28.6.08

Cómo ahorrar en un restaurante

Comer a cuerpo de rey... con salario de plebeyo

El precio de un menú puede reducirse a la mitad si se reserva "online" o se aprovechan las ofertas especiales de determinados días de la semana

Ahorrar dinero en las compras o en los servicios cotidianos es algo bastante sencillo para quienes saben administrarse bien. Pero la vida es más que rutina, y, a pesar de que los cumpleaños, las despedidas o alguna ocasión especial son motivo de festejo, también pueden convertirse en un desagradable aprieto financiero. O, cuando menos, en un momento incómodo. La austeridad de toda una semana -a veces, de todo un mes- puede venirse abajo tras una salida costosa; de hecho, sucede con más frecuencia de la que muchos desearían. Así, una cena romántica, una comida de trabajo, unos pinchos con amigos o una celebración familiar que tengan como escenario un restaurante son capaces de saciar el apetito mientras ponen a dieta la cartera. Pero hay algunas recetas para evitarlo como la reserva de mesa "online", la elección de un local en función de su ubicación o las salidas a cenar en determinados días de la semana, que pueden reducir el precio de un menú a la mitad.

Planificar y reservar por Internet
Con un poco de imaginación cualquier celebración puede hacerse sin tener que acudir a un restaurante -una comida tipo "picnic" en el campo o una cena en casa a la luz de las velas solucionan muchos problemas y hasta gozan de cierto encanto-, pero no siempre es posible escapar de la mesa, el mantel y la factura. La pregunta es, ¿se puede ahorrar en un restaurante sin llegar al extremo de colocar una mosca en la sopa, hacerse pasar por crítico de cocina, fregar los platos del local o salir corriendo a mayor velocidad que el mesonero? La respuesta es que sí.

La planificación es la mejor receta para pagar menos por una comida o una cena. Disponer de cierto tiempo de antelación permite prever la salida, calcular cuánto es lo máximo que se está dispuesto a gastar y buscar con un poco de calma diferentes opciones que se ajusten al presupuesto. Al igual que sucede con las compras, buena parte de los excesos en los restaurantes se originan en elecciones improvisadas y en el impulso del momento. Basta con tener unos días de margen, y algo de paciencia, para descubrir que establecimientos de similar categoría tienen precios muy distintos entre sí.

En el terreno de las previsiones, las reservas anticipadas desempeñan un papel muy importante; tanto, que el precio final de la cena puede reducirse a la mitad. Si bien es cierto que en el mundo de la gastronomía existe una idea muy arraigada que vincula a las reservas con la noción de "lugar caro" o "salida numerosa", también es verdad que, de un tiempo a esta parte, numerosos restaurantes brindan descuentos muy apetecibles por el mero hecho de hacer una reserva "online". En efecto, las rebajas por anticipación ya no se ciñen solamente al ocio y la cultura. Algunas páginas que promocionan hoteles y vuelos baratos han diversificado su oferta y cuentan ya con cientos de restaurantes registrados con distintos descuentos en casi todas las ciudades de España.

Uno de estos sitios web -el primero que lanzó el servicio- ofrece alternativas en más de 2.000 establecimientos así como la posibilidad de que el usuario los elija por precio, ciudad, zona, ambiente o tipo de comida. Los descuentos oscilan entre el 5 y el 50% sobre el precio habitual de la carta y varían en función del restaurante, el día de la semana y la hora, pues los almuerzos son más baratos que las cenas. Algunos ejemplos tomados al azar son muy útiles para ilustrar el mecanismo:
  • Madrid: el coste del menú degustación de un local de comida italiana ubicado en el corazón de la ciudad se reduce exactamente a la mitad (de 40 a 20 euros) por el mero hecho de hacer la reserva "online".

  • Barcelona: el precio de un conocido restaurante situado en el puerto desciende de 45 a 36 euros los martes y miércoles.

  • Valencia: un local de comida árabe con mucho encanto ofrece descuentos del 10% en las reservas anticipadas para los lunes, martes y miércoles.
Las oportunidades se diseminan a lo largo y ancho del país, donde muchos restaurantes y bares de tapas sacian el apetito por menos de 15 euros.

