14.3.11

"Cuando las cosas se tuercen, surgen los desafíos"

«Queremos retratar a los extranjeros pero sin apelar al morbo», afirma el artista que se ha propuesto captar los rostros de la inmigración.

Tomó un avión en Chile que le llevó hasta Barcelona, donde no encontró lo que esperaba y lo pasó «francamente mal». Apenas un mes después, Euskadi se convirtió en una salida de emergencia, un lugar donde poner las cosas en orden y tomar algunas decisiones. Así fue como Leonardo Sáez llegó a Bilbao hace algo más de tres años: vino por amor o, mejor dicho, por desamor. No estaba en sus planes venir ni estaba en sus planes quedarse. Pero aquí sigue, «enganchado».

«Si te digo la verdad, no sé por qué me he quedado. No siempre es fácil encontrar una razón, una explicación lógica para todo. Estamos en tiempos de crisis, la situación se ha vuelto dura para todo el mundo, yo mismo me quedé sin trabajo hace poco y aun así, no siento deseos de marcharme. Sé que si vuelvo a Chile no me va a ir mal, pero hay algo que me retiene. Cuando las cosas se tuercen, se convierten en desafíos. Quieres seguir intentándolo porque, de algún modo, te sientes impelido por la adversidad».

Para Leo, como le llaman sus amigos, Bilbao representa muchas cosas positivas: es el sitio donde logró sobreponerse a un desengaño amoroso y el lugar donde ha podido desarrollar su verdadera vocación: la fotografía. «Cuando vivía en Chile -relata- comencé una relación con una persona de Barcelona. Al volverse aquí, me invitó a que viniera yo también. Y dije que sí. Compré el billete de avión, el seguro de viaje, reuní el dinero, dejé el trabajo y, cuando tenía todo listo para venir, me llamó y me dijo que lo sentía, que había conocido a otra persona».

«También me dijo -recuerda Leo- que viniera igual, que me recibiría 'como a un amigo y me enseñaría la ciudad». Con sus cartas ya jugadas, Leo puso un pie en el avión, llegó a Barcelona y, al cabo de un mes, se marchó. «Vine a Bilbao porque aquí vivía mi hermanastro que, al saber lo que había ocurrido, me invitó. Llegué sin tener muy claro qué hacer. Estaba como en un limbo. Una semana después, me ofrecieron trabajo cuidando a un anciano y acepté». El empleo le duró tres años.

Aunque Leo es licenciado en Administración Hotelera y además había estudiado fotografía, trabajar en algo distinto no le supuso un problema. «Hay muchos profesionales inmigrantes que se dedican a hacer otras cosas», indica. Además, sus tareas como cuidador le permitieron hacer algunas cosas fundamentales: ahorrar dinero, comprar un buen equipo fotográfico -«uno que jamás habría podido adquirir en Chile»- e inscribirse en un curso de fotografía avanzada.

La estética de la ruina
«El curso me interesaba por el contenido, pero también significaba, para mí, una oportunidad de conocer gente y relacionarme con personas que tuvieran intereses similares a los míos», señala Leo. Y llevaba razón, porque allí conoció a Juan Abaitua. «Un día salimos juntos por Zorrozaurre a hacer fotos. Queríamos captar la estética del abandono en los edificios, pero no tardamos en comprobar que ahí vivía mucha gente. Conocimos a Hadid, un chico argelino, y le hicimos fotos. Así comenzó el proyecto en el que estamos trabajando desde hace más de un año».

Leo y Juan se han propuesto retratar la diversidad de la inmigración en Bilbao, pero «sin apelar al morbo; es decir, sin recurrir a lo de siempre: la chacha, la prostituta, el que roba... Nos interesa captar los matices y, sobre todo, mostrar a las personas sin catalogarlas. En nuestros retratos -continúa- no prima la nacionalidad o la procedencia, sino las personas y lo que viven. Por ejemplo, hace poco asistimos a un bautismo de africanos, pero a su vez retratamos a otros extranjeros, a los europeos, que también han dejado todo atrás para hacer aquí una nueva vida. Lo que nos interesa -concluye- es mostrar que la inmigración no es algo ajeno a la sociedad bilbaína».

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