposita 1.000 euros, la fundación depositará otros 1.000. Cuando se realizan transferencias o ingresos con fines benéficos, las transacciones están libres de gastos y comisiones de envío.
Abrir una cuenta o contratar un plan de pensiones se traduce, en algunos casos, en desarrollo social. Algunos bancos ceden una parte de las comisiones de gestión a objetivos solidarios. En cuanto a las políticas puntuales, destaca el caso de Haití que, por reciente y dramático, ha dado lugar a numerosas iniciativas bancarias. Además de los proyectos habituales impulsados por las entidades, se han creado campañas específicas de ayuda para los damnificados, se ha donado dinero y se ha apoyado a las causas iniciadas por asociaciones como Unicef, Cruz Roja o Médicos Sin Fronteras.
Más allá de las diferencias entre entidades, o entre bancos y cajas, es fundamental informarse acerca de los proyectos que apoyan, si hay más de una iniciativa en marcha y si es posible elegir. Aunque todas dirijan sus esfuerzos al desarrollo social, en mayor o menor medida, la variedad es enorme. No es lo mismo invertir en cultura o en restauración de edificios históricos, que sumarse a los proyectos ecologistas, donar dinero a iniciativas de educación o ayudar a paliar la desnutrición infantil. Todas estas áreas forman parte del progreso humano, pero se relacionan con distintos aspectos y siempre se siente más afinidad por unos que por otros.
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