La ventaja de estos sistemas -además de sus precios- es que toda la información está centralizada en el ordenador de casa y que, una vez hecha la reserva, no hace falta ni siquiera llamar al restaurante para pedir una mesa. Los promotores de la iniciativa recomiendan, no obstante, confirmar la oferta contratada al llegar al establecimiento para evitar sorpresas, y señalan que es muy importante la puntualidad, pues un retraso de más de 15 minutos da derecho al local a cancelar la promoción pactada. A su vez, y aunque algunos de estos descuentos parezcan poco rentables para los dueños de los restaurantes, lo cierto es que las ofertas de este tipo aseguran tener clientes en los días menos activos de la semana y dar a conocer sus platos estrella y sus servicios.

Hora, día y lugar
Hay otros modos de ahorrar sin tener que hacer reservas virtuales y, para ello, el calendario y el callejero son dos leales aliados. En términos generales, las comidas son más asequibles que las cenas (en ocasiones, hasta un 40% más baratas), así que todos aquellos compromisos que se puedan desviar al mediodía resultarán igual de sabrosos al paladar, pero más provechosos para el bolsillo. A su vez, los días de la semana inciden también en los costes. Los restaurantes, usualmente, aumentan los precios del menú en los festivos y los fines de semana, mientras que abaratan la carta en las jornadas de menor demanda, como los martes y miércoles. Si el motivo de la comida no está ligado a una fecha exacta, es posible disfrutar de un buen plato por un precio bastante inferior al que se pagaría en los días de fiesta.

Por otra parte, la ubicación del restaurante es un factor de carestía. En algunos de ellos el lugar va incluido en el precio, ya que ofrecen, además de la comida, un entorno o unas vistas codiciadas. Sin embargo, la elección geográfica del local no tiene por qué producirse solamente por la negativa; es decir, por aquello de que un barrio sea "chic" o caro y que ello se convierta en un impedimento al salir. Una estrategia muy útil para elegir un sitio bonito pasa por buscar establecimientos que se encuentren en zonas con una alta concentración de empresas y oficinas. En dichos enclaves también existe un gran número de restaurantes que se preocupan por ofrecer menús más asequibles, pues apuestan por satisfacer la demanda de los clientes habituales: quienes trabajan en el entorno. Aunque no todos los locales brindan igual calidad en el servicio o los platos, sí tienen buenos precios y, muchas veces, comida casera y atención familiar.

Menú del día y menú degustación
El tipo de restaurante elegido y apetito del comensal son dos cuestiones que se deben tener en cuenta para ahorrar en una salida. La mayoría de los locales tiene, además de la carta, un menú sugerido o "del día". Si el cliente desea una comida completa -entrante, plato principal, bebida y postre-, estos menús son ideales, pues resultan mucho más económicos que la elección de especialidades a la carta. Aunque la variedad se reduce a tres o cuatro platos distintos, el coste también disminuye sin que la calidad sea menor. No obstante, si se quiere disfrutar de un único plato o no se tiene gran interés por los vinos y los postres, es conveniente echarle un vistazo a la carta. En ese supuesto, es probable que la elección específica acabe siendo más rentable.

El menú degustación es otra alternativa interesante a la hora de salir a comer. Quizá no sea la más barata de todas, pero sí equilibra muy bien la relación coste-beneficio, especialmente en los locales de prestigio donde se ofrece cocina de autor. Algunas veces, el motivo de la comida o la cena requiere elegir un establecimiento de renombre y eso puede suponer un problema; sobre todo a fin de mes. La elección de platos a la carta en restaurantes distinguidos no está al alcance de cualquiera y, llegado el caso, es bastante probable que con tantas especialidades sabrosas resulte muy difícil escoger. Los menús degustación resuelven situaciones de este tipo. Por un lado, permiten probar varios platos y postres sugeridos por el chef. Por otro, el precio está determinado de antemano y suele ser menor al coste final que supondría una comida o una cena al uso.

