Hizo su primer viaje a España gracias a un convenio de intercambio cultural que habían suscrito la Universidad de Santiago de Compostela con la Universidad Centroamericana de Nicaragua. Por ese entonces -hace dos décadas-, Mayra era estudiante de Psicología Humanista y no tenía una meta clara de marcharse de su país. De hecho, tras acabar el periodo de la pasantía, volvió a Managua a continuar con sus obligaciones.
Ya instalada en la capital nicaragüense, hizo amistad con unos sociólogos y psicólogos catalanes que se encontraban trabajando allí. La relación, que además era profesional, derivó en que ocho meses después la invitaran a colaborar con ellos en Cataluña. «Mi madre no estaba de acuerdo y no me apoyó -recuerda Mayra-. Una cosa era la beca, que tenía unas fechas concretas, y otra cosa era esto. Yo era muy jovencita todavía y a ella no le gustó mucho que me fuera a vivir tan lejos». De todas formas, lo hizo, aunque reconoce que no se imaginaba que acabaría quedándose aquí.
El plan era vivir en Barcelona... hasta que conoció San Sebastián y la belleza de la capital guipuzcoana la sedujo con su encanto. «Me atrajo más; me gustó mucho», confiesa. Y decidió que viviría allí, aunque tardó un año en instalarse. «Conseguí trabajo como 'canguro' de un niño que tenía síndrome de Down; una maravilla de chaval. Sus padres, que eran de Donostia, viajaban mucho por razones laborales e iban a instalarse un año en París, así que me ofrecieron ir con ellos para cuidar al niño».
La oferta le pareció tentadora. Además de tener un buen sueldo y poder conocer a fondo la 'ciudad luz', estar a cargo del pequeño le suponía una satisfacción profesional, ya que se había especializado en la atención a niños discapacitados. «Fue un año muy bueno y bonito. La pareja era excepcional y se portó muy bien conmigo», asegura. Pero el siguiente destino estaba en Turquía y a Mayra le pareció «demasiado lejano», así que regresó a Donostia.
«Se me había vencido mi permiso como estudiante, busqué trabajo y, al cabo de un año, pude legalizar los 'papeles'. Me lancé a trabajar de comercial, de dependienta, incluso de esteticista... Hice de todo -recuerda con simpatía- y todavía conservo la agendas en las que apuntaba los números de teléfono y las ofertas de trabajo».
De 'canguro' a edil
Su destino laboral, no obstante, la aguardaba en el Ayuntamiento de Zarautz. «La política siempre me interesó, incluso desde pequeña, cuando vivía en Nicaragua. Un día se me ocurrió dar el paso y retomar la actividad; fui a la sede del PSE, me afilié y comencé a trabajar activamente por el partido», resume. Años después, Mayra integró una de las listas en las elecciones municipales y fue elegida para ocupar un cargo en el consistorio. «Me ilusiona poder hacer cosas y ayudar a mejorar la realidad», explica ahora, cuando transita por su segunda legislatura como concejala del área de Bienestar Social.
Su destino laboral, no obstante, la aguardaba en el Ayuntamiento de Zarautz. «La política siempre me interesó, incluso desde pequeña, cuando vivía en Nicaragua. Un día se me ocurrió dar el paso y retomar la actividad; fui a la sede del PSE, me afilié y comencé a trabajar activamente por el partido», resume. Años después, Mayra integró una de las listas en las elecciones municipales y fue elegida para ocupar un cargo en el consistorio. «Me ilusiona poder hacer cosas y ayudar a mejorar la realidad», explica ahora, cuando transita por su segunda legislatura como concejala del área de Bienestar Social.
Su trabajo, además, se centra en temas relacionados con la inmigración, algo que le toca de cerca y que conoce por experiencia. Como mujer y extranjera que es, Mayra asume que su puesto de trabajo no es usual y siente que, desde ese lugar -el del debate, el proyecto y la toma de decisiones-, tiene mayor capacidad que otras personas para incidir positivamente en la vida quienes vienen de fuera. «Si te mueves bien con tus compañeros y si hay voluntad, se pueden hacer cosas maravillosas; casi todo es posible. En Zarautz tenemos un cogobierno y eso exige hablar mucho y aprender a negociar. Y se puede, porque antes que inmigrantes o políticos, somos seres humanos».
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