7.3.11

"La integración es dura y hay que trabajársela"

Para este joven, Bilbao supuso un «cambio de chip» y una oportunidad para crecer en el mundo laboral y académico.

Muhammad Azam Alikhan emigró de su país en 2004, cuando tenía 19 años. En un viaje de veinte horas, cambió Islamabad por Bilbao; un lugar distante (y distinto) del mundo que él conocía y que, a pesar de ello, era un destino muy claro. «Mi padre fue el primero en marcharse, el primero en abrirse camino lejos de Pakistán. Los demás llegamos dos o tres años después, cuando él ya estaba instalado y en condiciones de recibirnos», relata el joven, que ya ha cumplido 26 años y está a punto de terminar la carrera de Ingeniería Informática en la Universidad de Deusto.

Cuando Azam llegó a la capital vizcaína, su padre había conseguido abrir su propio restaurante de comida típica, tenía la suficiente estabilidad como para reagrupar a la familia y hasta podía calificar su proyecto laboral como «un éxito». No obstante, para él, que entonces era un chaval, el cambio fue un reto.

«El cambio fue muy brusco -explica-. Como se suele decir, un giro de 180 grados» que, además, no estuvo libre de obstáculos. «Para mí, la principal barrera fue el idioma. La lengua de un país es lo básico, lo primero que debes aprender. Si no entiendes lo que te dicen, si no puedes seguir el hilo de una conversación, mucho menos podrás comprender lo que ocurre a tu alrededor, las pequeñas sutilezas y, lógicamente, la cultura del lugar donde estás», señala Azam.

En consonancia con ese razonamiento, su primera decisión fue acudir a la Escuela de Idiomas. «En cuanto llegué, empecé a trabajar ayudando a mi padre y luego seguí por mi cuenta, pero jamás dejé de estudiar. Aprender el idioma me parecía fundamental para trabajar con normalidad y así entrar en la universidad», razona Azam que, en estos años, ha hecho «de todo».

De Medicina a Informática
«Fui carnicero, camarero, cajero, trabajé en un locutorio, en una tienda de informática... Ahora soy autónomo, tengo una tienda de alimentación y compagino los estudios y el trabajo como puedo», dice casi excusándose, porque el único momento que tenía libre para hacer la entrevista era un domingo por la tarde. «Hay que esforzarse bastante para pagarse una carrera -agrega con una sonrisa- pero no me quejo. Al contrario, valoro mucho la oportunidad de hacer lo que me gusta». Esta cuestión tiene su importancia porque, de haberse quedado en Pakistán, Azam habría estudiado Medicina, como sus hermanos mayores.

«En mi país -explica- el peso de la familia es muy grande. Aquí hay más autonomía y la influencia familiar no está tan marcada, pero en la cultura paquistaní, los hijos respetan mucho las decisiones de sus padres. El nuestro quería que mis hermanos y yo fuéramos médicos. Al venir aquí, tuve la posibilidad de elegir. Le expliqué a mi padre que me gustaba la informática y él lo entendió. Los dos cambiamos el chip».

Explicarle a su familia que quería hacer algo distinto fue el primer desafío para Azam, pero no el último. «Cuando entré en la universidad, descubrí que mi base de matemáticas era muy mala. Tuve que aprender muchas cosas que no sabía para alcanzar el nivel de mis compañeros, y debo decir que los profesores me ayudaron muchísimo en ese proceso».

En cuanto a sus compañeros, Azam señala que se siente «muy integrado y bien recibido», aunque reconoce que, al principio, «la relación era un poco cortada». La diferencia cultural «se nota hasta en el sentido del humor. Si yo contaba un chiste, los demás no lo entendían, y viceversa», dice, y agrega que «la integración es dura, lleva tiempo y hay que trabajársela». En ese recorrido, continúa, «las personas cambian. Yo cambié. Si voy a Pakistán de visita, noto una distancia. No siempre encuentro temas de conversación porque ya no pienso igual... Las distancias siempre cortan las relaciones».

1 comentario:

Anónimo dijo...

Despues de leer el articulo no me cabe duda de que la integración es dura, y hay que trabajarsela, trabajarsela todo el día en cada momento, no se le puede dar un respiro, siempre trabajarsela, porque cuando descansas un momento y crees que ya ha parado, tienes que seguir trabajandotela.