Atreverse con las novedades
"Más vale lo malo conocido que bueno por conocer", versa un refrán. El dicho popular alude al miedo de probar cosas nuevas, aunque no precisa hasta qué punto ese temor puede resultar algo caro. Atreverse con la novedad en el sector hostelero redunda muchas veces en un notable beneficio para los clientes. Tanto los pequeños establecimientos como los que forman parte de grandes cadenas suelen ofrecer buenos descuentos para promocionar una inauguración o una reciente apertura. Algunas veces restan un determinado porcentaje sobre el precio final. Otras, lanzan un menú fijo con bonificación de "2x1" u ofrecen una copa o un café sin coste, como "atención de la casa". Asimismo, algunos restaurantes con servicio buffet resultan muy económicos. En estos locales, la incomodidad de levantarse de la mesa y servirse uno mismo se compensa con el bajo coste del tique, la amplia variedad de recetas y la posibilidad de comer hasta el hartazgo.

Detalles que importan
Si bien la planificación es el factor que más incide a favor de los clientes, lo cierto es que no siempre se puede prever una comida. En ocasiones, las citas surgen sin previo aviso y sin posibilidad de posponerlas, o también puede ocurrir que sea otra persona la que escoja el restaurante. Las situaciones de este tipo se producen a menudo pero, incluso en estos casos, también es posible ahorrar.

La elección de los platos es un punto decisivo. Dependiendo del lugar y la temporada, algunas especialidades serán más baratas que otras. Evitar los platos que se basen en productos que escasean o aquellos que estén hechos con ingredientes habitualmente costosos puede reducir significativamente los costes. Asimismo, si los comensales tienen cierta confianza entre sí, siempre pueden pedir un entrante para compartir. Además de los platos, las bebidas que se eligen también son importantes para el ahorro. Beber agua es más barato que beber vino y, en algunos restaurantes, la decisión puede disminuir de manera significativa el importe final. Por último, prescindir del aperitivo y de las copas tras el café aliviará bastante al bolsillo, ya que los cócteles y licores son habitualmente caros.

27.6.08

"Al preguntar por los árabes, los jóvenes son más sinceros"

Sin decir ni una palabra, Yasmina Elhandi resume la esencia de la interculturalidad. Hija de un libio y una vasca, esta joven estudiante de Ciencias Políticas es la prueba de que la integración es posible y existe. «La globalización nos parece un fenómeno reciente y actual, pero nos olvidamos de Marco Polo y sus viajes», señala.

«Mi padre pertenece a una generación de libios que vino a España en la década de los setenta con becas del Gobierno para estudiar. Muchos de ellos se enamoraron aquí y se casaron, como pasó en mi familia. En nuestro caso, cuando mi padre terminó sus estudios, nos fuimos a vivir a Libia. Regresamos de manera permanente en 1996, aunque veníamos aquí a pasar todos los veranos». La charla con Yasmina Elhandi comienza con este pequeño relato cargado de información.

El encuentro tiene lugar en el Edificio Ensanche, en Bilbao, donde esta semana se han concentrado varias actividades y exposiciones del II Festival 'Gentes del Mundo'. Entre ellas, una muestra cultural organizada por el Centro Vasco Árabe Libio y la Fundación de Cultura Islámica. Como miembro de la colectividad libia en Euskadi, la joven se ha dedicado durante estos días a impartir un taller de escritura árabe y, sobre todo, a despejar las dudas y los estereotipos que existen sobre el modo de vida y el Islam.

«Lo que me gusta de esta exposición es que no se centra solamente en el plano religioso, sino que aborda todos los aspectos culturales. Muchas veces se liga a los árabes con la fe musulmana, pero son dos conceptos distintos. Ser árabe es una nacionalidad. Las creencias son optativas», dice. Y para hacer esta idea más clara, precisa que también hay árabes judíos y cristianos, aunque no se suela reparar en ellos.

«Tras los atentados del 11-S hubo una explosión de prejuicios», lamenta. De ahí que el Centro Vasco Árabe Libio haya nacido ese año, en 2001. «La idea era hacer hincapié en la buena relación que siempre ha existido entre los vascos y los libios, difundir nuestra cultura y contrarrestar el miedo con información», enumera. Y esa ha sido, justamente, su labor de esta semana.

«De toda la gente que ha visitado la muestra y me ha preguntado por la cultura árabe, los más sinceros han sido los jóvenes -confiesa-. De alguna manera, ellos te dicen las cosas que piensa todo el mundo pero que nadie se atreve a mencionar». Por ejemplo, la idea de que las mujeres árabes sufren malos tratos o que la sociedad islámica es demasiado machista. «Aunque cada país es un mundo, y los árabes estamos apegados a las tradiciones, sí se han producido realmente cambios porque las sociedades se rejuvenecen. Además, la religión islámica siempre fue muy adelantada. Cuando explico que el Profeta se casó con una mujer viuda, quince años mayor que él y dueña de su propio negocio, la gente flipa».

