El drama de la inmigración reunía ayer a un hombre que encontraba a su familia después de un mes, y a otro que perdía a su mujer al volcar una patera
Los puertos son lugares de encuentro y abandono. Algunas veces, el mar trae abrazos a tierra firme. Y otras, se los lleva para siempre. Como sucedió ayer en Fuerteventura, un lugar cuyas orillas saben mucho de contrastes, porque, día tras día, reciben vida, desgracia y muerte. En menos de veinticuatro horas los habitantes de Tuineje, en la isla de Fuerteventura, han visto cómo gira la moneda del azar. Esta vez, primero dio la cara. La de un inmigrante que volvía a tocar a su mujer y a su hija. Poco después mostró la cruz. La de otro hombre que ha perdido a su esposa en el mar. Su patera volcó.
Los puertos son lugares de encuentro y abandono. Algunas veces, el mar trae abrazos a tierra firme. Y otras, se los lleva para siempre. Como sucedió ayer en Fuerteventura, un lugar cuyas orillas saben mucho de contrastes, porque, día tras día, reciben vida, desgracia y muerte. En menos de veinticuatro horas los habitantes de Tuineje, en la isla de Fuerteventura, han visto cómo gira la moneda del azar. Esta vez, primero dio la cara. La de un inmigrante que volvía a tocar a su mujer y a su hija. Poco después mostró la cruz. La de otro hombre que ha perdido a su esposa en el mar. Su patera volcó.
La tragedia de la inmigración muestra su mejor perfil cuando una familia se reencuentra. Pero también puede girar con la misma facilidad que una embarcación cargada de gente. Puede dejar, en un instante, cuatro cruces, cuatro muertos y un futuro soñado que ya nunca será.
113 personas viajaban con destino a las costas de Fuerteventura repartidas en tres pateras. La primera de ellas fue interceptada por la Guardia Civil el viernes por la tarde, cuando se encontraba a siete millas y media de alcanzar su destino. Transportaba a 32 subsaharianos. Todos eran adultos y, casi todos, hombres. Entre ellos viajaba uno, Fana Omade, que, además de suplicar un futuro en España, venía en busca de su mujer y su pequeña. Tina y Faith habían hecho el mismo recorrido un mes atrás y estaban en el centro de acogida de la Cruz Roja. Hasta que llegó a puerto desconocía la suerte que había seguido, así que lo primero que hizo al llegar fue preguntar por ellas.
Voluntarios de la Cruz Roja y agentes de la Guardia Civil hicieron posible el reencuentro. Marido y mujer se fundieron en un abrazo sentido que despertó el aplauso espontáneo de todos quienes estaban presentes. Ausentes de las cámaras y el público, derramaron besos y lágrimas de alegría
de cara al mar que los trajo. La cruz llegaba apenas unas horas después, en la mañana de ayer. Dos pateras más se dirigían a Fuerteventura y ambas naufragaron. Los cuarenta ocupantes de la primera pudieron ser rescatados ilesos por los servicios de emergencia, que los trasladaron a tierra en una embarcación de la Guardia Civil. La patera navegaba a nueve millas de la costa cuando se produjo el siniestro.
Los ‘sin papeles’ que viajaban en la otra no tuvieron tanta suerte. Tres hombres y una mujer desaparecían en el mar cuando su embarcación volcó a quince millas de la costa. Los demás pasajeros fueron rescatados con vida por una unidad de Salvamento Marítimo, entre ellos, el compañero de la mujer que acababa de ahogarse. Según informaron fuentes de la Cruz Roja, el hombre tuvo que ser trasladado al Hospital General de Fuerteventura porque, al enterarse de la pérdida, sufrió una profunda crisis de ansiedad.
El vuelco de las dos pateras se produjo cuando ya habían sido interceptadas en alta mar. Al parecer, los inmigrantes se levantaron y se avalanzaron hacia el mismo lado, lo que desestabilizó las embarcaciones e hizo que se cayeran al agua. Los equipos de emergencia rastrearon la zona todo el día por mar y aire, pero no tuvieron éxito. La búsqueda de los cuatro desaparecidos se suspendió al anochecer. Los equipos de rescate tratarán hoy de hallar los cuerpos.
"Estaba obsesionado con ella y sólo querían estar juntos"
«¡Tina, Tina!». Lo único que Fana Omade repetía era el nombre de su mujer. «Estaba obsesionado preguntando por ella», recuerda Inmaculada Naranjo, la voluntaria de la Cruz Roja que hizo posible su reencuentro.
A Fana le dolían las piernas y un médico le atendía. Sin embargo, no dejaba de nombrarla. Cuando Inmaculada lo escuchó, se dio cuenta de que Tina era una de los inmigrantes acogidos por la Cruz Roja de Las Palmas. La conocía bien, a ella y a su pequeña, que habían llegado la isla el pasado 8 de noviembre. Entonces la fue a buscar, pero no la encontró. «Había salido, así que la buscamos entre todos. Incluso los demás inmigrantes colaboraron», recuerda. Finalmente, la voluntaria dio con ella y le avisó que su marido había llegado. «Le temblaban las piernas, se puso muy nerviosa y empezó a caminar para cualquier lado –explica–. Tuve que cortar el tráfico para que no le sucediera nada».
Fana y Tina se reencontraron en el muelle. «Cuando lo vio, se lanzó a sus brazos. No dejaban de besarse, fue algo espectacular». Una escena tan conmovedora que despertó el aplauso espontáneo de todos quienes la vieron. «Después les entregué a la niña. Él no dejaba de besarla mientras me miraba y me daba las gracias». El joven ghanés «sólo tenía palabras de gratitud». Y palabras para evitar una nueva separación. «Juntos, juntos», decía cuando trataban de explicarle que, primero deberá pasar un tiempo en el Centro del Matorral.
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