21.6.08

"Tuve suerte y mi integración fue a través de la música y la vida cultural"

Llegó a España en 2000, con una invitación de la UNESCO para participar en un proyecto de música internacional en Valencia. Ya entonces, a sus 25 años, Carolina Fetescu se había graduado en el Conservatorio Superior de Moldavia. Actualmente, dirige la coral Andra Mari de Gernika.

Cincuenta días. Ese era el tiempo de validez de su visado y fue también lo que necesitó para decidir que se quedaría. «No estaba en mis planes», asegura. Mucho menos tenía previsto que, de todas las ciudades europeas, acabaría residiendo en Gernika. En aquel momento, Carolina Fetescu sólo sabía dos cosas: que la música era lo suyo y que podía comerse el mundo. «Tenía 25 años y sentía que todo era posible si me empeñaba en conseguirlo», precisa.

El proyecto cultural de la UNESCO consistía en formar un coro de 80 personas provenientes de diversos países. Entre ellas, Carolina, que viajó en representación de Rumanía, aunque había nacido en Moldavia. «Cuando se lanzó la convocatoria, yo estaba en Bucarest. Había terminado un master y dirigía un coro de cámara. Me presenté porque me pareció interesante, y fue una sorpresa que me seleccionaran. La verdad, no lo esperaba», confiesa.

Para viajar a Valencia -sede central del proyecto-, necesitaba un visado de un mes, pero las autoridades le concedieron uno de cincuenta días y, con ello, la posibilidad de conocer otros lugares de España cuando acabara la agenda de conciertos. En ese periodo tan breve, su visión sobre el mundo cambió. «Por un lado, vi otros modos de hacer música coral y entré en contacto con estilos y con ritmos diferentes. Por otro, comprendí que Moldavia y Rumanía no estaban del todo bien, que mis posibilidades allí eran menores».

Tras el último concierto, llamó a su familia, que se encontraba en Chisinau, y le pidió los datos de contacto de algunos amigos suyos de la infacia que residían en España. «Tenía veinte días para recorrer el país y visitarles», señala. Así fue hasta Barcelona y, después, cogió un autobús a Bilbao. «Me enamoré de la ciudad ni bien la vi. Justo era Semana Grande, pleno verano, y todos estaban de fiesta. Me quedé en casa de unos amigos que vivían en Gernika y pasé unos días maravillosos, recorriendo museos y yendo a conciertos. Fue como una excursión continua», recuerda.

Entonces comenzó a pensar, cada vez con más intensidad, en la posibilidad de quedarse. «Lo decidí aquí y fue por miedo. Estaba tan lejos de casa y era tan difícil venir, que temí no poder repetir el viaje. También sentí que era el inicio de algo nuevo, de una etapa diferente para mí».

Un año especial
Carolina empezó a buscar agrupaciones musicales y, "como dicen los italianos: 'Qui cerca, trova'... (El que busca, encuentra...). Un día, al salir de misa en Gernika, oyó a un coro cantar. Esperó fuera del edificio hasta que salieron los integrantes, se presentó y así inició su andadura con la sociedad que, desde 2005, dirige. «Mi integración fue a través de la música y la vida cultural -explica-. El coro me acogió muy bien y me sentí una más, como de toda la vida. Todos han sido muy cálidos conmigo».

El año 2005 fue, para ella, el del éxito y la estabilidad. Además de aceptar la dirección del Andra Mari, se casó y comenzó a trabajar en Biltzen, el Centro de Coordinación de Iniciativas Comunitarias en Mediación y Educación Intercultural que promueve el Gobierno vasco. Desde ese lugar, Carolina siente que su labor es muy útil, pues tiene la posibilidad de ayudar a personas de Europa del Este que «están desorientadas y necesitan información».

A su vez, recuerda que la próxima semana tendrá lugar en Bilbao el segundo festival 'Gentes del Mundo'. «Habrá una oferta cultural muy amplia y todos podremos conocer otros modos de vivir. Para el colectivo de Moldavia será una oportunidad de tender lazos».

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