Otro dato que resulta curioso es la prohibición de 'matar' árboles. «Sí, árboles -repite Yasmina-. Suena un poco raro, pero la cultura islámica es muy ecologista». Y pacifista, ya que «Islam significa paz».

Camello y parabólicas
Luego están las confusiones más inofensivas, «como creer que Libia y Líbano son el mismo país», o las imágenes más arraigadas, que les vinculan al desierto. «Todavía recuerdo cuando era niña y venía de vacaciones. Me llamaba la atención que aquí no existieran muchos adelantos tecnológicos y que, sin embargo, la gente siempre me preguntara si viajábamos en camello. No entendía lo del camello... ¡si en casa teníamos dos antenas parabólicas!», exclama divertida. Aun así, Yasmina sostiene que ambas culturas pueden coexistir sin ningún tipo de problemas. «El mundo es para las personas y hay que disfrutarlo libremente. Aunque nazcas en un sitio, ante todo eres ciudadano universal», concluye.

26.6.08

Venecia de Película

«Nunca olvidaré la ciudad porque allí supe que seré abuela este año»

Como casi todo el mundo, Concha Velasco pensaba que Venecia era un destino romántico; un lugar para conocer de a dos. Y tan convencida estaba de ello que no dudó en escribirle a su ex marido, a sus amigos y a algún que otro pretendiente unos mensajes que versaban: 'Si me llevas a Venecia, soy capaz de cualquier cosa'. «Había estado varias veces en Italia, pero nunca en esa ciudad, con la que tenía una asignatura pendiente, una especie de obsesión», confiesa. De ahí «los mensajillos» que, a pesar de las promesas, no le dieron resultado.

«Ninguno me hizo caso, así que decidí ir yo sola. Había pasado algunos años con problemas personales y sentí que era el momento de viajar». Resignada a hacer el tour en solitario, Concha fue hasta una agencia de viajes y compró un paquete a su medida: «Quería ir a los mismos sitios que Catherine Hepburn en 'Locuras de Verano' y hospedarme en el famoso hotel Cipriani», relata. Pero cuando sus hijos se enteraron del plan, se sumaron a la aventura. «Ellos y sus novias; los cuatro», precisa la actriz.

Por supuesto, no era el viaje de amor con el que había soñado, «pero fue muy bello -asegura-, pues ocurrió algo muy especial: mi hijo Francisco y su novia me dieron la noticia de que serán padres... ¡allí me enteré de que voy a ser abuela en noviembre!», adelanta con un tono que rebosa felicidad. «Como te podrás imaginar, de todos los viajes que he hecho, éste fue el que me dejó la huella más profunda».

Arropada por sus hijos y sus nueras, Concha navegó por los canales venecianos, caminó por las callejuelas y conoció la Plaza de San Marcos; un enclave «espectacular». «Es igual a lo que ves en las películas. No está en obras ni la están restaurando. Es genuina, como el resto de la ciudad, con sus góndolas y sus canales. Todo es tal cual se ve en la pantalla y creo que por eso me gustó. Tantas veces la había visto en el cine que, al llegar, sentí que había estado allí siempre».

El viaje se desarrolló en Semana Santa, una época del año «complicada» por la presencia masiva de turistas, pero «fantástica» porque ofrece experiencias irrepetibles. Por ejemplo, ir a misa en la basílica de San Marcos, el principal templo católico de la ciudad que, además, «está cargado de historia». Nada menos que 1180 años de aportaciones artísticas, humanas y arquitectónicas.

Pero Concha supo también rendirle culto a los cócteles; en especial, al 'Bellini', inventado por Ernest Hemingway. «En realidad, los probamos todos y son deliciosos -dice-. Eso sí, mi recomendación es que vayas acompañado por alguien que te sostenga al salir», agrega entre risas. «La verdad, fue un viaje increíble y todo salió de maravillas. Volví a mi casa en Madrid llena de felicidad, convencida de que Venecia me había estado esperando para vivirla así, con mis hijos, que me consintieron en todo, y con esa gran noticia».

