Bajo agua y con frío. Así amaneció Bilbao en un día marcado para la fiesta. A las nueve de la mañana los termómetros registraban siete grados de temperatura y, en las calles, cientos de coches detenidos veían pasar otros tantos paraguas por delante. Autobuses repletos. Manos cargando bolsas con productos del agro vasco. Ríos de gente confluyendo en El Arenal.
Pese a la hora y al clima, en la ciudad ya había síntomas de un festejo, organizado por la BBK, tan
típico como la lluvia bilbaína. La celebración de Santo Tomás convocó a miles de personas en el corazón de la ciudad. El gusto, el olfato y la curiosidad se dieron cita ante los 306 puestos de exposición y ventas donde más de un centenar de baserritarras presentaron sus tesoros. Allí, sobre el mostrador, fragmentos del campo vizcaíno llamaban la atención de un público netamente urbano.
Y allí, entre El Arenal y la Plaza Nueva, las hortalizas frescas de vivos colores pintaban el rostro del Casco Viejo. La lluvia no aguó la fiesta, pero sí el ánimo de algunos vendedores. Con frío y bajo el techo de sus puestos, mencionaban que las ventas no estaban saliendo tan bien como las del año pasado. «No sé si es por el clima, pero este año ha venido menos gente», comentaba Francisco Ortiz mientras se frotaba las manos para entrar en calor.
Varias personas se cobijaban en su tienda y observaban los quesos ofrecidos. Sin embargo, no los compraban. En el puesto de rosquillas instalado enfrente, los vendedores le plantaban cara al invierno con valentía. «Estamos aquí desde las seis de la mañana –decían–, pero con este mal tiempo no hemos podido vender mucho».
–¿Desde las seis de la mañana?
–Sí. Santo Tomás se celebra sólo un día al año y, si hace frío, hay que aguantar. A la una y media de la tarde, la lluvia dio un respiro a los paraguas y a la gente, que hacía con ellos malabares para poder degustar los típicos talos. Por un momento, lo único que inundaba el ambiente de la Plaza Nueva era el son de la txalaparta. Y la expectación, porque a esa hora se entregaron los premios a los distintos productores.
Este año, con novedad, pues además de las categorías tradicionales, los responsables de la feria otorgaron tres nuevas distinciones a los ganadores del concurso de explotaciones agrarias. La BBK galardonó con diez mil euros a tres firmas vascas por la mejor explotación animal y vegetal, además de una distinción al ‘joven productor’. Los ganadores recibieron el premio ante el aplauso
del público que calentaba el ambiente. «En estas distinciones especiales se tiene en cuenta la gestión que han hecho los productores a lo largo del año», explica Pedro Gorostiza, miembro del jurado. «Cotejamos, por ejemplo, si la explotación se adecúa a la conservación del medio ambiente o qué herramientas se utilizan», agrega.
El resultado del concurso de explotación fue decidido hace dos semanas pero, en las demás categorías, la dinámica fue distinta. Una veintena de jueces degustaron los productos a lo largo de la mañana, antes de ponerse de acuerdo y emitir un fallo. «Fue difícil elegir», apuntaba Gorostiza después de entregar los premios. Aún así, en el caso de las hortalizas no hubo sorpresas: Adela Andikoetxea se alzó con la distinción por decimocuarta vez consecutiva. Es una ‘veterana’ en esto de los reconocimientos y de las ferias porque, según relataba, va a todas las que hay en Vizcaya. «El próximo domingo me voy a Sestao. Después descansaré un poquito y luego comenzaré a preparar el terreno para encarar un nuevo año», explicaba sonriente. A su lado, José Antonio Torre recibía el premio al mejor txakoli del año. Y aunque el hombre aseguraba que «no hay secretos» para producir una ‘muestra de excelencia’, muchos de los presentes encontraron en su producto la clave para aumentar los grados y vivir la fiesta.
"Al final terminas gastando una fortuna sin darte cuenta"
En los puestos del mercado había «de todo». Y en la lista de precios, también. «¿Cinco euros por un kilo de tomates? ¡Estamos todos locos!», le decía Maritere a su marido. La pareja llevaba un par de horas recorriendo la feria bajo un paraguas diminuto.
–¿Qué han comprado?
–Dos botellas de txakoli, un bote de miel y medio kilo de queso... ¡Ah!, y también hemos comido unos talos.
–¿Y cuánto han gastado?
–¡Buf ! No lo sé. Un euro aquí, cuatro allí . Al final terminas gastando una fortuna sin darte cuenta.
«Las gallinas están más caras». «¿Has visto lo que cuesta un vaso de txakoli?». Como Iñaki y Maritere, muchos visitantes se quejaban de la subida de precios. Sin embargo, aunque el valor de ciertos productos se ha duplicado este año, muchos otros se han mantenido y, algunos, incluso, bajaron. La bolsa de caracoles, por ejemplo, se vendía ayer a tres euros menos que en la pasada celebración.
De un modo u otro, los costes no frenaron el consumo. Y, mucho menos, la curiosidad. Frente a los puestos de artesanías se atiborraban decenas de personas para comprar pendientes y brazaletes. O, también, objetos atípicos, como un masajeador capilar.
Desde la mayoría de los bolsos asomaban ramitas de muérdago que, para algunos, representaban
toda una novedad. «Esta es la primera vez que lo veo. ¿Para qué sirve?», preguntaba una señora al vendedor. «Para la buena suerte –respondía él–. Se cuelga sobre la puerta en navidades y trae fortuna durante todo el año. Cuesta sólo tres euros, ¿le preparo uno?».
Talos. Los ‘clásicos’ de la feria lograron mantener el precio y el consumo por tradición, por sabor
y, más que nada, por calor. «Es que, con este día, da gusto estar bajo techo y cerca del fuego».
1 comentario:
BRILLANTE, ESPECTACULAR, GENIAL, OBRA MAESTRA, TALENTOSO, ESTUPENDO!!!!!!!!
(El Papá)
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