Para Concha Velasco, hay tres paradas obligadas en Venecia: la Plaza de San Marcos, el Hotel Cipriani (donde se come muy bien) y el bar Harry's, en la calle Valleresso, donde se bebe mejor. «El hotel y el bar son un poquito caros, pero valen la pena. No te puedes ir de allí sin probar el famoso 'Bellini' de Hemingway», dice.

21.6.08

"Tuve suerte y mi integración fue a través de la música y la vida cultural"

Llegó a España en 2000, con una invitación de la UNESCO para participar en un proyecto de música internacional en Valencia. Ya entonces, a sus 25 años, Carolina Fetescu se había graduado en el Conservatorio Superior de Moldavia. Actualmente, dirige la coral Andra Mari de Gernika.

Cincuenta días. Ese era el tiempo de validez de su visado y fue también lo que necesitó para decidir que se quedaría. «No estaba en mis planes», asegura. Mucho menos tenía previsto que, de todas las ciudades europeas, acabaría residiendo en Gernika. En aquel momento, Carolina Fetescu sólo sabía dos cosas: que la música era lo suyo y que podía comerse el mundo. «Tenía 25 años y sentía que todo era posible si me empeñaba en conseguirlo», precisa.

El proyecto cultural de la UNESCO consistía en formar un coro de 80 personas provenientes de diversos países. Entre ellas, Carolina, que viajó en representación de Rumanía, aunque había nacido en Moldavia. «Cuando se lanzó la convocatoria, yo estaba en Bucarest. Había terminado un master y dirigía un coro de cámara. Me presenté porque me pareció interesante, y fue una sorpresa que me seleccionaran. La verdad, no lo esperaba», confiesa.

Para viajar a Valencia -sede central del proyecto-, necesitaba un visado de un mes, pero las autoridades le concedieron uno de cincuenta días y, con ello, la posibilidad de conocer otros lugares de España cuando acabara la agenda de conciertos. En ese periodo tan breve, su visión sobre el mundo cambió. «Por un lado, vi otros modos de hacer música coral y entré en contacto con estilos y con ritmos diferentes. Por otro, comprendí que Moldavia y Rumanía no estaban del todo bien, que mis posibilidades allí eran menores».

Tras el último concierto, llamó a su familia, que se encontraba en Chisinau, y le pidió los datos de contacto de algunos amigos suyos de la infacia que residían en España. «Tenía veinte días para recorrer el país y visitarles», señala. Así fue hasta Barcelona y, después, cogió un autobús a Bilbao. «Me enamoré de la ciudad ni bien la vi. Justo era Semana Grande, pleno verano, y todos estaban de fiesta. Me quedé en casa de unos amigos que vivían en Gernika y pasé unos días maravillosos, recorriendo museos y yendo a conciertos. Fue como una excursión continua», recuerda.

Entonces comenzó a pensar, cada vez con más intensidad, en la posibilidad de quedarse. «Lo decidí aquí y fue por miedo. Estaba tan lejos de casa y era tan difícil venir, que temí no poder repetir el viaje. También sentí que era el inicio de algo nuevo, de una etapa diferente para mí».

Un año especial
Carolina empezó a buscar agrupaciones musicales y, "como dicen los italianos: 'Qui cerca, trova'... (El que busca, encuentra...). Un día, al salir de misa en Gernika, oyó a un coro cantar. Esperó fuera del edificio hasta que salieron los integrantes, se presentó y así inició su andadura con la sociedad que, desde 2005, dirige. «Mi integración fue a través de la música y la vida cultural -explica-. El coro me acogió muy bien y me sentí una más, como de toda la vida. Todos han sido muy cálidos conmigo».

El año 2005 fue, para ella, el del éxito y la estabilidad. Además de aceptar la dirección del Andra Mari, se casó y comenzó a trabajar en Biltzen, el Centro de Coordinación de Iniciativas Comunitarias en Mediación y Educación Intercultural que promueve el Gobierno vasco. Desde ese lugar, Carolina siente que su labor es muy útil, pues tiene la posibilidad de ayudar a personas de Europa del Este que «están desorientadas y necesitan información».

A su vez, recuerda que la próxima semana tendrá lugar en Bilbao el segundo festival 'Gentes del Mundo'. «Habrá una oferta cultural muy amplia y todos podremos conocer otros modos de vivir. Para el colectivo de Moldavia será una oportunidad de tender lazos».

12.6.08

"Antes que inmigrantes o políticos, somos personas"

Se marchó de su país cuando tenía 20 años, aunque jamás se planteó que fuera «para siempre». Con la revolución sandinista azotando Nicaragua, la idea de Mayra Cruz Robelo era quedarse aquí un par de años para, luego, regresar. Hoy lleva 18 como residente en Euskadi y es edil del área de Bienestar Social en Zarautz.

Hizo su primer viaje a España gracias a un convenio de intercambio cultural que habían suscrito la Universidad de Santiago de Compostela con la Universidad Centroamericana de Nicaragua. Por ese entonces -hace dos décadas-, Mayra era estudiante de Psicología Humanista y no tenía una meta clara de marcharse de su país. De hecho, tras acabar el periodo de la pasantía, volvió a Managua a continuar con sus obligaciones.
Ya instalada en la capital nicaragüense, hizo amistad con unos sociólogos y psicólogos catalanes que se encontraban trabajando allí. La relación, que además era profesional, derivó en que ocho meses después la invitaran a colaborar con ellos en Cataluña. «Mi madre no estaba de acuerdo y no me apoyó -recuerda Mayra-. Una cosa era la beca, que tenía unas fechas concretas, y otra cosa era esto. Yo era muy jovencita todavía y a ella no le gustó mucho que me fuera a vivir tan lejos». De todas formas, lo hizo, aunque reconoce que no se imaginaba que acabaría quedándose aquí.

El plan era vivir en Barcelona... hasta que conoció San Sebastián y la belleza de la capital guipuzcoana la sedujo con su encanto. «Me atrajo más; me gustó mucho», confiesa. Y decidió que viviría allí, aunque tardó un año en instalarse. «Conseguí trabajo como 'canguro' de un niño que tenía síndrome de Down; una maravilla de chaval. Sus padres, que eran de Donostia, viajaban mucho por razones laborales e iban a instalarse un año en París, así que me ofrecieron ir con ellos para cuidar al niño».

La oferta le pareció tentadora. Además de tener un buen sueldo y poder conocer a fondo la 'ciudad luz', estar a cargo del pequeño le suponía una satisfacción profesional, ya que se había especializado en la atención a niños discapacitados. «Fue un año muy bueno y bonito. La pareja era excepcional y se portó muy bien conmigo», asegura. Pero el siguiente destino estaba en Turquía y a Mayra le pareció «demasiado lejano», así que regresó a Donostia.

«Se me había vencido mi permiso como estudiante, busqué trabajo y, al cabo de un año, pude legalizar los 'papeles'. Me lancé a trabajar de comercial, de dependienta, incluso de esteticista... Hice de todo -recuerda con simpatía- y todavía conservo la agendas en las que apuntaba los números de teléfono y las ofertas de trabajo».
De 'canguro' a edil
Su destino laboral, no obstante, la aguardaba en el Ayuntamiento de Zarautz. «La política siempre me interesó, incluso desde pequeña, cuando vivía en Nicaragua. Un día se me ocurrió dar el paso y retomar la actividad; fui a la sede del PSE, me afilié y comencé a trabajar activamente por el partido», resume. Años después, Mayra integró una de las listas en las elecciones municipales y fue elegida para ocupar un cargo en el consistorio. «Me ilusiona poder hacer cosas y ayudar a mejorar la realidad», explica ahora, cuando transita por su segunda legislatura como concejala del área de Bienestar Social.

Su trabajo, además, se centra en temas relacionados con la inmigración, algo que le toca de cerca y que conoce por experiencia. Como mujer y extranjera que es, Mayra asume que su puesto de trabajo no es usual y siente que, desde ese lugar -el del debate, el proyecto y la toma de decisiones-, tiene mayor capacidad que otras personas para incidir positivamente en la vida quienes vienen de fuera. «Si te mueves bien con tus compañeros y si hay voluntad, se pueden hacer cosas maravillosas; casi todo es posible. En Zarautz tenemos un cogobierno y eso exige hablar mucho y aprender a negociar. Y se puede, porque antes que inmigrantes o políticos, somos seres humanos».

7.6.08

"Si quería vivir bien, debía adaptarme y ser una más"

Para Elizabeth Pabón, el salto fue pronunciado. De ingeniera industrial a hostelera y de su casa, en Venezuela, a Bilbao. Todo en menos de cuatro años y sin previa intención de emigrar. El Gobierno de Chávez movió la base de su economía, pero fue otra persona -un bilbaíno- quien la motivó a dejar su país. “Nunca en la vida me había planteado viajar hasta que le conocí”, confiesa.

Todo empezó con una frase que le sorprendió por caballerosa: 'Buenas noches, bella dama, ¿me permite hablar con usted?' El escenario, sin embargo, no era el jardín de un palacio y tampoco transcurría el siglo XVIII. La primera vez que él le habló, ella estaba en un cibercafé de Venezuela, conectada a Internet, para comunicarse con su hermana, que se había ido a vivir a Barcelona. «Me escribía seguido con ella y trataba de ayudarla a buscar ofertas de trabajo», recuerda.

Entonces apareció él con esas palabras «tan bonitas» que le hicieron pensar a Elizabeth que «era de otro planeta». Y casi acierta porque, si bien no era de otro mundo, se encontraba al otro lado de la tierra, en Bilbao. «Empezamos a escribirnos con frecuencia y seguimos chateando unos meses, hasta que, al final, pasábamos frente al ordenador casi seis horas al día».

Llegados a ese punto, decidieron que debían encontrarse. El plan inicial consistía en que él fuera a Venezuela, aunque poco antes de viajar lo canceló. «Sintió miedo -relata ella- y me dijo como excusa que le había surgido una oportunidad de trabajo en Alemania. Me enojé mucho y nos peleamos». Pero el enfado les duró poco y dio paso al 'plan b'. Acordaron que ella vendría.

Aterrizó en el aeropuerto de Barajas en 2004, y él fue a recibirla en Madrid. «Pasamos juntos una semana estupenda recorriendo la ciudad y los alrededores; fuimos a Aranjuez, a Toledo y, al final, a Barcelona, donde estaba viviendo mi hermana». Tras pasar esos días de encuentro, Elizabeth se quedó en Cataluña y su chico regresó a Bilbao. Nuevamente, la distancia les duró muy poco.

«Vine aquí y conseguí mi primer trabajo como mesera. Yo no sabía nada de hostelería, pero la dueña del local vio algo en mí y me dio la oportunidad de aprender. Mi chico y yo alquilamos un piso por un año en Sanfuentes y nos dijimos 'vamos a probar'. Decidimos pagar todo a medias y ver qué tal nos llevábamos en la convivencia». Y resultó que se llevaban bien, aunque tenían un asunto pendiente: «mi hijo, que tenía seis meses cuando me fui del país y ahora había cumplido un añito y medio. Aunque estaba aquí muy bien y muy enamorada, ya no aguantaba más tiempo lejos de él».

El compromiso
Elizabeth se casó en 2005 y viajó con su marido a Venezuela para buscar al niño. «En realidad -corrige- mi esposo fue allí quince días después. Durante esas dos semanas se quedó pintando el piso que compramos en Portugalete y acondicionando la habitación de mi pequeño. Es increíble, pero se ha hecho cargo de su paternidad al cien por cien y, hoy en día, son padre e hijo. Mientras hablamos tú y yo, él está en una actividad de la escuela; es su aita», dice.

Hace un año, después de trabajar en varios locales de hostelería, Elizabeth abrió su propio mesón. «Es un local típicamente vasco, donde se sirve comida de aquí. Sabía que si quería vivir bien, debía adaptarme y convertirme en una más. Pese a todo, mi proceso de adaptación fue muy duro porque yo era feliz en Venezuela, estaba muy vinculada con la gente, tenía un trabajo estable y en mi familia siempre era la que organizaba la fiesta».
Cuando Chávez llegó al poder, la economía «se vino a pique», relata. «Y sí, al principio es difícil tener una carrera y trabajar en otra cosa, pero estoy muy feliz. Llevo mi propio restaurante, tengo una familia sólida y estoy casada con un hombre que tiene unos valores impresionantes. Aunque a veces aún lloro porque extraño a mi país, me considero una persona muy afortunada y, además, dudo mucho que pueda regresar a Venezuela y adaptarme».